23. 22, DOMINGO DOMUND. La misión cristiana

Dís domund: Domingo de la misión.  Suelen distinguirse dos tipos de religión:

las religiones místicas, que no tienen más tarea que expresar la profundidad sagrada de la realidad; 

las religiones proféticas, pues los creyentes son hombres y mujeres «enviados por Dios» para realizar una misión social y/o religiosa que se identifica con el mismo ser y acción de Dios.

En ese contexto se arraiga la misión de Jesús, que envía a los → Doce como testigos del Reino que llega (cf. Mt, 10, 1-7 par). En ese contexto se funda la tarea de lo misioneros que extienden la iglesia y su camino más allá de sus fronteras actuales (fronteras geográficas, sociales, humanas...)

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Evangelio de Mateo. Las dos misiones. La iglesia de Mateo conserva las heridas de la lucha entre el mesianismo intra-judío (cf. Mt 5, 17-20) de algunos círculos judeocristianos (que sólo se sienten enviados a la casa de Israel) y el mesianismo y misión universal del final del evangelio (Mt 28, 16-20), que ha marcado toda la visión posterior de la iglesia cristiana.

La primera misión, asumida por los → Doce en el tiempo de Jesús, se limitaba a las ovejas perdidas de la casa de Israel (cf. Mt 10, 5-12).

La segunda, que aparece, sin duda, como interpretación auténtica del mensaje de Jesús, avalada por Pedro (cf. Mt 16, 16-20), se abre por los once discípulos pascuales a las naciones, desde la montaña de Galilea. Estos once son discípulos y hermanos de Jesús (cf. Mt 28, 7.10), que se reúnen en la pascua con las mujeres de la tumba vacía, representan a la iglesia, que inicia su andadura misionera desde la montaña galilea, donce Jesús les dice que vayan a todas las naciones ofreciéndoles su mensaje  y su vida

La tradición de Israel había situado el encuentro con Dios y el comienzo de la vida israelita en la montaña del Éxodo, en la que Dios ardía como fuego o tronaba sus mandamientos (cf. Ex 3; 19-20).

Pues bien, Jesús ha citado a sus discípulos en la montaña de la revelación de Galilea, donde ellos le encuentran. Jesús no tiene que aparecerse: espera allí, les está aguardando, para mostrarles la verdad y plenitud de amor sobre la tierra, diciéndoles:

  Se me ha dado todo poder en el cielo y sobre la tierra; id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación de los tiempos» (Mt 28, 16-20).

La experiencia pascual se interpreta, según eso, como extensión de la soberanía de Dios, que ahora se expresa como señorío de Cristo, Señor de cielo y tierra. Jesús posee (ha recibido, se le ha dado) todo poder y así se manifiesta Jesús a sus discípulos, haciéndoles participantes de su tarea.

 «Id y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28, 19). Este es el contenido de la misión cristiana. El evangelio no se impone por fuerza. No transforma las cosas con violencia sino que expresa y realiza su señorío a través de los discípulos, de modo que ellos sean portadores de su acción sobre la tierra. Por un lado, Jesús manda a sus discípulos que vayan a todos los pueblos, para transmitirles su evangelio: la pascua es, por lo tanto, el don universal de Dios en Cristos.

 Esta experiencia de misión universal se inscribe en la tradición judía, como sabe Mt 25, 31-46, donde las naciones se acercan al Hijo del Hombre, sin distinción o separación de rangos (pueblos, jerarquías o estamentos); todos los hombres vienen para descubrir su verdad (bendición o maldición) en referencia a los más necesitados:

«Tuve hambre ¿me disteis de comer? Estuve exilado ¿me acogisteis? Estuve enfermo o en la cárcel ¿vinisteis a mí?».

Así reformula Mt la experiencia de la antigua ley, que habían descubierto y proclamado la presencia de Dios en los expulsados (huérfanos, viudas extranjeros) de la sociedad. Llevando hasta el final esa experiencia, la iglesia misionera no desciende de la montaña galilea como un pueblo mejor entre los otros pueblos, sino como germen de discipulado y vinculación universal, a partir de los más pobres (hambrientos, exilados, encarcelados) de la tierra.

(uevo nacimiento. Bautizándoles. Esta es una misión universal, abierta a todos los pueblos, de tal forma que en ella lo que importa es la comunión de vida (dar de comer, de beber, acoger, visitar: Mt 25, 31-46); pero, al mismo tiempo, es una misión eclesial, pues Jesús quiere que todos los hombres se vuelvan discípulos, vinculándose en el camino y comunidad de amor mutuo que es la iglesia. Esa misma iglesia concreta, centrada en los Once y abierta a todos los pueblos de la tierra, viene a presentarse como signo y sacramento de la pascua de Jesús para los hombres. Por eso, el texto dice: «bautizándoles (a todos los pueblos) en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19).

En la tradición de Juan Bautista (cf. Mt 3, 11), el → bautismo era señal de conversión, gesto que prepara al iniciado para el bien morir, liberándole así de la ira venidera. Ahora el bautismo se interpreta como nuevo nacimiento. Los mismos pueblos (y personas) que se hallaban antes encerrados en sus ritos y violencias, pueden renacer, en fraternidad universal, fundada en Cristo. La tradición posterior de la Iglesia dirá que el bautismo tiene que estar precedido por una catequesis, que incluye la conversión de los candidatos. El esquema del evangelio es inverso: lo primero es el bautismo, sacramento de presencia salvadora de Dios y no signo o sello final de una conversión antecedente (como sucedía en Juan Bautista: cf. Mc 1, 4).El bautismo cristiano ofrece el don más alto (la vida del Dios Trinidad) y por ello no se funda en una conversión previa, en clave moralista, sino que la hace posible.

