El sacerdote mexicano es misionero digital y tiene decenas de miles de seguidores en las redes Heriberto García: “Los curas del futuro no los encontraremos en otro planeta, sino en las redes sociales”

Heriberto García
Heriberto García Flama

Para García “el Espíritu Santo continúa hablando a través de los algoritmos” y, por eso, considera que su presencia en el mundo cibernético, así como la de los centenares de misioneros digitales e influenciadores católicos que estarán los próximos días en Roma, “es importante para incentivar, incluso, nuevas vocaciones sacerdotales”

“No todos hemos hecho de misioneros en África, ni todos tenemos que difundir la palabra de Dios en internet”, sostiene, refiriéndose a la diversidad de maneras de transmitir la fe, “siempre con buena voluntad y con el corazón abierto”

El cura mexicano Heriberto García tiene previsto marcharse de Roma para volver a su país a principios de agosto después de dos años sin ver a su familia, pero de haberse convertido en especialista en Comunicación Institucional de la Iglesia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Este presbítero, nacido en 1988 y ordenado hace nueve años, cerrará este ciclo volviendo a una diócesis, la de San Juan de los Lagos (“con alrededor de 400 sacerdotes y 110 parroquias”, indica), después de participar en uno de los acontecimientos que ha esperado desde hace meses, el Jubileo para misioneros digitales e influencers católicos, del 28 al 29 de julio.

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Lo hará después de presentar, este mes de julio, su nuevo libro, Misioneros digitales: ¿Influencers o testigos de Cristo hoy?, elaborado mientras acababa sus estudios y recibía la maestría del periodista catalán Daniel Arasa, decano de la Facultad de Comunicación Social Institucional de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz y “un padre para mí que me ha enseñado a comunicar mejor, siempre próximo y haciéndome sentir acompañado”, señala el joven mexicano, sumergido profesionalmente también en el ámbito cinematográfico.

Heriberto García
Heriberto García Flama

García, que suma más de medio millón de seguidores en tan solo dos de las redes sociales donde tiene presencia, ha reunido tantos internautas de todo el mundo en sus espacios virtuales por hacer lo que precisamente reconoce en su nuevo ensayo, “anunciar el Evangelio digitalmente sin que esta acción sea pasajera”. “No es una misión aislada”, prosigue en una conversación mantenida con la Agencia Flama, “sino que trabaja con la Iglesia para que los fieles que haya ante la pantalla puedan hacer su trayecto hasta los altares”.

De hecho, para García “el Espíritu Santo continúa hablando a través de los algoritmos” y, por eso, considera que su presencia en el mundo cibernético, así como la de los centenares de misioneros digitales e influenciadores católicos que estarán los próximos días en Roma, “es importante para incentivar, incluso, nuevas vocaciones sacerdotales”. “Los curas del futuro —justifica— los tenemos hoy en día en internet, y no en ningún planeta lejano”.

“Ni todos tenemos que ir a África ni estar en internet”

Si bien reconoce que haya curas que, con una edad más elevada, vivan “alejados” de este activismo evangélico “por una cuestión estrictamente ligada a las circunstancias sociales y culturales en que se han edificado sus ministerios”, García afirma que “tanto los presbíteros grandes como los jóvenes nos dirigimos, con teléfono móvil o sin él, a católicos y no católicos de todas las edades adoptando unos u otros lenguajes y mecanismos”. “No todos hemos hecho de misioneros en África, ni todos tenemos que difundir la palabra de Dios en internet”, sostiene, refiriéndose a la diversidad de maneras de transmitir la fe, “siempre con buena voluntad y con el corazón abierto”.

En este sentido, este misionero digital —designación con que se conocen curas, religiosos y laicos que quieren ser puente vivo entre la Iglesia y la sociedad contemporánea, “e instaurada durante el Sínodo sobre la Sinodalidad”, añade— es consciente de que “hay un símbolo de hermanamiento detrás de cada aparato tecnológico que sirva para unir, preocuparse, dedicar tiempo al otro y transportar esperanza”. “¿Cuántas guerras se podrían parar si decidiéramos hablar entre nosotros e hiciéramos como el papa Francisco cuando llamaba cada semana al cura de la parroquia latina de Gaza, incluso estando en el hospital?”, se pregunta García.

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