“En la pobreza encuentra el sacerdote su fuerza, su poder y su libertad”. (A. Chevrier) La pobreza del sacerdote

Los sacerdotes del Prado de España han celebrado su sesión de formación profundizando en el tema de "la pobreza del Sacerdote". Han sido unas jornadas de profundización cristológica y eclesial desde la perspectiva ministerial y apostólica. La pobreza como clave teológica que configura la realidad y el ser del presbíterio en el seguimiento de Jesús de Nazaret y que acompaña la predicación del evangelio. Del mismo modo la necesidad de llevar el evangelio a los que más le pertenece como son los pobres y los débiles de este mundo, que esperan el anuncio del Reino.

LA POBREZA DEL SACERDOTE

Sesión de formación de sacerdotes del Prado.  Ávila.  1-5 agosto 2022

El encuentro de formación

asamblea

“Si separamos a Dios de los pobres nos quedaremos sin Dios”, podría ser la síntesis firme de estas jornadas de formación que, organizadas por la asociación sacerdotal del Prado, celebrada en la universidad de la mística, el centro internacional teresiano y sanjuanista (CITES) en Ávila del uno al cinco de agosto. Hemos participado sesenta sacerdotes de distintas diócesis españolas en las que existen equipos de vida del Prado, así como otros del equipo internacional y María José, una laica representando a eses sector de la organización.

El tema central ha girado en torno al sacerdocio y la pobreza (La pobreza del sacerdote), programado desde hace dos años, ha podido realizarse al fin. Las jornadas fueron inauguradas con la oración y el canto pidiendo un corazón grande para amar. El responsable nacional, Lucio Arnáiz, pronunció palabras de inauguración centrando la necesidad hoy de volver al evangelio y a las fuentes para reflexionar y dejarnos enriquecer e interpelar por Jesús de Nazaret, atendiendo a esta dimensión de pobreza que caracteriza el seguimiento del maestro. Recordando la clave de A. Chevrier “en la pobreza encuentra el sacerdote su fuerza, su poder y su libertad”.

prado

El marco de las reflexiones lo presentó Diego Martin, sacerdote de Ávila, ofreciendo una síntesis de las aportaciones de un buen grupo de sacerdotes del prado ante preguntas fundamentales sobre la cuestión de la pobreza, la iglesia y el ser sacerdote. Atendiendo a las pobrezas tanto personales, como sociales, culturales, religiosas. Nos interesaba cómo afectaban al sacerdote y al ejercicio del ministerio hoy.

La realidad y el evangelio

El obispo Ciriaco Benavente fue el encargado de desarrollar lo que se refiere a la pobreza del sacerdote, haciendo análisis de lo que son pobrezas sobrevenidas y pobreza evangélica. Las limitaciones propias y ajenas, las circunstancias y lo que es la llamada a la virtud como modo de ser y ejercer el ministerio.

agrelo

 La presencia de Santiago Agrelo, con sus aportaciones ha supuesto un haz de luz testimonial que ha interpelado con profundidad al presentar la realidad de Cristo y de la Iglesia, como realidades inseparables de los pobres y la pobreza. Planteando con radicalidad la necesidad de construir una comunidad eclesial que atienda el grito y el dolor de la humanidad, que sepa hacer fraternidad universal y situar en el centro de ella misma a los que son el verdadero sacramento de Cristo crucificado en el hoy actual, nos hizo vibrar en la fe con su testimonio vital de los inmigrantes. Lo hizo desde un recorrido apasionado por la historia de la salvación y un estudio de evangelio directo y claro en torno a la identificación de Cristo con los débiles de la historia tal como proclama el capítulo 25 de Mateo: “lo que hicisteis a uno de estos a mí me lo hicisteis”. La tesis de fondo planteaba que, si a la fe le quitamos los pobres y el compromiso con ellos, nos quedaremos sin fe, y si a Dios lo separamos de la pobreza, acabaremos también sin Dios. No hay camino eclesial auténtico que pase la fraternidad universal con los últimos, porque ahí está Cristo.

José Carlos Bermejo, del centro de humanización de la salud, nos ayudó a nombrar lo que son las pobrezas que más pueden darse humanamente en los sacerdotes y el ejercicio de su ministerio, dando diez claves para atender preferencialmente en nuestras reflexiones.

