Catorce preguntas sobre la pandemia (Covid 19). La respuesta de la vida

He publicado ayer en RD una larga y compleja entrevista que me hacía M. Arbaiza en Iglesia Viva sobre el Covid 19. Hoy recojo y presento en forma de  esquema sus elementos básicos en 14 preguntas y respuestas. Sé que es necesaria la vacuna química y el cuidado sanitario. Pero es más importante la "terapia de humanidad", y así la presento desde un punto de vista social, de experiencia y esperanza de nueva humanidad.

1. La Pandemia ¿un miedo religioso?

  . En un plano químico‒biológico, la Covid no tiene que ver nada con la religión. Pero en otro plano nos sitúa ante un hecho religioso, esto es, ante el sentido originario de la vida. Las religiones nacen de la vivencia de la muerte, pero luego, al racionalizarse, sirven para controlar su miedo, de tal forma que en un momento dado podamos vivir sin pensar en la muerte, metiendo a Dios y a la muerte en la cámara oscura, donde ocultamos y justificamos a las víctimas, como hacía el sacerdote judío, entrando cada año con la sangre borbotante del chivo expiatorio en el templo conforme a la liturgia de Lev 16. Pero ha venido la Covid 19 y hemos tenido que sacar a Dios del cuarto oscuro, para que nos diga lo que somos, una frágil vida de miedos y amores, a flor de muerte. Esto nos pone ante una gran mutación. 

2. La Pandemia ¿un momento para volver al Templo?

 El sacerdote judío de  Lev 16 entraba en el templo con la sangre del chivo expiatorio… y así queremos seguir entrando muchos. Pero la carta a los Hebreos sabe que la entrada anual del Sacerdote en la cámara de Dios, con sangre expiatoria de muertos inocentes, es inútil, es mentirosa. Lo que tenemos que hacer es lo contrario: Abrir la puerta, romper el velo para mirar cara a cara a la vida  a la muerte, para reconocernos (aceptarnos) como somos. En ese sentido la Covid no es una simple interrupción, sino que ofrece la posibilidad de una mutación social, cultural y religiosa, más allá de la simple evolución que ha dominado hasta ahora. La Cov 19 ha de ser una ocasión para situarnos cara a cara ante el tema de la vida y de la muerte, ante el tema de la religión. 

3. ¿Cómo está Dios en la peste, es decir, en la Covid 19?

            Según el mito hebreo, el Dios del templo habita en medio de la peste, como promesa de vida en el riesgo de la muerte. Lo malo es que hemos querido emparedarle en un Santo de los Santos, en vez de decir que está en nosotros, que nosotros mismos somos presencia de Dios, riesgo de muerte y promesa de vida.  Los judíos de Jerusalén construyeron un templo (una religión de ley) para que les librara de la peste, y de esa forma esclavizaron más a todos, como dice san Pablo… Pero la carta a los Hebreos contesta que no hace falta ese templo, ni esa religión, pues la misma vida de los hombres es el templo, para que así podamos existir en medio y por encima de la peste, con la ayuda de nuestro saber, de toda la ciencia, pero siempre al servicio de la humanidad. Según eso, la vacuna de la ciencia es importante en un tiempo de peste, pero se necesita una vacuna o fuerza superior, una vacuna de humanidad, y aquí se plantea de nuevo el tema de la verdadera religión. 

4. ¿En qué se diferencia la vacuna científica y la vacuna religiosa?

 La vacuna frente a la Covi9 19 es la vida… en todos los sentidos. Tiene que ser una vacuna “científica”, es decir, de medicina racional, la necesitamos con urgencia. Pero, al mismo tiempo, ha de ser una vacuna de humanidad, sabiendo que la vida del hombre está hecha de esperanza de futuro sobre la muerte o, quizá mejor, en la misma muerte. El ser humano es el único viviente que ha descubierto y sabe que muere, y a pesar de ello persiste, se ha esforzado por vivir, sospechando de algún modo que la muerte es un servicio a la vida, en forma de presencia distinta, de pervivencia o resurrección, como dirán los cristianos. Pues bien, nuestro sistema racional (político, económico)  ha querido ocultar la muerte y vivir olvidando su amenaza y su promesa, sometidos a lo que Jesús llamaba “Mammona”, la imposición de unos sobre otros. Pues bien, en esa línea, la vacuna científica es buena y necesaria. Pero tenemos necesidad de un tipo de vacuna superior de humanidad, la vacuna de la vida como experiencia de amor y gratuidad, por encima de la muerte.  

