Reescribir la historia del cristianismo 18.10.19 SAN LUCAS, EVANGELISTA DE LA IGLESIA

Una iglesia para el tercer milenio

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     Hacia el año 90‒100 d.C., San Lucas, escritor y teólogo, publicó en dos volúmenes la primera y más honda historia de Jesús y de la Iglesia: (a) El  “Evangelio de Lucas”,  con la historia de Jesús. (b) Y el libro de los Hechos de los Apóstoles, que forma la primera visión unitaria de la Iglesia, escrita desde una perspectiva judía y ecuménica, a modo de camino que lleva desde Jesús Jerusalén (lugar de la muerte y resurrección de Jesús) a Roma (capital del mundo occidental antiguo).

Esta historia de Jesús y de la Iglesia, conforme al volumen doble de San Lucas, ha formado la base de los primeros dos mil años del cristianismo, con sus grandes valores y sus posibles limitaciones, propias de su tiempo y circunstancia.  Pues bien, ahora (año 2019), pasado el segundo milenio del nacimiento de Cristo (año 1 d.C.), empezamos a preparar el jubileo del tercer milenio del nacimiento de la Iglesia (hacia el año 30 d.C.), conforme al testimonio de los cuatro evangelios, y especialmente del libro doble de San Lucas.

Por eso es bueno retomar su figura  testimonio (Evangelio y Hechos), pero no para cerrarnos en su letra, sino para reinterpretar desde nuestro nueva circunstancia histórica, el camino del evangelio de Jesús y de la vida de la iglesia. Con esta ocasión quiero evocar, un año más, la obra y figura de Lucas, poniendo de relieve seis elementos:

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  1. Unión de Iglesia y evangelio. No se puede recrear la Iglesia sin volver a la raíz del evangelio. No se cambia la Iglesia con más y mejor Derecho, sino con evangelio radical, con profecía.
  2. Mirar al centro, volviendo a la periferia. Lucas quiso que el evangelio y la iglesia llegaran a Roma, no en procesión de triunfo, sino como oferta de paz universal, desde las cárceles de Roma, donde queda Pablo, como signo de Cristo frente al César (desde la periferia sufriente de la misma Roma)
  3. Recrear la historia de Jesús. Por eso, para para trazar el camino de la nueva Iglesia (con Pedro y Pablo, con los "parientes de Jesús y las mujeres" (Hch 1, 13-14) hay que volver a Jesús, al Jesús sabio, amigo de los niños y los pobres, al Jesús de nueva humanidad de Dios, abierta al Reino.
  4. Nueva misión: respetar a Pedro, optar por Pablo. Lucas respeta a Pedro, pero opta al fin por Pablo misionero, Pablo universal... un cristiano capaz de traducir el evangelio en las ciudades griegos, para llegar hasta el fin del mundo (entonces España), haciendo escala en Roma.
  5. Evangelista de los pobres. En todo ese camino, con Santiago, Pedro y Pablo, Lucas optar por los pobres, de manera que se le ha llamado y se le llama "el evangelista de los pobres, retomando con ellos y para ellos la marcha del Reino...
  6. Misericordia universal. Y en el fondo de todo, Lucas pone el tema y camino del Dios que es misericordia, en sus parábolas centrales: Hijo Pródigo, Buen Samaritano, Lázaro y Epulón... Es tiempo del Jesús de Lucas, tiempo de Misericordia.

    Nos quedan sólo once años para que comience el tercer milenio de la Iglesia. Todos nos hace pensar que serán once años clave, que definirán de algún modo el futuro de la Cristiandad y del mundo. En este contexto será  bueno recordar la figura y obra de San Lucas, cuya fiesta celebramos el 18 de octubre. (Tomo para ello, básicamente, unos textos de mi Gran Diccionario de la Biblia: Lucas y Hechos de los Apóstoles).

