Caída de Jerusalén, ruina de nuestra cultura Como en tiempos de Jeremías (640-585 a.C.). Profecía y crónica de una destrucción

No hay historia o profecía más actual que la de Jeremías. Desde que era casi un niño (en los años de la Reforma de Josías, hacia el 640 a.C.), hasta la caída y final de Jerusalén (585) (585) fue profeta y cronista de la Gran Ruina.

Fue profeta: Descubrió y proclamó paso a paso la ruina del orden religioso, político y social de Jerusalén y del judaísmo. El "pueblo de Dios" se destruía a sí mismo, hasta volverse un montón de llamas y ceniza

Fue cronista: No sólo proclamó, sino que describió la Catástrofe. año tras año, casi día a día. La "ciudad" de Dios, cultura invencible  iba cayendo a pedazos en sus manos, ante sus ojos... Lloró sin cesar, hasta descubrir que lo mejor que podía pasarle es que se destruyera a sí misma, pues sólo así, de sus ruinas totales, podría surgir algo distinto.

A Jesús de Nazaret le llamaron el Nuevo Jeremías, pues también él anunció y preparó 600 años más tarde la destrucción de Jerusalén... Era necesario que aquel orden injusto se destruyera a sí mismo, para que pudiera venir el Reino de Dios, la Nueva Humanidad.

Nos hallamos (año 2020) en una situación casi idéntica. Es necesario que este mundo acabe (este orden/desorden) militar, económico, político, religioso, sanitario... y está acabando ya, y  sólo así podrá surgir el Reino esperado, si es que nos con-vertimos (y lo haremos, pues hay Dios).

  No hay profecía y crónica más actual Jeremías. Quien lea y reviva su obra  sabrá mucho mejor lo que está pasando, lo poco que se puede hacer en sentido individual, lo mucho que debemos cambiar, para que llegue la nueva Humanidad.

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Jeremías y  Lamentaciones: Amazon.es: KEIL, CARL FRIEDRICH: Libros

https://www.clie.es/autor/johann-karl-friedrich-keil Jeremías y Lamentaciones, Editorial Clie, Viladecavalls 2019, 849 págs. (Traducción y adaptación por X. Pikaza)

https://www.clie.es/colecciones/comentario-al-texto-hebreo-del-antiguo-testamento-jeremias-y-lamentaciones

Prefacio.  Jeremías, un profeta

La vida y vocación de Jeremías, cuyos oráculos se recogen, comentan y amplían en el libro de su nombre, está bien documentada. Vivió entre el siglo VII y VI a.C. Apoyó la reforma yahvista de Josías (640-609 a.C) y sufrió después, bajo Joaquín (609-597) y Sedecías (597-586), la tragedia de las invasiones babilónicas. Pidió paz, que los judíos no se alzaran contra Babilonia, pero apenas le escucharon. Tuvo que enfrentarse con muchos enemigos, sufrió persecuciones, murió en el destierro forzado de Egipto. Nos ha dejado las más impresionantes confesiones personales de toda la tradición bíblica. Así lo muestra ya el comienzo de su libro, con el relato de su vocación: 

              Me vino, pues, la palabra de Yahvé, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah, ah, Señor Yahvé! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Yahvé: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Yahvé. Y extendió Yahvé su mano y tocó mi boca, y me dijo: He aquí que pongo mis palabras en tu boca mira, hoy te establezco sobre las naciones y los reinos, para arrancar y destruir, arrastrar y demoler, construir y plantar…Y pronunciaré mi sentencia contra ellos (los habitantes de Jerusalén), por toda su maldad al abandonarme, pues sacrificaron a otros dioses y adoraron la obra de sus manos. Y tú cíñete los lomos: levántate y diles todo lo que yo te ordene. No tiembles ante ellos, para que no te haga temblar yo ante ellos. Mira, yo te constituyo hoy como ciudad inexpugnable, como columna de hierro y muralla de bronce frente a toda la tierra, para los reyes de Judá y sus príncipes, para los sacerdotes y el pueblo de la tierra. Lucharán contra ti, pero no te vencerán, pues yo estoy contigo para salvarte, palabra de Yahvé (Jer 1, 1-11.16-19).

