Fuego he venido a prender... Credulidad o increencia. Curso Verano CEU – U. María Cristina Escorial.(17-18). Con pirómanos sueltos en la calle según InVat.
Info-vaticana ha "promocionado" este curso diciendo que andan pirómanos sueltos como vacas escapadas. Uno de ellos seria J. A. Estrada SJ, otro un servidor.
He reído recordando una "jotica" de la Ribera: Las vacas del pueblo ya se han escapao, y dice el alcalde que no salga naide, que no anden con bromas, que son mal ganao.
El curso es de fondo, y yo presentaré aquí mi tema sobre el exorcista suelto de Mc 9, 38-41,estudiando estos motivos: Secularidad y demonios; institución eclesial y expulsión de diablos... Demonios religiosos y secularizados. Exorcismos mágicos y psicología. IA y posesión satánica, jerarcas de iglesia exorcista sueltos.
Hoy, como introducción al curso, desde la perspectiva de Info-católica, que ha tenido la amabilidad de "promocionarlo" quiero insistir en la piromanía de Jesús: Fuego he venido a prender a la tierra.
El curso es de fondo, y yo presentaré aquí mi tema sobre el exorcista suelto de Mc 9, 38-41,estudiando estos motivos: Secularidad y demonios; institución eclesial y expulsión de diablos... Demonios religiosos y secularizados. Exorcismos mágicos y psicología. IA y posesión satánica, jerarcas de iglesia exorcista sueltos.
Hoy, como introducción al curso, desde la perspectiva de Info-católica, que ha tenido la amabilidad de "promocionarlo" quiero insistir en la piromanía de Jesús: Fuego he venido a prender a la tierra.
| Xabier Pikaza

Lc 12, 49. Fuego he venido a prender
DIRECTOR: P. Enrique Somavilla Rodríguez SECRETARIO: Enrique Gómez García Se analiza la nueva secularización y el pluralismo religioso como oportunidades para purificar la fe cristiana y fortalecer su testimonio. Se explorarán conceptos como secularización, postsecularización y laicidad, junto con los desafíos y oportunidades para los creyentes. A través de conversatorios con especialistas y conferencias marco, se abordarán la realidad socio religiosa, las fuentes cristianas y estrategias de evangelización a la luz de Jesús de Nazaret y el Concilio Vaticano II. ALGUNOS PONENTES INVITADOS:▪ Josep Cobo Cucurull, Profesor de filosofía y escritor.▪ Sergio Gadea, Profesor en la Universidad Pontificia Comillas.▪ Manuel Porcel, Universidad Loyola Andalucía.▪ José Antonio Estrada, Universidad Loyola, teólogo y escritor ▪ Xabier Pikaza, Teólogo y escritor
He venido a prender fuego en la tierra ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! (
- He venido a prender fuego en la tierra ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!
- Con bautismo he de ser bautizado ¡y qué angustia hasta que se cumpla!
- ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
- En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre,
- la madre contra la hija y la hija contra la madre,
- la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra (Lc 12, 49-53
Los primeros cristianos, emocionados, sorprendidos, ardientes, concibieron a Jesús como fuego y su obra como incendio de Dios. Nosotros (2025), mientras gran parte del mundo está ardiendo por guerra enfrentamientos económico, tenemos la impresión de que el fuego de Jesús está apagado. Sobre ese fuego como transfiguración, y superación de la antigua familia de opresión sobre la tierra (en la línea del texto paralelo del Q em Mt 10, 24) trata este evangelio.
Hemos hecho un cristianismo y una iglesia de aceptación, adaptación y sacralización de lo que hay (de la injusticia de un sistema de opresión social y guerra)). Necesitamos fuego de Dios, para que arda, se destruya y pueda nacer el mundo verdadero eso dice Jesús: “He venido a dividir”, a encender fuego... Sin superar (dejar a un lado) el mal del mundo con sus poderes “fácticos”, la iglesia no es fuego de Dios, no es Pentecostés (lenguas de fuego).
