Entrevista del portavoz del Episcopado a la revista 'Cresol' Argüello: "La dramática situación de las residencias de ancianos interpela a todos: Estado, centros y familias"

Luís Argüello
Luís Argüello

"La Doctrina social de la Iglesia se articula desde dos puntos focales: la dignidad de la persona y el bien común. La dignidad “sagrada” pide promoción y protagonismo social, de ahí el principio de subsidiariedad; el bien común."

“Una de las cosas que la pandemia, con el confinamiento, ha aportado ha sido poner de manifiesto problemas existentes y, en parte ocultos u ocultados, como el de personas sin hogar ni techo. Era difícil decir, “quédate en casa” a quien no tenía donde reclinar la cabeza."

 “La dramática situación interpela a todos. A las familias que llevan a sus seres queridos a residencias, ¿cuáles son las motivaciones? ¿qué situaciones laborales, de organización de la economía, de la vivienda, están detrás de esas decisiones? A las administraciones públicas, sobre la regulación y vigilancia de las residencias y a las propias instituciones de acogida sobre su funcionamiento, intereses económicos, formación del personal. Las residencias, no son hospitales, pero cada vez hay más personas en ellas que necesitan una intensa asistencia sanitaria. Es un asunto que interpela a las administraciones públicas (Estado), a las residencias (Mercado) y a las familias (Don). Es un punto crítico para la transformación del Estado del Bienestar en Sociedad de cuidados pues afecta a tres pilares del bienestar, servicios sociales, sanidad y pensiones”, ha declarado el portavoz secretario general de la Conferencia Episcopal Española y obispo auxiliar de Valladolid, Luís Argüello, a la revista “Cresol” de la Unión Apostólica de Valencia, que le ha preguntado sobre las consecuencias del coronavirus en las personas y el momento actual de la Iglesia.

 Respecto al mensaje que se debiera enviar a los jóvenes en esta situación, Argüello  manifestó: “Cada generación tiene que responder a los desafíos de su tiempo, ejercitando el coloquio permanente entre fidelidad al don recibido y la novedad de cada época. Quizá no tengamos otra propuesta que hacer que invitar al discernimiento para descubrir las llamadas que la realidad y el rostro del otro provocan. Ilumina, en la búsqueda de respuestas, la acogida de la fraternidad como don y proyecto que hace posible que el coloquio entre libertad e igualdad no se viva solo en una dialéctica de contrarios. La fraternidad hace descubrir la importancia del deber y cuestiona “el derecho a tener derechos” que se ofrece a los jóvenes como señuelo manipulador, especialmente en tiempos populistas y emotivistas”.

Luis Argüello
Luis Argüello

 “Esta propuesta precisa un ambiente de acompañamiento y escucha de los latidos más profundos del corazón de cada joven para poder realizar el anuncio que redime y entusiasma. Quizás hayamos de perder el miedo a proponer el Ideal encarnado en Cristo. Claro que para ello los adultos hemos de acompañar la propuesta con nuestra propia vida personal, comunitaria y de compromiso vocacional en el mundo”, agregó el prelado.

Modelo político del bienestar

Sobre el modelo de político que se precisa según la doctrina social de la Iglesia, Argüello responde: “ La falta de esperanza conduce a asumir que no es posible una economía justa que permita el desarrollo integral de personas y familias. El asistencialismo es fruta madura, por compasión o por prevención de conflictos sociales. La Doctrina social de la Iglesia se articula desde dos puntos focales: la dignidad de la persona y el bien común. La dignidad “sagrada” pide promoción y protagonismo social, de ahí el principio de subsidiariedad; el bien común, que lo es de todos y de cada uno, pide justicia y solidaridad. Afirma el destino universal de los bienes para que sea posible “el techo y la tierra” que fruto del trabajo, permiten el desarrollo humano integral. Esta propuesta doctrinal es estéril si no hay un pueblo formado por personas virtuosas (que encarnen y testimonien el bien) que la haga suya. Por eso promover la vocación laical, vivida de manera asociada en familia de familias, es hoy una propuesta pastoral de primera importancia. Es imprescindible dar forma al corazón en la caridad política para que cada persona y familia en los ambientes e instituciones de los que forme parte, o que sea capaz de generar, ofrezca el amor nuevo del que es depositaria la Iglesia en el mundo.”