El magisterio y el carisma

magisterio

El magisterio de la Iglesia también se revela claro en lo que se refiere al ser sacerdote y la vivencia de la pobreza y dedicación a los pobres, así lo presentó también Diego Martín, del equipo nacional, haciendo un elenco de referencias vivas de documentos magisteriales eclesiales, antiguos y actuales, que invitan a desarrollar esta dimensión del ministerio. Con este marco de referencias nos adentramos en lo específico de la espiritualidad pradosiana, el planteamiento de A. Chevrier en el deseo de conocer a Jesucristo en el evangelio, en el estudio profundo y serio de su persona, para poder seguirle y dejarse hacer por él. El seguimiento a Cristo que interpela en el deseo de ser como él y vivir la pobreza como él la vivió, siendo reflejo del padre que es gratuidad y amor sin medida, con predilección por los más pobres. Xosé Xulio Rodríguez, sacerdote de Ourense, de un modo sistemático y claro abrió las claves fundamentales de este desear y vivir la pobreza de este guía que siempre entendió que el evangelio pertenecía en primer lugar a los pobres y que ellos también nos evangelizan a nosotros.

Bravo

Y nuestro histórico Antonio Bravo nos ayudó en la parte final a concretar cómo vivir y realizar esta vivencia de la pobreza ministerial apostólicamente. Nos mostró las llamadas y retos que hoy tenemos como sacerdotes diocesanos y miembros de un presbiterio, en nuestras parroquias e iglesias diocesanas, en orden a vivir centrados en el Reino, desde la santidad que nace del crecimiento en el amor de Dios, de su conocimiento. Definió lo que es la esencia de la pobreza apostólica que es la que nos corresponde vivir como don.

La vivencia comunitaria y sinodal de la sesión

Todas las intervenciones han sido punto de partida para el trabajo personal de profundización en silencio y el enriquecimiento de compartir juntos todos lo que nos llamaba e interpelaba, viviendo momentos de asamblea de una riqueza inusitada.  Han sido días de una sinodalidad real en la búsqueda compartida de seguir al maestro de Nazaret y ser fieles a su invitación de radicalidad como camino de realización y de entrega junto a los pobres siendo pobres.

Cada mañana hemos sido enriquecidos con el testimonio de sacerdotes, que ya no están con nosotros (José María Arizmandieta, Pepe Breu, Marcelino Legido, Paco Girón, Padre Nieto), y que han sido traídos a la comunidad por otros hermanos para que esta luz de sus vidas ministeriales siendo pobres, no queden escondidas debajo del celemín, sino que alumbren a todos los de casa. Las emociones de esas vivencias de la pobreza sacerdotal nos han sobrecogido y animado en el espíritu, calentando nuestros corazones y animándonos a caminar sin miedo en estos deseos de identidad con Cristo y de fraternidad universal.

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A esto hemos de sumar los momentos de oración y de eucaristía intensos, tranquilos y gozados, así como buenos talleres sobre la realidad del ministerio y la pobreza en los ámbitos rurales Luis Ángel Roldán de Palencia, y la iluminación de la relación entre sacerdocio y pobreza desde la perspectiva de Foucauld, animado por Margarita Saldaña, de la familia espiritual de Foucauld. Nos sirvió también para la reflexión de la pobreza sacerdotal la película “Cartas al padre Jacob” de Klaus Häro (Finlandia 2009)

No ha faltado el sentido lúdico y festivo con una excursión cultural y gastronómica a Arévalo donde fuimos acogidos con cariño por sus parroquianos y hasta la alegría de un concierto de música y cuentos con Luis guitarra y su Carmen Sara.

Una vez más hemos de proclamar con el salmista, que el Señor ha estado grande con nosotros. La invitación a venir y compartir desde el evangelio el tema de la pobreza del sacerdote, nos ha vuelto a hacer sentir que somos presbiterio, que solo hay una misión, que estamos siguiendo al mismo maestro, y que la intuición de A. Chevrier sigue siendo válida e iluminadora situada en este contexto histórico en el que estamos viviendo. Hemos concluido con el corazón encendido y con el deseo de vivir esa pobreza que es riqueza en Cristo, la que libera, genera comunión y hace justicia, la que sólo se puede vivir por amor a Jesús.

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