“Crece el malestar en el Sínodo Europeo en Praga, entre algunas delegaciones, y algunos invitados, que se quejan de que algunos temas clave, que aparecieron en la práctica totalidad de las síntesis, no lo hacen en los discursos oficiales” EL CUERPO DE CRISTO, MUTILADO

Cierta jerarquía no es partidaria de la sinodalidad evangélicamente “vinculante”

Resulta evidente que, por muchas especulaciones teológicas que ingeniemos, el genuino sentido de Iglesia, el original, el de la comunidad primitiva, no podemos definirlo. Quienes vivieron la naciente organización eclesial nos han dejado en sus cartas “imágenes de la Iglesia” que no pueden reducirse a simples metáforas. El Concilio recogió muchas de estas imágenes en las que se ve representada la Iglesia (LG.6), entre las que destaca “Cuerpo de Cristo”. Se podrían emplear mil símbolos, pero ninguno con más originalidad, precisión y fidelidad con lo real. Un Cuerpo. Tal es para Pablo la Iglesia: “Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres (hombres o mujeres), hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo” (1Cor. 12, 13) Para Pablo, en el cuerpo humano no existen miembros superiores ni inferiores, sino diversos. En el Cuerpo de Cristo, las funciones de cada miembro vienen dadas por los carismas, de los que se derivan los ministerios.

Yo pienso que este sentido de “cuerpo” se está intentando transmitir en el presente proceso sinodal. Sin embargo, llegan noticias, para mí alarmantes, de que la unidad que propone Pablo no se está produciendo. “Máxima tensión en el Sínodo europeo por la exigencia de debatir sobre el sacerdocio femenino o las bendiciones gays”. Así encabeza  Jesús Bastante su artículo en fechas recientes (09.02.2023). Y en el desarrollo del texto, añade: “Crece el malestar en el Sínodo Europeo en Praga, entre algunas delegaciones, y algunos invitados, que se quejan de que algunos temas clave, que aparecieron en la práctica totalidad de las síntesis, no lo hacen en los discursos oficiales. Del mismo modo, algunos teólogos invitados denuncian el 'cierre' de algunos chats de discusión por parte de las autoridades del Sínodo, en los que se debatía abiertamente de la comunión a divorciados, la bendición de parejas gays o el sacerdocio a la mujer.”

En contrapartida, Francisco, en audiencia a los participantes del CEI, les asegura: “En la Iglesia, nadie debe ser un mero espectador o, peor aún, estar al margen. ¡No!, sino que todos deben sentirse parte activa de una gran familia. En la revelación de Jesús no hay cristianos "A" y "B", todos somos hijos del único Padre, hermanos y hermanas”. Y pide considerar el proceso sinodal “que está poniendo de manifiesto esta conciencia generalizada y necesaria de dejar de lado ciertos modelos equivocados que tienden a dividir nuestras comunidades” (RD. 16.02.2023). Otrosí, el representante de la Delegación Española en Praga informa: “De un modo particular, en estos días, se ha insistido en el hecho de que hay que superar el clericalismo y dar mayor participación a los laicos, a la mujer y a los jóvenes, en la toma de decisiones eclesiales. Y el fundamento de la corresponsabilidad es el sacramento del bautismo, por el que todos somos iguales en la Iglesia” (RD. 10.02.2023).

Repasando las diversas declaraciones publicadas hasta el presente, se evidencia que cierta jerarquía no es partidaria de esta manera (evangélicamente “vinculante”) de desarrollar la sinodalidad. Y no les gusta porque entienden que la organización jerárquica de la Iglesia es incuestionable y, por tanto, intocable. Y para más inri, tal estructura está declarada sacrosanta y divina. Autoafirmación del clericalismo, prepotencia de unos miembros sobre el resto de los miembros del Cuerpo. Esta desafortunada mentalidad deja al Cuerpo escindido y mutilado al impedir que ciertos miembros puedan desarrollar las funciones que unos pocos monopolizan. San Pablo lo ilustra de forma magistral: “El ojo no puede decirle a la mano: No te necesito. Ni tampoco la cabeza puede decir a los pies: No os necesito.” (1Cor. 12, 21) Y es que hay jerarcas que de tanto estar “ojo avizor” sobre la defensa y supervivencia de la doctrina, padecen de cataratas, si es que no llegan a estar ciegos. No solo no se acepta la paridad de derechos que transmite el bautismo, sino que se margina a algunos miembros. Conducta que se recoge en las conclusiones de la Asamblea Europea: "Las mujeres, los jóvenes, las personas queer, los pobres, los refugiados, las personas de otros orígenes, los enfermos y los discapacitados apenas encuentran oportunidades de participación en la Iglesia". A esta lista de marginados habría que añadir otro colectivo también desterrado de la participación eclesial: los curas casados.

Entre las demandas que se señalaron como prioridades en el documento final de la Asamblea, se reivindicaron dos imperativos: la existencia de una Iglesia toda ella ministerial y el papel de la mujer dentro de la Iglesia. Para recomponer completamente el mutilado Cuerpo de Cristo y establecer una verdadera sinodalidad, será necesario solucionar estas dos controversias.

Respecto al primer problema, Francisco advierte: "Los laicos clericalizados son una plaga en la Iglesia" (RD. 18.02.2023). Y es que mientras no se erradique el clericalismo, por tanto, el modelo de Iglesia piramidal, no habrá igualdad. Y existirá clericalismo, mientras haya clero, o sea, miembros sacralizados. Entre los carismas  que enumera san Pablo, no consta el sacerdocio como “miembros consagrados, elegidos por Dios para la misión rectora en la Iglesia”. Ni existía tal función en las primeras comunidades. El “clero” nació varios siglos más tarde, pretendiendo privilegios.  

El segundo aspecto, el de la mujer, es urgente e ineludible. Las mujeres han sido y son las grandes derrotadas de la religión. El patriarcalismo ha monopolizado el fenómeno religioso y lo ha instrumentalizado y sacralizado. Resulta incuestionable que la mujer ha sido y es la “mejor cliente” del clero y la “mayor consumidora” de la religión; y muchas han asumido inconscientemente el papel de “empleadas de hogar” de las parroquias y de ciertos monseñores. Algunas cabezas en la Iglesia, confunden “paridad” con “paritorio”. Por muchas vueltas que se le dé al asunto y muchas justificaciones que se barajen, si a la mujer no se le permite acceder a niveles de decisión y a los ministerios, incluida la presidencia en la celebración eucarística, no se habrá avanzado nada en la sinodalidad. ¡A tiempo estamos! “Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, para que así no haya división en el cuerpo, sino que más bien todos los miembros se preocupen por igual unos de otros” (1Cor. 12, 24b-25).

Sin duda, vivimos uno de esos momentos que reclaman la mayor de las exigencias en la trascendencia de los desafíos, así como en la búsqueda de respuestas adecuadas a dichos retos. La Iglesia del futuro estará constituida por pequeñas comunidades en las que no existirán pirámides ni categorías ni clasificaciones, ni clero ni laicos. No habrá miembros del Cuerpo, sean mujeres, divorciados, homosexuales, curas casados…, excluidos de los ministerios y la comunión. “Ya no habrá ni judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer…”. Habrá sinodalidad.

Volver arriba