Cazadnos las raposas (CB 16)

De raposas mayores y menores que devastan la viña de amor de la iglesia (de la humanidad) anda llena la prensa de esta mañana de otoño 10.11.25, de verdad o con suposiciones más o menos fundadas.

Que si un obispo famoso de España fue raposa en su juventud, que si un “sodalicio” de América fue y sigue siendo una rica e influyente Sociedad de Raposas Unidas SA”, que quiere morir matando, en contra del Papa de Roma, que ha nombrado un nuevo Triunvirato de Cazadores de raposas,,,

  Y yo sigo recordando a mi amigo J. G., que murió hace un año condenado como “mentor  de raposas” por un tribunal redondo (Rota independiente) de España... de quien tengo que hablar otro día, pues he leído y estudiado con rigor de biblista y sospecha de cristiano el haz y sobre-haz de la sentencia.

La canción del Pastorcico. San Juan de la Cruz: Tres lecturas (CB 23)

Introducción

En estas circunstancias no tengo mejor idea que evocar de nuevo un verso de Juan de la Cruz que dice “cazadnos las raposas” (Cántico Espiritual B= CB  16). Esto es lo más urgente, tras la gran evocación del amor cósmico de CB 14-15, en este tiempo de caza libre de "amantes y raposas".

Por fingida raposa encerraron en una cárcel/retrete de Toledo, de donde escapó con mantas  por piernas, para vivir el resto de su vida como sospechoso de amores. Por raposa fiera, pervertidor de monjas,  habían encerrado en la cárcel de la Rota/Inquisición a Luis de León, de donde salió con honores, como León fiero, absuelto por la Inquisición, para seguir enseñando en su cátedra de Salamanca, el día siguiente, sin inmutarse diciendo "decíamos ayer".

Cazadnos las raposas

Tres veces he comentado ese verso, en mis tres libros sobre Juan de la Cruz, a lo largo de 45 años de estudio: 1992, 2005 y 2017 (imágenes). Pensaba haber terminado, pero en este momento de caza (real o semi-fingida) de raposas, 2025, quiero hacerlo por cuarta vez, recordando a Luis de León y a Juan de la Cruz... con las miles y miles de raposas, reales o fingidas de la sociedad civil y de la iglesia. 

No quiero precisar más (mil casos podría añadir, con nombre y apellido), dejo el verso como está, como solía decir Jesús: Quien quiera y pueda entender entienda... Hay sin duda sociedades unidas de raposas... Pero hay también sociedades y lobbies de blanqueadores de raposas. 

    No lo hago como periodista, ni como historiador, ni como teólogo, sino como amigo y compañero de Juan de la Cruz (si él me lo permite). Quiero así comentar de nuevo este verso, para dejar que cada uno lo sienta, lo interprete, “a su anchura”, como dice el mismo Juan de la Cruz (=SJC). Este es un tema clave, que no se resuelve con leyes, sino con nuevos “noviazgos” (noviciados, seminarios) de amor, como podrá quizá sentir quien siga leyendo. Así dice este canto de las raposas:       

  •  Cazadnos las raposas,
  • que está ya florecida nuestra viña,
  • en tanto que de rosas
  • hacemos una piña,
  • y no parezca nadie en la montiña (CB 16).

Este canto no evoca animales terribles, leones o tigres que devoran al amaor. Tampoco alude a fieras como en CB 3, ni evoca la serpiente del jardín primero (Gen 2-3), que la historia cristiana ha interpretado como Diablo. El problema no es de diablos, sino de simples raposas pequeñas, que, sin embargo, representan un peligro, pues parecen jugar con astucia entre las viñas, destrozando al primer descuido sus ramas y flores (cf. Comentario de Juan de la Cruz a CB 16; con cita de  Ct = Cantar de la Biblia 2, 15)[1].