El profeta Jeremías, de Miguel Ángel | Babelia | EL PAÍS

  Ésta es una ceremonia de iniciación e investidura profética que se desarrolla entre Jeremías y Dios, en la línea de la que hallamos en Is 6, 6-7. El mismo Dios ofrece su Palabra al profeta, para que con ella realice su juicio. Es un profeta de apariencia débil, pero la Palabra de Dios se manifiesta y actúa de manera triunfadora a través de su persona. No es un sabio en técnicas de guerra o de política; no es un sociólogo que estudia los diversos elementos de conflicto de los pueblo. No es un rey, ni un hombre rico, pero saber mirar con los ojos de Dios y proclama desde Dios la gran Palabra.

   Terminó la antigua teocracia de Jerusalén, cayó el templo, murieron los reyes y sacerdotes, pero la Palabra de Dios se sigue cumpliendo. En la escuela de Dios ha escuchado Jeremías la palabra y en fidelidad a Dios debe proclamarla, en un contexto muchas veces adverso. Él ha sido lo más opuesto a un guerrero, en el sentido convencional de ese término. Y sin embargo ha debido combatir a solas (o, mejor dicho, desde la palabra de Dios) contra reyes-príncipes-sacerdotes-pueblo, en un tipo de guerra más alta que se opone a las guerras de este mundo. No ha sido luchador, pero ha luchado sin cesar, en un sentido más alto, y la palabra de Dios le ha confortado, haciéndole ciudad inexpugnable, fortaleza a la que nadie logra derribar: no te vencerán.

       Fue un profeta amenazado por los círculos de poder de Jerusalén que eran contrarios a su visión de paz, como indican los textos que recogen sus persecuciones, que son básicamente los siguientes: Jer 26; 19, 1-20, 6; 36; 45; 37; 28; 29; 51, 59-64; 34, 2-6; 37, 3-21; 38, 1-23; 39-44. Aquí sólo destacamos cuatro de ellos.

   (a) Sermón del templo. Apostado en el atrio del santuario, al comienzo del reinado de Joaquín (609 a. C.), el profeta exige conversión. La sombra de la guerra y el testimonio de las ruinas de Silo sirven de fondo para su amenaza. Conversión o muerte, este es el dilema que plantea el profeta. El pueblo no le escucha, la lleva al tribunal y quiere ajusticiarle. A duras penas logra Jeremías evitar la muerte (Jer 7, 14; 26, 1-24; cf. 15, 1-15).

     (b) La jarra rota.Han pasado algunos años y sigue la amenaza. Ante un pueblo que no quiere convertirse, Jeremías rompe una jarra y hace oír la palabra del Señor: «Del mismo modo romperé yo a este pueblo y a esta ciudad; como se rompe un cacharro de loza y no puede ya recomponerse» (Jer 19, 1-2). La respuesta del sacerdote no se hace esperar: azotan al profeta y le meten en el cepo (Jer 20, 1-2).

Jeremías prevé la destrucción de Jerusalén - Wikipedia, la enciclopedia  libre

      (c) Prisión de Jeremías. Pasan otros años y la vida del profeta que es fiel a su palabra, sigue estando amenazada, de manera que sus menores gestos pueden interpretarse como traición contra el Estado. Un día, cuando amainaba el cerco de los babilonios contra Jerusalén (587 a. C.), Jeremías se dispone a caminar hacia Anatot, su pueblo, para regular un problema de herencia. Le acusan de pasarse al enemigo, le prenden por traidor y le encarcelan en un pozo, del que sólo se libera por la compasión de un oficial extranjero, que logra que mitiguen su condena, sacándole del pozo y encerrándole en un patio del palacio (Jer 37).

