#retopascual2024 Siendo honesta, a esta pascua llego con tres heridas….

Siendo honesta, a esta pascua llego con tres heridas….
Siendo honesta, a esta pascua llego con tres heridas….

Pensar en la cuaresma y en la pascua, como teóloga feminista, me lleva al inicio y al final de este camino. El inicio, el miércoles de ceniza, recordándonos nuestra vida polvorienta y vulnerable; termina en la experiencia de María de Magdala cuando al fin anuncia “he visto al Señor” (Jn 20,18) a sus compañeros y compañeras de camino. Este tránsito es propicio para pensar en la canción de Joan Manuel Serrat: “llego con tres heridas, la del amor, la de la muerte y la de la vida”[1].

Las heridas las llevo, yo, tú y mucha gente de nuestros contextos violentos, machistas y polarizados ¿Cómo vivir la esperanza desde las heridas corporales y sociales que sufrimos? Es mi pregunta en este tiempo litúrgico que vivimos. Pensaba en esta canción de las heridas, porque mi habitar en este mundo es corporal más que espiritual, enfermo de a poquito cuando otras vidas son vulneradas y vomitadas por los sistemas de muerte.

Reconozco la herida de la muerte, la muerte que nos acecha a diario a unas personas más que a otras, tal como lograron el objetivo con Jesús, lo logran con muchas personas en guerras absurdamente de moda hoy en día. La violencia feminicida que se llevó 4050 mujeres en América Latina y el Caribe solo el año 2022 (CEPAL). Es la herida de la muerte que cargamos y de la que nadie se quiere hacer cargo.

La herida del amor es la que nos hace sufrir a mucha gente, porque no somos educadxs en el amor real, cotidiano y profundo, el amor saludable que procura la vida digna del ser amadx. Banalizaron el amor tanto, que le vaciaron de contenido, tornándolo ideal, romántico y sacrificial para las mujeres, pusieron sobre nuestras espaldas la carga del amor de sus parejas y familias. El éxito dependía de la entrega y sacrificio, ad intra las familias, pero también dentro de las congregaciones religiosas e iglesias evangélicas. Nosotras las mal amadas, amando muchas veces también mal, poniéndonos al final de las prioridades de la vida ¿Acaso no estamos cansadas y heridas? ¿Acaso nuestros cuerpos no nos pasan la factura de la entrega? Y si algo nos preocupamos por nosotras, somos las egoístas que no hemos entendido el mensaje de Jesús, de un mensaje manipulado por el machismo eclesial, claro.

Y, la herida de la vida. Esa Vida atravesada por el poder de unxs sobre otrxs.  Donde el poder sobre los demás, se disfraza en nombre de la autoridad divina o “voluntad de Dios”, en nombre de dogmas y políticas de bienestar social o eclesial. Nada más falso. No hay dignidad universal como verdadera práctica, no hay vida digna para miles de personas que no importan a nadie, basta ver el genocidio del pueblo palestino, avalado por tantos gobiernos y gente con poder de cambiar las cosas, si lo deseara. Una iglesia que se venda los ojos y se ancla en esos sistemas de poder maquillándolos de sinodalidad ¡Ay iglesia cuánto me dueles!

Sé que en la pascua debemos esperanzar la vida, pero les comparto mi cansancio de tantas pascuas así vividas sin lograr casi nada, excepto las memorias de momentos memorables para mi fe.  Me cansé de tener esperanza es una iglesia que ningunea nuestra presencia, prefiero vivir mi fe en comunidades pequeñas que vibran la Vida a pesar de sus heridas. Me niego a lamer mis heridas y sanar solita, quiero una comunidad reconociendo  cansancios y heridas y tratando de sanar juntxs. Prefiero pensar en la Magdalena comunicando su experiencia a lxs demás “he visto al Señor”, después de secar su llanto, hacer su duelo y sanar heridas. Reconozcamos las nuestras, para una verdadera celebración pascual.

[1] Teóloga y biblista feminista, católica y laica boliviana.

2 https://www.youtube.com/watch?v=IlfWvwYCX1s (una excelente versión)

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