Donde está tu corazón está tu cielo. La experiencia de la Cábala

He presentado ayer (en el contexto de la fiesta de la Ascensión de Jesús: 16, 5.2021) el motivo de la Ascenso o Subida celeste de Henoc, el sabio judío,  que subió al cielo estando vivo, en una visión, y que fue arrebatado al cielo más tarde, sin tener que morir.

Ése tema del “acenso visionario” al cielo ha sido evocado por San Pablo (quien dice que subió al tercer cielo… 2 Cor 12, 2), pero no puede aplicarsea la Ascensión de Jesús, conforme al evangelio.

   De la Ascensión de Jesús trato mañana, el día de su fiesta.  Hoy me detengo en la visión preparatoria de los cabalistas judíos, que se preparaban para tener ascensos y raptos divinos.

Se dice que vieron (veían) cosas que otros simples mortales no vemos; penetraban en el cielo de su propio "dios" interior, subían al cielo de Dios, más allá de las estrellas, a través de raptos visionarios, peligrosamente preparados, entre el éxtasis superior y la locura. 

   Eran "astronautas" del alma, los mayores que jamás han existido. Dicen que Santa Teresa penetraba como ellos en el cielo de su corazón que era Dios, en la séptima estancia sagrada... Dicen que Cervantes se rió de estos "viajes de cielo", engañando a Don Quijote que pensó que los hacía montado sobre un animal celeste...

 Pero dejemos las preparaciones, vengamos a los viajes celestes,ascensiones y raptos sagrados de la Cábala judía, en los bordes del cristianismo

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Introducción

Antes de exponer el tema de los “ascensos místicos al cielo”, tal como están codificados en la Cábala judía, debo empezar aclarando algunas cuestiones preparatorias. Se ha solido decir que hay siete cielos (que corresponden a los siete planetas) o tres cielos, como en el caso de san Pablo (la bóveda del cielo, el cielo de las estrellas y el cielo de Dios).  Pero yo prefiero hablar de   cinco cielos:

a) El primero es el “cielo cósmico”, del que empieza hablando la Biblia: En el principió creó Dios los cielos y la tierra. Ese cielo es el mundo “superior” del sol y la estrellas, como referencia superior hermosura, de estabilidad, de vida múltiple y misteriosa.

b) En segundo lugar, hay un “cielo interior”, que no está fuera, sino que es una dimensión o momento esencial de la (posible) experiencia de los hombres. Millones de hombres y mujeres, de muchas religiones, han descubierto y explorado ese “cielo de Dios” como interioridad, en en su mismo corazón, de forma que “han subido (descendido) al cielo” penetrando en sí mismos.

c) El tercer lugar, hay un “cielo comunitario de amor o de vida”, que se identifica con la experiencia profunda de encuentro y comunión de unos hombres con otros. Éste es el cielo del amor mutuo, del éxtasis de vida que busca y ama vida, de comunión personal (de amor mutuo, de enamoramiento)… Es, al mismo tiempo, el cielo de la historia humana como lugar de revelación de lo divino.

d) En cuatro lugar hay un cielo futuro de esperanza, el cielo que vendrá, el reino de Dios, como plenitud de vida. Éste suele ser el cielo que evocar los cristianos, que no esta sólo arriba, ni solamente dentro, ni en la historia, sino en futuro de la esperanza vinculada a Cristo.

e) El quinto lugar, el cielo de los cristianos se identifica con Dios en cuanto tal, como persona suprema, Vida de todas las vidas, Amor de todos los amores, aquel en que vivimos, nos movemos y somos.

El templo de Jerusalén y la mística del cielo.

De ese cielo múltiple, tal como ha sido explorado por la cábala judía, en la línea del “ascenso de Henoc” y de un tipo de espiritualidad contemplativa quiero hablar en lo que sigue. Este es un cielo que puede compararse con el “cielo interior” de Santa Teresa, con el cielo de las grandes visiones de Dante y de gran parte del pensamiento cristiano medieval.

 Hay muchos autores que piensan que la fiesta cristiana de la Ascensión deriva de ese tipo apocalíptica judía y de la mística oriental antigua,  que ha sido relacionada con un tipo de Teología Celeste, que se habría desarrollado desde el siglo II a.C. en el Templo de Jerusalén, antes de su destrucción (el 70 d. C.).

