El poeta y bibliotecario de la Santa Sede traza la mística de los cinco sentidos José Tolentino: "Nos hemos convertido en analfabetos emocionales"

José Tolentino, el arzobispo-poeta portugués
José Tolentino, el arzobispo-poeta portugués

“El místico es aquel, o aquella, que no puede dejar de caminar”, apunta el religioso portugués en el cierre de la primera jornada del 75 aniversario de la revista 'Vida Religiosa'

Oler a Dios, tocar a Dios, mirar a Dios, escuchar a Dios, saborear a Dios. “¿Es posible que el olor a Dios nos lleve a Dios?”, se preguntó

Oler a Dios, tocar a Dios, mirar a Dios, escuchar a Dios, saborear a Dios. “¿Es posible que el olor a Dios nos lleve a Dios?”, se preguntó esta tarde el poeta portugués José Tolentino. El Bibliotecario de la Santa Sede cerró la primera jornada del 75 aniversario de la revista 'Vida Religiosa', trazando un mapa de las emociones y los sentimientos del creyente, del hombre y la mujer espirituales, “que no olvida los cinco sentidos”.

En un bellísimo discurso sobre los sentidos y la sensibilidad, en el que mezcló párrafos bíblicos con tratados de biología, ingeniería o versos de Sofía de Mello o pensamientos de Pessoa o Susan Sontag. Música, aromas, cercanía... Porque para 'sentir a Dios' es preciso 'sentir con Dios' y con lo que nos rodea. “Nos hemos convertido en analfabetos emocionales”, destacó el autor de 'El hipopótamo de Dios' (Narcea), y de 'Hacia una espiritualidad de los sentidos' (Fragmenta).

Teología del cuerpo

Tolentino apuntó a una teología del cuerpo, que se aleje de “las visiones demasiado espiritualistas” que ven el cuerpo “como un revestimiento exterior del principio espiritual, o como una prisión del alma”. “Son nuestros cuerpos los que rezan, no sólo nuestros pensamientos”, recordó el arzobispo poeta, quien subrayó que, como ya apuntaban los antiguos, “abrir las manos ya es rezar, abrir los ojos ya es rezar”.

Así, clamó por “una mística con los ojos abiertos”, que “no se dirige a un Dios distante”, sino que se convierte en “una declaración de amor a la vida”. “El místico es aquel, o aquella, que no puede dejar de caminar”. También, la mirada, que “convierte el mundo en una ventana”.

Por ello, el auténtico místico es aquel que vive “la experiencia integral de la vida”. “El místico debe estar atento y comprometido con el dolor del mundo”, con “una espiritualidad encarnada, pero desprendida y libre”, insistió Tolentino.

“Esta libertad requiere la comprensión de la interdependencia, que tanto nos cuesta ver, entre micro y macro, próximo y distante, dentro y fuera, nuestro y de los otros, actividad y reposo, silencio y palabra, quietud y gesto, inmovilidad y viaje, primavera e invierno, hambre y pan, ahora y después”

“El místico es aquel que descubre que no puede dejar de caminar”, clamó, animando a la vida religiosa al desafío de “una nueva composición donde cuerpo y alma, razón y sentimiento, se reconocen y se mantienen unidos. No se trata de negarlos, ni de reconducirlos a una unidad confusa. Se trata de buscar la armonía”.

Entre nosotros y Dios hay un espacio vacío, desnudo

“La experiencia mística es experiencia desnuda, supone una confianza, no es una garantía”, como la fe. “Los místicos saben que Dios se da ausentándose. Entre Dios y nosotros hay un espacio vacío, desnudo. Nos movemos en ese espacio, lo esencial está más allá”, subrayó. Por ello, como subrayaba Sofía de Mello, “Creo en la desnudez de mi vida”.

A partir de ahí, Tolentino animó a “arriesgarnos a una nueva síntesis, de proponer, partiendo del acto de creer, pero también del acto de vivir, una nueva gramática espiritual. El modelo ya lo tenemos: tomar más en serio nuestra humanidad, como narrativa de Dios que vive en este momento”.

“Somos analfabetos, necesitamos una nueva gramática”, añadió, recalcando que “Dios es cómplice de nuestra intimidad”. “Nos hemos convertido en analfabetos emocionales. No sé sentir, no sé ser humano, como escribió Fernando Pessoa”, lamentó. “¿No ha llegado el momento de comprender mejor lo que une sentidos y sentido?”.

“El Evangelio lo aprendemos a través del cuerpo y de los sentidos, no sólo mentalmente. Nosotros somos. Necesitamos redescubrir que nosotros somos, en nuestro cuerpo, gramática de Dios”

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