El 'refrán' y los refranes en El Quijote

Ilustración: "Don Quijote y Sancho Panza": Javier Monsalvett imagina a Don Quijote con una bacía de barbero en la cabeza, según Sancho, que Don Quijote toma por el yelmo de Mambrino, que le haría invulnerable. (1)
"3. —Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquél que dice: «Donde una puerta se cierra, otra se abre». Dígolo, porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra, para otra mejor y más cierta aventura, que si yo no acertare a entrar por ella, mía será la culpa, sin que la pueda dar a la poca noticia de batanes, ni a la escuridad de la noche. Digo esto, porque, si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes.
El Q.I.21.3.
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• Más allá de la práctica del refrán tomada como caracterización de Sancho Panza (etopeya), la teoría del refrán preocupa a Cervantes. Prueba de ello es la cantidad de veces que intenta dar de él una definición exacta y la preocupación que tiene por explicitar las reglas de su empleo correcto.
• Es muy probable que en la filosofía del lenguaje que Cervantes intentaba elaborar continuamente de sus prácticas de especialista de la lengua, se haya planteado el problema de la intencionalidad precisa de este tipo de figura del discurso, que el pueblo emplea con preferencia a otras.
• ¿Llegó nuestro Autor a plantearse el problema de la función argumentativa del refrán? Lo creemos muy probable.
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refrán: 22: [refrán que dice: 4; refrán que dicen: 3]; refrancico: 1; refrán: 23; refranes: 33
refrán (doc. s. XIII, de donde 'proverbio', dado el empleo de proverbios en muchos estribillos, doc. ±1450, tomado al oc. ant. refranh 'estribillo', der. de refránher 'reprimir' µ 'modular', éste de fránher 'romper', el cual viene del lat. frangere 'partir', Cor.) m. 'estribillo': 'proverbio'.
• El refranero se recomienda a sí mismo: ««El ke se viere solo i desfavorezido akonséxese kon los rrefranes antiguos.» Éste konfirma el provecho ke tienen los buenos konsexos i verdades de los rrefranes porke en ellos se hallan avisos i advertenzias en todas materias.», Corr. 102.b.
• «Con ninguna cosa se apoya tanto nuestra lengua como con lo que usaron nuestros pasados, y esto se conserva en los refranes, en los romances viejos y en los cantarcillos triviales, y así no se han de menospreciar, sino venerarse por su antigüedad y sencillez; por eso yo no me desdeño de alegarlos, antes hago mucha fuerza en ellos para probar mi intención.», Cov. 144.b11.
• Lo mismo pensaba casi un siglo antes Juan de Valdés desde su perspectiva de lingüista: «CORIOLANO Paréceme que os aprovecháis bien de vuestros refranes, o como los llamáis. VALDÉS Aprovéchome dellos tanto como dezís, porque, aviendôs de mostrar por un otro exemplo lo que quiero dezir, me parece sea más provechoso amostrároslo por estos refranes, porque oyéndolos los aprendáis, y porque más autoridad tiene un exemplo destos antiguos que un otro que yo podría componer.», JdValdés, Diálogo de la lengua, 1535, ed. Barbolani, p. 150-151.
• Para Américo Castro [ccxvii], los escritos de don Juan Manuel, el introductor de la prosa subjetivista en castellano, son ya claro ejemplo de la predilección de esta prosa por el proverbio o refrán, fenómeno evidente en su coetáneo "Libro de buen Amor". Para Castro esta predilección por la sentenciosidad popular es uno de los resultados de la contextura islámico-judaico-cristiana de nuestra cultura, y constituye entre otros un desnivel de lo español con lo europeo. Refiriéndose a las pruebas que aduce en su «Juan de Mal Lara y su Filosofía vulgar» [ccxviii], Castro nos invita a pensar en el juego único del refrán en obras como el Corbacho, la Celestina, el Quijote.
|•| «—¡Válame Dios—dijo don Quijote—, y qué de necedades vas, Sancho, ensartando! ¿Qué va de lo que tratamos a los refranes que enhilas?», I.25.9. Aquí comienza el amontonamiento de refranes que caracterizará a Sancho en el resto de la obra.
• Más allá de la práctica del refrán tomada como caracterización de Sancho Panza (etopeya), la teoría del refrán preocupa a Cervantes. Prueba de ello es la cantidad de veces que intenta dar de él una definición exacta y la preocupación que tiene por explicitar las reglas de su empleo correcto.