Gran diccionario de la Biblia

LUCAS 1. EVANGELIO

Hacia el año 90/95 d.C., un cristiano culto, de origen probablemente pagano, que había sido prosélito judío y conocía bien la Biblia Griega (los LXX), quiso escribir la primera historia de Jesús y de su movimiento, siguiendo modelos cristianos y helenistas: «Muchos han intentado componer una diéguesis (relato) de las cosas (pragmatôn) que han sucedido entre nosotros, siguiendo lo que nos han transmitido los primeros testigos oculares, convertidos en servidores de la Palabra. Según eso, también yo, después de investigar todo con diligencia, desde los orígenes, he decidido escribírtelo con orden, ilustre Teófilo, para que compruebes la solidez de las enseñanzas que has recibido» (Lc 1, 1-4).

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(1) Un escritor de tradición.

Le llamamos Lucas con la tradición, pero ignoramos su nombre y lugar de residencia. Escribió una obra en dos partes (Lc y Hech). Algunos dicen que lo hizo en Roma, porque allí culmina la segunda parte de su obra (Hechos), otros piensan que en Éfeso (que parece estar más vinculada a la tradición paulina que se desarrolla en las pastorales). Sea como fuere, su obra se sitúa en un lugar donde se reconocen y aceptan dos escritos cristianos anteriores (Marcos y Q), porque los utiliza como base de su obra. Escribe porque se lo pide la Iglesia, que acogerá pronto su obra como propia.

Conoce la Biblia (los LXX) y se ha informado, en lo posible, de los momentos principales de la vida de Jesús, dialogando probablemente con testigos y evangelistas anteriores (promotores del movimiento de Jesús), partiendo básicamente de los dos textos ya citados.

(a) El documento Q*, que le sirva básicamente para recrear el mensaje de Jesús.

(b) Del evangelio de Marcos toma básicamente el programa narrativo.

En ese sentido su evangelio puede y debe compararse al de Mateo, que utiliza y recrea también los mismos textos anteriores (Mc y Q). Pero Mateo lo hace desde una tradición judeo-cristiana, más centrada en el cumplimiento mesiánico de la Ley judía. Lucas, en cambio, desde el fondo de la tradición cristiano-helenista, para ofrecer así un evangelio más apropiado a los gentiles, añadiendo una serie de textos propios, tomados en parte de tradiciones judeo-cristianas anteriores, con una fuerte elaboración suya.

(2) División.

Lucas toma sus motivos no sólo de Mc y el Q, sino también de su propia fuente, que algunos llaman L, pero su texto no es un simple mosaico, sino que forma una unidad literaria (narrativa) y teológico, de tal manera que cada uno de sus elementos ha de interpretarse desde el conjunto, como vienen destacando los investigadores. No escribe una narración a la que “luego” se le añaden algunas notas teológicas, sino que su misma estructura narrativa tiene ya un intenso carácter teológico. En un sentido general, podemos dividir el evangelio en cuatro partes, con un prólogo y un epílogo.

Según el prólogo (Lc 1, 1-4), Lucas dedica el libro, escrito con los métodos histórico-literarios de su tiempo, a un tal Teófilo (=amante de Dios), como una contribución al conocimiento del cristianismo, entendido como un fenómeno religioso y cultural. El epílogo (Lc 24, 50-53) sirve para concluir el evangelio, cerrándolo en sí mismo (en el nacimiento, vida y pascua de Jesús): en contra del Jesús de Marcos y Mateo, que no se va, sino que “queda” en Galilea con los suyos, el Jesús de Lucas sube al cielo desde Jerusalén (como había anunciado en Lc 24, 46-49), abriendo así un tema nuevo que será desarrollado en Hechos. Entre ese prólogo y epílogo se sitúan sus cuatro partes:

Presentación. Jesús, evangelio de Dios (Lc 1, 5 – 4, 13).  

  1. Anuncio del nacimiento de Juan y Jesús (Lc 1, 5-56). 2. Dos nacimientos (Lc 1, 57-2, 52). 3. Primera actividad de Juan y Jesús (Lc 3, 1-4, 13).

