El asno de Sancho, que él prefiere llamar Rucio

Don Quijote replica a Sancho Panza, que desea abandonarle tras la aventura del rebuzno:
«Asno eres, y asno has de ser, y en asno has de parar cuando se te acabe el curso de la vida; que para mí tengo que antes llegará ella a su último término que tú caigas y des en la cuenta de que eres bestia.», II.28.17.
Nótese la ya sabida conformidad de Sancho con este juicio de su amo:
«—Digo que en todo tiene vuestra merced razón—respondió Sancho—y que yo soy un asno.», I.25.50.
• Es muy posible que al poner esta frase proverbial en labios de don Quijote para calificar a Sancho, Cervantes haya tenido en cuenta un texto fundamental del doctor Huarte de San Juan en su "Examen de ingenios" de 1574, texto que explica en gran parte la etopeya de Sancho:
«Más acertado sería, a estos hombres que el vulgo neciamente llama ángeles del cielo, decir que son asnos de la tierra. Porque, entre los brutos animales, dice Galeno que no hay otro más tonto ni de menos ingenio que el asno, aunque en memoria los vence a todos: ninguna carga rehúsa, por donde lo llevan va sin ninguna contradicción, no tira coces ni muerde, no es fugitivo ni malicioso, si le dan de palos no se enoja, todo es hecho al contento y gusto del que lo ha menester. Estas mesmas propriedades tienen los hombres a quienes el vulgo llama ángeles del cielo, la cual blandura les nace de ser necios y faltos de imaginativa y tener remisa la facultad irascible. Y ésta es muy grande falta en el hombre y arguye estar mal compuesto.», HdeSJ, p. 536-537.
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asn-: asnales: 1; asnalmente: 1; asno: 93: [asno eres: 1; el asno de Sancho Panza: 1; yo soy un asno: 1]; asnos: 5
asnalmente (testimonio cervantino en 1605, de asnal, con derivación humorística en -mente, por analog. con escuderilmente) adv. 'en relación con un asno'
|| caballero asnalmente: 'a caballo sobre un asno'
• «En lo del asno reparó un poco don Quijote, imaginando si se le acordaba si algún caballero andante había traído escudero caballero asnalmente; pero nunca le vino alguno a la memoria», I.7.21.
asno (doc. 1076, del lat. asinus ) m. «Animal conocido, doméstico y familiar al hombre, de mucho provecho y poco gasto, de grande servicio y que no da ruido, salvo cuando rebuzna, que aquel rato es insufrible. No ha menester trabas ni maniotas, porque no da coces ni es malicioso, un niño le lleva donde quiere, no huye aunque se suelte, a todos ministerios se acomoda, con él nos acarrean el pan y el vino y las demás vituallas, él trae la rueda de la noria, el agua del río, muele en la tahona, lleva el trigo al molino y lo vuelve harina, limpia la casa de la basura y estercola el campo, acarrea materiales para los edificios, a veces ara y a su tiempo trilla y recoge la mies; todo esto con gran paciencia y simplicidad, porque, según refiere Aristóteles, lib. 3, cap. 20, de Historia animalium, no tiene hiel.», Cov. 156.b.8.
• «Es el asno símbolo del criado que ha de andar mantenido y vestido, ocupado y castigado», Cov. 157.b.24.
|| ASNO DE SANCHO: • Para Sancho, su asno vale dos veces más que Rocinante: «verdad es que no tengo rocín; pero tengo un asno que vale dos veces más que el caballo de mi amo… A burla tendrá vuesa merced el valor de mi rucio; que rucio es el color de mi jumento.», II.13.9.
Su etopeya, que corresponde con la del prototipo de Covarrubias, hace innecesaria su prosopografía, que se reduce a su color rucio: «pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba duecho a andar mucho a pie.», I.7.21; lo roban, I.23; su amo lo encuentra, I.30; comentarios de Sansón Carrasco sobre el olvido de Cervantes y nuevos relatos de este hecho, II.3, II.4, II.27. ® rucio
|| asno eres y asno has de ser, y en asno has de parar, II.28.17. Gaos cree que hay que invocar como precedente de esta frase proverbial la fórmula litúrgica del miércoles de Ceniza: «quia pulvis es et in pulverem reverteris». Me parece más acertado el precedente paremiológico judeoespañol invocado por Clemencín, cuya estructura es trimembre y cuyo léxico se asocia mejor con el de esta locución: «Asno fuiste y asno serás, y toda tu vida paja comerás».