 En aquel templo, junto a los sacerdotes oficiales, expertos en leyes sacrificiales y en normas de pureza externa, había grupos de sacerdotes que habrían desarrollado una mística de ascenso a lo divino.Así lo ha puesto de relieve Margaret Barker (investigadora británica, nacida el año 1944), en una serie de libros dedicados a la mística del templo de Jerusalén: The Gate of Heaven (1991) • The Great Angel (1992) • The Risen Lord (1996)  • Temple Theology (2004)  • Temple Themes in Christian Worship (2008) • Temple Mysticism (2011).

La Cábala judía. Seminario a cargo de Manuel Forcano | Actividades | CCCB

              Según ella (M. Barker), conforme a esos libros, la Ascensión de Jesús no sería una experiencia pascual de la Iglesia, después de la muerte de Jesús, sino una expresión de la experiencia de ascenso al cielo que Jesús tuvo antes de haber. Jesús fue un místico, y fue a Jerusalén para “subir” al cielo, a través de una experiencia interior. Eso es lo enseñó a sus discípulos. Su muerte posterior fue secundaria.

–- Ese mismo tema del ascenso a lo divino ha sido desarrollado por numerosos apocalípticos judíos, entre ellos por 1 Henoc, como ayer conté  en este blog. En esa línea, la Ascensión de Jesús no podría tomarse como una experiencia posterior (tras la muerte de Jesús), sino como una experiencia mística que Jesús y algunos de sus discípulos tuvieron.  

– Ese “ascenso divino” ha sido codificado por la Cábala, como ha mostrado de forma extraordinaria el libro de J. H. Laenen, La mística judía, Trotta, Madrid 2006. Para situar el tema en clave mística quiero recoger algunos párrafos de ese libro, como verá quien siga leyendo este post.

La Mística Judía. Una Introducción Estructuras y Procesos. Religión:  Amazon.es: J.h Laenen: Libros

Como diré mañana la singularidad de la experiencia cristiana de la Ascensión de Jesús no puede interpretarse desde la mística del templo de Jerusalén (en la línea de M. Barker), ni desde la especulación apocalíptica de 1 Henoc, ni desde visiones posteriores de la Cábala judía o del Islam, sino desde la historia y compromiso de Jesús, a favor del Reino de Dios.

1. Presupuestos y preparativos de la Ascensión mística de la Cábala.

Había en el judaísmo del siglo V-VI d. C. escuelas en las que se iniciaba a los devotos, capacitándoles para realizar el gran viaje celeste. A fin de ser admitido en un grupo o escuela de este tipo, el aspirante debía cumplir ciertas condiciones. Para comenzar, un novicio tenía que satisfacer ciertos requisitos morales. Ante todo, tenía la obligación estricta de cumplir todos los mandamientos de la Halaká, las reglas de la vida diaria judía. Además de eso, debía someterse a un examen quiromántico (lectura de la palma de la mano) y metoposcópico (lectura del rostro). Conforme a ello, cualquiera que deseara ascender a través de los reinos celestiales debía poseer el carácter exigido que le hiciera capaz de completar con éxito un viaje de ese tipo.

La Escalera del Divino Ascenso de San Juan Clímaco. Ícono ruso, ca. 1650.  Museo de Iconos de Rusia. Massachusetts.… | Arte cristiano, Arte bizantino,  Arte histórico

Después que el novicio había sido admitido en el grupo místico, e iniciado en las tradiciones esotéricas y místicas, podía prepararse para realizar un viaje a través de los palacios de los siete cielos, hasta ascender al Trono de Dios. Cada explorador del cielo, fuera éste el primer viaje que emprendiera, o uno más entre otros muchos, tenía que prepararse con mucho cuidado para la travesía. Después de una extensa preparación, que era de tipo ascético – entre otras cosas debía ayunar por siete días –, el místico debía tomar en consideración lo que otros habían experimentado ya en sus viajes celestiales.

Después, adoptaba la postura adecuada y se sentaba, poniendo la cabeza entre sus rodillas. En esta postura, recitaba plegarias e himnos extáticos, como en un susurro, lo que provocaba una suerte de auto-hipnosis. Absorbido en un estado de profundo olvido de sí, el místico veía con los ojos de su mente cómo aparecían los palacios celestiales, a través de los cuales podía comenzar la travesía.