5. Vivir es aprender a morir, morir es empezar a Vivir

            La verdadera Vacuna consiste en aprender a vivir para regalar y compartir la vida con los demás, para regalarla a los que vienen, a los que nosotros hacemos (queremos) en amor que vengan, sabiendo que Dios es la Vida” (Hai, dicen los judíos) en un camino de la muerte. En Él vivimos, nos movemos y somos, como dice Pablo en Hch 17, 28. Dios no está fuera para recomponer algunas cosas mal compuestas, ni para tapar agujeros que hemos podido abrir, como quieren muchos. Está dentro, asumiendo y compartiendo el riesgo y camino de una vida que se entrega y recrea por la muerte: Somos quienes somos porque morimos, resucitando en los demás, siendo así germen, semilla de vida, y eso debemos decirlo sobre todo en la pandemia.

En esa línea se puede y debe hablar de un “sufrimiento” para el parto de la nueva humanidad, como sigue diciendo Pablo en Rom 8. La humanidad entera, todo el cosmos, dice Pablo, está gimiendo, en dolores de parto, esperando la Vida. Se trata, por tanto, de aprender a sufrir para vivir, para pasar del “yo egoísta”, cerrado en sí, contra los otros, al “yo altruista”, al yo verdadero que resucita y vive, se despliega en los demás, en un Cristo que es la humanidad divina, ante (y en) nosotros.

6. Cómo hablar de pecado y superarlo en este contexto de muerte

 Parece que Covid 19 nos ha puesto ante un tipo de “pecado original”, evocado simbólicamente por Génesis 2‒6 y por san Pablo (Romanos 1‒5), como si fuera necesario encontrar culpables.  No lo digo yo, lo dicen muchos, desde políticos a gente de la calle: ¡Cuando encontremos los culpables y los metamos en la cárcel o los matemos podrá solucionarse todo!  Pero yo no puedo pensar ni seguir en esa línea.  

Hay, sin duda, un pecado especial, un desajuste, un gran riesgo de violencia pura muerte en el despliegue de la historia humano, un pecado que se manifiesta de un modo especial en ciertos grupos de poder, y puede hablarse también de un pecado de la humanidad, que en vez de optar por una vida al servicio de la Vida ha optado por una economía y política de muerte, condenando a los más pobres. Éste es el pecado imperdonable: Utilizar y matar, de forma directa o indirecta, a los pequeños, impidiéndoles que vivan (cf. Mc 3,22-30 y Mt 12,22-32). Ese pecado no tiene perdón, pues si no cambiamos moriremos todos, a través de un tipo de suicidio cósmico‒biológico.   

7. De David a Jesús: Del templo cerrado a la calle de la vida (del perdón)

   David levantó un altar para conjurar ese pecado; Jesús, en cambio, salió a la calle para acompañar a los enloquecidos, leprosos y excluidos, para acompañar con promesa de vida a los “apestados” de la muerte. En ese contexto pueden y deben decirse quizá tres cosas:

  1. La Covid 19 no es castigo de Dios por el pecado de los hombres, sino una parte del riesgo de la vida. “Dios” (así, entre comillas) ha querido que la vida humana surja del proceso químico‒biológico de una naturaleza amenazada (¡y enriquecida!) por formaciones de tipo vírico, bacteriano etc.
  2. La naturaleza es generosa pero se defiende en una línea que parece de talión, es decir, de justicia de venganza. El Dios cristiano puede siempre perdonar, la naturaleza no puede, y responde con talión (ojo por ojo…). En ese sentido, algunos piensan que la Covid 19 es un talión biológico, una “venganza cósmica”.
  3. Pero los cristianos se atreven a decir que Dios es más que naturaleza. No va en contra de ella, pero la transciende en una línea de gratuidad y libertad. Ciertamente, en un sentido, la naturaleza “no perdona” (en general), pero Dios perdona siempre, abriendo un camino de vida sobre la misma Covid 19. Éste es su exceso y excepción de la que he venido hablando.

8. ¿Cómo actúa Dios por encima de la naturaleza?