• Es muy posible que al poner esta frase proverbial en labios de don Quijote para calificar a Sancho, Cervantes haya tenido en cuenta un texto fundamental del doctor Huarte de San Juan en su Examen de ingenios de 1574, texto que explica en gran parte la etopeya de Sancho:
«Más acertado sería, a estos hombres que el vulgo neciamente llama ángeles del cielo, decir que son asnos de la tierra. Porque, entre los brutos animales, dice Galeno que no hay otro más tonto ni de menos ingenio que el asno, aunque en memoria los vence a todos: ninguna carga rehúsa, por donde lo llevan va sin ninguna contradicción, no tira coces ni muerde, no es fugitivo ni malicioso, si le dan de palos no se enoja, todo es hecho al contento y gusto del que lo ha menester. Estas mesmas propriedades tienen los hombres a quienes el vulgo llama ángeles del cielo, la cual blandura les nace de ser necios y faltos de imaginativa y tener remisa la facultad irascible. Y ésta es muy grande falta en el hombre y arguye estar mal compuesto.», HdeSJ, p. 536-537.
• DQ replica a SP, que desea abandonarle tras la aventura del rebuzno:
«Asno eres, y asno has de ser, y en asno has de parar cuando se te acabe el curso de la vida; que para mí tengo que antes llegará ella a su último término que tú caigas y des en la cuenta de que eres bestia.», II.28.17.
Nótese la ya sabida conformidad de Sancho con este juicio de su amo:
«—Digo que en todo tiene vuestra merced razón—respondió Sancho—y que yo soy un asno.», I.25.50.
Conformidad que remacha un poco más fuerte en la circunstancia presente:
«—Señor mío, yo confieso que para ser del todo asno no me falta más de la cola; si vuesa merced quiere ponérmela, yo la daré por bien puesta, y le serviré como jumento todos los días que me quedan de mi vida. Vuesa merced me perdone y se duela de mi mocedad, y advierta que sé poco, y que si hablo mucho, más procede de enfermedad que de malicia; mas quien hierra y se enmienda, a Dios se encomienda.», II.28.19.
|| asno sardesco: 'asno pequeño'. Se compara con él al asno del estandarte de los del pueblo del rebuzno, II.27.6. ® jumento.
||…asno…|| Cuidados ajenos matan al asno: ® ajenos
|| el asno de Sancho Panza: «Kon esta preposizión «de», ke da maior fuerza, se hazen frases a dos sentidos: … De akí naze la grazia de anbiguedad: «El asno de Antón», por: el asno ke tiene, o por el mesmo Antón, llamándole asno. «La burra de Xuana», por: ella o por su burra. «El rrozín del dotor», «La mula del kanónigo», por uno i otro.», Corr. 617.a.
• Vuelta definitiva a su lugar: «—Venid, mochachos, y veréis el asno de Sancho Panza más galán que Mingo, y la bestia de don Quijote más flaca hoy que el primer día.», II.73.14. ® bestia
|| la culpa del asno: ® culpa
|| lo diera del asno: 'le llamara asno': «Comúnmente con este nombre de asno afrentamos a los que son estólidos, rudos y de mal ingenio, a los bestiales y carnales.», Cov. 157.b.3.
• Cervantes no desea maltratar a su plagiario: «Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido; pero no me pasa por el pensamiento: castíguele su pecado, con su pan se lo coma y allá se lo haya.», II.Pról.1. ® lo
|| mi asno… le suelo llamar el rucio: Sancho practica la litote al hablar de su asno:
«—Mi asno—respondió Sancho—, que por no nombrarle con este nombre, le suelo llamar el rucio…», II.33.24.
|| no es la miel para la boca del asno ® miel
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ruci-: rucia: 1; rucio: 126: [caballo rucio rodado: 3; el rucio y Rocinante: 0; pérdida del rucio: 3; Rocinante y el rucio: 6; Sancho sobre su rucio: 2]; √ roci-: rociar
rucio (doc. s.XI, del lat. roscidus 'lleno de rocío') adj. y m. 'de color pardo claro, blanquecino o canoso', como cubierto de rocío; el sustantivo se emplea como eufemismo de asno o burro, términos que resultaban malsonantes, en especial ante una dama.
|| rucio es el color: Sancho Panza en persona explica al escudero del caballero del Bosque el por qué llama rucio a su asno:
«A burla tendrá vuesa merced el valor de mi rucio; que rucio es el color de mi jumento.», II.13.9.