A diferencia de Marcos y en paralelo con Mateo (aunque de un modo distinto), Lucas empieza con un “evangelio de la infancia”, situando a Jesús en el trasfondo de la esperanza de Israel, en paralelo con Juan Bautista. Jesús se entronca en la esperanza y profecía de Israel, aunque la desborda y culmina. En el último apartado, sigue más de cerca a Marcos. El centro de esta sección lo forma “la proclama del evangelio”: Os anuncio una buena noticia (evangelio) que será de gran gozo para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lc 2, 10-11). Este “evangelio” o buena noticia sustituye a los “evangelios imperiales”, en los que se anunciaba el nacimiento del nuevo emperador, como en la famosa Inscripción de Priene, del año 9. a. C., en la que se celebra el nacimiento de Augusto como comienzo de una nueva era de salvación.

Actividad en Galilea (Lc 4, 14 – 9, 50).

Puede dividirse también en tres partes. 1. Manifestación y rechazo de Jesús (Lc 4, 14-6, 11). 2. Enseñanzas y milagros (Lc 6, 12-8, 56). 3. Revelación a los discípulos (Lc 9, 1-50). Aquí aparece el mensaje básico de Jesús en Galilea, en línea profética, abierta al mesianismo. En la primera y última parte sigue más a Marcos. En la parte central está más cerca del Q. En los dos casos, el evangelio recoge las tradiciones de las iglesias y misión de Galilea. Todo el tema se presenta y centra en el “discurso de Nazaret” (Lc 4, 16-30).

Viaje a Jerusalén (Lc 9, 51‒19, 27).

Se divide igualmente en tres partes. 1. Seguimiento y confianza en el Padre (Lc 9, 51 – 13, 21). 2. Comidas cristianas (Lc 13, 22 –1 7, 10). 3. Llegada del Reino (Lc 17, 11 – 19, 28).

Esta sección comienza con una introducción solemne, que enmarca y sitúa todo lo que sigue: “Cuando llegó el tiempo en que había de ser recibido (ascendido), afirmó su rostro y comenzó a subir hacia Jerusalén” (cf. 9, 51). Lucas introduce y reinterpreta aquí mucho material del “Q”, pero no en forma de sabiduría desvinculada de la vida de Jesús, sino como expresión de un camino que conduce a Jerusalén (un nuevo Éxodo). Eso significa que el material Q (que podría convertirse en doctrina gnóstica), viene a entenderse y se entiende en el contexto de un camino mesiánico de entrega de la vida. Éste es el centro del evangelio: la subida a Jerusalén, como cumplimiento de las promesas de Israel y como principio de un nuevo éxodo cristiano.

Actividad en Jerusalén: Pasión y resurrección (Lc 19, 28-24, 49)

  1. Entrada en Jerusalén y controversias con los jefes de Israel (Lc 19, 28 – 21, 4) c) Discurso escatológico (Lc 21, 5-38). 2. Juicio y muerte (Lc 22, 1-23, 56. 3. Resurrección y apariciones de Jesús (Lc 24, 1-49).

Lucas vuelve al esquema y los temas de Marcos, con cambios menores. También esta sección comienza con la “decisión” de culminar la subida a Jerusalén (19, 28; retomando el motivo anterior de 9, 51). Todo el mensaje y camino de Jesús en Galilea ha de entenderse desde su “oferta de salvación” en Jerusalén, en disputa con la autoridades de la ciudad. En ese contexto se sitúa el discurso escatológico, donde ya no es esencial la “prisa por la hora”. En la historia de la pasión, intenta “disculpar” a Pilato, representante del gobierno romano, cargando la responsabilidad en los “jerarcas judíos” (nunca en el pueblo de Israel, en cuanto tal). Ofrece una catequesis de Pascua, con el relato de los discípulos de Emaús y la gran aparición/misión a todos los discípulos, en Jerusalén (no en Galilea, como en Marcos 16, 1-8 y en Mt 28, 16-20).

(3) Teología básica: historia de la salvación.

Lucas define su teología en el prólogo: “He decidido escribir un relato de los acontecimientos que han venido a suceder entre nosotros…, a fin de que así reconozcas la fir¬meza de las doctrinas que has recibido” cf. (Lc 1, 1-4). ¿Qué acontecimientos? Las cosas que Jesús ha cumplido y enseñado, hasta su ascensión al cielo (Hch 1, 1-2). Las otras cosas (los primeros pasos de la iglesia) quedan para Hechos. Los acontecimientos de Jesús se han realizado, según Lucas, a la luz de todo el mundo (Hch 26, 26). No son objeto de un mensaje intimista, propio de un libro de meditaciones, sino el tema de una historia que merece ser contada.