 Sobre  salario familiar e ingreso mínimo vital comentó: “Se trata de una propuesta que desborda la del Ingreso Mínimo Vital, es diferente. En breves palabras, la reflexión sobre el salario familiar tiene en cuenta la distinción entre empleo y trabajo; también la emergente “sociedad de los cuidados” como propuesta de renovación del Estado del bienestar. Todo ello en medio de la revolución tecnológica y las crisis económicas que piden reconstruir la economía en la vida social desde la intervención del Estado, el Mercado y el Don.”

 “¿Quién acoge, cuida y educa a nuevos hijos en el invierno demográfico? ¿Quién se hace cargo de la fragilidad, la enfermedad y la ancianidad con una esperanza de vida creciente? ¿Cómo desarrollar las cualidades y capacidades a favor del propio desarrollo y del bien común si no hay empleos o éstos son precarios? Todos estamos llamados a la actividad humana que cuida y transforma, pero no hay empleo para todos. El salario familiar (suma al salario recibido por el miembro de la familia que tenga empleo) ha de hacer posible el crecimiento de los cuidados y de actividades creativas con la incorporación del don, trabajo gratuito que, desde el afecto y la generosidad, da una perspectiva nueva a los cuidados. Es evidente que este modelo pide una valoración de la familia y de la vida y una concepción de la persona no reducida a mero individuo autónomo. Supone también un replanteamiento de la conciliación familiar y laboral desde el diálogo de los propios esposos y un renovado valor de la paternidad-maternidad. Cuando Juan Pablo II en Laborem exercens afirma la prioridad del trabajo sobre el capital, propone el salario familiar como instrumento adecuado para superar una economía, pero también una antropología, materialista y economicista.”

Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid
Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid

 Sobre los “sin techo”, dijo: “Una de las cosas que la pandemia, con el confinamiento, ha aportado ha sido poner de manifiesto problemas existentes y, en parte ocultos u ocultados, como el de personas sin hogar ni techo. Era difícil decir, “quédate en casa” a quien no tenía donde reclinar la cabeza. La acogida que se ha realizado ha sido una de las experiencias más valiosas de estos meses; al devolverlos a la calle el descarte es aún más sangrante. La atención a estas personas, en estas semanas más cercana e integral, ha puesto de manifiesto las deficiencias de nuestros servicios sociales que atienden de manera fragmentaria y funcional a personas que en muchos casos tiene una gran dificultad para organizar su vida. Una vez más resuena el lema de Francisco: “Tierra, techo y trabajo” para un desarrollo humano integral.

Vacuna contra el veneno mental

 Interpelado sobre el veneno mental que divide a la sociedad y su posible vacuna, Argüello dice: “En realidad ese veneno es lo que en la tradición católica llamamos pecado original, esa herida inicial que transforma la capacidad de adoración del corazón humano y la revierte sobre sí, en formas individuales y colectivas. También convierte el deseo en energía de apropiación y dominación. La vacuna es acoger la redención y ponerla en práctica en gestos de reconciliación y encuentro. Precisamos superar la dialéctica de contrarios para acoger, escuchar y buscar en el bien común el punto superador de los contrarios. La comunidad cristiana habrá de ser hogar y escuela donde acoger y ensayar el encuentro y el diálogo. Este servicio eclesial es especialmente importante cuando el enfrentamiento se ha elevado a categoría para afirmar la propia identidad. El yo reforzado dota de una falsa identidad que siempre reclama más desde las carencias del proyecto autorreferencial. La identidad de personas constitutivamente relacionales se descubre en el encuentro y el diálogo, que pide empatía afectiva, pero, sobre todo, racionalidad.”

 Finalmente responde hacia dónde se dirige en España la acción eclesial colectiva: “A situarse en este nuevo tiempo, por primera vez en siglos, como minoría cultural y sin poner expectativas en su alianza con el poder. La acción eclesial ha de ayudar a testimoniar como pueblo la alegría del evangelio y ser signo e instrumento de fraternidad en medio de sociedades desvinculadas que tienen dificultades para encontrar criterios y referencias para organizar la convivencia. El desafío de la evangelización y la transmisión de la fe es de primera magnitud. La primacía de la gracia, encarnada en familia de familias que acompañan y son hospital de campaña en una sociedad con muchas heridas y que hoy se sabe vulnerable. La Iglesia está llamada a acompañar el camino histórico ofreciendo misericordia, alegría y esperanza. La acción eclesial ha de ayudar a testimoniar como pueblo la alegría del evangelio y ser signo e instrumento de fraternidad en medio de sociedades desvinculadas.

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