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Éste es el deseo más hondo de Jesús. Él se define a sí mismo como fuego de transformación y de vida. Posiblemente él ha dicho en alguna ocasión: “Yo soy fuego de Dios, he venido para que todo el mundo arda” (en la línea de otras comparaciones, que aparecen sobre todo en el evangelio de Juan: Yo soy la semilla, yo soy la palabra, yo soy el camino, la verdad y la vida”. Sin embargo es más probable que esa palabra y esa imagen (yo soy fuego) forma parte de la tradición originaria de la iglesia, que aparece en sus estratos más antiguo, como muestra la tradición del Q… y el evangelio de Tomás, que concibe a Jesús como fuego de Dios.

Los evangelios posteriores, empezando por Marcos, matizan e interpretan esa imagen, pero en el fondo sigue estando la experiencia clave de Jesús ha venido a prender fuego al mundo, en una línea de muerte y de resurrección: Sólo destruyendo un mundo anterior de pecado, puede crearse y nacer la vida de Dios.
Bautismo de fuego. Esa experiencia está vinculada de un modo especial al bautismo de fuego, entendido como culminación de la vida de Jesús que, recreando el bautismo de Juan (con el que empieza el cuerpo de este libro, cap. 1) ha definido su obra como un “bautismo de fuego, de muerte que da vida.
En esa línea, conforme al testimonio del Q (retomado por Mt y Lc), frente al bautismo de Juan, que era en agua para perdón de los pecados, la iglesia más antigua ha definido su “sacramento” (experiencia inicial de Jesús) como bautismo en Espíritu Santo y Fuego (en el Espíritu, que es Fuego de Dios, hecho palabra de Vida). Así lo ha mostrado Lucas en su relato de Pentecostés, vinculado al Dios de Jesús que recrea a los hombres con sus “lenguas de fuego”, que reposan sobre cada uno de los creyentes, diciendo. No he venido a traer unión, sino la división, no he venido a traer paz, sino espada, pero una espada para crear paz, una división para suscitar comunión más alto.

Ciertamente, Jesús es signo y presencia de la paz (Shalom) universal de Dios… Pero esa paz no es un simple irenismo, como si dijéramos: “Todo está bien, todo es bueno, démonos sin más un gran abrazo, dejemos todo como está: La opresión social, la dictadura del dinero, la violencia organizada de los fuertes, la guerra del poder, la expulsión de los pobres…”.
Jesús es la unión universal, pero es unión que exige una gran división, representada en forma de ruptura de “familia” entendida como institución de opresión y poder de unos sobre otros. Se trata de “separar” aquello que nos parece unido: Padres e hijos, madres e hijas, suegros hermanos… No todo da lo mismo, no todo es igualmente bueno… La muerte y bautismo de Jesús se define aquí como gran gran incendio: Todo lo malo del mundo tiene que arder y morir para renacer… a la vida de Dios: Un tipo de estructuras familiares (las primeras) y sociales, la oposición entre personas y pueblos, ricos contra pobres, naciones poderosas contra pueblos marginados…
Este mundo, tal como está configurado (en forma de opresión económico-social y de lucha por el poder) tiene que arder y destruirse, para que llegue el nuevo bautismo, para que emerja el evangelio. Hemos “bautizado” mal (en el mal) todo lo que nos ha parecido “bautizable”: Hemos “divinizado” a reyes y tiranos, a ejércitos, conquistas, invasiones…, con imposiciones económicas de muerte. La maldad ha llegado a ser insoportable. Y encima tendemos a decir que es buena, que el mundo es así.
Por eso tiene que arderel fuego de Jesús (no para después, para el final del mundo), sino ahora, aquí, como fuego histórico de Jesús. Sin que este mundo arda no se podrá dar “bautismo de resurrección. Sin que este mundo arda, por los cuatro costados, no podrá darse de verdad iglesia.
Este es un fuego de separación (tema que aparece en los 4 evangelios, y en el quinto, el de Tomas, que la iglesia ha dejado fuera del canon, pensando que los cuatro anteriores (Mt, Mc, Lc y Jn) eran suficientes.
