No soy especialista en hermenéutica ni mucho menos, filóloga o ducha en estudios bíblicos, por lo tanto, no puedo hacer referencia a María de Magdala sin la influencia contaminante del imaginario calenturiento y popular. Imaginario que ha desvirtuado la figura de esta maravillosa mujer. Ha sido confundida, calumniada, mirada en oficios, para "algunos", poco nobles; interpretada por otros, como poseída, pecadora, arrepentida, llorosa...De ahí, el dicho:"llorar como una magdalena'.
Ninguno de estos apelativos entran en mi corazón. Lo único que quiero tener en común con esta hermosa y valiente mujer, es la esperanza: su manera de conjugar el verbo esperanzar; su fe sin sombra de duda, que es capaz de sacar de la fosa común el cuerpo sin vida de Jesús y experimentar que el Maestro está VIVO; su valentía, para ponerse en camino y enfrentar la terquedad prepotente de Pedro, la intolerancia machista de Santiago, el protagonismo patriarcal de Juan(de ayer y de hoy)y decirles que Jesús de Nazareth, está VIVO y que se le encuentra en la Galilea: En la otra orilla, al lado de las empobrecidas y empobrecidos de esta casa común. Que no está en la tumba fría de las catedrales, templos, palacios episcopales, oratorios y tabernáculos.
Que al Maestro se le encuentra en el camino, en el lago, en la periferia de las ciudades, en el río, en la montaña y en la selva...Yo quiero a ejemplo de María de Magdala, embarcarme en esa barca. Quiero como ella, caminar el reinado de Jesús de Nazareth por los estrechos y polvorientos caminos que llevan a la misión. Quiero experimentar como María de Magdala, al Maestro presente en los sueños y en las luchas de los pueblos que avizoran otro mundo posible.