El "mito" de María y el sentido de su "virginidad" (con Carmen Lasanta, Radio Galilea)


-En nivel de historia (accesible de algún modo a todos los testigos) María ha sido mujer mediterránea, de origen galileo, madre conflictiva de un pretendiente mesiánico judío y luego miembro de su iglesia. No es por tanto una nueva versión del mito femenino de Dios, ni mujer eterna o avatara intemporalmente hermosa de la más hermosa de las diosas de oriente. Sobre la base firme y dura de su historia concreta de mujer y persona se funda y recibe sentido lo que sigue. Si en un momento dado olvidamos esta base destruimos el sentido cristiano de María como ser humano verdadero, mujer y persona.
- Los cristianos han recreado simbólicamente la figura de María, descubriendo y/o expresando en ellas signos fuertes de la religiosidad humana del entorno y algunas novedades de la nueva experiencia evangélica del Cristo. Ella ha recibido así un profundo significado dentro del espacio de la confesión creyente. Los evangelios no conservan y/o elaboran su recuerdo para saciar una curiosidad, por otra parte lícita, acerca de la madre de Jesús sino para expresar el sentido de la fe. María actúa así como un catalizador simbólico del mesianismo cristiano: resulta difícil “contar” (transmitir) el sentido de Jesús sin aludir a su madre, expresando en ella el principio, camino y meta de la nueva experiencia creyente. Su símbolo no sirve para negar o camuflar la historia sino para afirmarla en su profundidad creyente.
-Pero la figura de María se sitúa desde tiempo muy antiguo (desde el mismo Nuevo Testamento) en el principio de un camino de apertura tendencial al mito. Llamo mito al símbolo de tipo intemporal que se desliga de la historia y expresa en forma imaginaria aquello que parece haber sido y será siempre, el eterno y divino retorno de las cosas. Entendido así, el mito destruiría la individualidad histórica de la madre de Jesús, no viéndola como persona individual sino como expresión de lo sagrado (femenino o materno) que se expresa en ella. El mito unifica lo divino con lo humano en un tipo de simbiosis suprahistórica, al proyectar hacia lo eterno (lo divino) los elementos fundamentales de la vida histórica: el nacer y el morir, lo masculino y femenino, la guerra y la concordia etc. En ese fondo María vendría a convertirse al fin en diosa. De manera muy normal, al situarla en el lugar donde el hombre y Dios se unen, la mariología coloca a la madre de Jesús, al menos de manera tendencial, en una línea abierta al mito; ella termina asumiendo (sin negar la historia) temas que el mito había desarrollado en plano transhistórico al hablar de la madre divina o la mujer sagrada[1].
Adelantando de algún modo reflexiones posteriores y para evitar desde ahora las críticas normales y los malentendidos que se suelen elevar en este campo, he querido formular las dos tesis o principios básicos de la mariología teórica de la Biblia. El primero ayuda a entender la relación entre símbolo y la historia. El segundo distingue entre historia y mito:
- La mariología cristiana constituye el descubrimiento y cultivo creyente (consecuente) de la hondura simbólica de la historia de María. Así la distingo de una pura fenomenología mariana que fija y organiza los símbolos de la Madre de Jesús de un modo puramente cultural. María se ha hecho pronto un elemento del símbolo de fe; es más que una persona del pasado, más que objeto de argumentación o prueba discursiva; ella es elemento constante de la confesión cristiana, que la introduce en su credo, diciendo que ella es Madre del Hijo de Dios.
- Al situar a María cerca del espacio donde se reciben o/y elaboran mitos religiosos casi universales (hierogamia, madre divina, feminidad sagrada...), la mariología asume como propia la tarea crítica de superar (negar y recuperar en forma nueva) lo que esos mitos han descubierto o inventado. Quizá podamos decir que la mariología es una disciplina abierta por esencia al diálogo cultural interreligioso con sus valores (nos sitúa en el lugar donde el ser humano ha buscado, sufrido y soñado con más intensidad) y sus riesgos (el evangelio de la historia de Jesús y de la iglesia puede diluirse con María y por María en los pretendidos valores eternos de los dioses y diosas del entorno mediterráneo y del oriente antiguo).
Teniendo esto en cuenta he querido elaborar una hermenéutica mariológica cristiana que brote de la raíz evangélica de Jesús, y nos ayude a descubrir mejor, con cercanía humana y profundidad evangélica, el sentido creador de su mensaje. Por eso he destacado desde el principio la vinculación de historia y símbolo, para superar en su raíz el riesgo destructor del puro mito.
[1] He elaborado de manera extensa el mito de lo femenino en las diversas versiones del antiguo oriente, en Hombre y mujer en las religiones, EVD, Estella 1996. Volveré al tema al final de este libro (desde Ap 12).
