#pascuafeminista2025 El funeral de Estado del Papa Francisco:

El funeral de Estado del Papa Francisco:
El funeral de Estado del Papa Francisco:
Evidentemente, era un jefe de estado, pero ante todo y sobretodo, era un líder espiritual de millones de personas de toda índole y estrato social, entre los cuales los pobres y marginados eran su prioridad.
Su reciente muerte y posterior funeral han puesto de manifiesto una profunda contradicción entre la doctrina católica de la inclusión y la realidad práctica de su institución. Si bien la Iglesia Católica se presenta como una entidad universal, acogedora de todas las personas sin distinción, la ceremonia fúnebre evidenció una jerarquía de valores que contradice abiertamente este precepto. La ausencia notable de mujeres en el altar, la segregación espacial de los pobres relegados a la escalinata de Santa María la Mayor, y la privilegiada ubicación de mandatarios con un historial de políticas anti-inmigrantes y discriminatorias, plantean serios interrogantes sobre la autenticidad del mensaje de inclusión que la Iglesia profesa.
La imagen de presidentes que han criminalizado la migración, relegando a los inmigrantes a la marginalidad y la vulnerabilidad, ocupando lugares privilegiados en el funeral, mientras que los colectivos LGTBI+, presos y excluidos se encontraban en un segundo plano, resulta profundamente hiriente e irónica. Esta distribución lejos de ser accidental, revela una jerarquía de poder que prioriza la diplomacia internacional y la imagen pública por encima de los principios de justicia social y equidad que, supuestamente, sustentan la fe cristiana. La pregunta que surge inevitablemente es: ¿hasta qué punto la diplomacia vaticana antepone las relaciones internacionales a la vivencia y predicación del mensaje evangélico?
El contraste entre la imagen ofrecida y la realidad vivida resulta especialmente dolorosa a la luz de la vida y obra de Jesús. Cristo, lejos de rodearse únicamente de personas de un estrato social privilegiado, se relacionó con pecadores, recaudadores de impuestos, marginados ,enfermos y mujeres. Su ministerio se caracterizó por la inclusión radical, la defensa de los pobres y la crítica implacable a las estructuras de poder que perpetuaban la injusticia. El funeral del Papa Francisco, en cambio, pareció perpetuar, aunque de forma sutil, estas mismas estructuras de poder, priorizando la apariencia de unidad y legitimidad internacional por encima de la coherencia con los principios que la Iglesia profesa.
  • La pregunta que surge de forma insistente es: ¿a quién se ha enterrado al Papa Francisco, figura religiosa que predicó la compasión y la justicia social, o a un jefe de Estado, cuya imagen y relaciones internacionales han sido priorizadas por encima de la coherencia con su propio mensaje? La respuesta, lamentablemente, parece inclinarse hacia esta última opción. La ceremonia, lejos de ser un acto de celebración espiritual, se transformó en una puesta en escena que evidenció la brecha entre la retórica inclusiva y la práctica excluyente de una institución que, paradójicamente, se presenta como guardiana de la moral y la justicia.
La ausencia de mujeres en el altar, símbolo de la persistente marginación femenina dentro de la Iglesia, y la relegación de los pobres a un lugar secundario, contradicen abiertamente la enseñanza de Jesús sobre la importancia de los "últimos" y la promesa de que "los últimos serán los primeros". Esta contradicción, lejos de ser una excepción, se presenta como un reflejo de una realidad compleja y problemática dentro de la Iglesia Católica, una realidad que demanda una profunda reflexión y un cambio ra
dical en sus prácticas para que la coherencia entre la doctrina y la acción sea una realidad, no una mera aspiración. La imagen proyectada por el funeral del Papa Francisco no solo ha dejado un regusto amargo, sino que ha puesto en evidencia la necesidad urgente de una reforma profunda que priorice la justicia social y la inclusión real por encima de la diplomacia y la imagen institucional. Solo así, la Iglesia podrá acercarse a la autenticidad del mensaje evangélico que profesa.

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