En la “casa” se da el amor más parecido al Amor del Padre: amor incondicional entre esposos, padres, hijos, hermanos Matrimonio y familia no son inventos de la Iglesia (Sagrada Familia C 29.12.2024)
«Familia, fuente de esperanza»
| Rufo González
Comentario: “revestíos de compasión entrañable” (Colosenses 3,12-21)
El texto de la carta a los Colosenses recuerda las actitudes del grupo cristiano. Para entenderlo es conveniente leer el inicio del c. 3: “si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad (φρονεῖτε:pensad, proyectad, sentid, envolveos, centraos en…) a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (3,1-2). El verbo “φρονέω” se origina del sustantivo “φρήν”: diafragma, membrana o telilla que envuelve órganos: envoltura del corazón, del hígado, de vísceras… De aquí pasa a significar contenido y significados espirituales: “vísceras, entrañas, corazón, alma, voluntad, inteligencia, pensamiento...”. Realidades que envuelven y dan unidad a parte o al todo personal. La familia de Jesús aspira, se envuelve, centra su vida… en “los bienes de allá arriba”, obras del Espíritu de Dios. “Los bienes de arriba” son dones de Jesús resucitado: el Espíritu Santo y sus obras (Gál 5,22s). Centrarse en ellos elimina los contrarios (Col 3, 5-9; Gál 5,19-21) y activar los sugeridos por el Espíritu.
“Como elegidos de Dios, santos y amados (títulos del Pueblo de Dios (Is 45:4: “Israel, mi elegido, yo te llamé por tu nombre”), revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo” vv. 12-13). Son algunos frutos que viven quienes se dejan llevar del Espíritu de Jesús. San Pablo enumera nueve en la carta a los Gálatas (5,22-23): amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Cada creyente podría enumerar muchos más, según su experiencia de la bondad divina.
“Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta” (v. 14). Literalmente: “sobre todos estos (ἐπί πᾶσιν δὲ τούτοις), el amor (τὴν ἀγάπην: amor gratuito), que es vínculo de la perfección (ὅ ἐστιν σύνδεσμος τῆς τελειότητος)”. Claramente, el texto destaca “el vestido” principal, el fruto primero, imprescindible, necesario, que el Espíritu regala al creyente: amar como nuestro “Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 45,45-48). Esta es la santidad, la perfección, la realización… Sin este amor incondicional no hay madurez humana, no hay seguimiento de Jesús.
Este Amor lleva a “que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo. Sed también agradecidos” (v. 15).
Este Amor hace que “la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados” (v. 16).
Toda realidad -convivencia, trabajo…- vivida con este Amor (en nombre de Jesús) se ilumina y se hace fuente de alegría y esperanza: “Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (v. 17).
Este Amor convierte a la «Familia, en fuente de esperanza»: “Mujeres, sed sumisas (cultura de la época) a vuestros maridos, como conviene en el Señor” (Jesús defiende la igualdad del hombre y la mujer, que se hacen un solo ser -Mt 19,1-12; Mc 10,1-12-). Maridos, amad a vuestras mujeres (ἀγαπᾶτε τὰς γυναῖκας: amad gratuitamente a las mujeres), y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo” (vv. 18-21). En la "casa" se da el amor más parecido al Amor del Padre: amor incondicional entre esposos, padres, hijos, hermanos. “La familia es la primera y fundamental estructura en la que se aprende el sentido de la solidaridad, la gratuidad y el cuidado del otro. Allí donde el amor es verdadero y se comparte, surge la esperanza… Pidamos a la Sagrada Familia de Nazaret que interceda por todas nuestras familias, para que seamos fuente de esperanza y luz en un mundo que tanto lo necesita” (Mensaje de los Obispos en la Jornada de la Sagrada Familia).
Oración: “revestíos de compasión entrañable...” (Colosenses 3,12-21)
Jesús, hijo de José y de María:
el Espíritu te hizo habitar en el vientre y en el alma de María;
logró que aceptara su maternidad complicada:
“hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38);
la ayudó a “conservar todo esto en su corazón” (Lc 2,51).
El mismo Espíritu iluminó a José:
de estar “decidido a repudiarla en privado”,
le movió a “acoger a su mujer” (Mt 1,19.24),
y a cumplir todas las obligaciones de padre,
insertándote en las tradiciones del pueblo,
soportando tus travesuras adolescentes (Mt 2, 21ss. 41ss).
El mismo Espíritu te movió a ti:
a crear una familia nueva, pese a la oposición de tu familia:
“Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo,
porque se decía que estaba fuera de sí” (Mc 3, 21);
“Y es que tampoco sus hermanos creían en él” (Jn 7,5);
“Vinieron a él su madre y sus hermanos,
pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos
están fuera y quieren verte».
Él respondió diciéndoles: «Mi madre y mis hermanos son estos:
los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»”
(Lc 8,19-21; Mt 12,46-50; Mc 3,31-35).
“Mientras él hablaba estas cosas,
aconteció que una mujer de entre el gentío,
levantando la voz, le dijo:
«Bienaventurado el vientre que te llevó
y los pechos que te criaron».
Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados
los que escuchan la palabra de Dios
y la cumplen»” (Lc 11,27-28).
Hoy, el Espíritu Santo sigue iluminando y guiando:
a los enamorados que construyen un hogar de amor gratuito;
a los padres que dan lo mejor de sí a sus hijos;
a los esposos que, incluso fracasando su matrimonio,
no abandonan nunca a sus hijos;
a los hijos de padres separados que no abandonan a sus padres;
a quienes, viviendo una familia no tradicional,
son fieles al amor y al cuidado de sus parejas e hijos...
Matrimonio y familia no son inventos de la Iglesia:
las comunidades cristianas aceptaron diversas familias;
intentaron mejorarlas desde tu Amor;
tarea que sigue hoy en nuestra cultura tan diversa;
ayúdanos a ser “evangelio” para todo grupo humano.
Hoy, día de la Sagrada Familia, queremos:
“revestirnos de compasión entrañable, bondad,
humildad, mansedumbre, paciencia;
sobrellevarnos mutuamente y perdonándonos
cuando alguno tenga quejas contra otro;
como tú, Señor, nos has perdonado,
hacemos nosotros lo mismo.
Y, por encima de todas estas actitudes,
queremos vivir el Amor,
que es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,12-14).
Jesús, hijo de José y de María:
que tu paz“reine en nuestro corazón” y en nuestra casa;
que “seamos también agradecidos” a todo amor;
que “tu palabra habite entre nosotros en toda su riqueza”
que “nos enseñemos unos a otros”;
que tu Amor nos haga “darte gracias de corazón,
con salmos, himnos y cánticos inspirados”;
que“todo lo que de palabra o de obra realicemos,
sea todo en tu nombre, en tu Amor, Jesús,
dando gracias a Dios Padre por medio de ti” (3, 12-17).