Obispo Sánchez Monge: "Cuando los aplausos nacen espontáneamente del pueblo santo de Dios, no se deben prohibir" Una ‘moda’ que gana adeptos: ¿Es correcto aplaudir en la Iglesia?

Fieles durante una ceremonia religiosa
Fieles durante una ceremonia religiosa Terren Hurst

En los últimos tiempos, los aplausos parecen irrumpir en algunas celebraciones religiosas, sobre todo en las bodas o en los funerales, como una manifestación espontánea pero que, sin embargo, no está regulado litúrgicamente, lo que ha hecho surgir el debate

Religión Digital pulsa la opinión al respecto de tres reputados especialistas: Manuel Sánchez Monge, obispo emérito de Santander y miembro de la Comisión Episcopal de Liturgia; Juan José Silvestre, profesor de Liturgia de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra; y Lino E. Díez Valladares, profesor en el Instituto Superior de Pastoral (UPSA)

En algunos lugares, tras determinados oficios religiosos, los fieles aplauden. Se trata de una manifestación espontánea, no regulada litúrgicamente, y que cada vez se produce con mayor frecuencia, lo que ha suscitado un debate sobre su pertinencia. ¿Tienen cabida los aplausos, las palmas, en la liturgia? ¿Considera que es innecesario o que, por el contrario, es una forma de subrayar la participación de los fieles en las ceremonias? ¿Qué razón tendría el aplauso de los fieles en las ceremonias? Religión Digital pulsa la opinión del obispo Manuel Sánchez Monge y los profesores Lino E. Díez Valladares y Juan José Silvestre sobre un tema que, quizás, no sea una simple y pasajera moda...

Te regalamos ‘Informe RD – Claves del Sínodo de la Sinodalidad’

"Hay que comenzar diciendo que con respecto a la celebración de la Misa y el debido respeto que el fiel debe tener en esta, la Iglesia no se ha pronunciado sobre si se puede, o debe, aplaudir en Misa; quizá porque no se considera un tema de tanta importancia… Lo que la Iglesia sí indica es que hay que procurar que en las celebraciones se evite cualquier cosa que no está en consonancia con la santidad del lugar y el momento (Código de Derecho Canónico, 1220). Asimismo, se indica que los fieles deben tener la máxima veneración a la santísima Eucaristía, tomando parte activa de la celebración (CDC, 898)", señala el profesor Lino E. Díez Valladares, SSS, del Instituto Superior de Pastoral de Madrid (UPSA).

"Uno de los momentos más emocionantes en los funerales de los Papas san Pablo VI y Juan Pablo I, san Juan Pablo II o Benedicto XVI fue cuando sus féretros fueron trasladados desde la plaza de San Pedro hacia el lugar en que iban a ser sepultados dentro del templo. En dichas ocasiones, la asamblea que se había congregado en la plaza prorrumpió en un aplauso, contenido pero sentido. Incluso en aquellos momentos de duelo, el espíritu humano sintió que era apropiado y necesario expresar la admiración por estas personas de una manera pública y audible, y por eso todos respondieron con un espontáneo aplauso", recuerda al respecto el profesor Díez.

El salmo que pide "batid palmas"

"El salmo 47 empieza con estas palabras: «Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo». Lo recordemos o no, haya sido o no costumbre en algunas culturas y períodos, existe la tradición religiosa de expresar la alegría y la emoción en las celebraciones aplaudiendo con las manos y prorrumpiendo en gritos de júbilo. El Papa provoca con frecuencia aplausos espontáneos de las asambleas en sus homilías o en las procesiones de entrada o de salida cuando él preside la Eucaristía, especialmente en sus muchas visitas a los varios países", apunta el profesor del Instituto Superior de Pastoral.