El fuego de Jesús quema y recrea, quema para destruir lo malo (la opresión de unos sobre otros), para recrearlo todo, de una forma nueva (cf. Is 43, 19-21), en una línea que ha puesto de relieve todo el evangelio de Juan y de una forma condensad Pablo (Rom 13) y especialmente la carta a los Efesios (Ef 2). Ese fuego separa y rompe (destruye) a un tipo de “familiares” (padres, hijos, parientes, pueblos y grupos que se aprovechan de su poder para dominar a otros).En esa línea, la iglesia seguidores de Jesús tiene que separarse de un mundo que se cierra en su egoísmo y deseo de poder… Sin esa separación (persecución), sin ese fuego que quema lo malo, no se puede hablar de comunidad o cuerpo (sôma) de Jesús. Desde ese fondo empiezo hablando de fuego de Dios en la Biblia: .
Antiguo Testamento

(1) Fuego de Dios: teofanía y castigo. El fuego está ligado a lo divino como fuerza creadora y destructora.La misma revelación de Dios, que transciende y fundamenta los principios y poderes normales de la vida, se halla unida repetidamente al fuego. Hay fuego de Dios en la teofanía del Sinaí (Ex 19. 18), lo mismo que en la visión de la zarza ardiendo (Ex 3, 2) y en la nube luminosa (Ex 13, 21-22: Num 14, 14).
El fuego acompaña a las grandes teofanías apocalípticas de Ez 1, 4.13.27 y Dan 7, 10 y, lógicamente, puede adquirir rasgos destructores para aquellos que se oponen al proyecto de Dios, dentro de la misma historia. En ese plano se sitúa el castigo de las viejas ciudades pervertidas de la hoya del Mar Muerto (Gen 19, 24-25), lo mismo que la séptima plaga de Egipto (Ex 9, 24). Por eso, no es extraño que se diga que del seno de Dios proviene el fuego que devora a los rebeldes (Lev 10, 2) o destruye a los murmuradores del pueblo de Israel en el desierto (Num 11, 1-3).
Éste es el fuego que obedece a Elías, profeta (1 Re 18, 38-39; 2 Re 1, 10-12), castigando a los enemigos de Dios o a los mismos israelitas pervertidos (cf. Am 1, 4-7; 2, 5; Os 8, 14; Jer 11, 16; 21, 24; Ez 15, 7, etc.). Pero el fuego de Mt 25, 41 desborda el nivel histórico y debe situarse en una perspectiva escatológica: en el momento final de la historia, cuando Dios realiza el juicio sobre el mundo.
En esta línea siguen las formulaciones del profeta Joel, con su visión del fuego que precede y comienza a realizar el juicio (Jl 2, 3; 3, 3). También es importante el fuego en Ez 38, 22; 39, 6, que presenta el fuego como instrumento de la justicia de Dios, que destruye al último enemigo de los justos, Gog y Magog, antes de que surja un mundo nuevo. Por su parte, Mal 3, 1–3.9 anuncia la venida escatológica de Elías con el fuego de Dios que purifica y prepara la llegada de Dios. Éste es el fuego de Juan Bautista, que habla del Dios que viene a quemar la paja al lado de la era.
(2) Moisés. La zarza ardiente. Conforme a un esquema usual en muchas tradiciones religiosas de oriente y occidente, la manifestación de Dios se encuentra vinculada al fuego: es llama que arde y calienta. El texto más significativo es el de la zarza ardiente:
"Entonces se le apareció el ángel de Yahvé en una llama de fuego en medio de una zarza. Moisés observó y vio que la zarza ardía en el fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés pensó: Iré, pues, y contemplaré esta gran visión; por qué la zarza no se consume. Cuando Yahvé vio que se acercaba para mirar, lo llamó desde en medio de la zarza diciéndole: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí" (Ex 3, 2-4).
Este pasaje vincula fuego y zarza (árbol y llama), en paradoja que ilustra el sentido radical de lo divino. Moisés ha tenido que atravesar el desierto y llegar a la montaña sagrada, donde ve a Dios en la zarza que arde. Árbol y arbusto son desde antiguo signos religiosos, como aparece en la historia de Abrahán (encina de Moré: Gen 12, 6) y como sabe la tradición religiosa cananea, combatida por los profetas (culto de la piedra y árbol, de Baal y Ashera).