• Es muy probable que en la filosofía del lenguaje que Cervantes intentaba elaborar continuamente de sus prácticas de especialista de la lengua, se haya planteado el problema de la intencionalidad precisa de este tipo de figura del discurso, que el pueblo emplea con preferencia a otras.
• ¿Llegó nuestro Autor a plantearse el problema de la función argumentativa del refrán? Lo creemos muy probable. DQ afirma inmediatamente antes de la aventura del yelmo de Mambrino:
«—Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas», I.21.3.
Hay un doble de esta definición del refrán en el relato del Cautivo, donde éste se refiere a un dicho de su padre que contiene esta definición como preámbulo a un refrán concreto:
«Hay un refrán en nuestra España, a mi parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de la luenga y discreta experiencia; y el que yo digo dice: Iglesia, o mar, o casa real», I.39.2.
Consejos segundos de don Quijote a Sancho: «—También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles; que puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.», II.43.10.
• Sancho abusa de los refranes cuando Don Quijote imagina su nueva vida pastoril. Don Quijote se lo reprocha:
«otra vez te he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios, y el refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia.», II.67.19.
• El interés de Cervantes por los refranes entronca con el de Juan de Valdés: «C. Paréceme que os aprovecháis bien de vuestros refranes, o como los llamáis. V. Aprovéchome dellos tanto como dezís, porque, aviendôs de mostrar por un otro exemplo lo que quiero dezir, me parece sea más provechoso amostrároslo por estos refranes, porque oyéndolos los aprendáis, y porque más autoridad tiene un exemplo destos antiguos que un otro que yo podría componer.», JdeV, Diálogo, p. 150-151.
|| arrojar refranes como llovidos: Don Quijote prueba a Sancho que él también sabe 'decir refranes inesperadamente y en abundancia' «como vos sé yo arrojar refranes como llovidos.»,
II.7.32.
|| los refranes de Sancho: «—Los refranes de Sancho Panza—dijo la duquesa—, puesto que son más que los del comendador Griego, no por eso son en menos de estimar, por la brevedad de las sentencias. De mi sé decir que me dan más gusto que otros, aunque sean mejor traídos y con más sazón acomodados.», II.34.15.
• A este nivel del relato, el narrador ya nos ha explicado hace tiempo lo que don Quijote pensaba del discurso de Sancho:
«en lo que él se mostraba más elegante y memorioso era en traer refranes, viniesen o no viviesen a pelo de lo que trataba, como se habrá visto y se habrá notado en el discurso desta historia.», II.12.11.
• «Sancho ha de hablar conforme al genus humile que corresponde a su naturaleza. Pero es sumamente difícil reflejar ese estilo en un texto literario, porque su excesiva presencia podría causar un abatimiento estético del conjunto.
En la literatura española se habían dado al problema cuatro soluciones principales, y, a veces, combinadas: a) la creación de un idioma artificial, el sayagués, para los pastores bobos del teatro; b) las incorrecciones al hablar, esto es, un lenguaje subestándar; c) el empleo de un lenguaje estándar, bajo pero no desviante, que sea «grosero», esto es, humilde, por la simplicidad, estupidez o vivacidad de lo que se dice: así hablan, en buena parte, los necios o los graciosos de la comedia; y d) el uso de refranes que ya hacen el Ribaldo del Caballero Zifar, a principios del siglo XIV; varios personajes de los dos Arciprestes, y, por supuesto, las heroínas de Rojas, Delicado y López de Úbeda…
Pero son los refranes lo propio del escudero. Aunque Cervantes no renuncia a caracterizar su expresión por faltas de léxico o de prosodia…
El habla de Sancho: el gran desafío en que ha triunfado Cervantes… El descubrimiento ocurre en el importantísimo coloquio de Sancho con su mujer, en el capítulo 5 de la Segunda parte. Momento difícil para el novelista, porque ha de hacer hablar a dos analfabetos. Se impondría que entre ellos fluyera un coloquio toscamente humilis; pero eso hubiera descompensado la ponderada concertación de la obra, tan delicadamente equilibrada por el escritor… Pues bien, en esta conversación Teresa suelta refranes en cascada…
Dos capítulos más adelante, don Quijote pregunta al escudero qué piensa su mujer de la nueva salida; y él contesta:
«Teresa dice ... que ate bien mi dedo con vuestra merced, y que hablen cartas y callen barbas, porque quien destaja no baraja, pues más vale un toma que dos te daré. Y yo digo que el consejo de la muier es poco, y el que no le toma es loco» El Q.II.7.25.