Temas abiertos.

 Lucas parece el único escritor del NT que (dirigiéndose a la iglesia) escribe también para no creyentes, editando su libro para el mercado cultural y religioso de su tiempo. Marcos (y en un sentido también Mateo) estaban más interesados en la “venida” final de Jesús. Ciertamente, Lucas sabe que “Jesús vendrá”, pero mientras vuelva en su gloria se abre (el mismo Jesús abre, desde el trono de Dios) un largo tiempo de vida creyente. De esa forma distingue tres “tiempos”: época de Israel (AT), vida de Jesús (Lc) y tiempo de la Iglesia (Hch). 

Una historia acabada. Según Lucas, la historia de Jesús en el mundo ha terminado (se ha cerrado en la Ascensión: Lc 24; Hch 1). En esa línea, podríamos decir que su Evangelio (Lc), siendo en un sentido autónomo y muy valioso, puede interpretarse, en otro, como “prólogo” del libro de los Hechos. El pasado de la historia de Jesús, que termina en la Ascensión, se vuelve principio de vida para la Iglesia. Jesús ha sido recibido en la Gloria de Dios Padre y, desde allí, guía el camino de la Iglesia, por medio del Espíritu Santo.

Del Jesús histórico al Cristo universal. El Jesús de la historia (que ha vivido y muerto) es principio y modelo, impulso y misterio del camino (¡toda la vida de Jesús es camino! cf. Lc 9-18) que lleva a los hombres al cumplimiento de la esperanza que se expresa en forma de resurrección. La meta de la historia se expresa y concreta según eso en la victoria de Jesús, que está ya sentado a la Derecha del Padre y que atrae a todos, desde su altura (cf. buen ladrón: Lc 23, 43, y visión de Esteban: Hch 7, 56-60). Jesús y la iglesia. El evangelio de Jesús resultan inseparables del despliegue de la Iglesia, como muestra el hecho de que Lc y Hch forman dos partes de un mismo “libro cristiano”, el libro de la historia y vida de los seguidores de Jesús. 

 LUCAS 2. HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Hechos de los Apóstoles

División y sentido básico del libro

En principio, evangelio y Hechos formaban un solo libro. Pero los “editores” del canon lo dividieron, tomando a Lc como evangelio (Hechos de Jesús) y a Hch (= Hechos del Espíritu de Jesús) como principio de la historia de la Iglesia. De esa manera, los cuatro evangelios aparecieron unidos (como un tipo de Pentateuco cristiano) y Hechos vino a interpretarse “historia” del origen de la Iglesia, ofreciendo así el contexto en el podían entenderse la cartas de Pablo y el resto del NT. 

(1) Origen. Hechos del Espíritu.Lucas ha escrito un tipo de historia de los primeros cristianos, pues considera a la Iglesia ya como “realidad autónoma”, al lado (y después) de Jesús. Mc, Mt y Jn no necesitan una historia posterior, pues les basta el evangelio (en el evangelio de Jesús está la historia de la Iglesia). Lucas escribe esa historia (una segunda parte del evangelio), no para contar todo lo que pasó (como cronista), sino para marcar el principio y la dirección del camino cristiano, que se divide en dos momentos fundamentales.

Principio judío (Hch 1-15). Hch ofrece una historia del Espíritu de Jesús (=Espíritu de Dios) que va trazando un camino que lleva desde Jerusalén (primer polo: Pedro y los Doce, con Santiago), por Antioquía (Helenistas), a través de Pablo hasta Roma (segundo polo), donde queda Pablo cautivo), abriendo desde allí la palabra al mundo entero: El polo judío forma la raíz, que se debe mantener: marca el origen y destino israelita de Jesús (todo Lc), el principio jerosolimitano de la iglesia (Hch 1-15); el polo helenista o romano ofrece el encuadre final y definitivo de la iglesia, que ha llegado a Roma, donde Pablo preso anuncia abiertamente el evangelio (Hch 28).