En este momento, en medio del desierto, lavisión de Dios se encuentra vinculada con la zarza ardiente: la misma vegetación se vuelve ardor y fuego donde Dios se manifiesta. Éste es un fuego paradójico, zarza llameante que arde sin consumirse. Esto es Dios: llama constante, vida que se sigue manteniendo en aquello que parece incapaz de tener vida. Quizá pudiera trazarse un paralelo: los hebreos oprimidos son la zarza, arbusto frágil que en cualquier momento puede quebrar y destruirse, consumidos por el desierto o aniquilados por la montaña de los grandes pueblos de este mundo. Pues bien, en esa pobre zarza se desvela Dios, como vida en aquello que es más débil, más frágil.
Moisés ha ido a la Montaña de Dios dispuesto a ver el espectáculo, como simple curioso que mira las cosas desde fuera. Pero Dios, que le hablará desde el fuego de la zarza, tiene otra intención, se manifiesta de otra forma, revelándose como Yahvé (El que Es) y enviándole a liberar a los hebreos.
(3) Fuego destructor, fuego de separación.A partir de los pasajes anteriores, la tradición exegética ha distinguido dos tipos de fuego de castigo: uno que destruye a los culpables para siempre (fuego de aniquilación) y otro que les castiga y atormenta, también para siempre (fuego de punición).
(a) Fuego de destrucción. Es signo de la fuerza destructora de Dios que aniquila a los malvados. El mismo fuego de Dios ejerce una función positiva (da calor, ofrece vida, es signo teofánico) y también otra que es negativa (es terrorífico, destruye todo lo que encuentra). En esa línea, desde un punto de vista filosófico, dentro de la tradición occidental, el fuego puede presentarse como signo de la totalidad cósmica, como principio positivo y constitutivo de la realidad (uno de los cuatro elementos; los otros son agua, tierra, aire) o como poder destructor, que todo lo aniquila para recrearlo (Heráclito). El fuego, en fin, tiene una clara connotación psicológica y se muestra como expresión de aquel poder que nos conduce a la conquista del mundo (complejo de Prometeo) o nos lleva hacia la luz oscura de la muerte (mito de Empédocles), convirtiéndose así en sinónimo de muerte, destrucción, puro vacío.
(b) Fuego de castigo. No destruye, sino que va quemando sin fin los cuerpos y las almas de los condenados. Esta visión de fuego de castigo que no acaba sólo es posible allí donde se destaca el carácter perverso de algunos hombres y la visión de un Dios juez, que impone una condena sin fin a esos perversos. Éste es un tema clave la teodicea entendida ya de una manera judicial. El antiguo sheol de las representaciones antiguas, donde todos por igual perviven tras la muerte, en estado de sombra (pero sin sufrimiento), no responde a la nueva experiencia de Dios y su justicia, que tiene que sancionar a los malvados. Por eso, el sheol se convierte progresivamente en lugar de espera hasta que llegue el juicio que se expresa como salvación o condena (cf. Dan 12, 1-3).
De Juan Batista a Jesús. Un bautismo de fuego
Juan Bautiza en agua, para arrepentimiento y conversión (preparación penitencial) en este mundo, un fuego para quemar y destruir todo lo que destruye y oprime a los hombres en el mundo. Pero él anuncia l llegada de un bautismo y fuego distinto, que se identifica con el mismo Dios que viene a revelarse en este mundo.
- Juan Bautista dice: «Yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en Espíritu Santo. …» (Mc 1, 8). Juan representa el pasado, un gesto ya cumplido y terminado: ebaptisa, yo os he bautizado con agua, es decir, con el símbolo de conversión, purificación y perdón de los pecados, realizando de esa forma un gesto que ya se ha realizado. Juan se sitúa en ese nivel (de agua y conversión-preparación), como profeta final, dirigido a los que sienten la necesidad de convertirse y de “confesar” los pecados, para que Dios le limpie. Todo el camino de Israel culmina, según Marcos, en esta experiencia del agua de las purificaciones: no sirve ya el templo, parecen inútiles los sacrificios, pero, en su lugar, resulta necesaria el agua del rito, de los bautismos incesantes de purificación (en la línea general de los fariseos), o el único bautismo de Juan, que es el signo de la llegada del tiempo final (hasta que llegue el Más Fuerte).
