Pide que los Juegos de Pekín ayuden a "superar los prejuicios y temores y a hacer nuestras comunidades más acogedoras e inclusivas" Papa: "No podemos mirar para otro lado ante el sufrimiento de tantos hermanas y hermanos de la martirizada Myanmar"

Monja en Myanmar
Monja en Myanmar

"Hoy es tiempo de fraternidad, evitando alimentar desencuentros, divisiones, cerrazones"

El Papa reconoce que "la Iglesia no es una comunidad de perfectos sino de pecadores salvados"

"A veces también el cristianismo puede caer en formas de devoción que parecen reflejar una  mentalidad más pagana que cristiana"

"En  Cristo nadie puede nunca separarnos verdaderamente de aquellos que amamos; cambia solo la forma de estar junto a ellos, pero nada ni nadie puede romper esta unión"

El Papa Francisco centró su catequesis de la audiencia de los miércoles en el tema de San José y la comunión de los santos. Según el Papa, este misterio cristiano significa, en el fondo, que “el vínculo que nos une a Él y entre nosotros tiene un nombre  específico”. Una comunión de la que también forma parte la Iglesia, que es “la comunidad de pecadores salvados”. Una comunión que abarca a vivos y difuntos, porque “en  Cristo nadie puede nunca separarnos verdaderamente de aquellos que amamos; cambia solo la forma de estar junto a ellos, pero nada ni nadie puede romper esta unión”.

Al final de su intervención y tras rezar la oración que reza a diario, desde hace 40 años, a San José, el Papa pidió oraciones por una persona que quiso interrumpir su catequesis a gritos. “Hemos escuchado hace unos minutos a una persona que gritaba y que tenía algún problema físico, mental o espiritual. Un hermano que sufre, recemos por él. No seamos sordos a las necesidades de este hermano”.

En efecto, un hombre de entre 40 y 50 años comenzó a gritar en inglés interrumpiendo al papa, que estaba leyendo su catequesis.

Según algunos de los presentes, el hombre visiblemente alterado gritaba contra el uso de las mascarillas en la Iglesia y contra el pontífice, aunque no se escuchó perfectamente, pero sí se apreció que se quitó la protección facial delante de los presentes.

Finalmente fue acompañado afuera de la sala sin mostrar resistencia por miembros de la Gendarmería vaticana.

El papa pidió entonces "rezar por este hermano que sufre". "Grita porque sufre", añadió y pidió a los fieles presentes rezar por él un "ave maría".

Comunión de los santos

En el saludo en italiano, el Papa tuvo un recuerdo especial para "la martirizada Myanmar" y aseguró que "no podemos mirar para otro lado" ante el "dolor a la violencia que ensangrienta Myanmar. Me uno al llamamiento de los obispos birmanos, para que la comunidad internacional se implique en la reconciliación entre las partes implicada".

El Papa también recordó a los atletas de los Juegos de invierno de Pekín, especialmente a los refugiados, deseó éxito a los organizadores y aseguró que "la medalla más importante la ganaremos juntos, si el ejemplo de los atletas paralímpicos nos ayuda a todos a superar los prejuicios y temores y a hacer nuestras comunidades más acogedoras e inclusivas. Esta es la verdadera medalla de honor".

Por último, se refirió a la próxima la II jornada internacional de la fraternidad humana. "Es motivo de satisfacción que las naciones de todo el mundo se unan en esta celebración, dirigida a promover el diálogo interreligioso e intercultural, como se contempla en el documento sobre la fraternidad humana y por la paz mundial y la convivencia común, firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi por el gran Imán de Al Ahzar, Al Tayyed y por mí mismo".

Catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  

En estas semanas hemos podido profundizar en la figura de San José dejándonos guiar por las  pocas pero importantes noticias que dan los Evangelios, y también de los aspectos de su personalidad que  la Iglesia a lo largo de los siglos ha podido evidenciar a través de la oración y la devoción. A partir  precisamente de este “sentir común” que en la historia de la Iglesia ha acompañado la figura de San José,  hoy quisiera detenerme sobre un importante artículo de fe que puede enriquecer nuestra vida cristiana y  puede también enmarcar de la mejor forma nuestra relación con los santos y con nuestros seres queridos  difuntos: hablo de la comunión de los santos.  Hablamos muchas veces de eso, pero si nos preguntan en qué consiste, no sabemos responder bien.