2. Ascenso a través de los palacios celestiales .

Los relatos de experiencias místicas en los diversos textos de los Hekalot, con contenidos algo distintos. Esto se debe no sólo al hecho de que cada místico experimentaba el itinerario celeste de un modo enteramente individual, sino también al hecho de que en los diversos periodos en los que estos grupos de místicos se mantuvieron en actividad se produjeron variaciones de contenido, mutaciones de énfasis y cambios de terminología.

Las descripciones de los místicos de la Merkabá (es decir, del Carro de Dios, que les lleva hasta el cielo) ofrecen una visión del ascenso que se realiza a través de unos cielos que están situados unos encima de otros. La marcha visionaria del místico le conduce a través de siete cielos, cada uno de los cuales contiene a su vez siete palacios. A través de su marcha, el místico no tiene más que una finalidad: contemplar la Figura Divina sobre su trono celestial glorioso. Esta marcha no carecía de peligros y, en la medida en que el recorrido iba progresando a través de las moradas celestiales, las dificultades se volvían mayores. Sin una minuciosa preparación, un viaje de este tipo estaba condenado al fracaso.

Para desplazarse de un palacio al otro, el místico tenía que pasar a través de puertas muy custodiadas. Los porteros (guardianes de las puertas) eran seres angélicos, encargados de impedir el paso o de maltratar a los viajeros. Ante cada palacio donde deseaba ser admitido, el explorador tenía que mostrar a los porteros-guardianes los sellos o contraseñas adecuadas (hotamoth). Estos sellos estaban compuestos por nombres divinos, fórmulas secretas o combinaciones arbitrarias de letras del alfabeto hebreo, que concedían al místico el poder de superar los peligros y de ascender a través de los mundos divinos.

El factor decisivo era que el místico conociera los nombres de los ángeles que iba encontrando en el camino. A través del conocimiento del nombre del ángel respectivo, el explorador adquiría un cierto poder sobre ese ángel. Por otra parte, ese viajero celestial podía protegerse a sí mismo contra los grandes peligros cantando himnos en los cuales Dios era alabado o usando imágenes cargadas de poder mágico.

A medida que iba creciendo el grado de dificultad en esas fases del camino, crecía también el riesgo de que, en algún momento, el místico realizara algún gesto equivocado, de manera que los vigilantes o ángeles enemigos pudieran simplemente impedirle la entrada en un área más alta. Cuanto más alto estuviera, más difícil le resultaba ofrecer la información necesaria a los poderes celestiales para conseguir su ayuda. El viajero tenía que enfrentarse con visiones engañosas y debía entrar en relación con ángeles destructores, que intentaban confundirle.

La Santa Escala" de San Juan Clímaco | FreeLibros

3. Prueba final. Ante el séptimo cielo: Agua y fuego

La prueba más difícil de todo el proceso se hallaba centrada en el paso entre la sexta y la séptima o última morada. El explorador místico tenía que mostrar aquí que podía distinguir entre mármol brillante y cristalino… y el agua física, distinción que resultaba evidentemente muy difícil. Si en un momento dado el místico confundía el mármol con el agua, no superaba la prueba, se hundía en el mar del mundo, volvía a la tierra. En este caso, enormes masas de agua anegarían al viajero y ya no podría completar su travesía celeste. También el elemento fuego jugaba un papel importante durante el proceso a través de las regiones celestiales.

Algunos relatos afirmaban que, tan pronto como efectuara un juicio equivocado o no conociera la fórmula correcta, el viajero sería consumido por fuego. Otros relatos hablan del fuego como una experiencia extática en el momento de la entrada en el primer palacio. La forma literaria de los relatos de ascenso está constituida a veces por un diálogo, como por ejemplo cuando, en una conversación, dos o más rabinos se van comunicando la recta manera de alcanzar las visiones del reino celestial.

Un rabino que ha realizado ya la travesía en una ocasión anterior comenta con otros su experiencia, los peligros que ha encontrado y las oraciones, himnos o nombres, construidos con combinaciones particulares de letras, que él ha utilizado para ir progresando a través de los palacios. Los demás rabinos responden a su exposición formulando nuevas preguntas o relatando sus propias experiencias.

