"Cuando el Maligno quiere combatir la Iglesia, lo primero que hace es tratar de impedir que recemos" Francisco: "Los cambios en la Iglesia sin oración no son cambios de Iglesia, sino de grupo"

Francisco, en oración durante la misa
Francisco, en oración durante la misa

"Muchos de nosotros han aprendido a silabear las primeras oraciones estando sobre las rodillas de los padres o los abuelos"

"La lámpara de la fe estará siempre encendida sobre la tierra mientras esté el aceite de la oración"

"El hábito de la fe no es inmediato, se desarrolla con nosotros, también a través de momentos de crisis y resurrecciones. Y la respiración de la fe es la oración"

Monasterios: "Centros de irradiación espiritual, pequeños oasis, células vitales"

El Papa Francisco dedica la catequesis de la audiencia de los miércoles al tema de “la Iglesia maestra de oración”. En ella o en la familia, hemos aprendido “a silabear las primeras oraciones”. Porque “la respiración de la fe es la oración” y “la lámpara de la fe estará siempre encendida sobre la tierra mientras esté el aceite de la oración”, como demuestran los monasterios, “centros de irradiación espiritual”. Por eso, “los cambios en la Iglesia sin oración no son cambios de Iglesia, sino de grupo”. Y por eso, también, “cuando el Maligno quiere combatir la Iglesia, lo primero que hace es tratar de impedir que recemos, para apagar en nosotros la luz de la fe”.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles: “...todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban el Evangelio con valentía”

Lámpara de aceite
Lámpara de aceite

Texto de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La Iglesia es una gran escuela de oración. Muchos de nosotros han aprendido a silabear las primeras oraciones estando sobre las rodillas de los padres o los abuelos. Quizá custodiamos el recuerdo de la madre y del padre que nos enseñaban a recitar las oraciones antes de ir a dormir. Esos momentos de recogimiento son a menudo aquellos en los que los padres escuchan de los hijos alguna confidencia íntima y pueden dar su consejo inspirado en el Evangelio. Después,en el camino del crecimiento, se hacen otros encuentros, con otros testigos y maestros de oración (cfr Catecismo dela IglesiaCatólica, 2686-2687). Hace bien recordarlos.

La vida de una parroquia y de toda comunidad cristiana está marcada por los tiempos de la liturgia y de la oración comunitaria. Y que la experiencia de la oración merece ser profundizada cada vez más (cfr ibid., 2688). El hábito de la fe no es inmediato, se desarrolla con nosotros, también a través de momentos de crisis y resurrecciones. Y la respiración de la fe es la oración: crecemos en la fe tanto como aprendemos a orar.

Después de ciertos pasajes de la vida, nos damos cuenta de que sin la fe no hubiéramos podido lograrlo y que la oración ha sido nuestra fuerza. No solo la oración personal, sino también la de los hermanos y de las hermanas, y de la comunidad que nos ha acompañado y sostenido. También por esto en la Iglesia florecen continuamente comunidades y grupos dedicados a la oración. Algún cristiano siente incluso la llamada a hacer de la oración la acción principal de sus jornadas.

Monasterio de Silos
Monasterio de Silos

En la Iglesia hay monasterios, conventos, ermitas, donde viven personas consagradas a Dios y que a menudo se convierten en centros de irradiación espiritual. Pequeños oasis en los que se comparte una oración intensa y se construye día a día la comunión fraterna. Son células vitales, no solo para el tejido eclesial sino para la sociedad misma. Pensemos en el rol que tuvo el monacato para el nacimiento y el crecimiento de la civilización europea, y también en otras culturas. Rezar y trabajar en comunidad lleva adelante el mundo. Es un motor.

Todo en la Iglesia nace en la oración, y todo crece gracias a la oración. Cuando el Enemigo, el Maligno, quiere combatir la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndoles rezar. Por ejemplo, lo vemos en algunos grupos que quieren hacer reformas eclesiales, pero no rezan. Propuestas interesantes, pero sólo con discusiones, con los medios. ¿Dónde está la oración? Los cambios en la Iglesia sin oración no son cambios de Iglesia, sino de grupo. Si cesa la oración, por un momento parece que todo pueda ir adelante como siempre, pero poco después la Iglesia se da cuenta de haberse convertido en un envoltorio vacío, de haber perdido el eje de apoyo, de no poseer más la fuente del calor y del amor.