De Jerusalén a Roma (Hch 16-28). Lucas no ha escrito la historia de todas las iglesias (de Galilea, de Siria, de Egipto…), sino el camino que lleva de Jerusalén a Roma. Ésa ha sido una opción trascendental para la gran parte de la historia posterior del cristianismo, que se vincula al Imperio romano, y que se considera como su herencia espiritual. La Iglesia tiene otros rasgos, pero a juicio de Lucas, en el fondo de ellas late y se expresa un único camino, una trayectoria que va de Jerusalén (judaísmo) a Roma (universalidad), por obra del Espíritu de Dios (de Cristo) que lo guía todo.

  División y elementos fundamentales. El libro comienza con un prólogo (Hch 1, 1-11), que empalma con el evangelio de Lucas y traza el proyecto de conjunto, en el que pueden distinguirse tres partes. Más que una crónica del pasado, Hch constituye una «historia interna» y permanente de la Iglesia, cuyo protagonista es el Espíritu Santo, como aparece en Hch 2, viniendo sobre los primeros discípulos (apóstoles, mujeres y parientes de Jesús), llenándoles con la fuerza de Cristo y capacitándoles para ofrecer el anuncio y testimonio de la salvación a todos los pueblos, desde Jerusalén. Éstos son sus elementos básicos:

Pedro. Iglesia de Jerusalén: Hch 1, 12‒5, 42 (años 30/33 d.C.). A pesar de que al principio hubo varios movimientos vinculados a Jesús, Hch supone que la iglesia nació unida en Jerusalén, en torno a Pedro y a los Doce. Éstos son los momentos que ha destacado el texto. 1. Primera comunidad  (1, 12‒2, 47). 2. Pedro y Juan (3, 1‒5, 11). 3. Misión de los Doce (5, 12-42). Pedro es la figura histórica esencial en el comienzo de la iglesia, iniciando y confirmando la apertura a los gentiles (Hch 10; 15), aunque luego, la misión universal la asume y realiza Pablo. Compartiendo una tendencia que aparece en Ap 21, 14 y quizá en Ef 2, 20, Lucas identifica a los apóstoles con los Doce, tomándoles como principio de la misión de la Iglesia (aunque pronto hayan desaparecido como grupo).

Helenistas. De Jerusalén a Antioquía: Hch 6, 1‒14, 28 (años 33-48 d.C.). Surge la primera disensión entre hebreos y helenistas (unos de lengua semita, otros griega) de Jerusalén. Estos últimos abren la Iglesia a los gentiles. 1. Helenistas y Esteban (6, 1‒8, 3). 2. Misión de Samaria (8, 4-40). 3. Conversión de Pablo (9, 1-31). 4. Misión de Pedro (9, 32‒11, 18). 5. Antioquía: “independencia” de los cristianos (11, 19‒12, 25). 6. Primera misión de Pablo y Bernabé, por Chipre y Asia Menor (13, 1‒14, 28; años 36-48 d.C.). El despliegue de la Iglesia había sido una experiencia carismática, que se anunciaba ya en Hch 2 (Pentecostés), como apertura desde Jerusalén a todos los pueblos. Ese despliegue se concreta a través de los helenistas (Hch 6-8) y culmina por Pablo (a partir de Hch 9), culminando en el llamado concilio de Jerusalén, donde se admite y ratifica la existencia de “dos iglesias” en comunión, la de los judeocristianos de Santiago en Jerusalén y la de los cristianos de origen gentil (Hch 15).