La misión es, por lo tanto, una experiencia de nuevo nacimiento. Los discípulos del Cristo ya no anuncian muerte sobre el mundo: no profieren amenazas, no juzgan ni se imponen por encima de los hombres. Ellos van ofreciendo por la pascua de Jesús nueva existencia, un bautismo que se expresa en el misterio del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. De esa forma se vinculan apertura universal (el mensaje se ofrece a todos los pueblos) y hondura teológica (ese mensaje pascual contiene la revelación del Padre, el Hijo y el Espíritu). La unidad entre los hombres está garantizada así por un Dios abierto, a quien los cristianos presentarán como trinidad, comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo.

 Vivir el evangelio, no imponer una iglesia. De la gracia bautismal deriva la capacidad de cumplimiento, es decir, de vivir según el evangelio. Jesús no pide a sus discípulos que cumplan los mandatos, para después bautizarse, sino al contrario: les ofrece la vida nueva (bautismo) para que así puedan cumplir su enseñanza (vivir en gratuidad). La experiencia pascual, como gracia que se imparte generosamente (en el bautismo), capacita a los hombres para vivir conforme al evangelio. Ella ratifica el mensaje previo de Jesús, su palabra de perdón y no-juicio, su amor al enemigo. Por ella descubrimos que Dios es don y superamos el peligro de egoísmo (divinización) de la mamona.

Esta dialéctica de don (bautizándolos) y de compromiso (cumplid) constituye la base de la nueva creación cristiana. Los cristianos se encuentran como implan­tados en la pascua (renacidos por el bautismo) de manera que pueden ser enviados a realizar la tarea de Jesús (bautizando a los hombres y enseñándoles a cumplir el evangelio). Todo eso es posible porque Jesús sigue diciendo: «y yo estaré con vosotros...» (Mt 28, 20).

El «poder» que el Cristo pascual ofrece a los misioneros no puede interpretarse en claves de imposición social o uniformidad cultural; no es poder de un pueblo sobre otro, ni de una iglesia o religión determinada sobre las restantes. El mensaje de los misioneros de Jesús no quiere destruir las culturas religiosas o sociales de los pueblos, sino ofrecerles el mensaje y camino de discipulado, conforme al Sermón de la Montaña.

El camino de Jesús no se vincula a los triunfadores de los diversos sistemas eclesiales, sino, al contrario, a los perdedores de todos los sistemas. Por eso, el Señor escatológica dirá «tuve hambre, tuve sed, estuve exilado o desnudo, enfermo o encarcelado...» (Mt 25, 31-45). Sus discípulos no quiere convertir o cambiar a los demás, privándole de sus propias ideas religiosas, sino al contrario: ponerse en el lugar de los marginados, para compartir con ellas la vida de Jesús. Sólo de esa forma, los seguidores de Jesús pueden ofrecer una experiencia de discipulado (comunicación) a todos los pueblos de la tierra.

Dos tipos de misión. De esa forma, retomando un motivo del principio de este tema, podemos recordar y oponer dos tipos de misión.

(a) Una misión de tipo centrípeta supone que Cristo (o su iglesia) tiene razón, posee una superioridad sobre las restantes religiones o iglesias del mundo. Por eso, ella se puede presentar como modelo para que vengan y aprendan los humanos. Pues bien, este tipo de misión corre el riesgo de volverse impositivo, contrario al evangelio

(b) La misión centrífuga empieza valorando a los diversos pueblos de la tierra, a los que el misionero ofrece la experiencia de comunicación del evangelio. El misionero no quiere convertir a los demás, ni ganarles para la causa de la iglesia, sino ayudarles para que sean ellos mismos: que cada pueblo desarrolle sus propias experiencias y valores, desde el don del Padre, del Hijo y del Espíritu, según el evangelio. Los misioneros de Jesús no quieren que los pueblos gentiles se conviertan para inscribirse en la iglesia verdadera (conforme a una dialéctica de grupo), sino para que sean ellos mismo, desarrollando sus valores culturales y religiosos, desde el amor del Padre, de Cristo y del Espíritu.

La misión de los enviados de Jesús no está al servicio de una posible iglesia dominante, sino del evangelio de la gracia y misericordia de Jesús. (La misión israelita, tal como la ha desarrollado el judaísmo → rabínico, era sobre todo testimonial y centrípeta: los judíos deben ofrecer en el mundo el testimonio de lo que han recibido, pero sin convertir (sin judaizar) al conjunto de los pueblos, a los que un día el mismo Dios les hará subir a Jerusalén, conforme al testimonio de Is 2, 2-4; 60, 1-22).

Por el contrario, la misión cristiana ha de ser universal y centrífuga, dirigida desde Jerusalén o Galilea al conjunto de los pueblos. Esto es algo que descubrieron y desarrollaron los cristianos → helenistas (cf. Hech 6-7) y que después pudo de relieve San Pablo y el conjunto de la iglesia

Texto tomado de Pikaza, Diccionario de la Biblia Entrada "misión".

Gran diccionario de la Biblia

 (cf. A. Antón, La Iglesia de Cristo, BAC, Madrid, 1977; S. Bretón, Vocación y misión: formulario profético, AnBib 111, Roma 1987; J. Colson, Ministre de Jésus-Christ ou le sacerdoce de l'Évangile. Tradition paulinienne et tradition Johannique  de l'épiscopat, des origines à Saint Irénée,  Paris 1951; J. Roloff,  Apostolat, Verkündigung, Kirche, Mohn, Gütersloh 1965; Die Kirche im NT,  Vandenhoeck, Göttingen 1993; W. Trilling, El verdadero Israel. La teología de Mateo, Fax, Madrid 1974).

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