Hay cristianos que “piden un diálogo más incisivo y un espacio más acogedor” La sinodalidad exige “escuchar a los que se sienten exiliados de la Iglesia”

Ensancha el espacio de tu tienda” (8)

Sigo comentando “la escucha que se convierte en acogida”. Hoy atendemos a los nn. 35-40 del Documento de la Etapa Continental (DEC): escucha a jóvenes, a discapacitados, a vidas frágiles y a quienes “se sienten abandonados y excluidos” de la Iglesia. Jesús, al iniciar su ministerio, tras la muerte del Bautista, va a Galilea, región pobre y marginal de Israel. Creyó que era el mejor ámbito para anunciar su reino. Pablo tiene esta experiencia al anunciar a Jesús y crear grupos que intentan vivir su Amor. Frente al orgullo y saber de judíos y griegos, Pablo constata que quienes forman la comunidad son mayoritariamente pobres: “Fijaos en vuestra asamblea...: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas... Dios ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta” (1Cor 1,26.28).

Lo mismo percibe la experiencia sinodal. Las síntesis enviadas a los Coordinadores resaltan la ausencia de  jóvenes, de personas con discapacidad y vida frágil, de muchos que se sienten abandonados y excluidos: mujeres, divorciados, padres y madres solteros, polígamos, Lgbt, presbíteros y obispos casados... No puede decirse de la Iglesia lo que decían de Jesús: “muchos publicanos y pecadores se sentaban con Jesús y sus discípulos” (Mc 2,15). Los eclesiásticos enseñan a huir de “amistades peligrosas”. Temen manchar su imagen, su proceder intachable, con liberales peligrosos, marginales sociales y eclesiales... Jesús sigue otro camino: su convivencia cura, aporta vida a despreciados, contagia amor y perdón para reorientar la vida. Jesús no es puritano: sin distinciones decorativas, llega a todos. Así lo retrata hoy un brillante teólogo español: “La figura entrañablemente humana, de uno como nosotros, que, anunciando que la palabra que Dios es amor infinito y perdón incondicional, y que, ejerciendo una conducta fraterna, comprometida y liberadora de todos los humillados y ofendidos, permanece ahí como un faro abierto, que, hoy como en los inicios, sigue enviando señales con las que muchas personas en el mundo sintonizan íntimamente, encontrando en ellas sentido y salvación” (A. T. Queiruga. RD. 07.01.2023). La realidad eclesial está lejos de la conducta de Jesús.

Preocupa a todos “la escasa presencia de la voz de los jóvenes en el proceso sinodal, así como su cada vez mayor ausencia en la vida de la Iglesia” (DEC 35). Es evidente. El núm. 170 “Tiempo de Hablar. Tiempo de Actuar” (septiembre 2022. www.moceop.net), dedicado a la “Iglesia vaciada”, ofrece claves sobre este problema. Leemos en el editorial: “Se dice que los jóvenes se alejan de la Iglesia por laicismo, relativismo, materialismo y otros ismos, pero, a mi modo de ver, es porque perciben falta de coherencia de vida. No hay respuestas a sus preocupaciones existenciales. El evangelio habla de pobreza, de misericordia, de que el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado..., y a la Iglesia jerárquica, principalmente, le preocupa el dinero, la moral sexual casi en exclusividad, el matrimonio de homosexuales...; o lo que es lo mismo, una religión de autoridad y no una religión de llamada” (A. Gil de Zúñiga, Atrio).

Se celebró un sínodo sobre «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional» (2018). “En aquella ocasión, subraya el DEC, fueron precisamente los jóvenes los que pusieron de manifiesto la necesidad de una Iglesia más sinodal con miras a la transmisión de la fe en la actualidad” (DEC 35). Pero hoy escuchamos al Secretario General del Sínodo, card. Mario Grech, decir: “las mayores dificultades están en el clero, especialmente en los sacerdotes más jóvenes, quienes han rechazado con mayor vehemencia participar en el proceso. La mayoría de los laicos han respondido con gran entusiasmo” (Entrevista con la revista 'Vita Pastorale' recogida por Katholisch. RD 14.01.2023). Es escandaloso que el clero más joven sea quien rechace el Sínodo, sabiendo que los jóvenes actuales “pusieron de manifiesto la necesidad de una Iglesia más sinodal” en el sínodo anterior. Algo grave falla en la formación actual de los seminarios y de los clérigos jóvenes.

