Cristo: “Algo he debido explicar mal: los ricos entran en las iglesias y los pobres se quedan a la puerta” “El alimento desechado... se roba de la mesa del pobre” (D. 26º TO C 25.09.2022)

La riqueza excesiva nos vuelve insensibles al sufrimiento ajeno

Comentario:Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán.. (Lc 16,19-31)

La parábola se dirige a “los fariseos, que eran amigos del dinero.Estaban escuchando todo esto y se burlaban de él. Y les dijo: «Vosotros os las dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones...” (Lc 16,14-15). “Se burlaban” tras escuchar la parábola del administrador astuto que concluía rotundamente: “no podéis servir a Dios y al dinero”.  

La parábola del rico y del mendigo Lázaro simboliza la indiferencia de los que viven bien ante los que viven mal. El “pan nuestro de cada día”. Sigue habiendo muchos ricos que “se visten de púrpura y lino y banquetean cada día”. “Y mendigos echados en su portal, cubiertos de llagas, y con ganas de saciarse de lo que cae de la mesa de los ricos”. Es la omisión de ayuda, el “pecado de omisión” que no suele cargar mucho la conciencia. Hay casos de omisión especialmente sangrantes. Incluso la ley civil castiga no socorrer en un accidente o en una situación de enfermedad súbita. Falla la ética del cuidado, el deber de hacernos cargo del prójimo. El Padre de todos sigue preguntando “¿Dónde está tu hermano?”. Y seguimos respondiendo: “No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?” (Gn 4,9). Los cristianos no podemos responder así. Jesús nos dejó claro que nuestra fe y consiguiente realización son imposibles sin hacernos cargo del hermano necesitado (Mt 25,31ss; 1Jn 4,7ss...).

Este tema está muy relacionado con el desperdicio de alimentos. El Papa Francisco lo denuncia en la Encíclica “Laudato si’” (24.05.2015): “En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad... Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre» (cita de una Catequesis suya 5.06.2013)” (LS 50).

El contexto teológico de la parábola es la apocalíptica. Imagina la historia avanzando hacia el reinado de Dios. El presente se ilumina con la esperanza de ese reinado. Cuando la vida se vuelve dolorosa, el profeta siente la necesidad de “ver” el final proyectado por Dios. Intenta quitar el “velo”, revelar la voluntad divina, aunque se cumpla al final. Dios dirá la última palabra, que, sin duda, será equilibradora, poniendo las cosas en su sitio. Si el reinado de Dios es la dicha de todos, hay que adelantarlo. Sólo quien suprime el dolor y la miseria aquí, cree de verdad en el Reinado de Dios. Eso es lo que no hacía el rico de la parábola. Su riqueza excesiva le había vuelto insensible al sufrimiento ajeno. 

Las personasinsensibles al sufrimiento no sienten a Dios ni como Padre ni como juez. “Si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios?... Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn 3,17; 4,20). La Iglesia de Jesús hace posible la dicha de los pobres. Encuentran en ella acogida, ayuda y fuerza para superar sufrimientos. Para desgracia nuestra, aún es verdad lo que un humorista pone en boca de Cristo: “Algo he debido explicar mal: los ricos entran en las iglesias y los pobres se quedan a la puerta”.

Oración: no se convencerán ni aunque resucite un muerto” (Lc 16,19-31)

Hoy, Jesús,criticas la incongruencia farisea:

se creen creyentes por sus prácticas religiosas;

su vida real se parece a la del rico de la parábola;

son ricos de corazón: “amigos del dinero” (Lc 16,14);

alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto” (Mt 23,5);

les gustan los primeros puestos en los banquetes” (Mt 23,6);

Ya anunciaste sus malaventuranzas, según su creencia:

¡ay de vosotros, los ricos,

porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

¡Ay de vosotros, los que estáis saciados,

porque tendréis hambre!

¡Ay de los que ahora reís,

porque haréis duelo y lloraréis!” (Lc 6,24-25).

