El Reino es la verdadera riqueza del hombre

17 Domingo ordinario  –A  -    Mt 13,44-52     -      30 de julio de  2023

Monseñor Romero tituló su homilía[1] : El Reino es la verdadera riqueza del hombre.  En la  tercera parte profundiza sobre “El fracaso de la falsa riqueza”.  De esta parte hemos tomado la siguiente cita:

“Pero hay un problema, y este es mi tercer pensamiento: el fracaso de la falsa riqueza. ¡Pobres idólatras de la falsa riqueza, están adorando un ídolo con pies de barro”  Y Jesucristo comparaba, en el Evangelio de hoy, con la pesca: se tira la atarraya en el mar y saca peces buenos y malos; y en la orilla, los pescadores escogen los peces que vale la pena para llevárselos y comer o vender; ylo que no vale, tirarlo al horno, dice Cristo. Es lo mismo del trigo y la cizaña. Para que no nos extrañemos de que en esta red de la Iglesia, pescadora de hombres, hay muchos peces buenos, gracias a Dios, pero también hay muchos cristianos que se pueden comparar con los peces malos que serán tirados al hora de la selección.    (…) es un problema de acogida o de rechazo al reino de Dios predicado por Cristo.  Vivimos una hora de lucha entre la verdad y la mentira, entre la sinceridad – que ya casi nadie la cree – y la hipocresía y la intriga. No nos asustemos, hermanos, tratemos de ser sinceros, tratemos de amar la verdad, tratemos de construirnos en Cristo Jesús.  Es una hora en que debemos de tener un gran sentido de selección , de discernimiento. Es uno de los dones del Espíritu Santo y hay que pedírselo mucho en esta hora, como se lo pidió Salomón: “Dame un corazón que sepa distinguir entre el bien y el mal. “ 

Cuarenta y cinco años después de esta homilía, la llamada de Monseñor Romero sigue siendo muy actual. Quizá aún más hoy que entonces. En ella se abordan varios temas complementarios.

Los ídolos. Los dioses falsos. Parece que los humanos tenemos una tendencia  fuerte a arrodillarnos ante los ídolos, a erigir realidades terrenas (poder y riqueza) y personajes históricos (figuras políticas, pero también del mundo del deporte o de la música) como ideales últimos e incorruptibles (santos, digamos). Ningún sacrificio es demasiado para servir a esos ídolos. Se les justifica. Se idealizan. Se redondean sus bordes afilados y se pintan sus lados negros.  Y nos apremian dando nos estímulos para seguir siendo obedientes.  Nos ponemos unas gafas para ver sólo lo que el ídolo predice. Se vuelven sordos a cualquier sonido que no sea la llamada del ídolo. Aunque la realidad histórica muestra que es mucho más compleja, multifacética y a menudo una mezcla gris de blanco y negro, siguen jurando por la salvación de su ídolo. Creen estar en la verdad, mientras que, dice Mons. Romero, "adoran a un ídolo con pies de barro". También los llama "pobres idólatras". Aunque a veces mantienen "hechizadas" a varias generaciones y hacen muchas víctimas, nuestra historia demuestra que esos "gigantes con pies de barro" siempre han caído. Pero mientras les dejemos subir a un pedestal o estar en el trono, causan muchas desgracias y sufrimiento a todos los que no se arrodillan ante ellos y después -una vez caídos de su trono o depuestos- también a los que tanto creyeron en ellos.

Peces buenos y malos, incluso en la Iglesia.   Para monseñor Romero, la diferencia entre unos y otros radica en la medida en que responden al Reino de Dios.  "Es un problema de aceptación o rechazo del Reino de Dios predicado por Cristo", dijo.   No se trata simplemente del Reino de Dios que predican los responsables en la Iglesia, sino el Reino tal como fue vivido y proclamado por Jesús.   Ese es el criterio.  Y es responsabilidad de todo el pueblo de Dios velar por ese criterio.  Evidentemente, no se trata de lo que podamos decir sobre el Reino de Dios, sino de nuestro modo de vida, de nuestras opciones, de nuestro uso del tiempo, de lo que hacemos con nuestros "dones" (capacidades, recursos de que disponemos).  ¿Cooperamos con ese Reino o no nos importa, o lo rechazamos?  Una dicotomía total entre el bien y el mal, como si unas personas/cristianos fueran 100% "buenos" y otros "100%" malos, obviamente no corresponde con la realidad.   La división probablemente atraviesa la vida de cada uno de nosotros.  Entonces sí es importante que en conciencia, en oración, tengamos una visión más clara de la dirección en la que se mueven nuestras vidas.  ¿Qué aspectos son los correctos y en cuáles necesitamos trabajar todavía (con fuerza)?  La misión de la Iglesia, pueblo de Dios en camino, es ser sacramento del Reino de Dios: signo ya claramente visible y reconocible de su Reino, y también ser levadura en la sociedad para que el conjunto crezca hacia ese Reino. 

"Vivimos en una hora de lucha entre la verdad y la mentira".  Esta es la tercera reflexión que hace Mons. Romero de la cita inicial.  Los ídolos de los que hablábamos están utilizando los medios de comunicación, tan desarrollados y globales, para impulsar medias verdades y mentiras como verdades totales e incuestionables.   Los gobernantes no sólo políticos, sino también económicos (el único "mercado" que salva) nos bombardean.  Hacen tanto ruido, son tan omnipresentes y deslumbran tanto que se hace extremadamente difícil distinguir "entre la sinceridad -que ya casi nadie cree- y la hipocresía y la intriga".  El arzobispo sabe que es una enorme tarea continua: "tratemos de ser sinceros, tratemos de amar la verdad, tratemos de edificarnos en Cristo Jesús".   Tampoco podemos hacerlo solos. Para hacerlo, nos necesitamos mutuamente.  Por eso, la Iglesia no puede progresar sin una auténtica comunidad en la que los cristianos nos ayudemos mutuamente a ser sinceros, a dejar aflorar la verdad, críticos con las palabras y los hechos, con la mirada puesta en Jesús.    Monseñor Romero llama al discernimiento "uno de los dones del Espíritu Santo" que podemos recibir.  Oremos para que se nos permita desplegar, desarrollar ese don con toda apertura y sinceridad.  Es una tarea particularmente actual.

Con Mons. Romero, decimos: "No tengamos miedo, hermanos y hermanas.”  La verdad nos hará libres".

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

  1. ¿Cuáles y quiénes son los ídolos que amenazan nuestra propia vida y quieren subyugarnos? Echemos una mirada crítica a nuestro alrededor?
  2. Qué hay de bueno y de malo (y los necesarios matices grises entre ambos) en nuestras propias vidas, en la Iglesia donde participamos, en el mundo que nos rodea y en el mundo más lejano?
  3. ¿Qué significa nuestra oración personal por el don de "discernimiento" del Espíritu? ¿Qué hemos hecho hasta ahora con este don (capacidad)?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo III – Ciclo A,  UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p .138

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