Lo llama rucio por eufemismo, para evitar el peyorativo asno:
«—Mi asno—respondió Sancho—, que por no nombrarle con este nombre, le suelo llamar el rucio», II.33.24. ® mi asno
|| rucio rodado: 'con manchas redondas más oscuras': «el caballo de color pardo claro que comúnmente se llama tordo: y se dice rodado cuando sobre su piel aparecen a la vista ciertas ondas o ruedas, formadas de su pelo», Dicc. Auts. • Refrán: «Kavallo rruzio rrodado, antes muerto ke kansado.», Corr. 380.b.
• En labios de don Quijote, al comienzo de la aventura del yelmo de Mambrino:
«—¿Cómo me puedo engañar en lo que digo, traidor escrupuloso? —dijo don Quijote—. Dime, ¿no ves aquel caballero que hacia nosotros viene, sobre un caballo rucio rodado, que trae puesto en la cabeza un yelmo de oro?», I.21.7. ® rodado
||…rucio…|| dejar [el rucio] Carta del gobernador electo Sancho Panza a su mujer Teresa:
«El rucio está bueno y se te encomienda mucho; y no le pienso dejar, aunque me llevasen a ser Gran Turco.», II.36.14.
• Nótese que SP ya ha hablado de separarse de su rucio.
|| hallazgo del rucio: En la 2.ª ed. de Cuesta, folio 171 y v., se insertó el pasaje que explica el hallazgo del rucio tras la frase proverbial: «a pecado nuevo, penitencia nueva», I.30.57. En nuestra edición marcamos mediante corchetes [ ] el texto inserto, I.30 § 58-62. He aquí las frases finales de este texto:
«El asno callaba y se dejaba besar y acariciar de Sancho, sin responderle palabra alguna. Llegaron todos y diéronle el parabién del hallazgo del rucio, especialmente don Quijote, el cual le dijo que no por eso anulaba la póliza de los tres pollinos. Sancho se lo agradeció.», I.30.62.
|| ni el cómo ni el cuándo [del hurto del rucio]: «Este Ginés de Pasamonte, a quien don Quijote llamaba Ginesillo de Parapilla, fue el que hurtó a Sancho Panza el rucio; que por no haberse puesto el cómo ni el cuándo en la primera parte, por culpa de los impresores, ha dado en qué entender a muchos, que atribuían a poca memoria del autor la falta de emprenta.», II.27.2. Ver I.23 ® pérdida del rucio
|| pérdida del rucio: «Y con esto les contó la pérdida del rucio.», I.26.26.
Obsérvese la enumeración que sigue inmediatamente a la aceptación por don Quijote de la misión de ayudar a la princesa Micomicona. En ella todo el mundo puede cabalgar, excepto Sancho que, a causa de la pérdida del rucio, debe quedarse a pie:
«[el barbero] se levantó y tomó de la otra mano a su señora [Micomicona], y entre los dos [él y Sancho] la subieron en la mula. Luego subió don Quijote sobre Rocinante, y el barbero se acomodó en su cabalgadura, quedándose Sancho a pie, donde de nuevo se le renovó la pérdida del rucio», I.29.36: Entiéndase 'de donde' :: 'por lo cual'.
• Inserción de la 2ª ed. de Cuesta en I.23.7.a: En la 2.ª ed. de Juan de la Cuesta de 1605, para explicar la pérdida del rucio, se insertó casi al comienzo del c. I.23, el párrafo puesto en la nuestra entre corchetes [] en 1.23.7.a.
• Rico, sin practicar la inserción, aunque cree en la autencitcidad cervantina del texto inserto, la cree más razonable en I.25.22, tras las frase: "seguir en mi penitencia más a Roldán que a Amadís" ® Roldán
• Discusión crítica de la autenticidad cervantina de este pasaje explicativo:
I) Hipótesis estilística (densimétrica, léxica, locucional y pragmática):
Este texto explicativo consta de 402 palabras, de las cuales son formas distintas 217; lo cual da como densidad de uso: 1.852534562212. Empleando como texto testigo de los hábitos de Cervantes un pasaje cuantitativamente comparable del relato del Caballero en la Corte, I.21.40 (en ambos casos se han tomado ± el mismo número de líneas), hemos encontrado que este otro texto consta de 440 palabras, de las cuales son formas distintas 215; lo cual da como densidad de uso: 2.046511627907.
