El dinero y la fraternidad FT 8. La conversión de Mammón: Dinero de fraternidad

Termino con esta postal mis reflexiones en torno a varios temas de la Encíclica de Francisco: Fratelli Tutti, hermanos todos.  Todos ellos culminan, a mi juicio, en eso que podemos llamar la "Conversión del dinero. Tanto de Francisco de Asís como de Francisco Papa: Descubrir y potenciar el sentido del dinero (que tiende a ser Mammón, poder diabólico) en principio de fraternidad.

   La encíclica trata de la "conversión del dinero", de su transformación radical, en línea de diálogo humano, de comunicación personal y social... Se trata de transformar el dinero en amor a los demás... partiendo del"capital" supremo de la vida que es Dios.

   Desde el comienzo del pontificado de Francisco, viendo la línea que seguía en Evangelii Gaudium (2013) y sobre todo en Laudato si (2015), quise ofrecer y ofrecí una aportación al tema con mi libro sobre "No podéis servir a Dios y al dinero". Por eso me atrevo a ofrecer aquí las conclusiones de ese libro como un homenaje al proyecto eclesial y teológico del Papa Francisco.

Dios o el dinero

Ofrezco aquí en resumen los 25 temas fundamentales de mi libro sobre el dinero, desde la perspectiva de la Biblia. Pienso que ellos ayudan a entender e interpretar la encíclica de Francisco (Fratelli tutti...). Se trata de superar el riesgo satánico del dinero (en su forma actual) para convertirlo en medio de comunicación personal, en signo de Dios. 

  1. Desde el Antiguo Testamento, en la base del mensaje
  1. Israel, una economía compartida. La Biblia no comienza con una gran ciudad, un templo rico, una alabanza del dinero, sino que en su comienzo hallamos una federación de tribus de hombres libres (agricultores y pastores) que comparten ante (desde) el Dios Yahvé sus propiedades, en un contexto cananeo-fenicio (oriental) de ciudades ricas y opresoras, de comercio de dinero y de dominio militar que utiliza y destruye a las tribus, familias y personas. Retomar ese comienzo sigue siendo tarea de judíos y cristianos.
  2. Éxodo, salir del “laberinto” del dinero. La Biblia no sigue contando una historia idílica de buenos pastores y labriegos, que comparten sus bienes, sino que en el mismo comienzo de Israel sitúa un conflicto de explotación y dinero… Por dinero venden los hijos de Jacob a su hermano José; con dinero bajan esos mismos hermanos a comprar pan de Egipto, en tiempo de hambruna, y por pan quedan allí esclavizados, hasta que salen de Egipto (economía que somete a pobres y extranjeros), buscando libertad (con riesgo de hambre) en el desierto, pues no sólo de pan vive el hombre, como dirá más tarde Jesús (Mt 4, 4). 
  3. Denuncia profética, leyes fundamentales. En la base de Israel y de la Biblia cristiana sigue estando la voz de los profetas (Amós, Isaías, Jeremías…) que condenan la injusticia económica. Más que del Dios en sí, ellos hablan del Dios que defiende a los pobres, como han puesto de relieve (de forma sorprendente) dos leyes fundamentales del Pentateuco: (a) Ley de defensa de los pobres (huérfanos, viudas, extranjeros), a cuyo servicio ha de ponerse el dinero y poder de la sociedad. (b) Ley del año sabático y del jubileo, centrada en el perdón de las deudas y el reparto igualitario de las tierras. 
  4. Gen 1-11: el hombre, un ser económico. Los primeros capítulos del Génesis ofrecen una reflexión insuperable sobre el origen y sentido, la tarea y riesgo de los hombres y mujeres, que se expresa de un modo especial en un nivel de economía. Estos capítulos no tratan del dinero material (moneda), sino de lo que está en su fondo, tanto en el relato del “sacrificio” de Caín y Abel, como en la “historia” del diluvio. Por un tipo de dinero se mataron los hombres al principio, por dinero pusieron (¡y ponen, ponemos!) en riesgo la vida del planeta. En aquella situación nos encontramos nosotros todavía.
  5. Benedictus y Magníficat, pueblo santo y dinero de los pobres. En el comienzo de la historia de Jesús ha colocado Lc 1 dos himnos que exponen los rasgos principales de la “liberación”: (a) El sacerdote Zacarías, padre de Juan Bautista, entona un canto de exaltación nacional, para que, liberados de los enemigos, los judíos puedan servir a Dios en santidad y justicia. (b) María, madre de Jesús, anuncia, en cambio, la liberación de los pobres (hambrientos y oprimidos), superando así las fronteras de Israel y trazando los rasgos básicos de una transformación económica al servicio de los antes excluidos.
  6. De la apocalíptica al magisterio moral: Juan Bautista. La tradición sinóptica y el Cuarto Evangelio le presentan como profeta apocalíptico, que vive en pobreza (vive de saltamontes y miel silvestre…) y denuncia una cultura del dinero y el mercado. Pero el evangelio de Lucas, siguiendo una tradición, que proviene quizá de los mismos discípulos de Juan Bautista, le presenta después como maestro de moral que es para todos, pidiendo que compartan los bienes, tanto a los funcionarios (publicanos) como a los soldados del imperio, diciéndoles que no roben, que respeten y protejan a los hombres. 

