El claretiano publica 'Iluminar, no deslumbrar" (PS), sobre el liderazgo en la Vida Consagrada L. A. Gonzalo:"León XIV ha decidido vivir en comunidad, un gesto que es todo un programa de liderazgo"
"La vida consagrada no va a ciegas. Pero la situación es más grave y débil de lo que alcanzamos a reconocer. Gracias a ello pueden surgir aparentes liderazgos deslumbrantes que, en realidad no son tales"
"Veo un liderazgo sobrepasado por lo que hay, sin capacidad para soñar un porvenir diferente. Se centra en la conservación, los mínimos y mucha administración. Se utilizan nombres nuevos, de ahora, pero son nombres muchas veces sin vida"
"El estilo de liderazgo del papa Francisco fue absolutamente limpio y libre; consciente de una pluralidad con la que siempre intentó el diálogo y el discernimiento"
"El estilo de liderazgo del papa Francisco fue absolutamente limpio y libre; consciente de una pluralidad con la que siempre intentó el diálogo y el discernimiento"
"Es imprescindible el liderazgo compañero de camino, implicado en la vida, con sentido de misión y enamorado de la comunidad. Y este modelo es el que, a mi parecer, no abunda". Esta afirmación, sin paños calientes, forma parte del diagnóstico que hace Luis Alberto Gonzalo sobre el momento que vive la vida consagrada en su última obra Iluminar, no deslumbrar. Apuntes de liderazgo para quienes se proponen servir (Editorial Perpetuo Socorro), donde radiografía a fondo "el cuerpo gastado" de una institución que necesita sobreponerse al vértigo en el que parece instalada.
"Muchas intuiciones buenas de la vida consagrada no tienen horizonte porque nacen sin ser para todos o todas, y sin contar con todos o todas", afirma en esta entrevista con Religión Digital, donde también advierte de "aparentes liderazgos deslumbrantes que, en realidad no son tales, y terminan agravando la situación" y donde recuerda el estilo de liderazgo "absolutamente limpio y libre; consciente de una pluralidad con la que siempre intentó el diálogo y el discernimiento" de su querido papa Francisco, a quien dedica el libro este religioso claretiano, hasta hace poco director de la revista Vida Religiosa y ahora infatigable conferenciante y acompañante en capítulos de la vida consagrada por todo el mundo.
¿Por qué un libro sobre liderazgo en la Vida Consagrada? Ahora que se reconoce su aportación a la sinodalidad en boga, ¿qué ha o está fallando?
Efectivamente, estamos en un tiempo de indudable progreso y proceso de asunción de la sinodalidad como estilo de vida y misión en la Iglesia. La vida consagrada, desde sus inicios, sostiene la praxis sinodal como camino para encontrar la respuesta original, en cada época, a la llamada carismática. Podríamos decir que su aportación en el corazón del Pueblo de Dios es ofrecer una dinámica sinodal con naturalidad. Deberíamos ser expertos en diálogo y misión compartida con otras formas de seguimiento de Jesús porque está en nuestro ADN.
Hasta ahí, nada que decir, porque son los grandes principios en los que todos estamos de acuerdo. Lo cierto, sin embargo, es que como otras formas de seguimiento de Jesús, con historia, a mi modo de ver, estamos viviendo un exceso de institucionalización y gobierno sin vida, que no es propio de nuestros carismas. Fundamentalmente debido a la enorme presión del envejecimiento, la debilidad numérica, la reducción de la misión a economía y la falta de frescura estructural.
El título de su libro puede resultar ya ilustrativo: “Iluminar, no deslumbrar”. ¿Está yendo la Vida Consagrada a ciegas por ese deslumbramiento o la cosa no es tan grave?
La vida consagrada no va a ciegas. Al menos no es mi percepción. Pero la situación es más grave y débil de lo que alcanzamos a reconocer y actuar en consecuencia. Gracias a ello pueden surgir aparentes liderazgos deslumbrantes que, en realidad no son tales, y terminan agravando la situación, ciertamente ya difícil. Desde mi punto de vista, el liderazgo de la vida consagrada debe poner luz y facilitar que una riqueza existente en todos los carismas tenga proyección y posibilidad de realización. Afirmo en el libro que el liderazgo no necesario es el de representación y congreso… es imprescindible el liderazgo compañero de camino, implicado en la vida, con sentido de misión y enamorado de la comunidad. Y este modelo es el que, a mi parecer, no abunda. Y en el momento actual hay que suscitar, acompañar y formar.