Aplausos
Aplausos Haylley Murray

"Los libros litúrgicos romanos reconocen que hay ciertos momentos durante la celebración que piden una respuesta entusiasta de la asamblea, una respuesta a menudo llamada «aclamación» en las rúbricas. Por desgracia, la típica aclamación de asentimiento, la palabrita «amén», normalmente es «musitada», más que «gritada» como aclamación, tal vez debido a un sentimiento cultural de que las iglesias no son lugares apropiados para hablar en voz alta. Puede ser provechoso ver en qué momentos se nos invita a esta clase de aclamaciones, para guiar nuestra reflexión sobre el uso del aplauso", añade el religioso.

"En nuestra sociedad, el aplauso se asocia normalmente a «un trabajo bien hecho». Es la respuesta a una «ejecución» bien realizada. Pero en la liturgia no se trata sólo de que unos pocos realicen algo bien. Es siempre una celebración de todos"

"En el Ritual de Órdenes, en el momento de la «elección» formal de un candidato para ser ordenado de diácono o de presbítero (cuando el obispo dice: «elegimos a estos hermanos nuestros…»), el rito especifica que los presentes dicen «demos gracias a Dios», o «asienten a la elección de cualquier otra forma». Es común en muchas asambleas expresar su asentimiento por medio de un aplauso. De modo semejante, en el rito del bautismo, las rúbricas señalan que después del baño sacramental (por infusión o por inmersión), «puede haber una breve aclamación del pueblo». En la segunda edición del rito del matrimonio, después de recibir el consentimiento de los novios («el Señor confirme con su bondad este consentimiento vuestro…»), el ministro «invita a los presentes a alabar a Dios». Pone la aclamación «Bendigamos al Señor. Demos gracias a Dios», pero añade que «puede proferirse otra aclamación». Estos ejemplos muestran que las aclamaciones de asentimiento son parte de la nueva liturgia romana y que las rúbricas permiten alternativas a la sencilla respuesta «demos gracias a Dios»", destaca el profesor Díez.

Cuándo es mejor no aplaudir

"Al reflexionar sobre la legitimidad o no del aplauso en la liturgia, tendríamos que hacer la distinción entre «celebración» y «ejecución o realización de cosas». En nuestra sociedad, el aplauso se asocia normalmente a «un trabajo bien hecho». Es la respuesta a una «ejecución» bien realizada. Pero en la liturgia no se trata sólo de que unos pocos realicen algo bien. Es siempre una celebración de todos. Por desgracia, el aplauso se usa a menudo para «agradecer» a algunas personas (músicos, predicadores, encargados de la celebración), y esta clase de aplauso puede convertir sutilmente la asamblea celebrante en una audiencia pasiva que expresa su aprobación de lo que han realizado otros, como si estuvieran en un concierto o representación teatral. Este uso del aplauso puede oscurecer la correcta comprensión de lo que es una acción litúrgica. Sería mejor no aplaudir, si se va a hacer de esta manera", apostilla.

Sin embargo, añade, "el aplauso puede ser apropiado como una expresión ritual de asentimiento o como una aclamación no verbal, corporal, dentro de la acción litúrgica. Un aplauso usado como una respuesta litúrgica puede ser incluso recomendable en un momento litúrgico. Si parece apropiado usar el aplauso como una aclamación alternativa durante un rito litúrgico, debería ser integrado en el rito, como sucede en las ordenaciones, y no introducido sin ninguna conexión con el rito, como suele pasar con frecuencia en las bodas cuando el ministro introduce a los novios".

