Nosotros vivimos en el Amor, que ilumina y fortalece la vida cada día Pregón Pascual: El Crucificado tenía razón  (Resurrección 2ª lect. 08 y 09.04.2023)

Vuestra vida está con Cristo escondida  en Dios

Comentario: “Consideraos vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6,3-11)

Pablo ha afirmado un poco antes el hecho básico cristiano: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5, 5). Creer a Jesús es creer que su Espíritu nos habita. Este amor (a la verdad, a la vida, a las personas, a la justicia, a la paz, a todo bien...) le ha acompañado a Jesús en la vida y en la muerte, y le ha resucitado. Por la fe en Jesús, “hemos obtenido el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Rm 5, 2). “Esta gracia” es su Espíritu: nos da conciencia de hijos de Dios y hermano de todos.

En el texto que leemos (Rm 6, 3-11), Pablo recuerda que el bautismo es un hecho real, productor de un cambio de vida. Es la entrada a la “situación de gracia”, a sentirnos “en paz con Dios”, incorporados a una dinámica nueva, inmersos en Cristo Jesús, “ungidos” como él por el Espíritu de Amor. “¿Es que no sabéis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte?  La preposición griega “eis” (como la latina “in” con acusativo) expresa dinamismo, tendencia “hacia dentro”. Pablo, en el bautismo, ve esa tendencia “inmersora hacia Cristo Jesús, hacia su muerte”: “nos bautizamos hacia Cristo Jesús, nos bautizamos hacia su muerte” (“ebaptíszemen eís Xriston Jesoûn, eís ton zánaton autoû ebaptíszemen”).

Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya” (Rm 6, 4s). Lo normal del cristiano es “andar en una vida nueva”, la vida del Espíritu. “Muerte como la suya” es muerte por el Reino, sin violencia, amando, perdonando, trabajando por la paz y la vida, etc. Esta vida nos conduce a “una resurrección como la suya”. La vida en Amor es “muerte al pecado” (egoísmo, vivir para sí) y “vida para Dios”. Ya sabemos lo que “hace santa” la vida, “los sacrificios que agradan a Dios: hacer el bien y de ayudarnos mutuamente” (Heb 13,16). El amor es “todo para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, con la esperanza de llegar a la resurrección de entre los muertos” (Flp 3,10).

El modo de bautizar antiguo -sumergirse en el agua y salir- le sirve a Pablo como signo de lo que ocurre. El baño bautismal “sepulta” en la muerte de Jesús y “resucita” en su Amor. Vivir como él nos hace “con-crucificados”, “con-sepultados”, con-resucitados, co-herederos... con Cristo. “Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque quien ha muerto, ha muerto al pecado de una vez para siempre; y quien vive, vive para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (vv. 8-11).

“Sólo el Amor” es una hermosa canción de Cesáreo Gabaráin. “No con la fuerza, ni la violencia, no con las armas, ni con la guerra, no con los pactos, ni los discursos, es como el mundo cambiará. Sólo el amor lo cambiará, sólo el amor nos salvará”. Es buena noticia y energía que nos trae Cristo Resucitado: sólo siguiendo su Espíritu de amor cambiará el mundo, nos realizaremos como personas y soñaremos con la Alegría plena.

Pregón Pascual

Hermanos:

El Espíritu de Dios, desde siempre, sostiene la realidad:

suscita vida, inteligencia, libertad, conciencia...

El cirio y nuestras velas simbolizan a Jesús resucitado.

Es la luz surgida en la tiniebla del mundo y del templo:

en el sinsentido y en la explotación de la religión.

El ser humano no siempre encontró caminos de vida:

se vio tentado a acaparar para sí y para los suyos;

los más débiles fueron marginados;

el ser más y el tener provocaron miserias y guerras fratricidas.

Nuestra historia es la lucha por una vida digna:

vivir para sí, marginando a los hermanos, no tiene salida;

vivir para todos abre la mesa y la puerta a la alegría.

Ha habido –y hay- profetas del egoísmo y del amor:

“ricos para sí”, dictadores, violentos..., voceros del egoísmo;

“pobres de espíritu”, hacedores de paz..., portavoces del amor.

Fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe (Heb 12,2):

recordamos su experiencia singular en el Jordán:

notó que el Espíritu de Dios le “llenaba” las entrañas;

creyó que el Espíritu le había “Ungido”, Cristo, Hijo de Dios.

Este Espíritu lo fue llevandopor el desierto” (Lc 4,1s):

volvió a Galilea con la fuerza del mismo Espíritu” (Lc 4,14); 

en su pueblo, Nazaret, reconoce públicamente:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque él me ha ungido.

Me ha enviado a evangelizar a los pobres,

a proclamar a los cautivos la libertad,

y a los ciegos, la vista;

a poner en libertad a los oprimidos;

a proclamar el año de gracia del Señor...

Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,18ss).

Invita a la gente a vivir como él:

les pide renunciar al dinero para sí, al honor, al poder;

les invita a vivir como hermanos, hijos de Dios;

sus vidas serían guiadas por el Amor del Padre-Madre;

este camino los hará bienaventurados:

encontrarán consuelo, ayuda mutua, alegría...

Ya sabéis el final de Jesús, profeta del Amor:

le creyeron un peligro para su pueblo;

en vez de convertirse a su Espíritu, se enfrentaron a él;

le acusaron de blasfemo y enemigo del pueblo;

pidieron al poder civil que lo quitara de en medio;

murió crucificado a la afueras de Jerusalén.

Hoy celebramos que el Crucificado tenía razón:

el Amor, sólo el Amor, tiene salida;

la muerte no pudo con el Amor;

la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rm 6.9);

estuve muerto, pero ya ves: vivo por los siglos” (Ap 1,18);

Jesús es la luz que celebramos;

el agua que nos fecunda;

el pan y el vino que compartimos.

Nosotros hemos creído en el Amor:

por eso intentamos vivir en comunidades fraternales;

por eso compartimos con los necesitados;

por eso trabajamos por la libertad, la justicia y la paz.

Esta fe en el Amor la expresamos en el bautismo:

que nos “sumerge” en el Espíritu de Jesús;

que nos alegra y da sentido a nuestra existencia

de familia, de trabajo, de sociedad...;

que nos lleva a dar la vida por los hermanos.

¡Alegría, hermanos!:

Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1Jn 4,8).

El que inició y completa nuestra fe” (Hebr 12,2) nos dice:

permaneced en mi Amor...,

para que mi alegría esté en vosotros,

y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15,9ss).

Su amorha sido derramado en nuestros corazones

por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5).

Nosotros vivimos en el Amor:

que ilumina y fortalece la vida cada día.

Consideraos muertos al egoísmo y vivos para el Amor” (Rm 6,11).

¡Felicidades, resucitados, vivos en el Amor de Jesús!

Domingo de Resurrección (09.04.2023)

Comentario: “Buscad los bienes de allá arriba donde está Cristo” (Col 3,1-4).

Leemos el inicio de la parte ética (3,1-4) de la carta a los Colosenses. Resume la base de nuestra ética: los cristianos “han resucitado con Cristo”. Ha explicado antes: “Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos. Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él” (Col 2, 12-13). Es la doctrina de Rm 6, 3-11. El bautismo incorpora a la vida, muerte y resurrección de Jesús, al Espíritu de amor que guió toda su  vida. Estamos en una situación nueva: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”(1Jn 3,1-2).

Si estamos “resucitados” (vivos y renovados por el Espíritu) “buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo...; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”. Traducción más literal: “estad centrados en las cosas de arriba, no en las cosas de la tierra” (“tà ano froneîte, mè tà epí tês guês”). El verbo griego “fronéo”, del sustantivo “fren”: “membrana que envuelve un órgano”, “la envoltura del corazón”, “del hígado”, “diafragma”. Derivadamente designa el órgano envuelto (corazón, alma, inteligencia, voluntad, etc.). Expresa orientación: lo que lo unifica y envuelve el vivir. Se pide que mente y corazón cristianos estén orientados, unificados, envueltos por los valores de “arriba”, dones del Espíritu; el principal, el Amor. Más adelante lo repite de otro modo: “por encima de todo, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3, 14).

No estéis centrados en las cosas de la tierra”. Es lo negativo de espíritu-carne, amor-egoísmo, vivir para todos-vivir para sí... Concreta las “cosas de la tierra”: “fornicación (“porneia”, puede traducirse por “prostitución”; proviene de “pérnemi”: vender, exportar; “porneîon”: prostíbulo; “pórne”: prostituta; “pórnos”: varón prostituido), impureza (inmoralidad), pasión (descontrol), codicia y avaricia (los malos deseos), ira ycoraje (arrebatos de ira), maldad, calumnias y groserías, mentiras... (Col 3, 5-11).

Vuestra vida está con Cristoescondida  en Dios. Cuando aparezca Cristo, vidavuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él” (v.4). El último acto salvador será la glorificación plena con Cristo (Rm 8,17-18). Es nuestra esperanza aquí y ahora. Los bienes de “arriba”: “compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, sobrellevarse mutuamente y perdonarse... Y por encima de todo, el amor..., la paz de Cristo, el agradecimiento, la palabra de Cristo, enseñanza y exhortación mutuas... Todo en nombre de Jesús (como él lo haría)”(Col 3, 12-17). Son virtudes humanas, tipo familiar, potenciadas por el Espíritu de Jesús (v.gr. perdonar “como el Señor...”). Son el entramado de la vida, fermento que transforma interiormente la sociedad. Es la vida “con Cristoescondida en Dios”, que termina en la gloria del Resucitado.