A veces también el cristianismo puede caer en formas de devoción que parecen reflejar una  mentalidad más pagana que cristiana. La diferencia fundamental está en el hecho de que nuestra oración y  la devoción del pueblo fiel no se basa en la confianza en un ser humano, o en una imagen o en un objeto,  incluso cuando sabemos que son sagrados. Nos recuerda el profeta Jeremías: «Maldito sea aquel que fía  en hombre […]. Bendito sea aquel que fía en Yahveh» (17,5-7). Incluso cuando nos encomendamos  plenamente a la intercesión de una santo, o más aún en la Virgen María, nuestra confianza tiene valor  solamente en relación con Cristo. Y el vínculo que nos une a Él y entre nosotros tiene un nombre  específico: “comunión de los santos”. No son los santos los que realizan los milagros, sino solamente la  gracia de Dios que actúa a través de ellos.  

Comunión de los santos

¿Qué es la “comunión de los santos”? El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: «La comunión  de los santos es precisamente la Iglesia» (n. 946). ¿Qué significa esto? ¿Qué la Iglesia está reservada a los  perfectos? No. Significa que es la comunidad de los pecadores salvados. Nuestra santidad es el fruto del  amor de Dios que se ha manifestado en Cristo, el cual nos santifica amándonos en nuestra miseria y  salvándonos de ella. Siempre gracias a Él nosotros formamos un solo cuerpo, dice San Pablo, en el que  Jesús es la cabeza y nosotros los miembros (cfr 1 Cor 12,12). Esta imagen del cuerpo nos hace entender  enseguida qué significa estar unidos los unos a los otros en comunión: «Si sufre un miembro – escribe San Pablo – todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte de su  gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte» (1 Cor 12,26- 27).  

Queridos hermanos y queridas hermanas, la alegría y el dolor que tocan mi vida concierne a todos,  así como la alegría y el dolor que tocan la vida del hermano y de la hermana junto a nosotros me  concierne a mí. Todos estamos en comunión, en un cuerpo. En este sentido, también el pecado de una única persona concierne siempre a todos, y el  amor de cada persona concierne a todos. En virtud de la comunión de los santos, cada miembro de la  Iglesia está unido a mí de forma profunda, y esta unión es tan fuerte que no puede romperse ni siquiera  por la muerte. De hecho, la comunión de los santos no concierne solo a los hermanos y las hermanas que  están junto a mí en este momento histórico, sino que concierne también a los que han concluido la  peregrinación terrena y han cruzado el umbral de la muerte. Pensemos, queridos hermanos y hermanas: en  Cristo nadie puede nunca separarnos verdaderamente de aquellos que amamos; cambia solo la forma de estar junto a ellos, pero nada ni nadie puede romper esta unión. ¿Y los apóstatas y los perseguidores? También ellos están en la casa. Somos hermanos. La comunión de los santos mantiene  unida la comunidad de los creyentes en la tierra y en el Cielo.  

En este sentido, la relación de amistad que puedo construir con un hermano o una hermana junto a  mí, puedo establecerla también con un hermano o una hermana que están en el Cielo. Los santos son  amigos con los que muy a menudo tejemos relaciones de amistad. Lo que nosotros llamamos devoción es  en realidad una forma de expresar el amor a partir precisamente de este vínculo que nos une. Y todos  nosotros sabemos que a un amigo podemos dirigirnos siempre, sobre todo cuando estamos en dificultad y  necesitamos ayuda. Tenemso amigos en el cielo. Todos necesitamos amigos; todos necesitamos relaciones significativas que nos  ayuden a afrontar la vida.

Jesús y sus amigos

También Jesús tenía a sus amigos, y a ellos se ha dirigido en los momentos más  decisivos de su experiencia humana. En la historia de la Iglesia hay constantes que acompañan a la  comunidad creyente: sobre todo el gran afecto y el vínculo fortísimo que la Iglesia siempre ha sentido en  relación con María, Madre de Dios y Madre nuestra. Pero también el especial honor y afecto que ha  rendido a San José. En el fondo, Dios le confía a él lo más valioso que tiene: su Hijo Jesús y la Virgen  María. Es siempre gracias a la comunión de los santos que sentimos cerca de nosotros a los santos y a las  santas que son nuestros patronos, por el nombre que tenemos, por la Iglesia a la que pertenecemos, por el  lugar donde vivimos, etc. Y esta es la confianza que debe animarnos siempre al dirigirnos a ellos en los  momentos decisivos de nuestra vida.  No es una superstición la devoción a los santos.