-- Pero él [Jesús] os bautizará en Espíritu Santo, porque es es el “iskhyroteros”, el “más fuerte (signo de Dios), y Juan no es digno ni siquiera de inclinarse para desatarle las sandalias como un esclavo o como un discípulo. Nos gustaría conocer mejor lo que implica bautizar en el Espíritu Santo, descubrir el tipo de experiencia social y sacral que está en su fondo. Recordemos que Marcos no alude al bautismo con Espíritu Santo y fuego(en contra del Q: Lc 3, 16 y Mt 3, 11), que sitúan este motivo bautismal en perspectiva apocalíptica (de juicio); tampoco habla de Espíritu Santo y agua, como hará Jn 3, 5, interpretando así la tradición de Juan Bautista en la línea del bautismo cristiano, celebrado ya con agua (y Espíritu). Pero, entonces ¿Qué significa bautizar con Espíritu Santo?
Todo lo que Marcos dice de Jesús ha de entenderse en esta línea, como una preparación para el gesto final de Jesús, que será el de bautizar a sus creyentes “en Espíritu Santo”. Jesús no necesitará ya río, ni le hará falta el agua de los ritos, porque él ofrecerá el mismo Espíritu Santo, es decir, la plenitud de la obra de Dios. Jesús bautizará con Espíritu Santo, es decir, con la plenitud de la vida de Dios que es perdón, mesa común, fraternidad y reino, algo que sólo es posible (que sólo culmina) a través de la vida y entrega de Jesús, que nos lleva así del río de la penitencia y agua (bautismo de Juan) al misterio del Dios que nos bautiza en su Espíritu Santo[1].
Mt 3, 11 y Lc 3, 16: Jesús os bautizará en Espíritu santo y fuego
Retomando el texto más antiguo de la tradición cristiana (documento Q). Mt y Lc hablan no sólo de un bautismo en el Espíritu Santo sino también en fuego, tema que Marcos omite; quizá porque no le gustaba la idea de que Jesús juzgara/bautizara de una forma que parece destructora (con fuego)[2]. El agua es el signo de la necesidad de conversión, el gran Espíritu (viento, huracán) y el Fuego, expresan la fuerza judicial y destructora (escatológica) de Dios o de su enviado y se vinculan mutuamente, como sabe la tradición del AT (aquí falta el terremoto de 1 Rey 19, 11-13).
‒ Tiene en su mano el bieldo y limpiará su era...(Mt 3, 12; Lc 3, 17). Éste es el signo clave del bautismo de Jesús. La “era” de la cosecha de este mundo está mezclada… Domina en ella el mal sobre el bien, la violencia sobre el amor y la comunión. La era de la iglesia está igualmente dominada por poderes de imposición y prepotencia, de opresión de los pequeños y los pobres… Sólo limpiando la era puede llegar el Espíritu… que es fuego para destruir todo lo que es perverso, para recrear todo lo que es bueno… Jesús quiere realizar esa obra a través de la iglesia, quemar lo que es paja, para que quede el trigo bueno.
- De Juan Bautista a Jesús. Juan bautista había insistido en una amenaza judicial, más que en un mesianismo salvador, en la línea de Jesús. Pues bien, los cristianos han adoptado y recreado ese mensaje y palabra judicial, aplicándola a Jesús, el Venidero, a quien presentan como verdadera presencia de Dios: Emmanuel (Dios con nosotros). En esa línea, esta pasaje afirma expresamente que el Venidero-Jesús realizará la obra judicial: Quemara la paja en el fuego y reunirá el trigo en el granero (3, 12) de Dios.