Esta réplica representa el trasvase definitivo de la catarata refraneril de Teresa a Sancho… Esta propiedad del lenguaje de Sancho se hará ya consustancial con su persona: no tengo «otro caudal alguno, sino refranes y más refranes», declara más adelante (II.43.17)…
Al constuir así al escudero, al imponerle un uso del refrán tan distinto del que hacen otros personajes, la voz de Sancho ingresa con un timbre diferenciado y potente en el gran conjunto polifónico del Quijote.», F.L. Carreter, en Rico 1998 a, p. XXXII-V.
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(1) El Yelmo de Mambrino hace referencia a un supuesto yelmo de oro puro que hacía invulnerable a su portador, propiedad original del legendario rey moro Mambrino (en realidad tal nombre procedería del escritor italiano de novelas de caballería llamado Mambrino Roseo).
"{Don Quijote} Mandó a Sancho que alzase el yelmo, el cual, tomándola en las manos, dijo:
16. —Por Dios que la bacía es buena, y que vale un real de a ocho como un maravedí.
17. Y dándosela a su amo, se la puso luego en la cabeza, rodeándola a una parte y a otra, buscándole el encaje; y como no se le hallaba, dijo:
18. —Sin duda que el pagano a cuya medida se forjó primero esta famosa celada, debía de tener grandísima cabeza; y lo peor dello es que le falta la mitad.
19. Cuando Sancho oyó llamar a la bacía celada, no pudo tener la risa; mas vínosele a las mientes la cólera de su amo, y calló en la mitad della.
20. —¿De qué te ríes, Sancho?—dijo don Quijote.
21. —Ríome —respondió él— de considerar la gran cabeza que tenía el pagano dueño deste almete, que no semeja sino una bacía de barbero pintiparada.
El Q.I.21.15-21
Contexto del texto ilustrado: Salvador García Bardón: QGDSGB.I.021.A, en El Quijote ilustrado por G. Doré. Los textos ilustrados y su contexto textual, 2015.

Capítulo vigésimo primero.—Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas sucedidas a nuestro invencible caballero.
1. En esto, comenzó a llover un poco, y quisiera Sancho que se entraran en el molino de los batanes; mas habíales cobrado tal aborrecimiento don Quijote por la pesada burla, que en ninguna manera quiso entrar dentro; y así, torciendo el camino a la derecha mano, dieron en otro como el que habían llevado el día de antes.
2. De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro, y aun él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y le dijo:
3. —Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: «Donde una puerta se cierra, otra se abre». Dígolo, porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra, para otra mejor y más cierta aventura, que si yo no acertare a entrar por ella, mía será la culpa, sin que la pueda dar a la poca noticia de batanes, ni a la escuridad de la noche. Digo esto, porque, si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice el juramento que sabes.
4. —Mire vuestra merced bien lo que dice, y mejor lo que hace—dijo Sancho—; que no querría que fuesen otros batanes que nos acabasen de abatanar y aporrear el sentido.
5. —¡Válate el diablo por hombre! —replicó don Quijote—. ¿Qué va de yelmo a batanes?
6. —No sé nada —respondió Sancho—; mas, a fe que si yo pudiera hablar tanto como solía, que quizá diera tales razones, que vuestra merced viera que se engañaba en lo que dice.
7. —¿Cómo me puedo engañar en lo que digo, traidor escrupuloso? —dijo don Quijote—. Dime, ¿no ves aquel caballero que hacia nosotros viene, sobre un caballo rucio rodado, que trae puesto en la cabeza un yelmo de oro?
8. —Lo que yo veo y columbro—respondió Sancho—no es sino un hombre sobre un asno, pardo como el mío, que trae sobre la cabeza una cosa que relumbra.
9. —Pues ése es el yelmo de Mambrino—dijo don Quijote—. Apártate a una parte y déjame con él a solas; verás cuán sin hablar palabra, por ahorrar del tiempo, concluyo esta aventura, y queda por mío el yelmo que tanto he deseado.
El Q.I.21.1-9.
Aventura del yelmo de Mambrino.
"De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro"
El Q.I.21.2.
[Tome I. Première partie. Fig. en bandeau du chap XXI : Don Quichotte charge un barbier qu'il prend pour un soldat portant l'armet de Mambrin.]
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