Jesús en el Talmud (X) ¿Jesús mago (y IV)?


Como escribíamos el otro día resumimos la posición de J. P. Meier en su obra Un judío marginal, II/2, “Los milagros”, versión española, Verbo Divino, Estella, 2002, pp. 630-643. Es la siguiente:
En primer lugar reconocer que entre las manifestaciones extremas del milagro, a favor de otros, y la magia, normalmente en provecho propio o ajeno o en daño de terceros, distinguibles con cierta facilidad, hay muchas zonas grises, en las que discernir entre magia y milagro es difícil. Así incluso en algunos relatos evangélicos, el de la hemorroisa sobre todo (Mc 5,24b-34), que contienen en su opinión indudables resabios de magia. Pero a la vez reconoce que este tipo de curaciones automáticas son atípicas en los milagros contenidos en los Evangelios.

En segundo –argumenta- para entender bien las diferencias es preciso formular una lista objetiva de las características típicas de los relatos de milagro y otra de las narraciones mágicas y compararlas, deduciendo conclusiones.

Tipología media de los milagros evangélicos y de la magia según J. P. Meier:

A. De los milagros evangélicos

• La relación interpersonal de fe y confianza entre el ser humano y Dios es amplio en un contexto de milagro.

• El taumaturgo es ante todo un suplicante que solicita de Dios la fuerza. El contexto suele ser de obedincia a Dios por parte del taumaturgo.

• Jesús en concreto, aparte de breves frases, no pronuncia conjuros.

• No se puede forzar al taumaturgo ni a la divinidad para que se realice el milagro.

• El milagro es entendido como un símbolo o na realización previa del futuro reino de Dios.

• Los milagros de Jesús no son de castigo.


B. Por el contrario, las características del mago y la magia suelen ser las siguientes:

• Se procura una manipulación técnica de las fuerzas sobrenaturales para obtener un beneficio deseado.

• Los beneficios suelen ser modestos y adscribibles al círculo de las necesidades humanas y cotidianas.

• El mago no actúa dentro de un círculo de creyentes, sino solo. “No hay iglesia fundada en la magia”.

• El mago suele pronunciar largos conjuros. Si no se aplica la fórmula exacta no hay acto mágico.

• La magia tiene normalmente un carácter no público, esotérico.

Respecto a la calificación de Jesús como mago, opina Meier en conclusión que “hay una razón simple y de sentido común para no llamar mago a Jesús”. Y es que esa palabra, que tiene un sentido positivo y negativo en el Nuevo Testamento, no es aplicada a Jesús nunca ni por sus amigos ni por sus adversarios. Jesús nunca se calificó como mago, ni tampoco en las décadas posteriores a su muerte, ninguno de sus enemigos lo acusó de tales prácticas.

La aplicación a Jesús de tal concepto es producto de la investigación moderna, que elabora modelos abstractos. Este modelo, en concreto, no es aplicable a Jesús. Los milagros evangélicos sólo generan oposición en ciertos caso de exorcismo (se hacen por poder delegado de Beelzebub); en ningún lugar de los Evangelios se recoge la idea de que los milagros de Jesús merezcan censura o rechazo.

Por último, -sostiene Meier- que no hay pistas fiables para que podamos afirmar con criterios científicos que la apologética cristiana eliminó de los manuscritos evangélicos esa acusación: “La censura cristiana aisló la mayor parte de las referencias a los procedimientos mágicos”. No lo parece, pues en los Evangelios aparecen muchas otras parecidas: Jesús es aliado de Belcebú, un infractor del sábado, un impostor, que afirma (falsamente) ser el mesías, que se hace pasar por rey de los judíos, etc.

Hasta aquí J. P. Meier.

Como puede observarse por esta breve visión de dos posturas encontradas (la de Morton Smith – opositores) a la hora de interpretar las acciones de Jesús, la cuestión es ciertamente compleja. En honor de la primera posición hay que decir que los paralelos presentados con el mundo grecorromano y oriental son abrumadores y que si los evangelios no tuvieran la aureola de sacros, si fueran considerados aparte del ámbito de la fe, la mayoría de los lectores no dudarían en denominar "mágicos" ciertos actos de Jesús, aunque en verdad sólo algunos; respecto a la segunda, se debe confesar que no se dan, sin duda, en los hechos portentosos de Jesús los dos requisitos principales de la magia: no hay coacción a las fuerzas superiores, ni aparece una actuación en provecho propio o en daño de los enemigos.