Oración: “Buscad los bienes de allá arriba donde está Cristo” (Col 3,1-4). 

Jesús glorificado, vida nuestra:

al derramar el agua bautismal sobre nuestra persona...

te elegimos como sentido de nuestra vida;

te percibimos como fuente de agua viva,

como espíritu que nace de nuevo,

como corazón hermano de todos.

Nos das el Espíritu que movió tu vida en esta tierra:

por él volviste a Nazaret, tu pueblo;

por él curabas y acogías enfermos y marginados;

por él enseñabas a vivir en el amor del Padre;

por él compartías mesa y multiplicabas el pan;

por él denunciabas la explotación religiosa y social;

por él te sentías libre de la ley que impide el amor y la salud;

por él delataste la hipocresía de los dirigentes religiosos;

por él “endureciste el rostro” para ir a Jerusalén (Lc 9,51);

por él educaste a los discípulos para continuar tu obra;

por él “nos amaste hasta el extremo” (Jn 13,1);

por él subía tu oración al Padre en el huerto y en la cruz;

por él te hiciste gloria, luz, comunión, presencia ilimitada,

transparencia plena, “espíritu vivificante” (1Cor 15,4), 

“carne olvidada de sí misma” (S. Ireneo: Adversus Haereses V,9,2).

Esta glorificación la celebramos hoy:

reconocemos que habitas todo corazón y el universo;

reconocemos tu presencia más viva en los más débiles;

reconocemos tu coraje en los profetas de hoy:

personas que aman y dan vida;

quienes lloran con los que lloran;

quienes bajan a los infiernos de los hermanos;

quienes sufren persecución por la libertad y la justicia;

quienes viven pobremente, sin apariencia de lujo alguno...

Jesús resucitado, fortalece nuestro bautismo:

comunión con tu muerte y resurrección;

opción clara y decidida por tu reino;

compromiso de defender los derechos humanos;

muerte de todo lo que tapona la vida, la libertad, el amor;

apertura de horizonte a la vida plena:

al Misterio que late en toda realidad;

al entendimiento y colaboración con todo ser humano;

al desarrollo y evolución de toda la naturaleza.

Que la comunión con tu vida resucitada,

especialmente ahora, en la eucaristía,

nos afiance en tu seguimiento, en tu mismo Espíritu.

Preces de los Fieles (Resurrección 2ª Lect. 08 y 09.04.2023)

El fuego, la luz, el agua, el pan y el vino, la comunidad viva, las palabras y gestos de Jesús, han despertado nuestra fe en Jesús resucitado, que “está con nosotros todos los días” (Mt 28,20). Pidamos vivir su presencia, diciendo: ilumina nuestra vida, Señor”.

Por la Iglesia:

- que “fije los ojos en Jesús, que inicia y completanuestra fe” (Hebr 12, 2);

- que “ensanche el espacio de su tienda” (Is 54,2), según el evangelio.

Roguemos al Señor: ilumina nuestra vida, Señor”.

Por las intenciones del Papa (abril 2023):

- que cada día haya “mayor difusión de una cultura de la no violencia”; 

- que “cada vez haya un uso menor de las armas de Estados y de ciudadanos”.

Roguemos al Señor: ilumina nuestra vida, Señor”.

Por la paz en el mundo:

- que cese toda violencia, guerras, destrucción...;

- que la comunidad internacional encuentre soluciones pacíficas

Roguemos al Señor: ilumina nuestra vida, Señor”.

Por los sin salud, sin techo, sin patria, sin familia...:

- que sean centro de nuestra preocupación y ayuda;

- que sean conscientes de ser hijos de Dios y hermanos nuestros.

Roguemos al Señor: ilumina nuestra vida, Señor”.

Por el cuidado de la naturaleza:

- que la sintamos hermana, respetable, imprescindible;

- que curemos sus heridas y la hagamos dadora de vida.

Roguemos al Señor: ilumina nuestra vida, Señor”.

Por nuestra comunidad:

- que “muera al egoísmo y viva para el Amor” (Rm 6,11);

- que “tratemos y decidamos entre todos lo que afecta a todos”.

Roguemos al Señor: ilumina nuestra vida, Señor”.

Por esta celebración:

- que renueve el Espíritu bautismal, la filiación y la fraternidad;

- que “arda nuestro corazón” al escuchar y comulgar la presencia de Jesús.

Roguemos al Señor: ilumina nuestra vida, Señor”.

Cristo resucitado, bendice nuestros deseos y ayúdanos a hacerlos realidad. Tú que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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