Pre-navidad 2. Pastores los que fuerdes

Quiero preparar la Navidad con las primeras estrofas del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz (CB). He comentado ya la primera, el día 13. Ahora sigo con la segunda (tomando como texto base mi libro Amor de Hombre, Dios Enamorado, DDB, Bilbao 2004). Parecía que el ciervo del amor se había escondido, tras herirnos con su flecha. Por eso le buscamos. Pero estamos solos en la vía del amor y lógicamente eso empezamos preguntado a quienes parecer saber más porque tienen experiencia del camino. Entre ellos (como suponía el Cantar de los Cantares 1, 6-8), se encuentran los pastores (CB 2):


Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero;
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.


Se supone que la amante sigue en el campo, donde había visto al ciervo fugitivo (CB 1), no en los ambientes urbanos, con su compleja dinámica de relaciones sociales. Por eso confía su mensaje a los pastores, hombres de aire libre, como indicarán los cuatro temas que siguen: (1) identidad; (2) ubicación; (3) conocimiento; (4) petición .

1. Identidad: ¡Pastores!.

Pastora es la amante, por eso comienza pidiendo a sus compañeros que la ayuden. Un motivo pastoril subyace en el conjunto de la Biblia, desde las narraciones patriarcales (Gen 12-50) hasta el Nacimiento de Jesús (Lc 2, 8-21), con los pastores que guardan los rebaños en la noche y advierten los signos de Dios, mientras los hombres y mujeres de ciudad no tienen tiempo para ellos. Pero esos pastores del Nacimiento de Jesús van de sus majadas a la cuna del Amado, mientras los pastores del Cántico no saben los caminos, no acompañan a la amante. Hay también otros tipos de pastores y será bueno que los distingamos.

1.Pastores bucólicos. Cumplen una función literaria, desde los clásicos griegos (Teócrito) hasta la poesía y novela toscana o castellana del siglo XVI, y han influido incluso en Don Quijote, caballero hacedor de justicia y pastor enamorado. La imagen del pastor en un mundo bucólico de amores (con amigas y zagales, en la naturaleza virgen), representa una protesta frente a la cultura urbana, dominada por un afán de competencia. Situada entre pastores, nuestra Amante vendría a colocarse y colocarnos en un mundo utópico ya antiguo, antes de que surgiera la cultura urbana. Por eso nos habría sacado de las ciudades, donde la vida se complica en relaciones formalistas, para llevarnos otra vez a la raíz natural de los amores. Pero las églogas pastoriles y las novelas bucólicas del siglo XVI permanecen en un plano de protesta artificial (contra-cultural), de carácter literario. El Cántico, en cambio, aunque pueda tener signos bucólicos, se encuentra lleno de pasión vital, más allá de las convenciones literarias, más allá todo bucolismo .
2.Pastores filosóficos. Algunos pensadores, como Heidegger han dicho que los hombres auténticos son “pastores del Ser”: no deben ocuparse de las cosas vulgares de este mundo (de los entes), sino sólo de aquella presencia sagrada que está al fondo de todo lo que existe. Por eso han de mostrarse y actuar como testigos y guardianes que avizoran y de algún modo provocan la revelación de la Realidad originaria. Así podrían compararse con la amante de SJC. Pero hay grandes diferencias. (1) Heidegger supone que los hombres auténticos son pastores del Ser (no guardianes de cosas), pero no amantes. Él no identifica al Ser con el Amado, sino con una especie de Realidad Sagrada que está siempre sin rostro. (2) La amante del Cántico no es pastora de un Ser evanescentes, sino buscadora apasionada del Amado, que es para ella Ser Supremo, Amor, una Persona con rostro bien concreto .
3.Pastores jerarcas. La experiencia cristiana ha recogido la gran tradición israelita de los reyes y príncipes pastores, encargados de cuidar al pueblo de Dios . De esa forma ha elaborado una fuerte teología pastoral, donde los pastores (Papa, Obispos, Presbíteros) no guardan el Ser, como Heidegger, ni despliegan su vida en libertad de amor, como la Amante de CB 28-29 (y el Buen Pastor de Jn 10), sino que custodian y cuidan ovejas que deben ponerse en sus manos, para ser así dirigidas y cuidadas. Pues bien, en contra de eso, el Amado del Cántico no es pastor (ni oveja), sino Ciervo en libertad. Tampoco la amante es pastora, sino amiga que recorre por su propia iniciativa el camino de amor con el Ciervo, como seguiremos viendo. Por eso, resulta difícil interpretar el cántico a la luz de los cuidados pastorales que se ejercen dentro de una iglesia bien instituída.

Los tres tipos de pastores nos ayudan a entender el tema, aunque el más apropiado es el tercero. La amante llama a los pastores (jerarcas del rebaño), pero no queda con ellos, ni siquiera para conversar calmadamente (como Don Quijote; cf. I, 11-13), sino que les sitúa sobre un mundo hipotético de afanes y caminos (los que fuerdes...), ante una exigencia irreal (si por ventura vierdes...), ofreciéndoles al fin un encargo (decidle...). Toda la escena, construida con términos arcaicos (fuerdes, vierdes...), traza la distancia entre la amante y unos pastores a quienes no importa el Amado Ciervo, sino las mansas ovejas. Por eso, la amante se separa de ellos, sin esperar que cumplan y transmitan su encargo al Amado. Los pastores jerarcas (bucólicos, filósofos) resultan incapaces de curar su pena .