   (d) Exilado en Egipto. Tras el desastre, sobre una tierra destrozada por la guerra y por la muerte (Jer 41), el profeta es el único que está dispuesto a trazar un nuevo camino: Dios ha cumplido su castigo; ahora comienza, puede comenzar, un proceso de reconstrucción. Pero como antes no le habían creído tampoco le creen tras la caída de Jerusalén, llevándole a Egipto cautivo (Jer 42-43). Así terminan las noticias de Baruc. Jeremías, el profeta, ha sido perseguido hasta el final por haber sido fiel a la Palabra.

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       Jeremías fue un hombre de gran lucidez interior, capaz de reflexionar sobre el sentido de su vida. De esa forma fue anotando, a modo de diario, los rasgos principales de su lucha personal, que se ha conservado en una serie de pasajes que podemos llamar «confesiones». En ellas expone su debilidad como profeta perseguido, su diálogo patético con Dios, con su vacilación y miedo ante los hombres Su misma tarea de profeta del juicio de Dios le ha ido aislando. Le fueron dejando todos. Sus misma familia le abandonó: «También tus hermanos y tu familia te son desleales, también ellos te calumnian a la espalda» (Jer 12, 6). En este contexto ha proclamado algunas de las palabras más bellas e hirientes no sólo de la Biblia, sino de toda la literatura de occidente.

       Nadie hasta entonces había dialogado (combatido) con Dios de esta manera: «Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste, me violaste. Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí... ¡Maldito el día en que nací; que el día que mi madre me parió no sea bendito...! ¿Para qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (Jer 20, 7. 14-18). Jeremías es un profeta público al que todos juzgan y piden cuentas.

«Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame y quedaré salvo... Ellos me repiten ¿dónde está la palabra del Señor? ¡Que se cumpla! No me hagas temblar, tú eres mi refugio en la desgracia; fracasen mis perseguidores y no yo, sientan terror ellos y no yo, haz que les llegue el día funesto, quebrántales con doble quebranto» (Jer 17, 14-18). Ha identificado la causa de Yahvé con su propia causa. Se ha puesto al servicio del mensaje de su Dios. Por eso necesita superar la prueba y pide a Dios: «Señor, acuérdate y ocúpate de mí, véngame de mis perseguidores, no me dejes perecer por tu paciencia, mira que soporto injurias por tu causa» (Jer 15, 15).

Hallazgo arqueológico confirma registros bíblicos del AT » De una nube

   Gran parte de su sufrimiento está causado por la misma defección de las personas de su pueblo, a las que él amaba con toda intensidad. De esa forma se enfrente la palabra de Dios, con la que el profeta se siente identificado, y la protesta de unos hombres que no quieren escucharle. Por eso, cuando se refiere a su propio dolor y a su triunfo, Jeremías se está refiriendo al dolor y al triunfo de Dios: «Pero el Señor está contigo como fiero soldado, mis perseguidores tropiezan y no me podrán; sentirán la confusión de su fracaso, un sonrojo eterno e inolvidable. Señor de los ejércitos, examinador justo que ves las entrañas y el corazón, que yo vea cómo tomas venganza de ellos, pues a ti encomiendo mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró al pobre del poder de los malvados» (Jer 20, 11-13).

De esa forma descubre Jeremías la estrategia de Yahvé, que revela su presencia en medio de los pobres y perdidos. Esa certeza, y la gracia del Señor, convierte al débil profeta en muralla que se mantiene firme en medio de todos los asaltos de los hombres: «Frente a este pueblo te pondré como muralla de bronce inexpugnable; lucharán contra ti y no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y salvarte» (Jer 15, 20).

Esas palabras se dicen de un hombre que ha sido perseguido hasta el final, un hombre que no ha llegado a ver la respuesta de Dios, sino que muere en el exilio. Pero son palabras que en el fondo se han cumplido: el mensaje del profeta no ha estado nunca amordazado; él se ha mantenido fiel en el combate, ha resistido hasta el final, en lo más duro de la prueba.  Jeremías mantuvo una larga actividad, en los años que preceden a la caída de Jerusalén.

(a) En tiempo de Josías (640-609) impulsó la reforma yahvista y anunció la restauración del conjunto de Israel.