Jesús, la gran riqueza

  1. Bienaventurados los pobres. Tras haber sido por un tiempo discípulo del Bautista, Jesús inicia su movimiento de Reino en Galilea, invirtiendo el proyecto económico, social e ideológico de los representantes del imperio de Roma y del templo de Jerusalén, que quieren conquistar y “pacificar” (someter) el mundo desde el poder y dinero sagrado. En contra de eso, los portadores del Reino de Dios (nueva humanidad) han de ser precisamente los pobres, a quienes Jesús llama bienaventurados, para iniciar con ellos inicia su camino de transformación, su “revolución” (pacífica y creadora), su proyecto de nueva creación.
  2. Padrenuestro, oración económica. Siendo profundamente teológica (Padre, santifica tu Nombre, venga tu Reino…), la oración de Jesús resulta creadoramente económica: Es oración por el pan que se trabaja y comparte y por el perdón que se ofrece en sentido básicamente económica (perdona nuestras deudas/pecados como nosotros perdonamos a nuestros deudores…). Ella define la novedad radical del evangelio, en línea de gratuidad, en contra de una economía que tiende a imponer su ley de deudas monetarias y sociales. Esa novedad se despliega a partir de los pobres que “perdonan” a los ricos.
  3. Al que te pide prestado dale, a quien le has dado no exijas que te lo devuelva. Esta es la clave económica (monetaria) del Sermón de la Montaña (Mt 5 y Lc 6), que traza y marca el camino que lleva de una economía de ley (justicia conmutativa) a una de don, donde el dinero es para darlo y compartirlo no para dominar a los demás. Entendido así, el evangelio ha trazado la primera y más grande de las revoluciones económicas de occidente, que apenas se ha sido estrenada todavía, pues lo normal ha sido (y sigue siendo) el gesto de espiritualizar su contenido (o de expresarlo sólo en un campo de pequeñas relaciones íntimas, de Iglesia).
  4. Los pobres os evangelizan. Esta palabra está en el fondo de todo el mensaje y proyecto de Jesús, resumido en dos declaraciones. (a) Los pobres son evangelizados (cf. Lc 4, 17-18; Mt 11, 5). Ese lema no significa que ellos reciban desde arriba una ayuda para así vivir, sino que actúan como portadores del evangelio. (b) No llevéis nada para el camino, ni bolsa de dinero, ni ropa de repuesto… Así van los enviados de Jesús, como pobres que evangelizan (curan) a los ricos. En ese fondo ha de entenderse la misión cristiana, desde los pobres que son misioneros, liberadores de los ricos.
  5. Multiplicación, panes y peces. El signo del evangelio no es pasar hambre, sino compartir la comida. No se trata, pues, de no tener pan, sino de tenerlo (de haberlo trabajado… y ganado) para compartirlo, en el campo abierto, por encima de otras normas de separación ritual o social. Este signo del pan compartido que se multiplica (en grupos de conversación y amistad) señala y define la identidad del cristianismo, hasta el día de hoy. En esa línea, los textos de multiplicación marcan el paso de la economía de mercado (que vayan y compren) a una economía de la comunión (dadles lo que tenéis).
  6. No podéis servir a Dios y a Mammón. Esta palabra define hasta hoy, la identidad del cristianismo. El riesgo no está en el dinero como medio de comunicación, sino como fin (un ídolo, un fetiche), de manera que los hombres acaben siendo servidores suyos. En esa línea, cuando Jesús dice “no es el hombre para el sábado (la religión), sino el sábado para el hombre”, se puede traducir: No es el hombre para el dinero, sino el dinero para el hombre, es decir, para todos, empezando para los más pobres. Esta inversión y conversión del dinero constituye el centro de la economía de Jesús, cuyas consecuencias no se han sacado plenamente todavía. 

