El agustino, también de Chicago, fue quien le acogió en su comunidad al llegar a Perú como joven misionero Padre Purcaro: “En León XIV veo el espíritu de Chulucanas: Una Iglesia circular, no piramidal”

El P. Purcaro con León XIV
El P. Purcaro con León XIV A. Purcaro/SIR

El Padre Arthur Purcaro, agustino, relata los años que pasó con el entonces Padre Prevost en Perú: "Una Iglesia misionera y fraterna, a la escucha del pueblo. Esto es lo que veo hoy en el nuevo Papa".

(SIR).- Cuando lo vio aparecer en la logia de San Pedro, justo después de ser elegido Papa, no pudo evitar pensar: «Sigue siendo él, el sello sigue siendo el de Chulucanas». El padre Arturo Purcaro estaba allí, junto a millones de personas, delante del televisor, siguiendo con emoción el primer saludo de León XIV. Una persona que tiene muchas cosas en común con el Papa, tres en particular: es conciudadano, habiendo nacido en Chicago, en los Estados Unidos; es hermano, siendo sacerdote agustino; es “mitad” o, quizás, “tres cuartas partes” peruano. Además, el padre Purcaro fue, para el jovencísimo sacerdote Robert Francis Prevost, una especie de “hermano mayor”.

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Lo acogió, en 1985, en Chulucanas, un pueblo de unos 50.000 habitantes en la región de Piura, al norte del Perú, en lo que entonces era un vicariato apostólico dirigido por los misioneros agustinos. Se puede decir que fue precisamente en Chulucanas, y precisamente en las herramientas y ayudas desarrolladas por su hermano, donde el P. Prevost recibió su “impronta pastoral” y desarrolló una sensibilidad que combinaba la espiritualidad agustiniana y la atención prioritaria al pueblo, especialmente a los pobres, con la capacidad de “construir desde abajo” la comunidad de manera comprometida y participativa.

El “estratega” de aquella pastoral en Chulucanas fue el propio padre Purcaro, quien aún hoy conserva el “programa de formación” escrito para la comisión del vicariato apostólico que impulsaba la pastoral en las parroquias, y el proyecto diocesano de “renovación y evangelización”, fruto de la reflexión del servicio de animación comunitaria. El programa incluía una “filosofía general”, con el objetivo de “una evangelización inculturada”, basada en “una estructura y estilo de vida fraterno, el testimonio profético de la opción por los pobres”, una adaptación gradual a la cultura peruana en armonía con el carisma agustiniano, y una particular atención a las relaciones humanas y a la construcción de parroquias capaces de vivir la comunidad de manera “global y permanente”.

En estos últimos días, el padre Arturo, como prefiere que lo llamen, ha estado en Roma, donde participó en la misa de inicio del pontificado de su amigo y compañero sacerdote. Y de los discursos y gestos posteriores a la elección extrajo la confirmación de esta profunda continuidad entre el joven padre Roberto de Chulucanas y, después, de Trujillo, siempre en Perú, y el actual Papa León XIV. Lo explica en esta entrevista con SIR.

El entonces cardenal Prevost con el agustino Arthur Purcaro
El entonces cardenal Prevost con el agustino Arthur Purcaro A. Purcaro/SIR

Entonces, ¿el papa León XIV es todavía, en muchos sentidos, el Padre Roberto de Chulucanas?

Sin duda, se formó en ese particular ambiente pastoral y esto se evidencia todavía hoy. Cuando llegó era muy joven, se encontró involucrado en este proceso pastoral y comunitario que ya se estaba consolidando. Llegué allí, siendo un joven seminarista, en 1971. Chulucanas era el lugar del Perú donde la presencia agustiniana era, a nivel pastoral, más innovadora e incisiva.

El proyecto tuvo como eje central la idea de una Iglesia que vive la comunión y la misión, que se dirige a todos. El territorio estaba dividido en 13 pueblos; los sacerdotes agustinos de Chicago éramos unos quince, pero nuestra presencia no era exclusiva: el vicariato no era nuestra “colonia”, trabajábamos con los franciscanos, con otros religiosos y religiosas.

¿Y qué le hace pensar que ese camino encuentra continuidad hoy, desde el Vaticano?

Cuando lo vi hablar desde la logia de San Pedro, percibí el mismo contexto, que es en gran medida el espíritu del Concilio Vaticano II, en el que se basó nuestro plan pastoral. La idea era una Iglesia circular, en lugar de una iglesia piramidal.

