Resucitó de veras mi amor y mi esperanza Resucitó: El amor no pudo ser crucificado ni enterrado

¿Lo habrá entendido María tan pequeña? En la cruz lo único que no consiguieron matar y acabar fue el AMOR. El amor es más fuerte que la muerte por eso resucito! No podía ser enterrado para siempre. Dios es amor y no puede morir.
| José Moreno Losada

Según me abro a lo vivido, en la vigilia de anoche y en la eucaristía solemne de hoy, me llega esta estampa de María, esta niña pequeña que hoy ha estado parlanchina y vivaz en el primer banco con su madre y su hermano. Se mueve con una libertad y familiaridad graciosa, ha sido la primera en llegar para rezar el padre nuestro en el presbiterio con los demás niños. En un momento se ha quedado fija y atenta a la homilía... me pregunto si estaría entendiendo algo de lo que yo intentaba expresar. Un misterio que me sobrepasaba, la resurrección de Cristo hoy.
En el argumentario homilético me centraba en lo que había sido el triduo pascual con este final de resurrección.
La lógica divina y la mundana
El triduo es condensación de la historia humana, de la creación y de la vida y muerte de Jesucristo. Nos muestra una tensión vital y dialéctica donde se hace presente la oscuridad, el dolor y la muerte, en espacios que también lo son de luz, salud y vida. Es en la tensión problemática del ser donde vamos viviendo y realizando nuestra historia humana y la búsqueda de nuestro sentido.
El mundo tiene una lógica que trata de imponerse siempre: la riqueza como lugar de seguridad, y el acaparamiento de la misma para vencer y vivir. Él exito como horizonte de sentido donde la altura que nos separa es lugar de reconocimiento singular y fuerte ante la debilidad generalizada. El poder significativo y excluyente que domina y somete sacando de la vulnerabilidad propia de criatura en el sueño de tener la vida de otros en nuestras manos. Esta lógica mundana, introducida a veces en la propia religión que no debería nunca ser del mundo aunque viva en él.
Esa realidad se hace dura y se resiste ante un Jesús, que a lo largo de su vida va descubriendose ante el Padre como hijo querido, reconocido por él y asegurado en la confianza de que nunca lo abandonará. Él experimenta en la conexión con su Padre el camino del amor que pasa por la libertad de lo poco, por el reconocimiento del servicio, y por el poder de la entrega. Así se le revela El padre: compasivo, cercano, servidor y comprometido.
El hiijo de Dios del amor. Mi reino no es de este mundo
Jesús se ha descubierto como hijo querido de este Padre y siente el deseo de amar y caminar en esa dirección desde la pobreza de Belén, la ocultez de Nazaret, y la proclamación de las bienaventuranzas en Galilea y en Jerusalén. Es su modo de proclamarse Hijo de Dios.
La realidad le rechaza esa actitud religiosa, ese modo de ser de Dios y de presentarse como hijo. La tensión culmina en la confrontación brutal entre la entrada humilde en un pollino, el lavatorio de los pies y la entrega voluntaria de su vida a favor de los últimos, contra el poder político, religioso, sus negocios, articulaciones, abusos y falsedades. La tensidón de la construcción de una realidad de templo humano y divino, que Jesús declara en ruinas, porque le falta el espíritu y la verdad. El templo convertido por unos y otros en cueva de ladrones.
La contradicción acaba en manos de los poderosos que lo llevan hasta el calvario y lo clavan en la cruz para darle muerte. Allí lo hacen desaparecer demostrando que no tiene poder, ni riqueza, ni sabiduría, ni puede hacer milagros serios, quieren dar muerte a esta imagen de lo divino que ha querido encarnar este Jesús de Nazaret, para mantener al poder del César y del Templo con sus leyes. Han querido hacerle desaparecer, acabar con él radicalmente, para que no quede rastro, hasta con lanzadas a su corazón desde donde él decía que salía lo más auténtico y válido de un ser humano.
¿Crucificado él y su palabra, su vida, su amor?
Aparentemente lo han matado, y con recomendación los suyos han podido también enterrarlo. Pero hay algo que no han podido matar, ni últimar, ni hacer desaparecer: EL AMOR. Jesús ha sido vivo y ha muerto amando, su muerte ha sido el mayor acto de amor en la historia, ha muerto sediento del reino, perdonando, abrazando al otro crucificado, aceptando la desnudez y el abandono aparente de su fundamento, entregando su espíritu... Nadie ha podido matar su amor, el que le venía del Padre, aquel con el que él había vivido y proclamado en la historia de lo humano como el buen samaritano. Ahora está al borde del camino apaleado, pero tan lleno de amor, que el Padre viene a su encuntro para levantarlo y llevarlo en su propia cabalgadura a la vida divina del amor, de la que nunca se apartó.
Este es el gran misterio ante el que esta niña de la foto se queda extasiada -y en ella yo-: cómo entender que el niño del pesebre que acaba muriendo en la cruz, ha resucitado porque es amor y el amor no muere nunca. Dios es amor y no puede morir, ni dejar morir a los que ama. El hombre de fe es inmortal porque ha sido amado por Dios y vive en su amor.
Que no muera mi amor nunca...
Miramos nuestra vida, nuestra historia, la familia, la sociedad, el mundo ... lleno de tensiones y contradicciones, sentimos la oscuridad, el dolor, a veces, la angustia y la soledad... y no somos héroes ni supermanes, hemos de vivirlo y aceptarlo. Pero hoy en el día de la resurrección nos reafirmamos en nuestro credo cristiano, que Jesús el crucificado ha resucitado y vivie para siempre, porque nadie pudo matar ni acabar con su amor. Ni siquiera la muerte le quito el amor, hizo de su muerte el mayor acto de amor, por eso vive.
Eso nos da esperanza, nada ni nadie nos podrá quitar el amor de Dios, ni nos podrá separar de él. Somos afortunados, hemos resucitado con él y tenemos su mismo amor. Que nunca nos falte el amor, que no muramos a lo esencial de la vida, que no deje de habitarnos este Cristo Resucitado que nos da su Espíritu para que podarmos amar como él nos amó.
¿Lo habrá entendido María... lo habré expresado yo bien... nos habremos enterado de lo que ha ocurrido en Jerusalén y sabremos verlo en Galilea? Tenemos toda la cincuentena para hacer los deberes de buscar los signos de amor resucitado en el mundo y proclamarlos para entender que al amor no lo pudieron matar y sigue vivo entre nosotros.
PODÉIS IR EN PAZ, ALELUYA ALELUYA.