"Si el aplauso es usado como una aclamación de alegría en el momento ritual apropiado, entonces su uso puede ser continuado sin problemas. Si es usado de manera que suponga la incorrecta noción de que la liturgia es «hacer cosas», corriendo el riesgo de convertirse en espectáculo, entonces este uso debería revisarse e incluso suprimirse"

En este sentido, el profesor Díez señala que "la Iglesia está todavía en una etapa incipiente a la hora de introducir adaptaciones culturales en su liturgia. Necesitamos todavía discernir qué elementos de nuestra cultura son apropiados para la liturgia y en qué momentos. El aplauso es uno de esos elementos culturales. Este proceso de discernimiento no se puede realizar de la noche a la mañana, y a veces la apertura al Espíritu y a la tradición litúrgica puede significar que tal vez tenemos que repensar nuestras prácticas establecidas. Si el aplauso es usado como una aclamación de alegría en el momento ritual apropiado, entonces su uso puede ser continuado sin problemas. Si es usado de manera que suponga la incorrecta noción de que la liturgia es «hacer cosas», corriendo el riesgo de convertirse en espectáculo, entonces este uso debería revisarse e incluso suprimirse. Como en tantas otras cosas… ¡equilibrio y sentido común!".

"Tenemos que recordar siempre la naturaleza básica de la liturgia como celebración de alabanza y gratitud a Dios Padre por la muerte y resurrección de Cristo, una celebración que envuelve todo lo que somos como personas humanas, tanto el espíritu como el cuerpo", concluye el profesor de la UPSA.

Boda en una iglesia
Boda en una iglesia David Vilches

"Mi opinión personal es que cuando los aplausos nacen espontáneamente del pueblo santo de Dios, no se deben prohibir. Lo que no veo conveniente es prolongarlos demasiado tiempo. O aplaudir por un motivo banal. A Jesús de Nazaret lo recibieron con palmas y aplausos cuando hizo la entrada triunfal en Jerusalén", señala, por su parte, Manuel Sánchez Monge, obispo emérito de Santander, quien añade que, "en algunos casos sería más recomendable un cántico de acción de gracias a Dios, litúrgicamente aprobado, para subrayar que lo bueno que queremos aplaudir en definitiva proviene de Dios. Los aplausos no son una expresión que se pueda considerar litúrgica. Pero la liturgia tiene previsto otros medios más importantes".

Para el pastor, que es miembro de la Comisión Episcopal de Liturgia, aplaudir en algunas ceremonias "es una forma de participación de los fieles en la liturgia y que viene de lejos, porque ya a algunos Santos Padres les aplaudían los fieles cuando pronunciaban sermones importantes. Pero la liturgia tiene previstos otros medios más importantes para estimular la participación de los fieles".

En todo caso, monseñor Sánchez Monge destaca que la razón del aplauso de los fieles en las ceremonias debería ser la de "expresar el gozo de lo que se celebra o felicitar a los que están celebrando un sacramento o despedir a un miembro distinguido por su contribución positiva a la marcha de la comunidad".

Manos
Manos Marco Chilese

"Los aplausos no están previstos en los libros litúrgicos, pero tampoco está expresamente prohibidos en ellos”, reconoce Juan José Silvestre, profesor de Liturgia de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. “Es un hecho histórico que encontramos aplausos en la antigüedad sobre todo en la procesión de entrada, de salida y también durante las homilías. Un ejemplo de estos aplausos durante las homilías en los tiempos antiguos lo testimonian san Agustín, san Juan Crisóstomo, Pablo de Samosata. En la actualidad, la figura del Papa aglutina estos tres momentos. Y podemos recordar que desde siempre el papado ha recibido los vítores y aclamaciones por parte de los fieles en la procesión de salida”.

“En realidad -prosigue el especialista- los fieles no aplauden constantemente en las celebraciones litúrgicas, e incluso cuando surge no lo hacen con exageraciones ni algarabías, ni para menospreciar los ritos sagrados ofrecidos a Dios ya que ellos, en última estancia, también celebran los misterios de Cristo como asamblea convocada por el Espíritu Santo”.