Pablo. De Antioquía a Roma: Hch 15, 1‒28, 29. Esta parte comienza con la disputa entre los judeo-cristianos de Jerusalén y los pagano-cristianos de Antioquía, y para resolverla se celebra el “concilio”, en el que Santiago (Jerusalén) y Pedro (iglesia originaria) aceptan la misión de Pablo a los paganos, sin necesidad de que ellos “cumplan” la ley judía (Hch 15, 1‒15, 35, año 48/49 d.C.). Desde ahora, el protagonista de la misión cristiana es Pablo, que llevará la Iglesia hasta Roma, haciéndola universal. Lucas simplifica los datos, omitiendo muchos elementos, pero su visión tiene un hondo sentido teológico. 1. Dos misiones de Pablo por Asia Menor y Grecia, fundando las iglesias del Oriente del Imperio: (15, 36‒18, 22 y 18, 23‒21, 14; años 49-57 d.C.). 2. Subida a Jerusalén, para llevar la colecta a la Iglesia madre (21, 15‒23, 30), con prendimiento y prisión en Cesárea (23, 31-26, 32; años 58-60 d.C.). 3. Prisionero a Roma, para ser juzgado (27, 1–28, 28; año 60 d.C.). 4. Epílogo (28, 30-31; años 60-62 d.C. ss). Esperando el juicio, en prisión domiciliaria, Pablo anuncia abiertamente el Evangelio en Roma. La Iglesia de Jesús ha llegado al centro del Imperio.

Mc 16, 1-8 y Mt 28, 16-20 suponían que la misión universal cristiana comenzó en Galilea. Lucas suprime esa alusión a Galilea y afirma que la iglesia comenzó y se confirmó en Jerusalén (cf. Hch 1-7; 15), desde donde se extendió al mundo entero. Jesús había subido a Jerusalén para realizar la obra de Dios (cf. Lc 9, 51) y allí surgió la iglesia como grupo mesiánico, en torno a los Doce, esperando la venida del Mesías crucificado. Marcos y Mateo pensaban que la Iglesia comenzaba volviendo a la montaña de Galilea (Mc 16, 7-8; Mt 28, 16-20). Hechos, en cambio, supone que el camino central de la Iglesia, iniciado y retomado en Jerusalén (concilio, cap. 15) se abre de Jerusalén a Roma, a través de la misión de Pablo (Hch 16-28).

División fundamental

             Según la visión de Lucas (libro de los Hechos), el movimiento pascual de Jesús habría comenzado el 2 de junio (mes de Sivan) del año 30 d.C., en la fiesta de Pentecostés. Ciertamente, las fechas que ofrece Lucas son de tipo simbólico, pero en el fondo de esos datos hay buenos recuerdos históricos. Jesús había muerto en las fiestas de pascua (14 de abril del año 30), y algunos discípulos suyos tuvieron muy pronto (quizá al Tercer día) la experiencia (certeza) de que estaba vivo. A los cincuenta días, el 2 de junio del año 30, en la fiesta de las Semanas o Pentecostés, pudo empezar a moverse algo que desembocará en la iglesia. Sin duda, el proceso de surgimiento eclesial fue mucho más complejo, pero la visión que ofrece Lucas ha terminado siendo normativa para gran parte de la Iglesia posterior. Desde ese fondo, completando el argumento de la entrada anterior, ofrezco aquí las claves del surgimiento de la iglesia, según Hechos (con algunas puntualizaciones marginales).

(1) Principio, Pentecostés judío. Dos son los datos que ha puesto de relieve Lucas al comienzo de la iglesia. (a) Tiempo de espera (Hch 1, 13-14). La primera comunidad de pascua la formarían en Jerusalén los Doce, con los parientes de Jesús, María, su Madre, y otras mujeres, que se mantenían orando, mientras aguardaban la vuelta gloriosa de Jesús para instaurar su Reino (cf. Hch 1, 6. 12-14). La unión formal de esos grupos resulta más tardía, pero ellos influyen sin duda desde el principio, y así los proyecta  pero Lucas al comienzo de la Iglesia. (b) Pentecostés (Hch 2, 1-13). Esperaban a Jesús glorioso, pero al llegar la nueva fiesta ellos recibieron el Espíritu, para seguir extendiendo y realizando la obra de Jesús. Ese Espíritu aparece como lenguas de fuego, palabra ardiente, que les capacita para extender el mensaje de Jesús a todas las naciones. (c) Galilea. Mientras tanto, algunos discípulos de Jesús continúan presentando su mensaje y extendiendo su esperanza en Galilea, pero Lucas no lo dice; su perspectiva no le importa, como tampoco le importa la perspectiva y acción de los grupos que aparecían en Hch 1, 12-14 (mujeres del grupo de Jesús, con su madre y sus parientes).