Un conflicto por causa de dinero

  1. Acusación fundamental: monedas del templo. Jesús ha expresado y ratificado su anuncio y preparación del Reino, entendido como gratuidad, en el gesto de la gran “purificación” cuando arroja por el suelo las monedas de los cambistas, mostrando así que él quiere un templo sin dinero y sin sacrificios animales, criticando y superando de esa forma un tipo de economía religiosa, que lo utiliza con fines monetarios. Ese gesto de Jesús ha decidido el sentido de su vida (ha provocado su muerte), y ha sido (y sigue siendo) difícilmente asumible para un tipo de religión establecida.
  2. Parábola de los viñadores (Mc 12 par). Está dirigida a los sacerdotes del templo, pero puede y debe aplicarse a todos los que tienen algún tipo de bienes, sabiendo que no son dueños, sino administradores. Jesús aparece en ella como el “enviado” del Señor (esto es, de Dios) para recordar a los sacerdotes que no son (no somos) dueños exclusivos de unos bienes, pudiendo usar y abusar de ellos de un modo egoísta, sino administradores, al servicio de la vida de todos, empezando por los más pobres. Esta parábola define el sentido de la vida y de la muerte de Jesús, pues le asesinan los que quieren ser dueños del dinero.
  3. Devolved al César lo que es del César. Jesús no arroja por el suelo la moneda del tributo (de la economía) del Imperio, como arrojó las del templo, sino que dice que “se le devuelvan” al César. Esa palabra y ese gesto, interpretado después de diversas formas por la tradición de las iglesias, hasta el día de hoy, define y marca la identidad del cristianismo. Es evidente que, según Jesús, las “cosas de Dios” no se hacen con dinero del César, pero él deja abierta la posibilidad de que haya un dinero del César, sin satanizarlo por principio, como tenderá a decir y hacer el Apocalipsis.
  4. Trescientos denarios de la unción. Una mujer unge a Jesús con un perfume caro (unos trescientos jornales de trabajo), en vez de dar ese dinero a los pobres, como quisieron algunos de sus discípulos. Ese gesto (ratificado por Jesús: ¡ha hecho conmigo una obra buena…!), está indicando el valor más hondo del dinero, que se pone al servicio de la vida y del amor, pues “no sólo de pan vive el hombre…” (Mt 4, 4). Jesús no ha sido un asceta puritano, sino que quiso y supo disfrutar los bienes de la tierra, y en esa línea aceptó el perfume, no para privar de su dinero a los pobres, sino abrir una experiencia superior de gratuidad
  5. Muerto por dinero. En el fondo de la misma condena de Pilato (y de la crucifixión de Jesús por los romanos) hay un fuerte elemento de dinero: Al condenar a Jesús, Pilato está defendiendo el poder y economía de Roma, frente a unos pretendientes mesiánicos como Jesús, que ponen en riesgo su dinero. Así lo ha destacado Mt 28 cuando sitúa en el fondo de la muerte de Jesús el suicidio de Judas por dinero y la mentira de los soldados romanos, que aceptan el soborno de los sacerdotes para colaborar con ellos, en un gesto históricamente dudoso, pero profundamente significativo y verdadero.
  6. Ciento por uno (Mc 10, 28-31 par) y comunidad final de bienes (Hch 2-4). Hay dos modelos. (a) El del libro de los Hechos evoca la existencia de una comunicación escatológica de bienes, propia de una comunidad que gasta lo que tiene porque espera el fin del mundo (indicando así que el tiempo ha terminado). (b) Por el contrario, Mc 10 evoca el surgimiento de una familia grande (una comunidad) que comparte casas y bienes (tierras), en línea de producción y de comunión familiar y económica, no porque el mundo acaba, sino porque está comenzando un mundo nuevo. 