Los libros litúrgicos romanos (en concreto, el ritual del Bautismo y del Matrimonio) reconocen que hay ciertos momentos durante la celebración donde se pide una respuesta entusiasta de la asamblea. Con toda lógica, no se habla de aplauso, sino de una aclamación"

“En algunos casos -indica el profesor Silvestre- el aplauso surge espontáneo cuando la comunidad expresa un asentimiento y conformidad que viene a ser un Amén Aleluya siempre en sintonía y participación con el misterio que se celebra. Así, los libros litúrgicos romanos (en concreto, el ritual del Bautismo y del Matrimonio) reconocen que hay ciertos momentos durante la celebración donde se pide una respuesta entusiasta de la asamblea. Con toda lógica, no se habla de aplauso, sino de una aclamación, un Amén, un Demos gracias a Dios que sería el modo adecuado de dar gloria a Dios. Tal vez lo que ocurre es que ni se sabe lo que hay que responder, ni se dice con gozo. Quizá se aplaude a los novios después del consentimiento o a los neófitos adultos recién bautizados. Habría que ver estos aplausos, dirigidos normalmente a ellos, con un sentido de gratitud y alabanza a Dios por los nuevos dones que Él hace a la Iglesia en las personas de éstos. En definitiva, es un problema de formación. El sentimiento de júbilo es justo. Tal vez lo que no es adecuado es el aplauso como modo de canalizarlo, habría que formar a las aclamaciones, al canto como modo justo de manifestar ese júbilo y agradecimiento a Dios”.

Fuera de lugar en algunos casos

“Al mismo tiempo -subraya el especialistas de la Universidad de Navarra- conviene tener en cuenta que el aplauso estaría fuera de lugar en algunos casos. Es el caso de los aplausos por motivos humanos. Si se aplaude a una persona por una bella homilía, o porque ha hecho sus votos religiosos, o se ha casado, ¿porque ha tenido un nuevo bebé?, ¿porque viajaron a la JMJ, o porque ha cantado muy bien, etc, estamos ante una desnaturalización de la liturgia, que es el culto que se tributa a Dios y no al hombre, aunque sea porque se quiera alabar en el hombre, las “maravillas” de Dios. Como recordaba el cardenal Ratzinger: «Cuando se aplauda por la obra humana dentro de la liturgia, nos encontramos ante un signo claro de que se ha perdido totalmente la esencia de la liturgia, y ha sido sustituida por una especie de entretenimiento de inspiración religiosa. Este tipo de atracción no dura mucho; en el mercado de las ofertas de tiempo libre, que siempre incorpora formas de lo religioso para incitar la curiosidad del público, es imposible hacer la competencia. Yo mismo he asistido a una celebración en la que el acto penitencial se sustituyó por una representación de danza que, como es obvio, concluyó con un gran aplauso. ¿Podríamos alejarnos más de lo que es realmente la penitencia?

La liturgia sólo podrá atraer a las personas si no se mira a sí misma, sino a Dios; si se Le permite estar presente en ella y actuar. Entonces ocurre lo que es verdaderamente extraordinario, lo que no admite competencia, y las personas sienten que aquí ocurre algo más que un aprovechamiento del tiempo libre» (J. Ratzinger, El espíritu de la liturgia. Una introducción (trad. de Raquel Canas, Madrid, Ediciones Cristiandad, 5a ed., 2007, pp. 241-242). 

“Ni siquiera la persona del Papa desea recibir esos aplausos como recordaba san Juan XXIII en una visita a Ostia: «Estoy muy contento de haber llegado hasta aquí. Pero, si he de expresar un deseo, éste sería que en la iglesia no gritéis ni aplaudáis, y ni siquiera saludéis al Papa, porque Templum Dei, templum Dei ["El templo de Dios es el templo de Dios"]. Así que, si vosotros estáis contentos de encontraros aquí, en esta hermosa iglesia, ¡imaginaos si no está contento el Papa de ver a sus hijos! Pero, recién llegado para estar con ellos, nos les aplaude en la cara. ¡Y quien está ante vosotros es el sucesor de San Pedro!»”, concluye el profesor Silvestre.

Etiquetas

Volver arriba