Las mujeres y los hombres santos no tienen una vida más fácil que los otros, es más, ellos también tienen sus problemas que afrontar y, además, a menudo son objeto de oposiciones. Pero su fuerza es la oración, que sacan siempre del “pozo” inagotable de la madre Iglesia. Con la oración alimentan la llama de su fe, como se hacía con el aceite de las lámparas. Y así van adelante caminando en la fe y en la esperanza. Los santos, que a menudo a los ojos del mundo cuentan poco, en realidad son los que lo sostienen, no con las armas del dinero y del poder o de los medios de comunicación, sino con las armas de la oración.

Monasterio de Montserrat
Monasterio de Montserrat

En el Evangelio de Lucas, Jesús plantea una pregunta dramática que siempre nos hace reflexionar: «Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra» (Lc18,8). O encontrará solo organizaciones, como un grupo de empresarios. Esta pregunta está al final de una parábola que muestra la necesidad de rezar con perseverancia, sin cansarse (cfrvv. 1-8).

Por tanto, podemos concluir que la lámpara de la fe estará siempre encendida sobre la tierra mientras esté el aceite de la oración. Y lo que lleva adelante la fe y nuestra pobre vida: la oración. Tenemos que hacernos esta pregunta: ¿Rezo? ¿Cómo rezo? ¿Como los papagallos o con el corazón? ¿Rezo con la Iglesia y en la Iglesia o rezo con mis ideas y convierto mis ideas en oración? Esta es una oración pagana.

Esta es la tarea esencial de la Iglesia: rezar y educar a rezar. Transmitir de generación en generación la lámpara de la fe con el aceite de la oración. Sin la luz de esta lámpara, no podremos ver el camino para evangelizar; No podremos ver el camino para creer bien; no podremos ver los rostros de los hermanos a los que acercarse y servir; no podremos iluminar la habitación donde encontrarnos en comunidad... Sin la fe, todo cae; y sin la oración, la fe se apaga. Fe y oración: no hay otra vía. Por esto la Iglesia, que es casa y escuela de comunión, es casa y escuela de oración.

Lámpara de aceite
Lámpara de aceite

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas: En esta catequesis reflexionamos sobre la Iglesia como maestra de oración. Es bueno recordar y agradecer a las personas que, desde que éramos niños, y a lo largo de toda nuestra vida, nos enseñaron a rezar. En los momentos de oración que compartimos tanto en la familia —que es la Iglesia doméstica— como en la comunidad parroquial u otros grupos cristianos, descubrimos que crecemos en la fe a medida que aprendemos a rezar y profundizamos en esta experiencia.

La vida cristiana no está exenta de momentos de crisis y dificultades. Lo vemos en el testimonio de los santos, en las pruebas que tuvieron que afrontar. Pero ellos nos enseñan que el secreto para seguir caminando en la fe es la fuerza de la oración, pues gracias a ella pudieron perseverar y sostener a otros en su peregrinar. Sigamos su ejemplo, y tengamos en cuenta que cuando el Maligno quiere combatir la Iglesia, lo primero que hace es tratar de impedir que recemos, para apagar en nosotros la luz de la fe.

Una de las principales tareas de la Iglesia es rezar y enseñar a rezar a las nuevas generaciones. A lo largo de la historia, siempre han surgido comunidades y grupos dedicados a la oración. Si no rezamos, la fe se apaga, no podemos ver los caminos para evangelizar ni reconocer los rostros de los hermanos y hermanas que nos necesitan. Por eso la Iglesia, que es casa y escuela de comunión, está llamada también a ser casa y escuela de oración.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Cristo resucitado que nos ayude a mantener encendida la lámpara de la fe, que la renovemos a diario con el aceite de nuestra oración humilde y perseverante, y que nos envíe su Espíritu para poder llevar su Luz a todos. Que Dios los bendiga.

Ora
Ora

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