Con frecuencia, el diálogo viene a convertirse en una especie de instrucción: no sólo se le ofrece al viajero el contenido de lo que dirán o cantarán los seres celestiales, sino que se le imparte una enseñanza sobre aquello que debe decir o contestar en concreto y sobre las fórmulas que deberá emplear para enfrentarse con los diversos ángeles en las diferentes fases del ascenso.

4. La visión del Trono celestial.

Después que ha superado todas las pruebas, tras un largo y difícil viaje, a través de las regiones celestiales, el viajero místico, que sube con el Carro de Dios hasta el Gran Carro celeste de la Merkabá, alcanza finalmente la meta de su viaje: la visión del Santo sobre el Trono de gloria. Aquí, en el séptimo palacio del séptimo cielo, Dios, el Santo Rey, que ha “descendido” de un lugar que resulta desconocido para la humanidad, ha ocupado su puesto sobre su Trono de gloria. El viajero queda totalmente deslumbrado por la visión de los misterios del Trono divino.

El Santo Dios solía hallarse revestido con una deslumbrante indumentaria celestial, irradiando una luz blanca y llevando una corona que destellaba con rayos de luz. Desde el mismo Trono, hecho de cristales centelleantes y de lapislázulis color azul celeste, brotaban ríos de fuego, cruzados aquí y allí por puentes. Sentado sobre su trono, rodeado por ángeles que cantaban sin cesar himnos a Dios y a su reinado, Dios revelaba su gloria escondida ante el alma del místico. Cuando el místico iba subiendo, había a veces algunos compañeros sentados a su lado, a su derecha o a su izquierda, que escribían rápidamente lo que él iba experimentando en éxtasis. En sus descripciones extáticas, estos relatos de los místicos de la Merkabá reflejan un enorme respeto por la santidad del mundo del Trono (es decir, del ámbito celeste). Algunos relatos hablan de una cortina o colgadura (pargod) detrás de la cual aparecía representada la figura divina sobre el Trono.

Esa cortina separaba a Dios de todos los restantes seres o cosas que pertenecían al Trono-carro. Sobre esta cortina, que era mantenida por ángeles, se encontraban bordados los arquetipos –ideas o pensamientos de Dios –, los modelos preexistentes originarios de todo lo que se va desplegando desde el comienzo al fin de la vida sobre el mundo. Cualquiera que mirara estos modelos conocía los secretos de la creación y de la redención del mundo.

5. Algunas ideas básicasa. Dominio sobre los ángeles.

En todos los textos existentes, la magia de lenguaje ocupa un importante lugar. A menudo encontramos largos sumarios de nombres angélicos. Los “ángeles” en la literatura de los Hekalot son poderes divinos, cada uno de los cuales posee su propio nombre, que indica las cualidades divinas específicas del poder que expresa. En esta literatura, todo parece girar en torno al conocimiento de los nombres de los ángeles.

Por medio del uso del nombre de un ángel particular, un hombre se vuelve capaz de alcanzar poder sobre ese ángel. Sin el conocimiento de los nombres secretos de los poderes divinos, resultaba imposible subir a la morada celestial más alta, al séptimo palacio del séptimo cielo, para contemplar al Rey en su Trono divino. Los numerosos nombres angélicos que se encuentran en los textos místicos están construidos con diversas combinaciones de las 22 letras del alfabeto hebreo. Algunos de esos nombre son largos y resultan impronunciables y carecen de un significado discernible; otros están formados, en particular, por combinaciones sistemáticas de letras. A fin de poner de relieve los poderes (mágicos) de las letras, los místicos de la Merkabá utilizan una forma de escritura especialmente destinada para ello.

6. Fórmulas mágicas.

Por otra parte, en las obras místicas hallamos una gran cantidad de fórmulas mágicas, de encantamientos, de pronunciación de palabras y, sobre todo, de utilizaciones mágicas de los nombres (divinos). Además de eso, en muchos textos, el tema central está constituido por la adquisición de sabiduría. Esa sabiduría, formada por un conocimiento intenso de la Torah y de la Ley Oral, sólo podía adquirirse tras años de estudio. A través de la magia y de la pronunciación de palabras (secretas), el explorador del cielo intentaba adquirir la posesión de esta sabiduría sin necesidad de realizar esfuerzos por sí mismo. De un modo particular, muchos místicos deseaban alcanzar ardientemente la sabiduría divina que se suponía que Moisés había recibido de Dios sobre el Sinaí.