Enseñanzas de dinero

  1. Mateo 25, 31-46, parábolas del juicio. El evangelio de Mateo contiene varias parábolas de fondo económico: trabajadores de la viña (todos un mismo denario); talentos que deben ponerse en juego, para “ganar” buen dinero, del aceite de las vírgenes que esperan al esposo. Entre ellas destaca la de juicio de 25, 31-46, que define la suerte de los hombres por la forma que han tenido de emplear sus bienes al servicio de los necesitados. En esa línea (dar de comer, de beber, acoger, vestir, cuidar, visitar al encarcelado) el ideal el proyecto de Jesús no se funda en la pobreza como no tener, sino en la riqueza (comida, casa etc.) compartida.
  2. Lucas, dos parábolas económicas principales. En la del “administrador injusto” (16, 1-13), el dueño alaba a un empleado astuto (corrompido), que le engaña cambiando a su favor las cuentas de algunos clientes, para que ellos a su vez le ayuden. De esa forma, astutamente, han de portarse los creyentes para transformar el dinero malo (que es Mammón de iniquidad) poniéndolo al servicio de los pobres (ganado así amigos para el Reino). La otra es la del epulón (el rico) que vive comiendo y bebiendo, mientras el pobre Lázaro muere necesitado a su puerta (Lc 16, 19-31).
  3. Digno es el obrero de su salario: el “sueldo” de los misioneros. Parece que en principio Jesús no habló del dinero de sus misioneros. Pero, muerto él y organizada la misión de la Iglesia, tanto el documento Q, como Pablo (1 Cor 9) y sus discípulos (1 Tim 5, 18), vuelven a introducir el tema de una “paga” o sueldo (una forma de vida) para los ministros de la Iglesia. En ese contexto se plantea la posibilidad (y necesidad) de que algunos creyentes, liberados para el evangelio, reciban un sueldo de iglesia, de manera que la misión de la Iglesia pueda convertirse de nuevo en “negocio”, como el templo de Jerusalén.
  4. Pagad los impuestos (Rom 13,1-7). Con este pasaje, la Iglesia opta por insertarse en la vida del Imperio romano (o de otro Estado). Pablo no dice simplemente, como Jesús en Mc 12, 13-17, “devolved al César lo que es del César”, sino “pagad”, aceptando así en un plano la economía del entorno (con su dinero, que no es ya simplemente Mammón diabólico) y abriendo por encima (en un plano superior) su visión y proyecto de gratuidad. En esta opción se funda lo que el Vaticano II (cf. GS 36) presenta como “legítima autonomía” de las realidades temporales, para transformarlas, en línea de gratuidad, según el evangelio.
  5. Tríada satánica, el dinero de la prostituta (Ap 13-17). Frente a la visión de Pablo (¡no en contra!), el Apocalipsis insiste en la maldad intrínseca de la economía del Imperio, estableciendo el famoso simbolismo de la “tríada satánica” (imperio militar, falso profeta y prostituta economía de Roma). En esa línea, interpreta en forma radical la palabra de Jesús “devolver al César lo que es del César”. No defiende la lucha con armas contra el César (como los soldados judíos de la guerra del 67-70 d.C.), sino que los fieles abandonen su imperio, saliendo de su estructura, para fundar un tipo de vida distinta, no en contra, pero fuera del Imperio.
  6.  Caída de la prostituta (Ap 17, 15-18). Quizá la escena más provocadora y sorprendente del Apocalipsis es aquella donde se afirmar que sus mismos aliados, que se han prostituido con ella (bestias y reyes) matarán, comerán y quemarán a la Prostituta (el Capital-Mammón), en gesto de sacrificio final de la historia. Ésta caída (destrucción) de la economía monetaria constituye uno de los mayores riesgos (y esperanzas-tareas) de la modernidad. Muchos dicen que nos hallamos a las puertas de un gran colapso económico, que puede acabar destruyendo a la misma economía prostituida que nos había permitido vivir en los últimos siglos o decenios.
  7. El Milenio, un mundo sin esclavitud del dinero (Ap 20, 1-6). Con esa imagen termina la utopía profética del Apocalipsis, dirigida a la destrucción de la Prostituta y de las Bestias que regían este mundo (cf. Ap 19, 19-21). Es la utopía de un mundo final (“antes” del cielo nuevo y de la tierra nueva de Ap 21-22), sin bestias ni prostituta, con el Dragón atado y bien atado en el abismo. No se sabe si en ese reino de milenio habrá “dinero”, pero de haberlo será expresión de plena y total gratuidad, al servicio de la comunión de todos los hombres y mujeres, sin imposición de unos sobre otros.

            Estos 25 temas forman una conclusión abierta del tema del dinero en el conjunto de la Biblia. Los he puesto en un orden que parece ascendente, desde el Antiguo Testamento, pasando por el mensaje de Jesús y por la vida de la Iglesia, hasta el Apocalipsis, pero ese ordenamiento “progresivo” resulta no puede tomarse como definitivo, porque el Apocalipsis no viene temáticamente después del evangelio de Marcos o Mateo, ni mucho menos después de la tradición de Pablo (de Hechos o de las Cartas Pastorales), a pesar de que el canon del NT lo haya colocado al final de los libros de la Biblia cristiana.

            Según eso, la Biblia ofrece en ese campo un testimonio de gran diversidad. En su centro, para los cristianos, se encuentra Jesús con su compromiso de solidaridad y entrega de amor por los demás. Desde esa perspectiva,  el Apocalipsis opta por oponerse a toda forma de dinero que esté contaminado. En una línea distinta, Rom 13, 1-7 con  Mt 5, 26 y Mc 12, 13-13 abren un tipo de pacto entre el dinero de Dios y el del César. Sus propuestas son distintas, pero, a juicio de la Iglesia, no son contradictorias, sino que deben mirarse y entenderse como expresiones de una verdad sinfónica, que sólo se entiende en el contexto de la propia vida, desde el compromiso de conjunto de la Iglesia, y de una humanidad que quiere responder con su vida a la Vida de Dios.

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