¿Qué tipo de liderazgo predomina entonces en el ‘cuerpo gastado’, como usted lo denomina, de la Vida Consagrada?
Curiosamente un ambiente gastado permite que proliferen estilos de liderazgo con cierto aire de solución de lo inmediato, sin visión y sin mañana. Se hace demasiado frecuente aquello de “esto es lo que hay”. Y no es verdad. Lo que hay está llamado a cambiar y evolucionar, a transformarse en vida. Los carismas son dones vivos del Espíritu pero han de encontrar en este tiempo y cultura su desarrollo. Esto es imposible sin un ejercicio de escucha real de las personas (de todas las personas) que, paradójicamente, es para lo que algunos líderes no suelen tener tiempo. A mi modo de ver, un liderazgo coherente con este momento cultural y eclesial debe gastarse en el acompañamiento del liderazgo interior de cada persona para que descubra, sepa y actúe en coherencia con lo que quiere. Con su opción.
Veo un liderazgo sobrepasado por lo que hay, sin capacidad para soñar un porvenir diferente. Se centra en la conservación, los mínimos y mucha administración. Se utilizan nombres nuevos, de ahora, pero son nombres muchas veces sin vida
¿A dónde está llevando ese liderazgo?
Veo un liderazgo sobrepasado por lo que hay, sin capacidad para soñar un porvenir diferente. Se centra en la conservación, los mínimos y mucha administración. Se utilizan nombres nuevos, de ahora, pero son nombres muchas veces sin vida. Se habla, cómo no, de escucha, diálogo…y se transforma en comisiones, reuniones y filtros… Acuerdos para dilatar un tiempo que, en realidad, se nos va de las manos. Iluminar, por el contrario, es interpelar constantemente para favorecer el liderazgo interior de cada consagrado, que sepa dar razón de su fe y su vida; que sepa exponer y ofrecer, con claridad, una vida marcada por la misión…
¿Cómo es, debería ser o está siendo el tránsito de un tipo de liderazgo a otro?
Creo que ahí justamente es donde tenemos que trabajar. La vida consagrada es una experiencia maravillosa de seguimiento intergeneracional e intercultural. Dos palabras de nuestro tiempo, pero, a la vez, dos realidades en profunda crisis que han de ser abordadas desde un estudio riguroso y sapiencial.
Tenemos miedo a entrar en esta realidad compleja, pero se hace imprescindible que aparezcan líderes valientes que afronten un proceso de proyección y posibilidad a realizaciones carismáticas con porvenir. No basta con tener a las personas distribuidas en comunidades. Han de saber qué viven y para qué; han de tener conexión con la misión y madurez para comprometer la vida con ella. Es solo una sensación, pero me visita con fuerza la sospecha de que estamos más incapacitados hoy para procesos reales de reorganización que hace un par de décadas. Con el agravante del evidente envejecimiento y debilidad.
Usted habla de un liderazgo testimonial y animador frente a otro administrativo. ¿Cuáles serían las características de uno y otro?
De alguna manera he ido desgranando los rasgos de uno y otro. Además, me gustaría que se leyese el libro. Pero si algo tiene que marcar el liderazgo de nuestro tiempo es la voluntad expresiva de promover la participación, la escucha y acogida de la realidad de las congregaciones. Muchas intuiciones buenas de la vida consagrada no tienen horizonte porque nacen sin ser para todos o todas, y sin contar con todos o todas.
En nuestro tiempo descubres en el acompañamiento personal una soledad muy persistente en algunos consagrados y la realidad de que muchos de ellos viven sin el referente de un hermano, hermana de camino (su líder) porque no hay proximidad sino distancia. Uno de los signos que evidencian las sociedades gastadas es que desaparece la igualdad, la horizontalidad y las relaciones fluidas.
En los últimos años, en España ha habido un incremento significativo, viniendo de donde se venía, en el número de obispos procedentes de la Vida Consagrada. ¿Es un reflejo del cambio en el liderazgo en ella, que se ha visto conveniente trasplantar a la vida diocesana, o es que era difícil encontrar otros candidatos que dijesen ‘sí’ al Episcopado? ¿Qué cree usted?
Creo firmemente en la acción del Espíritu en los procesos de responsabilización de los ministerios en la Iglesia. En cada momento, concede aquellos Pastores que necesita el Pueblo de Dios para caminar en el compromiso y la comunión. Me parece muy importante formarnos eclesiológicamente en la corresponsabilidad de carismas y ministerios para que aquellas personas que han de ir por delante (o saber ir detrás del Pueblo de Dios como reclamaba la Evangelii gaudium) sean las adecuadas para este momento de Iglesia, de la cultura y de la situación de nuestro mundo.