¿Cómo, sabiendo lo que les espera, actúan así?:

esta es la tragedia de mucha gente religiosa;

la levadura de los fariseos, la hipocresía” (Lc 12,1b; Mc 8,15);

la ley puesta por encima del amor y la libertad;

el apego a rezos y rituales para ganar la vida eterna;

promesas de “salvación” anudadas a prácticas religiosas;

“indulgencias plenarias” por visitar santuarios, confesar y comulgar;

“jubileos” que se harán efectivos tras la muerte...

Sus actitudes ante esta vida siguen intactas:

justifican la realidad: “siempre ha habido ricos y pobres”;

amantes de lujo y gloria: ropajes y títulos honoríficos;

compran marquesados para estar con “los grandes”;

dominan y se hacen obedecer “como sea”... 

Tú, Cristo, “nos has revelado que Dios es amor:

nos has enseñado que la ley fundamental de la perfección humana,

y, por tanto, de la transformación del mundo,

es el mandato nuevo del amor;

nos has dado la certeza de que

el abrir el camino del amor a todos los hombres

y el esfuerzo por instaurar la fraternidad universal,

no es cosa inútil o inane;

nos has advertido que este amor hay que vivirlo,

no solo en las grandes cosas, sino sobre todo

en las circunstancias ordinarias de la vida;

sufriendo la muerte, nos enseñas a llevar la cruz

que la carne y el mundo imponen sobre los hombros

de quienes trabajan por la paz y la justicia;

resucitado, actúas por la fuerza de tu Espíritu...,

no sólo despertando el anhelo del mundo futuro,

sino animando, purificando y robusteciendo deseos generosos 

que vuelven la vida más humana y

someten toda la tierra a esta finalidad humanitaria” (GS 38).

Que tu Espíritu, Jesús, nos dé a sentir con la Iglesia:

“los cristianos no podemos desear nada con más energía

que servir siempre más generosa y eficazmente

a los hombres de nuestro tiempo” (GS 93).

Preces de los Fieles (D. 26º TO C 25.09.2022)

La parábola de Jesúses actual. A las puertas de la abundancia y el despilfarro están “las colas del hambre”. A Jesús le dolía y le sigue doliendo esta situación. Pidamos comprometernos, diciendo: queremos `amar de verdad y con obras´” (1Jn 3,18).

Por la Iglesia:

- que mire a las personas, más que a sus leyes;

- que sea austera, como casa de los pobres de corazón.

Roguemos al Señor: queremos `amar de verdad y con obras´” (1Jn 3,18).

Por las intenciones del Papa (septiembre 2022):

- que “la inviolabilidad y dignidad de la persona” sean respetadas;

- que, por tanto, “la pena de muerte sea abolida en las leyes de todos los países”.

Roguemos al Señor: queremos `amar de verdad y con obras´” (1Jn 3,18).

Por los niños y jóvenes:

- que lleven las tareas escolares con alegría y buena disposición;

- que sean responsables y trabajen para realizarse.

Roguemos al Señor: queremos `amar de verdad y con obras´” (1Jn 3,18).

Por los gobernantes:

- que cuiden de todos, atendiendo especialmente a los más débiles;

- que eviten toda corrupción y sean dignos de la confianza.

Roguemos al Señor: queremos `amar de verdad y con obras´” (1Jn 3,18).

Por la paz en nuestras sociedades:

- que cese toda guerra, siempre inhumana y sacrílega;

- que cuidemos a las víctimas de toda injusticia, enfermedad, exclusión...

Roguemos al Señor: queremos `amar de verdad y con obras´” (1Jn 3,18).

Por esta celebración:

- que nos llene de la preocupación de Jesús por los que sufren;

- que nos convenza de “amar de verdad y con obras” (1Jn 3,18).

Roguemos al Señor: queremos `amar de verdad y con obras´” (1Jn 3,18).

Jesús del Reino humano: conviértenos a tu modo de vida; queremos que tu Evangelio sea la norma de nuestra convivencia; “sólo pretendemos, con la guía del Espíritu Consolador (Paráclito), continuar tu misma obra: rendir testimonio a la verdad; salvar, no juzgar; servir y no ser servido” (GS 2). Como Tú, Jesús, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

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