Pero el gran problema de esta segunda postura que niega en Jesús todo atisbo de magia, radica en que nunca podremos estar seguros, como señalan los del otro bando, cuánto han modificado los evangelistas de lo que pudieron ser las realizaciones del Jesús de la historia. Siempre quedará la eterna duda de la posible manipulación tal como ellos argumentan.

Pero quizás la discusión sea un tanto bizantina. Por un lado, en mi modesta opinión, muchos de los prodigios atribuidos a Jesús que caen dentro del ámbito de la magia o de lo imposible, pueden ser claramente legendarios, con lo que huelga toda discusión (la crítica reciente sólo admite como milagros históricos las sanaciones y exorcismos, ningún "milagro de naturaleza").

Por otro, para la mentalidad del momento en el que los evangelios se compusieron, se debe tener en cuenta que el Antiguo Testamento, en el libro del Génesis no tiene inconveniente ninguno en admitir la existencia de la magia y que los magos de Egipto eran capaces de realizar los mismos prodigios que Moisés. A la magia de esos hechiceros, Moisés contrapone la contramagia divina. Moisés transforma un cayado en serpiente, los magos hacen lo mismo; Moisés cambia el agua en sangre, los magos realizan el mismo prodigio. Todo depende de la divinidad a la que se sirva. Los mismos actos prodigiosos son en un caso mágicos y en otros, milagros.

Aunque no sea fácil pronunciarse de un modo tajante, por mi parte estoy en desacuerdo con la tesis de Morton Smith sobre la calificación global de Jesús como “mago”, porque es sesgada, no hace justicia al personaje en su conjunto -que queda así desdibujado y no caracterizado con los rasgos propios de un profeta escatológico de la restauración de Israel, heraldo de la inminente venida del reino de Dios, que le cuadran mucho mejor- y porque Smith defiende su tesis utilizando las fuentes exclusivamente para sus propósito, utilizándolas indiscriminadamente, mezclando épocas y autores de muy diferente mentalidad y muchas veces fuera de su contexto de sentido común.

Ni que decir tiene la lux dubia que sobre el comportamiento afectivo de Jesús arrojaría una interpretación al estilo del gymnós gymnô de los carpocracianos. Como decimos, el presunto Clemente de Alejandría no abona tal supuesto. Ni aun aceptando la autenticidad de la carta de Clemente, hay fundamento textual para la opinión de que las prácticas libertinas de algunos gnósticos tienen su origen en Jesús histórico. En concreto me parece abusivo obtener tales deducciones de una fuente que él mismo confiesa –puesto que cree a Clemente de Alejandría a quien supuestamente edita- que pertenece a una secta, la de los carpocracianos que, según el Padre de la Iglesia había interpolado ese Evangelio secreto de Marcos, cuyo texto citábamos hace días.

Por tanto no puedo considerar como válido históricamente, con el sólo fundamento de este texto tan dudoso, que Jesús fuera un homosexual. Sencillamente no encaja con lo que de su vida, palabras, doctrina y hechos hemos intentado dibujar siguiendo el método histórico crítico.

Volvamos ahora –como fin de esta serie sobre “Jesús y el Talmud”- al origen que ha propiciado toda esta discusión a propósito del encasillamiento del Nazareno entre los magos que en el mundo han sido: la acusación de magia contra Jesús en el Talmud. En conclusión puede decirse que los datos de este corpus judío sobre Jesús son de segunda mano, tardíos, tendenciosos, llenos de errores cronológicos y poco fiables. Nos transmiten, sin embargo, una confirmación real e indirecta que no abona el radical escepticismo de algunos pocos investigadores que defienden la no existencia histórica de Jesús. En mi opinión, la existencia real de este personaje es indudable y en una pequeña parte condicionó la vida del judaísmo.

Por ello el Talmud y la Misná nos plantean algunos problemas acerca de la personalidad y doctrina del Jesús de la historia. Nos hemos fijado en dos, pero hemos sido lo suficientemente modestos como para exponer sin posturas exclusivistas dos posiciones interpretativas antagónicas. Todo lo que rodea a Jesús plantea problemas históricos de indudable envergadura: cómo fue exactamente el personaje sigue siendo para muchos un enigma aún no resuelto plenamente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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