Que está ya florecida nuestra viña. Este principio de amor se sitúa en primavera, como sabía el Cantar  bíblico (cf. Ct 2, 10-13), y los enamorados que, en un sentido, actuarán después como viñadores en otoño, con grandes racimo de uva para el vino en la bodega, no son más que flores de promesa, flores que han de ser protegidas, pues de lo contrario, si las comen las raposas, no podrán ser racimos de uvas para el vino en el otoño.

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Por ahora, los amantes no son más que pequeñas flores  en las viñas,  campo de promesa, primavera de amor que ha de cuidarse, porque la vid es planta frágil, con verdes hojas y flores expuestas al voraz apetito  de las raposas. Todavía no son vino, no lo tienen, ni pueden bajar a la bodega del amor, como harán en otoño, para así embriagarse uno del otro (cf. CB 26-27). Pero la viña ha florecido como promesa de amores. 

La ruta de preparación para boda lleva de la primavera (viñas floridas de CB 16) al otoño (vino maduro de CB 25-27), de manera que, si no se cuidan las flores en primavera, no habrá vino de otoño en la bodega. Este es un tema que puede vincularse con la viña de Isaías  5 y Mc 12 par, con ecos del  Cantar (Salomón tenía una viña: Ct 8, 11-12).  

En tanto que de rosas hacemos una piña... Se trata, por tanto, de cuidar las flores. Otros pueden y deben ayudar a los amantes, expulsando o manteniendo fuera de la viña a las raposas, pero la piña del amor es tarea suya, de amantes y amdos,  y a nadie pueden delegarla.

“Están los amantes deleitándose uno en el pecho del otro”, como viña “muy florida y agradable, en que ambos se apacientan y deleitan” (cf. Coment 16, 8). Al decir “hacemos una piña”, amante y amado firman y declaran que ellos mismos se hacen gavilla de amor y belleza, como flores que expanden su aroma en amor, mano a mano, beso a beso. Así se comunican y vinculan, en amor ayuntado, trenzado, como pétalos de rosa, rosas de racimo, siendo cada uno compañía y aroma para el otro.

Por eso dicen, en tanto que de rosas hacemos una piña, esto es, nos hacemos una piña, que contiene muchos granos, que son los piñones” (Coment 16, 8). De las flores y brotes del viñedo, que puedan comer las raposas, pasamos a las flores de las rosas, que son: belleza enamorada, que sólo ellos, los amantes, pueden ir tranzando con su vida.

La oración de esos amantes no consiste en rezar juntos unos  mismos   salmos de amor (como supone 1 Cor 14, 16, y como yo mismo he puesto de relieve en Enséñanos a orar, lectura cristiana de los salmos, Verbo divino, Estella 2023), sino en crecer en comunión, haciéndose una piña de amor.

Profundización

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No se han juntado en la viña, a campo abierto, para crear una escuela de oración universal de propagando general, sino una casa de amor mutuo. Por eso, su oración es quererse, su eucaristía amarse, alimentarse cada uno de la vida del otro, no cada uno por si, no separados, entre paredes de celdas independientes, sino sobre la abierta viña de amor de la tierra.  Así podemos repetir y condensar el argumento. 

  1. Cazadnos las raposas que está ya florecida nuestra viña. Amante y Amado están a solas, pero han de tener ayuda de otros que les acompañan para liberarles de otros cuidados que quererse, ahuyentando ello las raposas y otros riesgos. Todo el mundo en su entorno debe acompañarles, para que su boda de amor puede avanzar sin otro cuidado que el de amarse, recibiendo para eso la ayuda de los amigos del novio, como el maestresala y la madre de las bodas (Jn 2, 2-11), como Juan penitente, amigo del novio (Jn 3, 22-30).      
  2. En tanto que de rosas "hacemos" una piña. Por ver primera aparece ese término (hacer) en relación con el amor (volverá en CB 30: hacemos las guirnaldas). El amor se “hace” (lo hacemos y nos hace), como un ramo de flores bien juntas, frágiles en su duración (se marchitan si no son cuidadas), pero que son signo y sentido de todo el universo.

a’. Y no parezca nadie en la montiña. Antes estorbaban las raposas, ahora los curiosos que puedan pasar por allí, para  escudriñar y “ver” cómo les va a los “estudiantes” de amor, en la montiña. Por esto, este canto pide soledad  en compañía, para que ella avancen juntos, en este noviciado/noviazgo/seminario de amor (cf. CB 35),  Es como si el resto del mundo desapareciera y quedaran únicamente ellos, amante y amado, en el gran monte de la vida, donde sólo existe amor de Dios, un amor de Dios encarnado en ellos dos, entendidos así como encarnación dual, amorosa de Dios, en una pareja de amor de la tierra.