A primera vistas, estos hechos pueden ofrecernos la impresión de que la mística de la Merkabá se relacionaba sólo con la magia. Ciertamente, algunos investigadores modernos defienden esa perspectiva: ellos suponen que el elemento mágico constituye el rasgo más importante de la mística de la Merkabá, mientras que el ascenso a través de las regiones celestiales resultaría sólo un tema de menor importancia.

7. Nombre divinos. Himnos y oraciones.

 El conocimiento de los nombres angélicos constituía un medio para establecer la estructura del mundo divino. En esta perspectiva, lo que ocupa un lugar central en la literatura de los Hekalot es el conocimiento místico de los nombres divinos. Un lugar importante en la literatura de los Hekalot lo ocupan los numerosos himnos y oraciones, cuyo elemento principal está constituido por la alabanza de Dios.

Los ángeles que rodean el carro del Trono cantan sin cesar el carácter sagrado y la majestad de la Divina Figura, sentada sobre el Trono, y ensalzan la gloria de su reino. Unos y otros, los seres celestiales en sus palacios y también los exploradores del cielo cantan himnos que pueden recibir a veces la forma de diálogo entre Dios y el viajero o entre dos o más rabinos que describen las regiones celestiales, mientras el místico va recibiendo instrucciones a lo largo de su ascenso. La recitación rítmica de himnos servía para suscitar el éxtasis.

Por medio de movimientos, ejecutados mecánicamente, y a través de una larga repetición monótona de palabras con sonido semejante, con el retorno regular de palabras clave, enfatizadas en un ritmo cíclico, y a través de encantamientos mágicos, expresados en forma creciente (en crescendo), el místico alcanzaba un estado de éxtasis. La mística del lenguaje jugaba también una función importante en todo este proceso. A menudo, el vocabulario tradicional hebreo se mostraba evidentemente poco adecuado para describir las experiencias extáticas de los viajeros del cielo en las moradas divinas.

Para nosotros, el lenguaje en el que están compuestos los himnos resulta más bien ampuloso y extraño, lleno de oscuras adivinanzas, combinaciones de palabras y neologismos. Pues bien, a pesar del rechazo y de la resistencia que los círculos rabínicos no-místicos han mostrado hacia aquello que, a su juicio, constituía una alabanza exagerada y excesiva de Dios, los himnos y oraciones de la mística de la Merkabá han dejado huellas en la liturgia tradicional posterior del judaísmo.

8. Dios, el Metatron.

Las tradiciones del Metatron (Dios-Trono, Hombre celeste…) ocupan un lugar importante en relación con el espacio que rodea al Trono. Metatron puede tomarse como el ser más poderoso del mundo divino, ocupando el segundo lugar tras Dios. Él está sentado sobre un trono que está subordinado al Trono de gloria de Dios y ha sido iniciado por el mismo Dios en todos los secretos divinos, incluidos aquellos de la creación.

En los relatos místicos, este Metatron, que es el más alto de los ángeles, ofrece el relato de su metamorfosis, que le ha convertido de ser humano en ángel, y habla de las jerarquías de los tronos y los ángeles.

Es más, él revela al místico los misterios de la Merkabá. Originalmente, Metatron fue un ser humano, que había recorrido un camino que le había conducido hasta su categoría actual, como Primer Ángel, el más alto de todos los seres creados. Otro nombre de Metatron es el de Príncipe de la Faz (Sar ha-Panim). Las tradiciones sobre Metatron hunden sus raíces en la apocalíptica judía, con la figura de Henoc, del que la Biblia dice que caminó según Dios (trató con Dios) y desapareció, porque Dios se lo llevó (Gen 5, 24). En esta literatura se afirma que Henoc ha sido conducido al cielo, donde se le han revelado misterios divinos: el fin del mundo y la redención futura. Estas especulaciones esotéricas desembocaron con el tiempo, dentro de la mística de la Merkabá, en el ángel Metatron.

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