(b) En tiempo de los últimos reyes de Judá (609-587) denunció la injusticia y la contaminación del culto, pidiendo que Jerusalén se rindiera a los babilonios, para que ciudad y templo no fueran destruidos.

(c) Animó desde Jerusalén a los exilados judíos de Babilonia y, tras la destrucción final del templo (587 d.C.), fue llevado a Egipto donde murió. Es posiblemente el autor más conocido de su tiempo, un hombre cuya “biografía interior” conservamos. Así aparece ante nosotros como una verdadera persona (no como un simple personaje).

Destrucción del templo-600 a.C - Catequesis-MeerMolina

Sus oráculos (y sus memorias autobiográficas) han jugado un papel básico en la reconstrucción del judaísmo, en tiempo del exilio y en los siglos siguientes. No es fácil ofrecer un esquema general del libro, pues en su redacción final se entrecruzan diversos criterios de tipo histórico y teológico, que sólo podrán precisarse a través de un análisis muy concreto de los textos, como el que realiza de un modo minucioso y hondo C. F. Klein.

De un modo general podemos dividir su libro en cuatro partes, centradas en sus propios relatos autobiográficos y en la historia de sus padecimientos. Más que con sus mensajes y denuncias, Jeremías fue profeta con su propia vida, como muestra el esquema de sus oráculos:

(a) Oráculos contra Judá y Jerusalén (Jer 1, 1‒25, 38), en los que se incluyen profecías de esperanza para los israelitas del norte, en tiempo de Josías. (b) Relatos biográficos y anuncios de salvación (26, 1‒35, 19), mezclados de forma que la misma vida de Jeremías aparece vinculada a su mensaje. (c) Padecimientos de Jeremías (36, 1‒45, 5). Para una visión más precisa y detallada de esa división véase el índice del libro, que he debido concretar y condensar a partir del mismo comentario de Klein.

 Comentario de Keil

              Carl Friedrich Keil (1807‒1888), exegeta e historiador alemán, de confesión luterana, fue discípulo de W. Hensgstenberg (1802-1869), autor de una valiosísima Cristología en el Antiguo Testamento. Fue un gran conocedor de las lenguas y de la historia bíblica, y dedicó la mejor parte de la vida a la elaboración de este Comentario al Texto Hebreo del Antiguo Testamento, concebido y escrito en colaboración con Franz Delitzsch, quien compartió su trabajo, pero que de hecho publicó sólo el comentario a Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, e Isaías. Todos los restantes libros los comentó C. F. Keil, ofreciendo así una aportación inestimable y duradera al estudio del Antiguo Testamento.

La destrucción del Templo de Jerusalén, 1859 de Nikolai Ge (1831-1894,  Russia) | Reproducciones De Arte Nikolai Ge | WahooArt.com

  1. F. Keil ha sido teólogo y exegeta tradicional, en el mejor sentido de la palabra, cristiano de confesión luterana, un creyente, convencido de la revelación de Dios a través de la Palabra que se manifiesta a través de los profetas de Israel y que culmina en Jesucristo. Como estudioso, él quiso mantenerse fiel a la Escritura, a su texto concreto, tal como ha sido acogido por la Sinagoga y por la Iglesia. Tres son las actitudes que definen su Comentario a Jeremías.
  2. En primer lugar, su fidelidad a la veritas hebraica, tal como aparece en el texto masorético, transmitido por la Sinagoga. Ciertamente, él admite pequeñas variantes en el texto, debidas a las posibles equivocaciones de los copistas, pero en general, acepta siempre el ketiv, el texto escrito, desconfiando incluso de los qeré propuestos por los mismos masoretas
  3. Keil piensa que el texto hebreo de Jeremías brotó del mismo profeta, tal como actualmente se conserva, a excepción de algunas pequeñas anotaciones históricas de Baruc. Por eso se opone, en principio, a todas las teorías de los “críticos” modernos (de mediados del siglo XIX) que dividían ya el texto actual del profeta en varios estratos, algunos de ellos compuestos por discípulos, glosistas y comentadores posteriores. En contra de ellos, C.F. Keil piensa que el libro, en su práctica totalidad, fue escrito por el mismo Jeremías.
  4. Keil acepta sólo el texto hebreo, no sólo como canónico para la Sinagoga y la Iglesia, sino también como históricamente original. Por eso, las variantes de los LXX son a su juicio no sólo posteriores, sino arbitrarias, propias de personas que en general no entendieron, ni respetaron, el texto hebreo.
  5. Keil ofrece un comentario histórico-teológico de Jeremías, fijándose sobre todo en la letra del texto hebreo, fijado y comentado con gran precisión filológica. Ciertamente, se trata de un comentario “religioso”, pero es, ante todo, un comentario filológico, para personas que tienen un conocimiento básico del hebreo.