• Las siguientes palabras (grafías) de la inserción no aparecen en ningún otro pasaje del Quijote: durase, empeñada, entristeciendo, hurtóle, intincionado, mediaba, prometiéndole, sustentador, vendida.
• No encontramos en ningún otro pasaje del Quijote las expresiones o locuciones siguientes: narrador: «Salió el aurora»; «prometiéndole de darle una cédula de cambio »; «Ginés de Pasamonte, el famoso embustero y ladrón»»; «no curándose de Rocinante, por ser prenda tan mala para empeñada como para vendida.»; «Ginés, que no era ni agradecido ni bien intincionado »; «templó sus sollozos »; «el remedio presente venza a lo por venir ». Sancho refiriéndose al rucio: «brinco de mis hijos »; «hijo de mis entrañas »; «sustentador de la mitad de mi persona ».
• Nos parecen dudosamente cervantinos con Gaos:
1) El pleonasmo enfático: «lumbre de la verdadera fe»; Cervantes escribe en otro lugar: «lumbre de fe», II.53.1.
2) La doble conjunción copulativa negativa: «Ginés, que no era ni agradecido ni bien intincionado...»; en casos análogos, Cervantes suele omitir el primer ni; ej. «[Galaor] no era caballero melindroso ni tan llorón como su hermano», I.1.3.
3) La preposición a ante complemento directo de persona indefinida: «...vieron venir por el camino donde ellos iban a un hombre..., apenas hubo visto al hombre... »; Cervantes suele omitirla.
4) La comparación modal demasiado aclaratoria y directa: «Y con esto le besaba y acariciaba [al asno], como si fuera persona»; en el estilo cervantino se omitiría, confiando al lector el hacerla por su cuenta;
5) La frase final, «Sancho se lo agradeció», desentona con el estilo de Cervantes y con las maneras de Sancho. Gaos la califica con razón de «seca, brusca, anodina, como de quien súbitamente tiene prisa en rematar algo escrito obligadamente y con desgana», Q. III, p. 218, nota 48. En situación análoga, aunque menos emotiva, se dice de la reacción agradecida de Sancho: «Agradecióselo mucho Sancho, y, besándole otra vez la mano y la falda de la loriga, le ayudó a subir sobre Rocinante», I.10.5. El único caso en que aparece una frase de estructura idéntica va ensartada en la habitual galanura del período cervantino: «El cura se lo agradeció, y abriéndolos luego, vio que al principio del escrito decía: Novela de Rinconete y Cortadillo, por donde entendió ser alguna novela», I.47.12.
• En el resto del Quijote tenemos la distribución léxica siguiente: asno: 92; jumento: 75; rucio:125, donde el término rucio predomina (42.8%) por ser el preferido sentimentalmente de Sancho. En el pasaje de la inserción encontramos una distribución léxica que nos sorprende por su falta de preferencia, dado el carácter altamente sentimental de su estilo: asno:1; jumento: 1; rucio:1. En consecuencia, el estilo de esta larga adición deja dudas tan serias sobre si es de la pluma de Cervantes, que cabe aceptar que el pasaje no sea auténtico de Cervantes, sino de un corrector. Cabe pues corroborar el punto de vista de Gaos: «Todo me induce a creer sumamente improbable que Cervantes fuera el autor de los añadidos de la 2.ª edición, y el responsable de sus subsiguientes contradicciones.», Q. III, p. 227.
II) Hipótesis diegética de Murillo, I.23, p. 279-280:
Este editor piensa con Riquer que no puede dudarse de que este pasaje sea de la pluma de Cervantes; pero, contrariamente a Riquer, estima que es casi seguro que su inserción aquí, en el texto de la 2.ª ed., no se debe a él, como tampoco las enmiendas sobre el rucio que se hicieron en la 3.ª ed. de 1608, (Schevill-Bonilla). He aquí su argumentación diegética:
«Según explico en seguida, el robo del rucio debió {de} ser después, y no antes, del encuentro de don Quijote con Cardenio. [ya que en el momento de apercibirlo don Quijote y Sancho por la primera vez se dice: «Y así, picó a Rocinante, y siguióle Sancho con su acostumbrado jumento», I.23.45.]