 Actúa “en la naturaleza”, no “sobre”, ni  en contra de ella, y lo hace de dos formas. (a) Como siembra y promesa de Vida en esta tierra amenazada por la Covid 19 y el talión de la naturaleza, como sabe la parábola del Sembrador, de Mc 4, 3‒9. (b) Actúa ¡al mismo tiempo! por los hombres a quienes pide que sean semilla de gratuidad, dirigiendo (encauzando, curando…) los riesgos de la naturaleza, en vez de aumentarlos, como sucede en la actualidad.

          Ciertamente, asistimos a una gran carrera de vacunas por prestigio nacional y por dinero. Muchos han puesto su confianza en ella, diciendo que será omni-salvadora, por no decir omni-potente.  La mayoría de los católicos han dejado de rezar a los Santos de la peste (Roque, Sebastián), y sólo confían en Santa Vacuna. Piensan que la Covid 19 es un “agujero negro” del talión de la Naturaleza, pero que la Santa Vacuna de la Ciencia logrará taparlo... Pero la simple vacuna química resulta insuficiente. Pero, sin rechazar en modo alguno la vacuna de la ciencia, necesitamos una vacuna superior, una cura, de humanidad.

9. El riesgo de una vacuna que podría traer males mayores

  . En este contexto suelo evocar un dicho de Jesús sobre los malos exorcistas, que parecen curar sin hacerlo, de forma que los demonios expulsados (vacunados) van por ahí, recorriendo el desierto, hasta que “piensan”, y se alían con otros siete demonios peores y vuelven y ocupan la casa del antes enfermo e infectan más enfermedades (cf. Mt 12, 43‒45; Lc 11, 26‒28). Éste es un texto extraño, pero retrata lo que puede hacer un tipo de religión y de vacuna, como decía expresamente Jesús en Mt 23,15 (recorréis tierra y mares para convertir paganos y los hacéis peores que antes) y como ha repetido Michel Foucault en algunas páginas memorables sobre médicos, enfermos y locos.

Jesús sabía de qué hablaba. No rechazaba las vacunas (los exorcismos de entonces, siglo I d.C.), pero sabía que hay vacunas (exorcismos) que parecen curar, y en algún sentido curan, pero lo hacen para seguir creando enfermedades peores. Muchos quieren y piden vacunas, pero no para curar a todos sino para fortalecer a los privilegiados del sistema, de manera que la post‒vacuna será peor que la Covid antigua.

10  ¿Cómo se compagina eso con el sistema sanitario? ¿No querrás condenarlo en conjunto?

 ¡De ninguna manera! Este sistema, especialmente si es público, al servicio de todos, es uno de los grandes logros de la modernidad. Pero en su fondo, dirigiendo los hilos del “aparato”, puede haber una máquina egoísta que se aprovecha de la Covid 19 para ganar mucho dinero y someter más a los hombres. No me opongo en modo alguno a la vacuna, pero quiero que ella sea no sólo químico-biológica, sino humana, en el sentido radical de la palabra. Que con ella se descubra y diga lo que está al fondo del sistema sanitario, en línea económico-social, para así vincular las buenas vacunas de tipo químico-biológico, y la más honda de la terapia y justicia de la vida, en la línea de lo que quiso Jesús y han querido otros hombres generosos.

11.  ¿No vuelves a quedar en manos de un Dios mítico, fuera de la ciencia?

 No quisiera dar esa impresión.  Quiero la vacuna química, pero añado que la vacuna principal es la aceptación del sentido de la vida, la opción gratuita por el bien de todos, empezando por los más pobres, el descubrimiento de la vida como regalo, al servicio de la resurrección, es decir, de la Vida de todos. Sí, esa experiencia y esa opción, una vacuna simplemente química, bajo el dictado del capital, podría acabar destruyendo aún más la vida de los hombres en el mundo. (cf. Mt 6, 24).

Lo que quiero es una curación integral, en la línea de Jesús, que aceptando en su plano a los médicos, quería liberar de un modo gratuito (por humanidad) a los más pobres, caminando con ellos en acogida y compasión, en gozo compartido, en esperanza de Reino. En ese sentido, la ciencia médica es hoy absolutamente necesaria, pero al servicio de la vida concreta de todos, no sólo en los países ricos, sino en el mundo entero, en comunión personal, en justicia, en solidaridad.