Evangelio de Tomás… Quien está cerca de mí, está cerca del fuego
La tradición más antigua de la iglesia ha sido conservada no sólo en el Q (bautizar con Espíritu Santo y fuego), sino en el Evangelio de Tomas, que se sitúa en la línea de Juan 8, 12-20, donde Jesús no dice “yo soy el fuego…” pero dice “yo soy la luz…” que ilumina, no fuego que quema, destruye y recrea. Veamos unos textos. El texto de Juan es distinto, pero está muy cerca del de Tomás que, por su parte, está muy cerca del de Lc 12, 49 (he venido a traer fuego), que he venido comentando. Así dice Tomas:
- He arrojado fuego sobre el mundo
- y he aquí que lo estoy vigilando hasta que arda en llamas (Ev Tom 10).
Esta imagen del Cristo como fuego, que aparece en el Q (Lc 12, 49) y en Ev Tomás (no sólo en EvTom 10, sino también en 16 y 82) tiene que haber sido muy importante, en el mensaje de Jesús y en la tradición más antigua de la iglesia, no sólo por sus resonancias veterotestamentarias, sino también por su forma de situarse ante la llegada del reino, como muestran dos nuevos textos de Tomas
- Dijo Jesús: «Quizá piensan los hombres que he venido a traer paz al mundo,
- y no saben que he venido a traer disensiones sobre la tierra: fuego, espada, guerra .
- Pues cinco habrá en casa: tres estarán contra dos y dos contra tres,
- el padre contra el hijo y el hijo contra el padre.
- Y todos ellos se encontrarán en soledad (Ev Tom 16).
Éste es un texto de inmensa importancia, por su forma de condensar los males del hombre (fuego, espada, guerra) la forma de poner de relieve su inmensa soledad en medio de esos males. Estos tres males recogen aquellos que la tradición israelita había puesto de relieve en la historia de David, Mesías vencedor de todas las guerras, que se creyó seguro (salvado) ante Dios y ante los hombres, después de haber pasado revista a sus soldados y a su pueblo. Cuando David se creía seguro, vino Gad, profeta de Dios, le acusó de soberbia, y le dijo que escogiera uno de estos tres castigos o males que Dios le proponía:
- “Tres cosas te propongo. Elige una de ellas”».
- «¿Prefieres que vengan siete años de hambre en tu país,
- o que tengas que huir durante tres meses
- ante tus enemigos, los cuales te perseguirán,
- o que haya tres días de peste en tu país? Reflexiona y decide (2 Sam 24, 12-13)[1].
Estos son los tres males que están en el fondo de la historia humana Y cristiana, males de los que solo una más alta revelación de Dios puede librar a los hombres piadosos, pecadores, que en sus letanías penitenciales siguen pidiendo “a peste, fame el bello liberadoras Domine”. Líbranos, Señor, de la peste, el hambre y la guerra (EvTom 16 pone fuego en vez de peste). En esa línea se sitúan los jinetes de ApJn 6 (guerra, hambre, peste/muerte).
Conforme a la reflexión final de de Ev 16, el hombre (todo hombre) se encuentra en soledad ante esos males (fuego/peste, espada/guerra), sin posibilidad de liberarse externamente, ni tampoco por su esfuerza. Por eso, la sabiduría gnóstica que está ya en el fondo de Tomás, busca una solución sapiencial, en la línea de eso que pudiéramos llamar la “internacional de la interioridad sagrada”, que se extiende desde China-Japón y la India (Budismo, Tao, Hinduismo) hasta Grecia/Roma (Platonismo, gnosis).
Según esos males, conforme a esta visión, con sus grandes variantes, todos los seres humanos se hallarán en soledad. Externamente, el mundo es guerra, enfermedad y muerte y nadie/nada puede remediarlo (ni siquiera el Dios de David con su templo, según el profeta Gad). Sólo puede darse salvación en lo interior, superando pensamientos, deseos, acciones externas. Malo es el mundo, con sus concupiscencias y acciones. Sólo dejando este mundo, en un viaje interior de trascendencia, muriendo antes de haber muerte, puede haber y hay respuesta para el hombre.