En aquella época se daba mucha importancia a la formación, empezando por los laicos. ¿Es esta una intuición todavía válida?

La capacitación fue esencial para la implementación exitosa del plan pastoral. Pero no fue un camino impuesto desde arriba. Se trataba de estar presente donde vivía la gente y luego, gradualmente, dar los pasos más grandes posibles. Hemos traído la idea, expresada también estos días por el Papa, de un Dios que es “puente”, también y en particular a través de las relaciones entre nosotros.

Las “palabras clave”, si así se les puede llamar, fueron unidad, comunión y trabajo participativo para implementar el plan pastoral.

Foto de Prevost con Francisco cuando era obispo de Chiclayo
Foto de Prevost con Francisco cuando era obispo de Chiclayo EFE

Lo que él está trazando es un camino muy “encarnado” en la historia, que crece a partir de la situación, de las relaciones concretas. Una modalidad típica de la Iglesia latinoamericana, mientras que en Europa se tiende a privilegiar, a veces, el “marco teórico”. ¿Es eso así?

Esto ocurre también en Estados Unidos, no sólo en Europa. Ciertamente, América Latina ha vivido una temporada muy fructífera, con las Conferencias Generales de Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. De hecho, fue un proceso de acogida del Concilio Vaticano II, de vivir, en el contexto latinoamericano, esta idea de Iglesia. En Estados Unidos y Europa se tiende a hacer mucho énfasis en el culto, en la liturgia. En América Latina se privilegia el acompañamiento pastoral: son muy importantes las relaciones y la acción social, también en vistas a cambiar la realidad, la sociedad.

Creamos una organización eclesial muy conectada con la gente y el territorio, impulsando comunidades de base y llevando adelante la idea de que la Iglesia está inserta en la sociedad y está llamada también a trabajar por la transformación social

Y eso es lo que vivimos en Chulucanas, por ejemplo creando una organización eclesial muy conectada con la gente y el territorio, impulsando comunidades de base y llevando adelante la idea de que la Iglesia está inserta en la sociedad y está llamada también a trabajar por la transformación social. Todas las vivencias que están en el corazón del papa León XIV, están muy presentes en su alma.

También desde el camino fundamental de la Iglesia peruana ha surgido una perspectiva teológica interesante, gracias sobre todo al teólogo Gustavo Gutiérrez. ¿Cuál fue la relación en Chulucanas con el padre Gutiérrez y con esta perspectiva?

Gutiérrez era un amigo personal para mí, lo invité a Chulucanas para acompañar nuestro camino y mantener viva la opción preferencial por los pobres, que en Puebla era vista como una opción pastoral específica. Su pensamiento, a partir del libro “Teología de la Liberación”, fue cuestionado, incluso en Estados Unidos, pero cuando yo enseñaba en Chicago, impartía cursos sobre ese pensamiento teológico y el aula estaba siempre llena. El P. Gutiérrez era un cristiano enamorado de la Iglesia, la amaba verdaderamente hasta el fondo. 

El P. Prevost pasó un par de años en Chulucanas. ¿Cómo siguió su posterior andadura “peruana”?

En los años siguientes pasó más tiempo en Trujillo, siempre en el norte. Enseñó a jóvenes seminaristas, no sólo en los agustinos, sino también en el seminario diocesano.

Al mismo tiempo, estaba presente, junto a los jóvenes en las parroquias, en los barrios, atento a la formación permanente de las pequeñas comunidades y promoviendo la formación en los sacramentos como un proceso de toda la comunidad, progresivo y sistemático.

León XIV, cuando era obispo de Chiclayo
León XIV, cuando era obispo de Chiclayo Cáritas Chiclayo

En los últimos años, como obispo de Chiclayo, estuvo atento a las “ovejas perdidas”, al primado de la evangelización y de la misión, según la enseñanza del papa Francisco, que lo había elegido.

Parece que, con estas premisas, se continuará con una idea de Iglesia sinodal.

Sí, el papa Prevost pondrá en el centro la comunión, la participación y la misión, ciertamente continuará este proceso sinodal.

¿Hay algún momento o gesto de León XIV que le haya impactado en los últimos días?

Sí, la visita al santuario de la Madre del Buen Consejo en Genazzano, custodiado por los agustinos. Un gesto que revela su espiritualidad mariana y, al mismo tiempo, su atención a la religiosidad popular, a la sintonía con el “sentir” del pueblo. Este es también un aspecto que estuvo muy presente en nuestra misión. Luego, este dirigirse a todos, sin distinción, a través de palabras, gestos, relaciones concretas.

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