Respecto a la acogida de personas frágiles, el mismo DEC denuncia la contradicción: “A pesar de sus propias enseñanzas, la Iglesia corre el peligro de imitar el modo en que la sociedad deja de lado a estas personas”. Aduce la “Síntesis de la Consulta Sinodal a las Personas con Discapacidad del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida”: “Las formas de discriminación enumeradas -falta de escucha, violación del derecho a elegir dónde y con quién vivir, negación de sacramentos, acusación de brujería, abusos- y otras, describen la cultura del descarte en relación a las personas con discapacidad...” (DEC 36). 

Como signo de esperanza destaca la preocupación de la Iglesia greco-católica ucraniana de que “forme parte de la sinodalidad estudiar la migración femenina y ofrecer apoyo a las mujeres de diferentes grupos de edad; prestar especial atención a las mujeres que deciden abortar por miedo a la pobreza y al rechazo de sus familias...; promover labor educativa entre las mujeres llamadas a tomar una decisión responsable en un momento difícil..., para preservar y proteger la vida de los niños no nacidos y prevenir el recurso al aborto; hacerse cargo de las mujeres con síndrome postaborto” (DEC 37).

Una buena noticia:“las síntesis muestran claramente que muchas comunidades han comprendido la sinodalidad como una invitación a escuchar a los que se sienten exiliados de la Iglesia”. Se supone que “se sienten exiliados de la Iglesia” por razones ajenas al Evangelio: “no ven reconocidos sus dones y capacidades... Se consideran denigrados, abandonados, incomprendidos... No están a gusto con el desarrollo litúrgico del Vaticano II... Sienten que su participación en el proceso sinodal no ha sido apreciada...” (DEC 38).

Hay cristianos que piden un diálogo más incisivo y un espacio más acogedor”. La Conferencia Episcopal de Estados Unidos reconoce que “la gente pide que la Iglesia sea refugio para los heridos y rotos, no una institución para los perfectos. Quieren que la Iglesia salga al encuentro de las personas allí donde se encuentren, que camine con ellas en vez de juzgarlas, que establezca relaciones reales a través de atención y autenticidad, y no con un sentimiento de superioridad” (CE Estados Unidos). Son “divorciados vueltos a casar, padres y madres solteros, personas que viven en matrimonio polígamo, personas LGBTQ... Los que han dejado el ministerio ordenado para casarse también piden mayor acogida y apertura al diálogo” (DEC 39).

Termina el tema de “la escucha que se convierte en acogidacon la constatación de que “existen notables similitudes entre los distintos continentes en lo que respecta a los que se perciben como excluidos, en la sociedad y también en la comunidad cristiana... Su voz ha estado ausente del proceso sinodal, y aparece en las síntesis sólo porque otros hablan de ellos, lamentando su exclusión: “lamentamos como Iglesia en Bolivia, que no hemos podido llegar de manera efectiva a los pobres de las periferias y lugares alejados” (CE Bolivia). Los grupos excluidos más mencionados en las síntesis son: los más pobres, ancianos solos, pueblos indígenas, emigrantes, niños de calle, alcohólicos y drogadictos, caídos en delincuencia, los que la prostitución es la única posibilidad de supervivencia, víctimas de la trata, supervivientes de abusos (en la Iglesia y fuera de ella), presos, los que sufren discriminación y violencia por raza, etnia, género, cultura, sexo... (DEC 40). Es evidente que no les falta trabajo a los que quieran seguir a Jesús en “espíritu y verdad”.

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