El Dios de Jesucristo no está fuera, como ser extra mundano, que a unos cura, a otros destruye, sin que sepamos cómo. Dios es el Impulso de fondo de la Vida, así, con mayúscula, también en el sufrimiento, no por masoquismo, sino por solidaridad, para sufrir con los que sufren, morir con los que mueren, abriendo en y con ellos un camino de bienaventuranza, es decir, de gozo fuerte, de placer intenso, como en “parto” para el nuevo nacimiento. A ese Dios oramos con la misma vida, es decir, siendo amor generoso a los demás.  

12.  ¿Crees que saldremos más humanos de esta experiencia del Covid 19?

 Espero y quiero… y en el fondo creo. De lo contrario, este Covid 19 será un tipo de ensayo general para males peores... Pero otros podrán (¡podremos!) salir mejorados, si encontramos en la “peste” un medio, un lugar, para encontrarnos y reconciliarnos, desde la debilidad, sin dejarnos dominar por un sistema de salud que se puede utilizar para esclavizar a los menos capaces en línea de poder.  

En esa línea, he querido escribir un libro sobre la Peste, desde la perspectiva de la historia de Job, contada en la Biblia, y lo he titulado Los caminos adversos de Dios. El libro de Job es el libro de la gran peste, del riesgo de peste en que vivimos… Un riesgo del que sólo podemos salir a través de un gran respeto por la naturaleza y, sobre todo, a través de un gran amor hacia los necesitados, los enfermos, los murientes.

Los Caminos Adversos De Dios: Lectura de Job: 5 Fuente: Amazon.es: Pikaza  Ibarrondo, Xabier: Libros

 13. ¿Necesitas, según eso, a Dios para salir de la peste?

 No me gusta esa palabra “necesitar”. Yo necesito un desayuno a la mañana, una cama en la noche… A Dios no le necesito de esa forma, podría vivir sin él. Pero me ha venido, por la historia de mis antepasados, por el testimonio de Jesús, por muchos amigos, y ésa ha sido para mí la mayor de las sorpresas…  Dios ha sido y es para mí la gran “excepción” oculta y actuante en el gran desierto de la Covid 19, una parada sorprendente que me ha permitido buscar fondo y altura y anchura…, siempre en y con los otros.

No necesito a Dios para “salir” de la Covid 19 en un sentido puramente “químico”, ni le necesito  tampoco para “ser mejor persona” en sentido puramente moral. No creo que se pueda andar diciendo por ahí que “soy mejor porque creo o soy cristiano”, o que nosotros somos los mejores por ser cristianos. Ese lenguaje me parece infantil. Los cristianos no necesitamos el sufrimiento para ser mejores o para que lo sean otros, pero tenemos que ser solidarios con los que sufren, si es que creemos en Jesús. Le preguntaron: “Por qué está ciego aquel mendigo de Jerusalén, quién tiene la culpa”. El respondió: “Ahora no es tiempo para hablar de culpas, sino para ver lo que podemos hacer por él, cómo podemos acompañarle” (Jn 10).

14.  Los templos vacíos y las Iglesia de las Catacumbas

 Es buen final el tema de las catacumbas. Hay una sociedad triunfante, que aparece incluso en los medios de comunicación de la Iglesia, que quiere que todo esto de la Covid pase sin mover un dedo (cf. imagen de Lc 11,46), para que ella (la Iglesia) sea sociedad perfecta (¡de los que pueden triunfar!), imponiendo de nuevo un tipo de magisterio superior sobre pobres y excluidos, los que viven en Covid constante. Pero una iglesia así tiene que pasar, es una reliquia quizá grande y gloriosa, pero reliquia. Y aquí surge la gran pregunta y tarea: Cómo crear iglesias verdaderas de creyentes… En esa línea, la Covid debería llevarnos a las catacumbas de la historia, para compartir la vida en medio del riesgo de la muerte. Es lo que quería y nos decía Pere Casaldáliga, cuyo recuerdo y presencia pascual nos hace hoy mejores.

Todo es presencia y gracia, todo es pascua, nos decía. Todo ha de ser camino de resurrección, desde las catacumbas en que estamos.  

(Entrevista de Mercedes Arbaiza. Historiadora. UPV/EHU)

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