Precisamente por esto me gusta concluir esta catequesis con una oración a San José al cual estoy  particularmente unido y que recito cada día desde hace más de 40 años y que encontré en un viejo libro. Más que una oración es un reto. Sería bello que la aprendáis y la recitéis: Glorioso patriarca san José, cuyo  poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y  dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan  una buena solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga que te haya  invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande  como tu poder. Amén  Una oración que rezo todos los días.

Hemos escuchado hace unos minutos a una persona que gritaba y que tenía algún problema físico o espiritual. Un hermano que sufre, recemos por él. No seamos sordos a las necesidades de este hermano.

Comunión de los santos

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas:  

Hoy en la catequesis reflexionamos sobre la comunión de los santos. Esto nos evoca las veces  en que les pedimos su ayuda en nuestras necesidades. Pero incluso cuando nos encomendamos a su  intercesión, nuestra oración y nuestras devociones sólo encuentran valor si están unidas a Jesús. San  Pablo nos ayuda a entender qué significa estar unidos los unos a los otros en comunión con la imagen  del cuerpo: Cristo es la cabeza y nosotros los miembros. «La comunión de los santos es precisamente  la Iglesia», que no es una comunidad de perfectos sino de pecadores salvados. 

Nuestra alegría y dolor tocan también la vida de los demás, y esto pasa no sólo con quienes  coinciden con nosotros en este momento histórico, sino también con la comunidad de creyentes que  ya está en el Cielo, con quienes entablamos una amistad que nos une a ellos a través de la “devoción”.  Ellos nos acompañan, sobre todo en los momentos de dificultad y sufrimiento.  

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos la intercesión de San José,  Patriarca Glorioso, para que venga en nuestro auxilio y tome bajo su protección las situaciones  dolorosas de nuestra vida. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.  

El San José del Papa
El San José del Papa

Saludo en italiano

Asistimos con dolor a la violencia que ensangrienta Myanmar. Me uno al llamamiento de los obispos birmanos, para que la comunidad internacional se implique en la reconciliación entre las partes implicadas. No podemos mirar para otro lado ante el sufrimiento de tantos hermanas y hermanos. Pidamos a Dios, en la oración, el consuelo para aquella población martirizada y confiémosle los esfuerzos de paz

Pasado mañana, 4 de febrero, se celebrará la II jornada internacional de la fraternidad humana. Es motivo de satisfacción que las naciones de todo el mundo se unan en esta celebración, dirigida a promover el diálogo interreligioso e intercultural, como se contempla en el documento sobre la fraternidad humana y por la paz mundial y la convivencia común, firmado el 4 de febrero de 2019 en Abu Dabi por el gran Imán de Al Ahzar, Al Tayyed y por mí mismo.

Fraternidad quiere decir tender la mano al otro, respetarle y escucharle con corazón abierto. Deseo que se den pasos concretos, junto a los creyentes de otras religiones y a la spersonas de buena voluntad, para afirmar que hoy es tiempo de fraternidad, evitando alimentar desencuentros, divisiones, cerrazones. Pidamos y comprometámonos todos los días para que todos podamos vivir en paz como hermanos y hermanas.

Fraternidad humana

Se van a abrir en Pekín los Juegos olímpicos y paralímpicos invernales, el 4 de febrero y el 4 de marzo próximos, respectivamente. Dirijo mi saludo a todos los participantes. Deseo éxito a los organizadores y que los atletas den lo mejor de sí mismos. El deporte, con su lenguaje universal, puede construir puentes de amistad y solidaridad entre personas y pueblos de todas las culturas y religiones.

Por eso, he apreciado que al histórico eslogan olímpico 'Citius, altius, fortius' el Comité Olímpico Internacional haya añadido la palabra 'comuniter', es decir juntos. Para que los Juegos Olímpicos hagan crecer un mundo más fraterno.

Abrazo a todo el mundo paralímpico. La medalla más importante la ganaremos juntos, si el ejemplo de los atletas paralímpicos nos ayuda a todos a superar los prejuicios y temores y a hacer nuestras comunidades más acogedoras e inclusivas. Esta es la verdadera medalla de honor.

Sigo especialmente con atención la historia personal de los atletas refugiados. Que sus testimonios contribuyan a inmpulsar a la sociedad civil a abrirse con mayor confianza a todos, sin dejar a nadie atrás.

A la fran familia olímpica y paralímpica le deseo vivir una experiencia única de Fraternidad humana y de paz. Felices los artesanos de la paz.

Olímpicos de invierno

Hoy es la fiesta del encuentro de Jesús con su pueblo y de Jesús niño con los ancianos. Sigamos adelante en ste camino de unión de niños y viejos. Estos tiene su memoria; los jóvenes, sus sueños.

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