En este microcosmos del amor hallamos viña, huerto y muro que protege a los enamorados (cf. CB 16-18).  Con esos signos se quiere indicar que el amor es planta frágil que requiere gran cuidado. Puede que nos creamos muy maduros y dejemos el cuida­do de la viña de tal forma que, diciendo cosas grandes del amor (en plano de teoría), nuestro amor concreto se derrumbe y se deshaga nuestra viña. Por eso pedimos auxilio y decimos "cazadnos las raposas":"Y no dice cazadme, sino cazadnos, porque (el alma enamorada) habla de sí y del amado, porque están  los dos en uno y gozando la flor de la viña" (CB 16,7).

El tema de la iglesia y de la humanidad. Una viña/piña de amor

 Hemos llegado así al momento decisivo en el proceso del poema. Hasta ahora había sólo un monólogo o palabras en primera persona. Cada uno hablaba al otro desde sí mismo; no habían conseguido unirse en un nosotros de vida compartida. Ahora surge, de pronto, el nosotros, después del encuentro de amor y la cena (cf. CB 13-15).   

-Están juntos los amantes: han hallado una palabra compartida, y así hablan en primera persona del plural; cultivan en común la viña del amor y han de guardarla; unidos van adornando ya su piña, la flor de la existencia.

- Contra ellos se elevan las raposas. Antes parecían no existir o se ocultaban con astuto fingimiento. Pero después que despuntan ya las flores de la viña, que es amor compartido vienen a elevarse, amenazantes, reiteradas. El mismo amor común parece despertarlas; no soportan la presencia de los enamorados; son la envidia que se eleva mentirosa frente a todo lo que es bueno.

- Pero aparecen también los amigos de los novios (novicios seminaristas de amor). Ellos forman parte de una tradición que arranca del Cantar de la Escritura; son amigos del novio y de la novia, guardianes del amor sobre la tierra. Precisamente aquí, en el lugar de mayor intimidad, hallamos la más noble apertura a lo externo: los dos enamorados piden auxilio a los amigos, diciendo que les cacen las raposas y mantengan el silencio y soledad sobre la tierra, manteniendo tranquilo el lugar de los amores ("no parezca nadie en la montiña).

 Con su habitual libertad, SJC  ha construido esta canción tomando rasgos procedentes del Cantar 2,15 (capite nobis  vulpes párvulas quae demoliuntur vineas, cazadnos las zorras pequeñas). La estrofa tiene, por lo tanto, dos sujetos: los amigos que protegen la viña; los enamorados que construyen su amor.

En el centro está la imagen de una viña en flor, amenazada por raposas, pero llamada a convertirse en vergel-jardín, dondeamante y amado  van cogiendo flores para entretejerlas juntos en ejercicio de belleza compartida y aman­te gratuidad. Viña es el amor: un huerto protegido y bien cuidado, donde el mismo sol del cielo madura los racimos que han de hacerse vino intenso de vida compartida.

Conforme al profeta, Is 5,1-2, la viña es todo el pueblo de Israel, llamado a realizarse como amigo/amigaa de Dios en un camino de fidelidad a su palabra, en línea que culmina en Me 12,1-2 y par. Pues bien, si situamos ahora ante el canto de SJC  (CB 16), descubrimos que la viña no es sólo de Dios, ni es tampoco de los malos renteros de la tierra que desean apropiarse de ella. La viña es de todos los amantes, Dios y los hombres,  varones y mujeres en el huerto del amor.    

