Pierre Emprou, sacerdote en la catedral de Nantes "A los 80 años se agradecen 36 días de silencio"

Entró en O Cebreiro solitario, en dirección a la iglesia, pero las miradas se dirigieron a él con rapidez, bien por el halo que en cierta medida lo rodeaba o bien por su particular apariencia (muchos peregrinos lo comparaban con el Señor Hassel, el viejo de los Alpes o, lo que viene siendo lo mismo, el abuelito de Heidi). Pero él, Pierre Emprou, no viene de las montañas, aunque sí comparte con aquel tierno personaje del libro de la suiza Johanna Spyri su bonita cabellera y su larga barba blanca. Lo cuenta Patricia Blanco en La Voz de Galicia.

Emprou es sacerdote en la catedral de Nantes (Francia), como él mismo reconoció en el momento en el que le sellaban su credencial de peregrino. Preguntó a qué hora se oficiaría la misa y manifestó su profundo deseo de concelebrar tal eucaristía. Así lo hizo. Salió del santuario y, a la sombra alentadora de un árbol, con su enorme y en apariencia pesada mochila ya fuera de su espalda, contó los motivos de su peregrinación.

«Tengo 80 años y mucha suerte por poder hacerlo», dijo. Ante la cara de sorpresa de quienes lo escuchaban, extrajo su documento de identificación. Bien claro, allí figuraba que había nacido en 1930. Partió desde Saint Jean Pied de Port el pasado 8 de junio.

Lleva caminando, por tanto, algo más de un mes y confía en terminar su Camino en 36 días. «Es la segunda vez que lo hago a pie, la primera fue en el 2006 desde Le-Puy-en-Velay». De los senderos y los carreiros que llevan a Compostela lo ha encandilado el silencio, para algunos, por otra parte, el sonido más fuerte de todos.

Dificultad para respirar

El padre Pierre Emprou señala los beneficios de estas jornadas de relativa soledad, así como del propio caminar y, cómo no, de la vida espiritual interior que permite el reencuentro con uno mismo. En el 2001 y en el 2005 -cuando se cumplieron 50 años de su ordenación sacerdotal- también se pasó por Santiago, pero no como peregrino a pie. Se acuesta sobre las ocho o las nueve de la tarde y se levanta sobre las cinco o las seis de la mañana. Camina a veces unas diez horas al día y señala que lo más difícil para él son las cuestas. «Tengo dificultades para respirar cuando las subo, de ahí también que no pueda hablar con los demás caminantes».

Preguntado sobre el giro hacia lo material y turístico que está dando el Camino, Emprou confía en que todos los que llegan a Compostela, partan con el motivo que partan, experimentarán durante el trayecto un cierto cambio hacia lo espiritual y lo profundo, en algunos casos incluso hacia lo religioso.

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