Entrevista con el nuevo superior provincial de San Juan de Dios España Amador Fernández: "No podemos hablar de la pandemia del coronavirus en pasado"

Amador Fernández, junto a Jesús Etayo, superior general, el día de su nombramiento
Amador Fernández, junto a Jesús Etayo, superior general, el día de su nombramiento

La Orden Hospitalaria cuenta en España con 75 centros, en los que 180 Hermanos de San Juan de Dios, 15.000 profesionales y 3.300 voluntarios prestan atención anualmente a más de 1.500.000 personas, tanto en el ámbito sanitario como social

"Muchas personas todavía siguen enfermando y muriendo, y las consecuencias sociales y económicas conllevan una carga de sufrimiento difícil de soportar"

"Desearía que cuanto estamos viviendo nos haga más sensibles, más cercanos, más solidarios, y con mayor capacidad para reconocer los pequeños gestos de la vida cotidiana"

"La pandemia ha hecho más patentes estos desequilibrios. Son muchos los colectivos de personas que, como denuncia con valentía el papa Francisco, son víctimas de la “cultura del descarte” que nos invade"

"Podemos crecer, como personas y como sociedad, pero esto requiere también un esfuerzo de reflexión, compromiso y responsabilidad". Amador Fernández es el nuevo superior provincial de la provincia de España de los hermanos de San Juan de Dios. La Orden Hospitalaria, que acaba de culminar un proceso para unificar sus estructuras en nuestro país, se presenta como una realidad fecunda, pese a las crisis, con presencia fundamental en el ámbito del cuidado de la salud.

Y con el claro objetivo de "avanzar en la Hospitalidad que nos une". Más aún, en tiempos de pandemia, donde "muchas personas siguen enfermando y muriendo", y donde "las consecuencias sociales y económicas conllevan una carga de sufrimiento difícil de soportar". A eso, también, se dedican los hermanos de San Juan de Dios.

- ¿Cómo recibió el nombramiento? ¿Se lo esperaba?

Durante los últimos años he colaborado, junto a otras muchas personas, en el proceso orientado a dotar de nuevas estructuras a la Orden Hospitalaria en España, y que ha culminado con la creación de una Provincia única. Ciertamente, no esperaba tener que asumir la responsabilidad de liderar como provincial esta nueva etapa del proceso, pero asumo este encargo con vocación de servicio, con confianza y con la mejor disposición de impulsar este proyecto, en el que tantas esperanzas hemos puesto. Se trata de “avanzar en la Hospitalidad que nos une”, y este es, sin duda, un reto apasionante.

Amador Fernández estará al frente de la nueva Provincia San Juan de Dios de España
Amador Fernández estará al frente de la nueva Provincia San Juan de Dios de España

- ¿Cuál es la realidad de la orden de San Juan de Dios en España? (número, obras...) ¿Cómo afrontan la crisis vocacional?

La provincia San Juan de Dios de España recientemente creada es una compleja y dinámica comunidad carismática, plural y multiforme en las diferentes expresiones del carisma. La Orden Hospitalaria cuenta en España con 75 centros, en los que 180 Hermanos de San Juan de Dios, 15.000 profesionales y 3.300 voluntarios prestan atención anualmente a más de 1.500.000 personas, tanto en el ámbito sanitario como social. Pero más que de números y de estructuras, hay que hablar del dinamismo de la hospitalidad, generador de espacios de acogida, de cuidado y de sanación integral. Cada una de las obras y proyectos que llevan la impronta de San Juan de Dios pretende ser fiel los valores que nos identifican, principalmente la Hospitalidad.

La crisis vocacional afecta a nuestra Orden, como en general a toda la Iglesia. En el ámbito más cercano de nuestra Provincia de España estamos viendo cómo el número de hermanos disminuye progresivamente, y en la actualidad no contamos con suficientes candidatos para garantizar el relevo generacional. Es una situación que nos genera preocupación, pero que tratamos de vivir con esperanza. Nuestro esfuerzo se orienta a mostrar, principalmente con el propio testimonio de los hermanos, el atractivo de la vida consagrada al Señor en Hospitalidad, facilitando espacios de encuentro tanto con nuestras fraternidades como con los diferentes ámbitos de la misión de la Orden. Por otra parte, tratamos también de poner en valor la vocación de los colaboradores laicos, partícipes de la misión de Hospitalidad de la Familia de San Juan de Dios. La formación y el cuidado de la propia vocación, tanto de los hermanos como de los colaboradores, son hoy una exigencia irrenunciable, garantía de futuro para el carisma de la Hospitalidad. Confiamos en el Señor, que no dejará de llamar y enviar a personas que den continuidad a este proyecto carismático.

- ¿Qué objetivos tiene para su 'mandato'?

Mi servicio a la Provincia recientemente constituida, que comparto con el equipo de gobierno, tiene un primer objetivo claro: hacer avanzar el proceso de unificación de las estructuras que hasta ahora sustentaron la misión de la Orden en España; un proceso con múltiples implicaciones, pero que tiene que ver sobre todo con motivar e ilusionar a las personas que integramos la Familia de San Juan de Dios. Por otra parte, el servicio que la Orden presta a las personas enfermas y vulnerables continúa en cada una de sus obras y proyectos, un servicio que también es necesario animar y apoyar en su dinámica cotidiana. 