                         Ciertamente, ha pasado ya mucho tiempo desde la publicación de este comentario, y hay muchas cosas que pueden y deben discutirse, desde una perspectiva histórico-exegética, como podrá verse por la bibliografía que adjunto al final de este prólogo. En este campo quiero poner de relieve dos anotaciones:

‒ Son muchos los que piensan, desde una línea más tradicional o más moderna, que el texto actual de Jeremías contiene no sólo palabras del mismo profeta, en el tiempo de su vida y mensaje, sino algunos añadidos posteriores, propios de aquellos que conservaron y actualizaron la obra del profeta. Esto no va en contra de la autenticidad de su mensaje, ni de su doctrina básica, sino que nos permite situarla mejor dentro del proceso de fijación de la Escritura en su conjunto, y en concreto dentro del mismo libro de Jeremías. Evidentemente, no todos los exegetas y teólogos estarán de acuerdo en esta visión del texto, pues hay discusiones entre los entendidos. No se trata, pues, de negar ni la autenticidad básica de Jeremías, ni de rechazar su carácter canónico, sino de entenderlo de un modo más amplio.

Son muchos también los que, desde un punto de vista más tradicional o más crítico, tienen hoy una visión algo distinta de las diferencias y de la aportación del texto griego de los LXXpara comprender no sólo la obra de Jeremías, sino su pervivencia en la tradición bíblica de Israel y de la Iglesia cristiana. No hace falta llegar a la postura de aquellos que afirman que tenemos dos libros distintos de Jeremías (uno los LXX y otro el texto masorético hebreo). Pero son muchos los exegetas y teólogos, incluso muy tradicionales, que afirman que el texto griego de los LXX recoge una tradición textual algo distinta a la de texto masorético, sin negar por principio su autenticidad y sus aportaciones, como hace Keil

 Dicho eso, y marcados estos dos puntos de discusión, que siguen abierto, debemos confesar que la obra de Keil, tal como él la concibió y escribió hace casi siglo y medio, no ha perdido de su actualidad; más aún, ella sigue estando llena de aportaciones muy valiosas para el conocimiento de la historia y texto de Jeremías. El libro original fue publicado el año 1872 con el título Biblischer Kommentar überdas Alte Testament.Prophetische Bücher - Teil 2/5 - Der ProphetJeremiaund die Klagelieder, Leipzig 1972. Pues bien, pasado casi siglo y medio, ése texto no sólo conserva una gran actualidad, sino que sigue siendo imprescindible para el conocimiento del mensaje de Jeremías y de su sentido originario, en lengua hebrea.

No conozco ningún libro mejor, en esa línea, por su agudeza filológica, por su claridad y coherencia. Por eso debe recomendarlo para aquellos que quieran conocer por dentro a Jeremías. Digo por dentro, penetrando en su texto, es decir, en su mismo proceso productivo. El lector no especializado empezará sintiendo algo de dificultad al entrar en su lectura, pero después, cuando se acostumbre al estilo de C. F. Keil, descubrirá no sólo que el texto de Jeremías es un tesoro profético de revelación, un libro impresionante de historia, sino que el comentario de C. F. Keil responde con creces a la riqueza de ese tesoro.

