El prelado fundamentó que la experiencia del nacimiento ayuda a entender el significado de la sexualidad humana, pues cada niño nace dentro de una alianza que lo acoge. De hecho, todo niño se genera en un encuentro entre un hombre y una mujer, que implica toda su existencia e historia, no sólo sus cuerpos o las células proporcionadas por sus órganos reproductivos. Explicó que “generar”, es acoger a un niño que, aunque venga a nosotros, no nos pertenece. La experiencia religiosa – consideró asimismo el arzobispo Paglia - permite considerar la cuestión dentro de un horizonte que trasciende las preocupaciones terrenales y evita absolutizar a un niño como algo que se debe tener, cueste lo que cueste.
Suicidio asistido y eutanasia
El primer panel sobre “COVID y cuidados paliativos”, y el segundo sobre “Religión y ética médica, reflexiones sobre la autonomía y la autoridad” del 17 de noviembre, se llevaron a cabo también con la colaboración de la Pontificia Academia para la Vida. La Dra. Nunziata Comoretto se refirió al tema del suicidio asistido y la eutanasia. Afirmó que autorizar legalmente una acción contraria a la protección de la vida humana (que es uno de los compromisos éticos fundamentales de los profesionales de la salud), sin admitir la posibilidad de la objeción de conciencia, significa - al menos - violar la libertad del médico, algo que señaló como “injusto” porque significaría anular la libertad del médico que merece la misma dignidad y respeto que la del paciente. Las principales tradiciones religiosas se oponen a estas prácticas, lo que, según Comoretto, no significa ignorar el sufrimiento de los pacientes las solicitan, pues, la eutanasia y el suicidio asistido significan abandonar al paciente a su sufrimiento, lo que constituye una falsa compasión, en lugar de mirar el sufrimiento de los que nos rodean con responsabilidad y solidaridad.