2. Ubicación:

“Los que fuerdes allá por las majadas al otero”. Más que por los rasgos evocados (bucólicos, filosóficos, jerárquicos...), la amante define a los pastores por los caminos que recorren, como guardianes de ganados y rebaños. Sin duda, ellos habitan sobre el campo abierto, y saben transitar por rutas exteriores a los pueblos y ciudades, pero bien delimitadas: de las majadas (lugares de reunión y trabajo) al otero (altozano), desde los rediles que están junto al pueblo hasta las colinas o brañas de los pastos altos. De esa forma trazan una primera geografía insuficiente de amor, porque su espacio es más propio de ovejas, que del Ciervo Amado: es un territorio resguardado y familiar donde pastan los corderos, protegidos, recogidos y sin sobresaltos. Ellos no escalan las altísimas montañas de las águilas y ciervos, ni descienden a los valles hondos, ni penetran en las grandes espesuras, ni atraviesan los ríos sonorosos (CB 14). Por eso, la amante delimita bien su zona, entre las majadas y el otero .

3. Conocimiento

“Si por ventura vierdes aquel que yo más quiero...”. La misma forma literaria resalta el carácter irreal de la petición. Los pastores custodian y vigilan los rebaños en los pastos habituales. Por eso, sólo «por ventura» pueden vislumbrar un ciervo en lontananza, pero no lo siguen, ni buscan, ni apacientan, pues los ciervos no se dejan domar o dirigir como corderos. La mayor desgracia de los pastores jerarcas sería que sus ovejas se volvieran ciervos, pues tendrían que abandonar su oficio (¡dominar sobre animales bien domesticados!) y caminar ellos también en libertad, entre ciervos insumisos, sin domar ni dominar a nadie. Pues bien, eso es lo que quiere nuestro amante: encontrar al Ciervo Amado. Por eso se dirige a los pastores y les pide una información que no espera de ellos (¡si por ventura...!), siguiendo después su camino, pues ni ella quiere ganado (ovejas) ni los pastores ovejeros pueden responderle (como veremos en CB 26-29).
En una línea intra-cristiana, podríamos decir que la amante ha comenzado buscando en el espacio instituido de la iglesia, presentando su problema a los pastores. Pero las instituciones oficiales, de las majadas al otero, no pueden responderle ni ayudarle a encontrar “a aquel que yo más quiero” , pues se ocupan de ovejas seguras, no buscan al Ciervo que sólo “por ventura”, por acaso, pueden vislumbrar a veces. La amante tiene que ir a solas, buscado a su Amado en plena libertad, como el primer día de pascua (cf. Jn 20-21), en ejercicio de creación, más allá de todo pastoreo de guarda de ganado (cf. CB 28) .

4. Petición apasionada:

“Decidle que adolezco, peno y muero”. La amante no se queda en el lugar de los pastores, pero les confía su secreto y petición de amor, las tres palabras principales de su vida (adolezco, peno y muero), su experiencia enamorada, como persona que busca en libertad al Ciervo amado, más allá de las majadas y el otero. Es una privilegiada, no una perdida sin capacidad de pensamiento o protesta, búsqueda o llanto creador (como los huérfanos-viudas-extranjeros de cierta tradición bíblica, incapaces de iniciar una acción por sí mismos) . Ella tiene voz y puede pedir a los pastores que transmitan su pena al Amado, si por ventura le vieren:

Decid a mi Amado
que, pues adolezco y Él sólo es mi salud,
que me dé la salud;
y que, pues peno y Él sólo es mi gozo,
que me dé mi gozo;
y que, pues muero y Él solo es mi vida,
que me dé mi vida.(Coment 2, 8) .


1. Adolezco. Todo es dolor en el mundo, decía el budismo: dolor es nacer y morir, crecer y decrecer, porque es así la condición actual del hombre. Pero SJC ha visto más allá del dolor una cura y remedio: la presencia del Amado, que supera la separación de los amantes y les capacita para vivir en plenitud al encontrarse, compartiendo la existencia . Por eso, en la raíz de su dolor viene a encenderse un amor más grande, una presencia superior, un gozo más hondo: la existencia del Amado. Los hombres podemos sufrir y sufrimos porque estamos hechos para un amor más pleno. Si no existiera algún conocimiento previo de esa plenitud no existiría dolor en nuestra vida.

2.Peno. Esta pena no es angustia ante la muerte (Heidegger), ni depresión que brota de la banalidad de la existencia, sino un sufrimiento radical, que se adueña de los hombres cuando advierten que han sido creados para amar, pero consumen su vida vacíos. Conforme al budismo, la pena del dolor nacía del deseo o, mejor dicho, se identificaba con el mismo deseo, que hacía del hombre un enemigo de sí mismo. Por el contrario, para SJC el principio del dolor es la pena por la ausencia (siendo así promesa de presencia), es el llanto por la soledad, enfermedad de búsqueda.

3.Muero. El principio de la Biblia decía que la muerte es salario o fruto del pecado (Gén 2, 17: el día en que comas del árbol del bien y el mal morirás). Ella brota aquí de la falta de amor: proviene de la ausencia de aquel a quien se ama. Esta muerte constituye, según eso, una nota peculiar del hombre: los restantes animales acaban, perecen sin más. Los hombres, en cambio, mueren cuando no aman. Sólo la falta de amor es para el hombre muerte verdadera, fracaso para siempre .

Esto dirán los pastores al Amado, si le encuentran por ventura, como mensajeros de un amor que les desborda. Pero esos pastores no buscan ni siguen tras las huellas del Amado Ciervo, pues tienen noventa y nueve ovejas que cuidar y guardar celosamente (cf. Mt 18, 12). Por eso, la amante no quiere ni puede ir con ellos; no es oveja sumisa, ni res subordinada, sino persona creadora. Cuando encuentra a quien ama, ella podrá decir que no guarda ganado (cf. CB 28) .
Volver arriba