Con ese convencimiento, he traducido y adaptado el texto, queriendo ser lo más fiel posible al original, aunque facilitando en lo posible su lectura. No hay edición crítica ni actualizada del texto, por lo que he tenido que traducir el libro a partir del original de 1872, a partir del cual se han hecho las reproducciones posteriores, teniendo en cuenta las aportaciones de la traducción inglesa de D.Patrick,  Commentary on the Old Testament. Jeremiah. Lamentations,  Hendrickson, Grand Rapids MI 1986,  que me ha orientado para la división de párrafos, que en el original alemán son tan largos que hacen casi imposible una lectura sosegada del texto.En esa línea, me he permitido introducir las siguientes novedades, que no van en modo alguno en contra de la obra de C. F. Keil, sino todo lo contrario, pues ellas nos ayudan a entenderla con más facilidad:

‒ Divido el texto en secciones más pequeñas, y al comienzo de cada una de ellas introduzco el texto masorético, conforme a la Biblia Hebraica Stuttgartensia, 4ª edición, actualizada por W. Rudolph y H. P. Rüger (1998). El comentario de C.F. Klein ha ayudado a establecer el texto de Jeremías y, sobre todo, a entenderlo. Pero no había en su tiempo una edición universalmente aceptada del texto, como es la que hoy ofrece la BHS, aceptada en general por estudiosos de todas las confesiones cristianas, y por los mismos judíos. Desde esa edición retomo las citas hebreas del comentario.

Como traducción básica recojo la de la Reina-Valera(edición año 1995), por ser la más conocida entre los lectores evangélicos de lengua castellana, actualizándola o adaptándola cuando lo juzgo necesario, a partir del texto alemán de C. F. Klein, conforme a su comentario. Sigo ofreciendo, por tanto, un comentario al texto hebreo; pero como orientación para los lectores he querido que vaya acompañado por una traducción castellana de gran autoridad en las iglesias. El mismo C. F. Klein dialoga sin cesar con la traducción alejandrina (de los LXX) y con la Vulgata, de Jerónimo, que ha sido por siglos el texto bíblico oficial de las iglesias de lengua latina, hasta la traducción de Lutero, con la que también dialoga C. F. Klein, ofreciendo así un verdadero comentario ecuménico, judeo-cristiano, del texto de Jeremías (y de Lamentaciones).

Ofrezco de esa forma una edición de estudio, para ayuda de investigadores, predicadores de la Palabra y amigos de la Biblia. No se trata una traducción y edición crítica, pues no he querido ni podido confrontar todas sus fuentes, con las citas y las referencias bibliográficas, pues ello implicaría la elaboración de una obra nueva, cosa que no se ha hecho (ni previsiblemente se hará) ni en alemán ni en Inglés. A pesar de ello he procurado compulsar los textos de referencia que él utiliza, en la medida de lo posible, pues muchas de las obras que él cita y comenta son difíciles de encontrar hoy día, a no ser en las bibliotecas universitarias del ámbito cultural germano.

             En esa última línea, en los casos de más importancia he querido completar o precisar el origen y edición de los autores más significativos que él utiliza, empezando por los clásicos, de Herodoto a Flavio Josefo, por poner dos ejemplos más utilizados. En esa línea se sitúan las referencias bio-bibliográficas que siguen, empezando por las abreviaturas principales, siguiendo por los comentaristas antiguos, por los modernos anteriores a C.F. Klein y por algunos posteriores, que nos ayudarán a situar la vida y obra de Jeremías, y el comentario de Klein.

Comentaristas, autores y obras clásicas, en torno a la Biblia

         F. Klein quiere ser un autor abierto a las diversas tradiciones de la iglesia antigua y de la moderna. Conoce bien a los autores judíos antiguos, con algunos Padres de la Iglesia, entre los que destaca Jerónimo. Especial importancia tienen en su obra los reformadores protestantes, a quienes intenta seguir en lo posible.

