La hondura y la originilidad con que Francisco ha iniciado y conducido el Sínodo sobre la familia sólo se entiende a la luz de su visión global sobre cómo la novedad salvadora del Evangelio pide ser anunciada en la situación actual de manera que responda a las necesidades prioritarias y esté a la altura
de sus justas exigencias culturales.
a) Su visión de la Iglesia como sujeto activo y corresponsable, explica el gesto inédito de la encuesta previa
Iglesia llamada expresamente a hablar y dialogar con plena libertad, garantizando además el ejercicio de la misma con su presencia atenta, callada y sin interferencias.
b) La opción pastoral que, con sabiduría teológica, renuncia
a imponer un modelo previo en nombre de una tradición ya elaborada, abre las puertas a una reflexión creativa. No pre
tende disponer las soluciones ya hechas, sino que exhorta a dejarse guiar por el Espíritu Santo, para no frustrar el sueño
de Dios" e ir "más allá de la ciencia, para trabajar generosamente con verdadera libertad y humilde creatividad". Esto es decisivo, porque en la confusión de planos reside el núcleo de las resistencias que pretenden defender en nombre de la fe lo que son concreciones morales condicionadas por su circunstancia histórica.
c) En ese espíritu de comprensión se ejerce la otra dimensión: la necesidad de partir de la experiencia, ganando libertad desde el enraizamiento firme en la seguridad que da la confianza en la fidelidad del amor divino. De ahí la necesidad de que los teólogos "no se contenten con una teología de escritorio", los pastores recuerden "que la autoridad en la Iglesia es servicio" y comprendan todos que lo fundamental es "derramar el aceite y vino sobre las heridas de los seres humanos", sin ceder a la tentación de mirar a la humanidad "desde un castillo de cristal para juzgar y clasificar a las personas.
En esta actitud, ante el problema de la comunión de los divorciados, el rigorismo pierde el sentido, porque se hace claro lo fundamental: "la Eucaristía...plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un alimento para los débiles": pues "la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas" (EG 42).
Cerraré estas reflexiones, con dos citas de Juan de la Cruz: "el mirar de Dios es amar": llamada a la comprensión, a la solidaridad, al apoyo y a la acogida generosa. Y el "mirar de Dios es crear": rompiendo nuestras estrecheces y ensimismamiento eclsiástico, para entregarse creativamente a la novedad divina, siempre volcada en favor de la realización de una humanidad más humana.
Ver: Andrés Torres Queiruga, Cristianisme i Justicia
nº 192.diciembre de 2014.
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