De todas maneras, el evangelio de Tomás no ha llegado “todavía” a los planteamientos de la gnosis pura, de manera que sus dichos pueden interpretarse de formas distintas, como el último texto que quiero citar de Ev.Tomás, que podría hallarse también en el evangelio de Lucas:
- Jesús ha dicho: Quien está cerca de mí está cerca del fuego,
- y quien está lejos de mí está lejos del Reino (Ev Tomás 82).
Según estas palabras, Jesús se identifica con el fuego y con el Reino, pero de manera que puede identificarse también con la iglesia concreta de Pentecostés (Hech 2), con los tres primeros grupos de “seguidores” de Jesús, que son los Doce, con los parientes (Jacobo y hermanos de Jesús), el con el grupo de mujeres, con su madre. Ésta es la epifanía o manifestación de Jesús fuego y palabra (lenguas de fuego), que se posa sobre cada uno y sobre todos en conjunto.
Este bautismo eclesial de fuego ha tenido y tiene más importancia en las iglesias reformadas (carismáticas) de tipo protestante, en las que sigue siendo un elemento importante de identificación. Entre los católicos se ha insistido en la identificación del Espíritu Santo (fuego) con la comunidad apostólica (los doce y sus sucesores), como poseedora y transmisora de los carismas de Dios. En la tradición católica de pueden poner de relieve dos experiencias muy significativas del fuego, la de Frandisco de Asis y Juan de la Cruz.
Francisco de Asís. Fuego cósmico de Dios. Canto 4
Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche; él es bello y alegre, robusto y fuerte. Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra que nos sustenta y nos gobierna; ella produce diferentes frutos, con flores de colores y con hierbas
Con esta pareja de poderes cósmicos (fuego, tierra) termina el canto de la creación de Francisco. Están unidos fuego y tierra. El fuego, asculino, alegre-fuerte, que aparece como signo del sol entre los hombres. Y la tierra, femenina, que dirige la existencia como signo de maternidad de Dios en el principio y fin de nuestra historia.
El fuego es la luz que se mantiene y vigoriza destruyendo, transformando a su paso la existencia de las cosas. Por eso es cambio permanente: es el poder de la alegría y la belleza que sólo se despliega consumando y consumiendo lo que existe. Resulta significativo que Francisco se sienta unido al fuego, llamándole “fuerte y robusto”. Se trata, evidentemente, del fuego de una vida que se consume en favor de los demás, conforme al Dios de Jesucristo. Muchas veces, seducidos por un ideal de quietud como signo de poder y permanencia, hemos interpretado la vida a partir de aquellos seres que perduran siempre idénticos, sin cambio: metal, roca, montaña. Pues bien, en contra de eso, Francisco nos conduce hasta el hermano fuego, que es signo del sol, signo de Cristo que muere y resucita. Así también la vida es para todos nosotros un camino de pascua que se expresa y alimenta en la señal del fuego masculino y fuerte, alegre y bello, de la entrega de sí mismo.
Juan de la Cruz. El fuego es Dios, Llama de amor viva
Conforme a lo anterior, la función del fuego es doble: puede concebirse como fuerza destructora que aniquila (llama permanente que castiga). Pero en otra línea puede venir a presentarse como la más honda “esencia de Dios”, que es fuego purificador, destructor y creador.
¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres; ¡rompe la tela de este dulce encuentro!
- ¡Oh cauterio suave!¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado, que a vida eterna sabe, y toda deuda paga! Matando, muerte en vida la has trocado.
- ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños primores calor y luz dan junto a su querido!
- ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente solo moras: y en tu aspirar sabroso, de bien y gloria lleno ¿cuán delicadamente me enamoras!
Estos dos textos clásicos cristianos sobre el fuego se sitúan más cerca de Tomás, con su rica ambigüedad y polivalencia, que del evangelio de Jesús y del camino de la iglesia primitiva, pero pueden ayudarnos a situar el tema dentro de un contexto de gran riqueza mística. Conforme a nuestro esquema general y al sumario de nuestro libro nos situamos ahora n el principio de la historia israelita del antiguo Testamento.