  1. Abravanel        Comentarista judío, de origen portugués, del siglo XV (1437-1508)
  2. Abulfeda         Historiador y geógrafo musulmán, de origen sirio (1273-1331)
  3. Calov ) (1612‒1686) teólogo, de origen polaco, defensor de la ortodoxia luterana
  4. Calvino           Reformador cristiano, comentarista bíblico (1509-1564)
  5. Jerónimo          Traductor y comentador de la Biblia (cf. Vulgata), de origen latino (327-420)
  6. Kimchi, D.       Rabino judío, comentarista medieval de la Biblia (1160-1235)y
  7. Kimchi, J.        Hijo del anterior, también rabino y estudioso judío de la Biblia
  8. Lutero              Reformador cristiano, traductor de la Biblia al Alemán (1483-1546)
  9. Onomasticon    Obra de Eusebio de Cesarea, obispo cristiano del s. IV d.C., fija lugares bíblicos
  10. Rashi               Nombre acrónimo de RAbbi SHlomo Itzhaki).Comentarista de la Biblia (1040-1105)
  11. Saad                 Saadia Gaón (882-942), Gramático y estudioso judío, de origen egipcio.
  12. Teodoreto         Obispo de Ciro (Siria), comentarista de la Biblia
  13. Zuinglio           Reformador cristiano del siglo XVI, comentarista de la Biblia (1484-1531)

 Nuevos comentarios

Para situar la obra de C. F. Klein dentro de su contextohistórico-teológico, será bueno consultar algunos comentarios posteriores sobre Jeremías, insistiendo de un modo especial en su sentido literal, y en las relaciones entre el texto hebreo y el griego de los LXX. Por el mismo título y tema de los libros que siguen, el lector interesado podrá ver que el los asuntos de fondo (relación del texto masorético con los LXX, unidad del libro…) no han sido definitivamente resueltos por C. F. Klein. Pero sus las aportaciones siguen siendo extraordinariamente valiosas pueden y deben ser reconsideradas. Entre las obras importantes, cf.: 

  1. Alonso Schökel, L. y J. L. Sicre, Profetas I, Cristiandad, Madrid 1980, 399-653
  2. Briend, J., El libro de Jeremías, Verbo Divino, Estella 1983
  3. Brius J., Jeremiah, Doubleday & Co., Nueva York 1965
  4. Duhm, E., Das Buch Jeremia, KHC 11, Tübingen 1901
  5. Erbt, V., Jeremia und seine Zeit, Vandenhoek, Göttingen, 1902
  6. García Cordero, M., Jeremías, en Biblia comentada III, Madrid 1967, 393-713.
  7. Kraus, H.J., Prophetie in der Krisis. Studien zu Texten aus dem Buch Jeremia, Neukirchener Verlag, Neukirchen 1964;
  8. Lamparter, H., Prophet wider Willen. Der Prophet Jeremia, Calwer Verlag, Stuttgart 1964
  9. Rudolph, W., Jeremia, HAT, Tübingen 1968
  10. Scholz, A., Der masoretische Text und die Septuagintaübersetzung des Buches, Jeremias, Manz, Regensburg, 1875
  11. Soderlund, S., The Greek Text of Jeremiah a Revised Hypothesis, JSOT 47, Sheffield, 1985.
  12. Stipp, H. J., Das Masoretische Und Alexandrinische Sondergut des Jeremiabuches, Orbis Biblicus Et Orientalis, 136. Freiburg 1994.Streane, A. V., The Double Text of Jeremiah (Massoretic and Alexandrian) Compared, Bell, Cambridge, 1896
  13. Stulman, L., Bible: The other text of Jeremiah a reconstruction of the Hebrew text underlying the Greek version of the prose sections of Jeremiah, UPA, Lanham MD 1985.
  14. Thomson, J. D., A critical concordance to the Septuagint Jeremiah, The Computer Bible, BRA 2000.
  15. Volz. P., Der Prophet Jeremia, Deichertsche V., Leipzig-Erlangen 1922;
  16. Weiser, A.., Das Buch des Propheten Jeremia, Vandenhoeck & R., Göttingen 1955
  17. Workman, G. C., The Text of Jeremiah, Clark, Edinburgh, 1889;
  18. Ziegler, J., Beiträge Zur Ieremias-Septuaginta, Vandenhoeck, Göttingen 1958
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