Dom 2. 06.24. Cuerpo a Cuerpo, Eucaristía

El cuerpo de Dios es nuestro. Nuestro cuerpo es de Dios.

Cuerpo, carne, palabra; camino y presencia de Dios. Eso somos, de manera que su fiesta es nuestra y la nuestra suya.   Buen día a todos: Profetas, sacerdotes y reyes de Dios.  

Source: OCP Media Network

Fiesta del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, que es la Eucaristía.
Juan 6, 51-58. Nos hemos acostumbrado al gesto de Jesús que dice “esto es mi cuerpo”, dándonos su pan, para que lo compartamos, de manera apenas nos causa extrañeza, porque lo entendemos  como palabra teórica, que sólo Jesús y sus grades iniciados pronuncian. 
Pero esa palabra (éste es mi cuerpo, esta es  mi sangre)es de todos los creyentes, de todos los compañeros y amigos de Jesús, profetas, reyes sacerdotes.  

Un cuerpo, eso es, algo visible y concreto, una forma de comunión entre hombres, mujeres y niños, abierta a todos, en torno al pan que comparten, en nombre de Jesús, recordando y expresando su entrega... sin poderes ni jerarquías de dominio, porque “el Cristo es cuerpo” (cf. 1 Cor 12, 27), un cuerpo donde, en este contexto radical, ni él mismo es Cabeza, pues todos miembros unos de (y con) los otros.

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Algunos cristianos posteriores han querido construir una institución "de separados", con libros importantes y buenas genealogías, pero han corrido el riesgo de perder el "cuerpo a cuerpo" de Jesús, que eso su Iglesia, un encuentro concreto de personas, mujeres y hombres, que se dan la vida y la comparten, formando de esa forma una comunión visible, simbolizada y expresada en el pan compartido, que es el signo supremo de este cuerpo a cuerpo de amor que es la comunión de los compañeros, amigos y hermanos de Jesús.


Texto. Juan 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"

Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre." 

La Palabra se hizo carne - EPUB - Editorial Verbo Divino



No voy a comentar el texto en forma exegética, ni compararlo a los textos de la fundación de la eucaristía en la Última Cena, según los sinópticos. Sólo quiero evocar el sentido del "cuerpo" ¿Quién y cómo puede decir: esto es mi cuerpo? ¿De qué forma se puede dar y compartir el cuerpo, la vida concreta formando así un “cuerpo” humano?

– El signo de Jesús es el pan compartido. No el alimento de las purificaciones y los ázimos rituales (que comen separados los buenos judíos), sino el pan de cada día, al que alude el Padrenuestro: la comida que se ofrece a los pobres, se comparte con los pecadores y se expande en forma universal. Este es su signo: todo lo que ha dicho, todo lo que ha hecho se condensa y expresa en forma de alimento que sustenta y vincula a los humanos. Sin justicia social y comunicación económica no existe de verdad eucaristía.

– El pan suscita y crea Cuerpo... Jesús no anuncia una verdad abstracta, separada de la vida, una pura ley social, un principio religioso... Al contrario, mesías de Dios, Jesús es cuerpo, esto es, vida expandida, sentida, compartida. El evangelio nos sitúa de esta forma en el nivel de la corporalidad cercana, que la mujer del vaso de alabastro (Mc 14, 3-9) expresaba en forma de perfume y que Jesús ofrece como pan (comida). Sin comunión personal (de cuerpo y sangre) no existe eucaristía, ni existe sociedad humana.

– El pan hecho Cuerpo expresa la vida mesiánica, que se da y acoge, se goza y comparte, en comida de solidaridad y de justicia, de comunión mutua y de fiesta. Una tradición del cristianismo ha entendido esa experiencia de dar y compartir el cuerpo en término de “liturgia sacrificial”, es decir de cuerpo en cruz, de expiación. Pero antes que eso, el pan compartido es regalo (que se da y disfruta), la unión de un cuerpo es un gozo de vivir y compartir en compañía.
PROFETAS, REYES,SACERDOTES DEL CUERPO DE CRISTO. 

Exposición la quinua y el arte

Jesucristo es Aquél a quien el Padre ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha constituido "Sacerdote, Profeta y Rey". Todo el Pueblo de Dios participa de estas tres funciones de Cristo y tiene las responsabilidades de misión y de servicio que se derivan de ellas (cf . Redemptor Hominis 18-21).

784 Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: «Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo "un reino de sacerdotes para Dios, su Padre".  

785 "El pueblo santo de Dios participa también del carácter profético de Cristo". Lo es sobre todo por el sentido sobrenatural de la fe que es el de todo el pueblo, laicos y jerarquía, cuando "se adhiere indefectiblemente a la fe transmitida a los santos de una vez para siempre" (LG 12) y profundiza en su comprensión y se hace testigo de Cristo en medio de este mundo.

786 El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección (cf. Jn 12, 32). Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo "venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mt 20, 28). Para el cristiano, "servir a Cristo es reinar" (LG 36), particularmente "en los pobres y en los que sufren" donde descubre "la imagen de su Fundador pobre y sufriente" (LG 8). El pueblo de Dios realiza su "dignidad regia" viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.

«Todos los cristianos espirituales y perfectos debe saber que son partícipes del linaje regio y del oficio sacerdotal  (Catecismo de la Iglesia Católica 1992, Num. 783 ).

TODOS LOS CRISTIANOS (MUJERES Y VARON SON CUEPO DE CRISTO)

Todos los bautizados son profetas (es decir, legisladores, portadores  de la Palabra de la palabra… No reciben su doctrina de otros maestros exteriores, no son puros “dependientes” de un magisterio esterno, sino portadores y testigos de la palabra de Dios que son “maestros”, en una línea que han puesto de relieve las Cartas de Juan: Cada cristiano recibe y despliega desde el fondo de sí mismo la palabra de Dos, cada uno "se es ley para sí mismo", en comunión con otros (Juan de la Cruz, Subida).

Todos los bautizados son reyes en Cristo. No son esclavos de nadie ni de Cristo, sino que son el m mismo Cristo. Nadie puede imponerles su dictado y mandar sobre ellos. Son reyes, responsables de sí mismos, capaces de realizar la obra de Cristo, en él y con él. En Cristo no hay reyes y súbditos, señores y esclavos, sino que todos son "uno" en Cristo, con su mismo poder de amor y servicio mutuo

Todos son, finalmente sacerdotes… en el sentido radical de la palabra. Éste es el sacerdocio verdadero, el más profundo, ése que suele llamarse “sacerdocio común de los fieles” (que es el sacerdocio "ontológico", si es que puede utilizarse esa palabra helenista). No hay una "tribu sacerdotal", como la de Leví-Aarón en el AT, sino un sacerdocio único, simbolizado por Melquisedec, que es Cristo (hebreos). La santidad de Cristo y su obra santificadora, representada y celebrada por la eucaristía, es por tanto un “carisma” de todos los bautizados, que se identifican con Cristo, varones o mujeres.



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