- ¿Cómo han vivido los hermanos de san Juan de Dios la pandemia?

Desafortunadamente, no podemos hablar de la pandemia del coronavirus en pasado. Muchas personas todavía siguen enfermando y muriendo, y las consecuencias sociales y económicas conllevan una carga de sufrimiento difícil de soportar. Durante todo este tiempo, los servicios sanitarios y sociales de la Orden Hospitalaria se han volcado en la atención de las personas afectadas por la COVID-19, implementando también planes de protección, que en ocasiones son difíciles de conjugar con la humanización de la atención. Los hermanos y colaboradores hemos hecho un gran esfuerzo, personal e institucional, para apoyar a las personas y a la sociedad con todos los recursos disponibles, en coordinación con las autoridades sanitarias y en estrecha colaboración con otras muchas entidades animadas por el mismo ideal de servicio. Se han puesto en marcha nuevos programas, que buscan paliar las secuelas que estos largos meses de pandemia dejan en las personas, como la soledad, desequilibrios en la salud mental o escasez de recursos económicos. A pesar de las dificultades que se vivieron en algunos momentos, hemos querido mantener y potenciar la atención espiritual, uno de los elementos clave de nuestro modelo de cuidado.

- ¿Saldremos mejor o peor de esta? ¿cuáles son, en su opinión, las claves del cambio necesario?

 Pienso que todavía es pronto para poder valorar adecuadamente el impacto de la crisis ocasionada por la COVID-19, tanto en su dimensión social como en el nivel más personal. Es claro que nos ha sacudido profundamente, haciéndonos tomar conciencia de nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Desearía que cuanto estamos viviendo nos haga más sensibles, más cercanos, más solidarios, y con mayor capacidad para reconocer los pequeños gestos de la vida cotidiana, limitados en estos tiempos de pandemia, que tanto aportan al bienestar y equilibrio de las personas.

Todavía nos falta perspectiva para ver cómo vamos integrando la constelación de experiencias asociadas a la pandemia, pero percibo ya un cambio positivo en muchas personas, más sensibles al sufrimiento de los demás, más capaces de agradecimiento y más proclives a compartir vida y experiencias. Podemos crecer, como personas y como sociedad, pero esto requiere también un esfuerzo de reflexión, compromiso y responsabilidad.

Atención sociosanitaria. San Juan de Dios
Atención sociosanitaria. San Juan de Dios

- San Juan de Dios tiene entre sus ejes el cuidado de las personas en los márgenes, los descartados. ¿Quiénes son estos descartados, hoy?

Nuestra sociedad del bienestar, los sistemas sanitarios y de protección social, que consideramos sólidos y eficaces, han logrado notables avances. Pero también adolecen de una gran fragilidad, a veces estructural, y se muestran incapaces de dar respuesta a las necesidades de muchas personas. La pandemia ha hecho más patentes estos desequilibrios. Son muchos los colectivos de personas que, como denuncia con valentía el papa Francisco, son víctimas de la “cultura del descarte” que nos invade. Las personas mayores, que no reciben la atención adecuada y que soportan una injusta carga de soledad; los personas con enfermedad mental crónica, que cargan todavía con un estigma social que afecta tanto a  los enfermos como a sus familias; las personas con discapacidad intelectual o física, cuya plena inclusión en la sociedad está aún lejos de conseguir; las personas sin hogar y los inmigrantes, los enfermos en la etapa final de la vida que no reciben los cuidados paliativos a los que tienen derecho. Mirar de frente esta realidad no debe paralizarnos, sino poner en marcha dinamismos generadores de cambio, que aúnen la atención y la denuncia; la cercanía a los problemas concretos de las personas y la capacidad de analizar las causas estructurales que provocan tanta injusticia.  

- ¿Qué respuesta ofrece el Evangelio a la sociedad de hoy, y a esos descartados, que siempre están en Estado de alarma?

La respuesta del Evangelio está diseñada por Jesús en la parábola del Buen Samaritano: mirada atenta; dejarse afectar por el sufrimiento del otro; gesto eficaz de ayuda y cuidado.  La propuesta de Jesús, con su carga de exigencia y compromiso, presenta todo un programa de vida: “vete y haz tú lo mismo”. La Iglesia en su conjunto, y quienes dentro de ella estamos al servicio de las personas más necesitadas, debemos confrontar continuamente nuestras estructuras y nuestro modo de actuar con la propuesta de Jesús.

El papa Francisco en un mensaje dirigido al capítulo general de la Orden Hospitalaria, expresaba así este compromiso: «Sus estructuras han de ser “posadas” –como la de la parábola del Samaritano– al servicio de la vida, espacios en los que particularmente los enfermos y los pobres se sientan acogidos. Y les hará bien preguntarse una y otra vez cómo mantener la memoria de esas estructuras que nacieron como expresión de su carisma, para que permanezcan siempre al servicio de esa ternura y cuidado que debemos a las víctimas del descarte de la sociedad.»

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