  1. Está ya florecida… pero no han madurado los racimos, ni se ha hecho vino en la bodega. Por una parte, la viña del amor está cargada de promesas: la flor es signo y promesa del vino que vendrá y pronto corno amor ya realizado.
  2. Está amenazada por raposas. El mismo amor compartido es todavía campo de prueba y tentaciones que vienen no sólo de dentro (debilidad de los amantes), sino también de fuera (las raposas).

 El amor: necesita un contexto exterior favorable y una vivencia interior que debe cultivarse en gratuidad. Aunque es lo más íntimo y cerrado (no aparezca nadie en la campiña), el camino del amor se encuentra abierto a los influjos exteriores, amenazado por múltiples raposas, que son aquí peligros de envidias y recelos, de dureza, legalismo, imposiciones.

Son muchos los que viendo que la viña del amor ya ha florecido quieren marchitar sus flores, no soportan la belleza ni la dicha del placer o del triunfo ajeno. Inventan leyes, estructuras o exigencias que, en el fondo, sólo sirven para hacer que no haya flores en la viña ajena; no saben amar; no se atreven a vivir, y así deciden destruir la vida hermosa y bella de los otros con el fin de que nadie sobresalga. Son la raposa del poema.

Por eso el verso dice cazadnos las raposas, invirtiendo el conocido tema de la caza. En trances de amor se ha utilizado con muchísima frecuencia el simbolismo de la caza, sobre todo al referirse al gesto del varón que conquista una presa (la mujer). La situación suele invertirse normalmente cuando se indica que ella "caza", de manera que tenernos ya un varón cazado (o domado).

El mismo SJC  utiliza este motivo al recrear a lo divino el estribillo "volé tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance" (Poesías). El cazador queda así "cazado" en el amor de su Dios. Pero en nuestro caso encontrarnos una nueva inversión: no se cazan los amantes uno a otro; han de cazarse las raposas con el esfuerzo de los amigos de los novios, construyendo así una cerca de confianza y de seguridad en torno a la viña compartida.

Conclusión y aplicación

 Estarnos en una primavera  de  iglesia (año 2025), tiempo de amor florecido, comienzo de amor que desemboca en otoño en la interior bodega (boda) de la vida compartida. Por eso los amantes tejen el camino de su amor trenzando "de rosas una piña". Amor es hacer juntos un ramito de flores para siempre; es apiñarse unidos en confianza. Pero tenemos que hacernos racimo de amor, y para ellos tenemos que cazar (todos tienen que ayudarnos a cazar las raposas).

Los amigos pueden (deben) también cazarnos raposas; pero nadie puede tejer por nosotros esta piña, nadie puede aquí sustituirnos. Hacemos una piña significa nos hacemos una piña. De esa forma, mientras vamos recogiendo y reuniendo las flores en racimo, buscando cada uno aquello que embellece al otro, nos hacemos ambos un racimo. Seguimos siendo dos, y sin embargo somos uno en armonía de colores y belleza.

Este "trabajo de amor" es muy frágil, pues frágiles son los pétalos de rosa. Por eso los debemos cuidar con palabras y gestos, en proceso de comunicación y transparencia. En ese camino de gratuidad y belleza se despliega el gozo del amor. Parece que no sirven para nada las flores de los campos, esa profusión de aromas y colores que engalana la tierra en primavera; inútiles resultan al exterior los colores de la rosa; sin embargo, en esa inutilidad se expresa la fuerza de la vida. Pues bien, ese trabajo inútil de buscar mil flores floreciendo con ellas (como ellas) en la viña, ese encantamiento de abrazarse y juntarse como piña (cf. CB 16,9) en despliegue de belleza y amor de  vida, mientras llega el otoño de las uvas maduras, del vino en la bodega.

 NOTAS 

[1] Las raposas no pueden destruir o matar a los amantes, pero podrían arruinar el gozo y fruto de la viña. "Cazar las raposas" significa abrir caminos de libertad para el amor.

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