Creo que Cervantes ideó el robo como parte integrante del episodio de Sierra Morena, pues lo hace indispensable la situación que Cervantes imagina [aunque no hay que confundir el robo con su relato]; en efecto, don Quijote tiene que llevar a cabo la imitación del caballero desdeñado-enloquecido solitariamente: es decir, sin caballo y sin escudero (y éste sin el rucio), y por consiguiente, Sancho en su viaje al Toboso tendría que caminar en Rocinante. De alguna manera, pues, el rucio tenía que desaparecer, ya porque hubiese sido inverosímil que Sancho se llevase las dos cabalgaduras, o que una de ellas fuese abandonada o se perdiese en la Sierra.
Obsérvese que el dramatismo de la penitencia en el c. I.25 depende de la soledad del caballero y de su separación del escudero y el caballo (La primera vez que se alude al robo del rucio en la ed. pr. es precisamente cuando Sancho dijo: «Bien haya quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbardar al rucio», I.25.28). Por lo que Sancho dice cuando don Quijote anuncia que para comenzar su penitencia en Sierra Morena se va a poner en cueros: «—Por amor de Dios, señor mío, que no vea yo en cueros a vuestra merced, que me dará mucha lástima y no podré dejar de llorar; y tengo tal la cabeza, del llanto que anoche hice por el rucio, que no estoy para meterme en nuevos lloros»; donde hay que notar la información temporal sobre este llanto de Sancho por el rucio desparecido: «del llanto que anoche hice por el rucio», I.25.66. [«Y será necesario que me dejes algunas hilas para curarme, pues que la ventura quiso que nos faltase el bálsamo que perdimos. —Más fue perder el asno—respondió Sancho—, pues se perdieron en él las hilas y todo.», I.25 § 33-34; y más adelante: «Mas no sé yo para qué nombro asno en mi boca, pues no se ha de mentar la soga en casa del ahorcado.», I.25.50], el robo tiene que ocurrir la noche anterior al día en que don Quijote empieza su penitencia; es decir, el segundo de los días que pasan en la Sierra.
Pero en la ed. pr. se procede desde la aventura de los galeotes a la escena en que se despide Sancho (I.23 a I.25) como si ocurriera toda la acción en un solo día. Es decir, que no se menciona que anochezca ni que amanezca, ni parece hacer falta el mencionarlo. Se omite la mención de la noche, pues, porque se omite la mención del robo, y esta noche es la que no figura en lo narrado en el c. I.25. Visto así, es lógico suponer que en el ms. entregado a los impresores en 1604 faltaban en su lugar en los c. I.25 y I.30 las hojas con la explicación del hurto, como faltaba asimismo toda mención de la noche que sigue al día del encuentro con Cardenio.
III) Hipótesis redaccional de Geoffrey Stagg, seguida por MdeRiquer, para quien el estilo de esta larga adición revela, sin lugar a dudas, la pluma de Cervantes (resumida por Murillo, ibidem): Geoffrey Stagg ha conjeturado que esta noche fue originalmente la que pasaron don Quijote y Sancho con los cabreros (c. I.11-12) y que el robo ocurrió en esa ocasión (al final del c. I.12), cuando don Quijote duerme en la choza de Pedro, y Sancho entre Rocinante y el jumento. Stagg propone que en una redacción primitiva el episodio de Grisóstomo y Marcela formaba parte de lo narrado en el c. I.25, y que al trasladar esta materia al lugar que ahora ocupa, viéndose obligado a suprimir el robo del rucio, Cervantes se olvidó de solucionar las anomalías que surgieron. Ya impresa la ed. pr., hubo de resaltar la omisión que luego el impresor quiso suplir para la segunda ed., insertando el pasaje en este lugar (y no reparando en que en adelante se menciona varias veces que Sancho va con su jumento) y otro en el c. 30. En la Segunda Parte de 1615 no tuvo Cervantes en cuenta el agregado de la 2.ª y 3.ª eds. y comentó el olvido y las contradicciones. En II.3 dice Sansón de la crítica de algunos lectores: «algunos han puesto falta y dolo en la memoria del autor, pues se le olvida de contar quién fue el ladrón que hurtó el rucio a Sancho, que allí no se declara y sólo se infiere de lo escrito que se le hurtaron, y de allí a poco le vemos a caballo sobre el mesmo jumento, sin haber parecido», II.3.50. En el c. II.4 Sancho explica que «la noche misma que huyendo de la Santa Hermandad nos entramos en Sierra Morena, después de la aventura sin ventura de los galeotes, y de la del difunto que llevaban a Segovia, mi señor y yo nos metimos entre una espesura, adonde mi señor arrimado a su lanza, y yo sobre mi rucio, molidos y cansados de las pasadas refriegas, nos pusimos a dormir como si fuera sobre cuatro colchones de pluma...», II.4.2.
