"Una estrategia que recaba consensos para políticas inhumanas disfrazadas de medidas de seguridad" Recuerda que también tú fuiste emigrante en tierra extranjera

"YHWH es el Dios de los migrantes. Él se reveló a Israel cuando este emigró a Egipto"
"Nuestra época ha sido definida como «la era de la migración». Una era caracterizada por la globalización de las migraciones"
"Se necesita mucho más, pero intentemos también nosotros hacer el ejercicio imposible de imaginarnos en una situación similar: desarraigados de nuestro hogar, arrancados de nuestra lengua materna, en busca de un futuro para nosotros y nuestros seres queridos, movidos por una esperanza desesperada"
"Se necesita mucho más, pero intentemos también nosotros hacer el ejercicio imposible de imaginarnos en una situación similar: desarraigados de nuestro hogar, arrancados de nuestra lengua materna, en busca de un futuro para nosotros y nuestros seres queridos, movidos por una esperanza desesperada"
«No oprimirás al extranjero, pues vosotros conocéis el sufrimiento del extranjero, ya que vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto» (Éxodo 23,9).
La prohibición de oprimir a los inmigrantes se motiva con la referencia a la situación que vivió Israel cuando emigró a Egipto. Y es una referencia de valor teológico: YHWH es el Dios de los migrantes. Él se reveló a Israel cuando este emigró a Egipto.
Proteger al extranjero residente en su país significa para Israel confesar la fe en YHWH. Y, por el contrario, explotar, maltratar y rechazar a los inmigrantes equivale para Israel a blasfemia e idolatría.
Si Israel se preocupó por la suerte de los inmigrantes, no fue porque se sintiera amenazado por ellos, sino porque era consciente de que necesitaban protección.
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

Así, Israel elaboró un «derecho del inmigrante» redactando varios cuerpos legislativos que llegaron a convertir al inmigrante en miembro de la comunidad de los hijos de Israel: «El inmigrante será para vosotros como uno de vuestros compatriotas» (Lv 19,34).
Nuestra época ha sido definida como «la era de la migración». Una era caracterizada por la globalización de las migraciones, el aumento de la diversidad de los países de los que se emigra y de los motivos por los que se emigra, la feminización de las migraciones, el paso de un número cada vez mayor de países de tierras de emigración a tierras de inmigración.
Y también por la elaboración de políticas migratorias de los países de destino que se han teñido cada vez más descaradamente de tintes criminales - Étienne Balibar -.
Por lo tanto, es necesario tomar conciencia y denunciar. Una «sociedad decente» no humilla, es decir, no asigna a las categorías débiles un estatus de menor humanidad como si los inmigrantes, refugiados y exiliados disfrutaran de derechos limitados.
La burocracia puede ser humillante cuando se basa en relaciones despersonalizadas e insensibles a la singularidad de cada persona. Las devoluciones masivas de migrantes, las detenciones ilegales, las deportaciones anunciadas de pueblos enteros,…, ya no son solo casos de violación de los derechos humanos, sino que forman parte de un proceso explícito de rechazo de los principios de civilización enunciados en las constituciones de muchos Estados.
Los discursos y las prácticas públicas legitiman comportamientos «fáciles» e «instintivos» por parte de mucha gente común, de modo que se asiste a expresiones y prácticas de odio que causan consternación.
Ernst Bloch, en 1935, al preguntarse por el consenso masivo obtenido por el nazismo, hablaba de una «metamorfosis en demonios de la gente proletarizada». La ostentación pública de maldad e inhumanidad disfrazadas de autenticidad y la exhibición de crueldad hacia los pobres se hacen eco de los desvaríos presentes en Mein Kampf, donde se ensalza el «deber» de ser cruel «con la conciencia tranquila».
Las emociones del miedo - suscitando el miedo de los locales hacia los inmigrantes e infundiendo en los inmigrantes el miedo a los locales - y de la vergüenza - induciendo a los extranjeros a avergonzarse de su condición e infundiendo en los locales el sentido de la vergüenza por la presencia sucia e indecorosa de los inmigrantes - forman parte de una estrategia que recaba consensos para políticas inhumanas disfrazadas de medidas de seguridad.

¿Qué se necesita? Entre otras cosas, una buena dosis de memoria histórica. Las leyes del Antiguo Testamento sobre los inmigrantes se basan en la memoria: «Recuerda que fuiste emigrante en tierra extranjera». El recuerdo del sufrimiento nos preserva de repetirlo y de descargarlo sobre otros.
Se necesita empatía. Como la que expresa el protagonista de la novela “Yo voy, tú vas, él va” (en catalán “Les formes del verb anar”) de Jenny Erpenbeck.
Reflexionando sobre la condición de los migrantes, a quienes percibe como personas excluidas del espacio y del tiempo, que han huido de un lugar inhóspito hacia países que los rechazan, sin pasado y sin futuro, se dice a sí misma:
«Una vida en la que un presente vacío está ocupado por un recuerdo que te resulta insoportable y cuyo futuro no da señales de manifestarse, debe ser muy agotadora, porque en una vida así falta, por así decirlo, una orilla a la que llegar».
Se necesita mucho más, pero intentemos también nosotros hacer el ejercicio imposible de imaginarnos en una situación similar: desarraigados de nuestro hogar, arrancados de nuestra lengua materna, en busca de un futuro para nosotros y nuestros seres queridos, movidos por una esperanza desesperada.
Etiquetas