Lo importante no es que sean personas consagradas, sino que sean las personas adecuadas. Indudablemente, desde mi percepción, la vida en comunidad es una buena escuela de discernimiento y este es el ingrediente esencial del liderazgo en la Iglesia: ver más allá de apariencias, integrar visiones diferentes, escuchar todas las voces… etc.
La raíz de la transformación es la formación y hay comunidades y carismas que se están tomando muy en serio una actualización carismática. Están soltando amarras, dejando atrás lo que fueron y miran con esperanza lo que hoy pueden ofrecer y significar
En esta transición de liderazgos, ¿quiénes van en cabeza: las comunidades masculinas o las femeninas?
Mi percepción es que es cuestión de personas, no de género. He podido contactar con un buen número de hombres y mujeres que ejercen un servicio de liderazgo que, ciertamente, ilumina. Se desvive y está dándolo todo para que sus hermanas y hermanos “brillen”. Conozco, evidentemente, otros estilos prescindibles que están acabando con la esperanza de sus comunidades… La raíz de la transformación es la formación y hay comunidades y carismas que se están tomando muy en serio una actualización carismática. Están soltando amarras, dejando atrás lo que fueron y miran con esperanza lo que hoy pueden ofrecer y significar.
Hablamos del liderazgo de los dos últimos papas, ambos religiosos, si le parece. ¿Qué tipo de liderazgo practicó el jesuita Bergoglio?
Comprenderá que a mí personalmente el hecho de que los dos últimos papas sean religiosos me satisface. Es indudable que la pertenencia a una congregación u orden, de entrada, ha de suponer una capacidad para ser, pensar y actuar en comunidad. Y ese es un principio eclesiológico importantísimo.
En el caso del papa Francisco es indudable que su impronta y estilo comunitario ha supuesto un proceso de transformación irreversible. Sus constantes intuiciones, su palabra es, ahora que acompaña la Iglesia desde la eternidad, especialmente clara respecto al hacia dónde de la misión, el estilo de Iglesia y el sentido de comunidad. Creo que su estilo de liderazgo fue absolutamente limpio y libre; consciente de una pluralidad con la que siempre intentó el diálogo y el discernimiento. Creo, también, que su mayor debilidad fue la interpretación que sobre su magisterio se pudo hacer, en ocasiones, desde visiones parciales o ideologizadas.
¿Qué tipo de liderazgo vislumbra en el agustino Prevost?
Estamos en los primeros meses de su pontificado, pero veo una continuidad imparable en esa necesidad de poner a la Iglesia en sintonía con el siglo XXI. No puedo decir que conozca al papa León, solo coincidí con el agustino Prevost hace años en un capítulo de su Orden. Recuerdo perfectamente que ya entonces me cautivó su libertad. Su mirada comprensiva de la realidad, pero no concesiva con toda la realidad.
Creo que el Espíritu ha soplado con fuerza para concedernos el Papa que para este tiempo necesita la Iglesia. Seguirá, sin duda, la impronta de Francisco, ofreciendo un magisterio claro en sinodalidad, escucha, discernimiento y formación integral de las personas. Veo ya signos claros de propuesta de transformación en el liderazgo de la Iglesia y, evidentemente, en las iglesias locales.
Comparto con toda la Iglesia el deseo de escuchar, meditar y estudiar su primer texto programático que ya tenemos entre nosotros. Hay, además, un gesto que quiero subrayar en su estilo de liderazgo: el Papa ha decidido vivir en comunidad… como ha sido siempre su vida. Un gesto que, en sí mismo, es todo un programa de liderazgo.
Hablábamos del creciente número en España de nuevos obispos religiosos. Y, como apunta, llevamos dos papas consecutivos religiosos. ¿Le da esto algo en qué pensar?
Insisto que la raíz verdadera del liderazgo que ilumina y no deslumbra está en la persona. En quien, cada día, se deja acompañar por el Espíritu, se deja hacer y es consciente de vivir en misión. A mi modo de ver no consiste en la procedencia, del clero diocesano o de una congregación religiosa, lo importante es encontrar personas capaces de creer, contagiar transformación y fortalecer la comunión en el Pueblo de Dios, que padece una fragmentación muy considerable.
Creo que necesitamos Pastores que vivan y crean en la comunión, superen las parcelas y grupos de privilegiados y privilegiadas y sirvan a todos. Como gritó nuestro papa Francisco en Lisboa, que sirvan a “todos, todos, todos”.
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