Esta explicación concuerda perfectamente con el texto de la ed. pr., y no hay porqué inferir que aquí Cervantes, pensando en la adición, la autorizara tal como se encuentra en el texto de la 2.ª ed. Por fin, en II.27 escribe el propio Cervantes, hablando del hurto, «que por no haberse puesto el cómo ni el cuándo en la primera parte, por culpa de los impresores, ha dado en qué entender a muchos, que atribuían a poca memoria del autor la falta de emprenta», II.27.2. En total, la omisión del hurto (y no su corrección) fue la circunstancia que produjo el efecto permanente, tanto para Cervantes como para sus primeros lectores. Algunos editores modernos. entre ellos Rgz Marín, corrigen la mención del rucio en el texto de la ed. pr. dando lugar a nuevas complicaciones. ® LIBRANZA POLLINESCA
|| [que el asno]: acomodarle de más honrada caballería [que el asno]: «determinó que [Sancho] le llevase [el asno], con presupuesto de acomodarle de más honrada caballería… quitándole el caballo al primer descortés caballero que topase», I.7.21. Don Quijote olvida esta promesa. Aunque tuvo una ocasión de cumplirla tras la victoria sobre el Caballero de los Espejos, en II.14, no la aprovechó.
|| un asno cargado de oro: ® oro
|| yendo sobre el asno, le buscaba: ® buscar el asno
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Imagen:
◊ El encuentro del rucio ◊
Es. → El reencuentro del asno de Sancho Panza, robado por Ginesillo de Parapilla, uno de los galeotes libertados por don Quijote.
Fr. → Les rentrouvailles de l'âne de Sancho Panza, volé par Ginesillo de Parapilla, l'un des galériens libérés par don Quijote.
En. → The recovery of Sancho Panza's jackass, stolen by Ginesillo de Parapilla, one of the convicts released by don Quijote.
Autor: Moreno Carbonero, José (1858-1942)
Título: El encuentro del rucio
Fecha: Hacia 1894
Técnica: Óleo
Soporte: Lienzo
Dimensiones: Alto: 48 cm.; Ancho: 78 cm.
Procedencia: Legado María Josefa Barrios Aparicio, 1960; Museo de Arte Moderno
Ubicación: Sevilla - Museo de Bellas Artes de Sevilla (Depósito)
Número de catálogo: P07816
Etiquetas: Óleo Lienzo Literatura Moderna Asno Caballo (Equus ferus caballus) 1889
Moreno Carbonero sintió predilección por el asunto del Quijote a lo largo de toda su carrera, tal y como se aprecia en esta obra que figuró en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1895.
→ En esta y en otras pinturas similares tiene gran importancia el camino polvoriento, que ocupa a veces la mayor parte de la composición. Esta presencia, que en ningún otro artista es tan notable, se acuerda bien con la importancia que tiene en efecto el camino en la pintura. Se trata siempre de caminos descarnados, con vegetación pobre o seca, y con un polvo blanco que refleja la intensidad de la luz. ←
El pintor solía ir a las afueras de la ciudad para pintar estos motivos y logra en ellos plasmar el polvo en suspensión a plena luz del día.
Fuente: Texto extractado de Barón, J.: "El Quijote y los artistas andaluces. Del romanticismo a la vanguardia", Reflejos del Quijote en Andalucía. Del romanticismo a la modernidad. Ayuntamiento de Sevilla, 2006, pp- 131-132.
Fuentes de los textos:
1) Salvador García Bardón, Taller cervantino del 'Quijote', Textos originales de 1605 y 1615 (El Quijote para citarlo, 2005) con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005.
2) Salvador García Bardón, El Quijote para citarlo, Skynet, Bruselas, 2005.
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