Lucas ha proyecto en el origen de la Iglesia su visión ideal de la comunidad cristiana. (a) Al comienzo estuvieron Pedro y los Doce (Hch 2, 14-5, 42), marcando el cumplimiento de la esperanza escatológica de las Doce tribus de Israel. Ellos retomaron en Pentecostés el movimiento de Jesús, fundando aquello que será el germen de todas las iglesias, proclamando el mensaje de Jesús en Jerusalén, la ciudad donde había “fracasado”, presentándole abiertamente como Mesías de Israel y cumplimiento de las promesas mesiánicas. La aportación de las mujeres pascuales (de Mc 16, 1-8 par) queda así velada. (b) Todo en común (Hch 2, 43-47; 4, 43-47). El principio de la Iglesia estuvo marcado por una fuerte comunión de vida entre los discípulos; más que por sus palabras, ellos se distinguieron por su estilo de vida común, en la línea de otros movimientos judíos (como los esenios), pero destacaron por su radicalidad y por su “prisa”: Lo vendieron todo, porque llega el Reino y lógicamente este mundo acaba. Por eso se preocupan de compartir, no de producir. (c) Galilea. Lucas no dice nada de los seguidores de Jesús en Galilea, pero es evidente que ellos trazan también un camino esencial de evangelio.

(2) Nuevos caminos. Pero Lucas sabe también que en el comienzo de la Iglesia existieron divisiones; aunque a su juicio fueron derivadas y contribuyeron al despliegue de la comunión cristiana, en una línea que no llevará a la instauración mesiánica de las doce tribus de Israel, sino a la misión universal que integrará por Roma a todos los pueblos.  En este contexto destacan tres hechos esenciales.

División de hebreos y helenistas (Hch 6, 1-7). Surge con ellos el primero de los grandes problemas (y riquezas) de la Iglesia, que se expande y tiende a estabilizarse, tomando líneas distintas: Por un lado los hebreos (fieles a la tradición sagrada de Jerusalén, liderada ya por los hermanos de Jesús y no por los Doce); por otro los helenistas, que interpretan el mensaje de Jesús de un modo universal. Entre los helenistas destaca Esteban (Hch 6, 8–7, 60), a quien Lucas presenta como el primero de los que han insistido en el carácter radical de la ruptura mesiánica de Jesús, criticando, según en esa línea el templo. El martirio de Estaban (por linchamiento popular) marca el carácter radical y el riesgo de la opción de los seguidores de Jesús, en el contexto de otros grupos judíos de aquel tiempo.

Misión en Samaría, Felipe y el Eunuco de Candace (Hch 8, 1-40). El punto culminante de este primer momento de la iglesia, en la línea de los helenistas, lo ofrece Hch 8, presentando la misión en Samaria (Cristo supera la antigua oposición entre judíos y samaritanos) y la apertura a la diáspora lejana representada por el Eunuco (prosélito judío) de la tierra (reina) de Candace, zona vinculada con Etiopía(o sur de Arabia). El Cristo paciente (Siervo de Isaías 40-55) ha superado las oposiciones entre pueblos y razas de la tierra. Existieron, sin duda, otras perspectivas y camino que fueron, sin duda, muy importantes, pero que Hechos no ha puesto de relieve: No aparecen las mujeres, ni los galileos en Galilea, ni tampoco los parientes de Jesús, con otros grupos como podrían ser los iniciadores de la comunidad del Discípulo amado.

(3) Tres grandes rupturas. La Iglesia anterior parecía en el fondo detenida, a la espera de la vuelta de Jesús. Pero el impulso de los helenistas, partiendo de Esteban, abre la marcha del evangelio que empieza a extenderse desde Galilea y Jerusalén en todo el oriente.

Pablo en Damasco (Hch 9) Hacia el año 32 d.C. los cristianos helenistas de Jerusalén (Hch 8), unidos quizá con otros que provienen de Galilea, llegan a Damasco, donde Pablo les persigue porque veneran a un Cristo crucificado y universal; pero Cristo se le revela, y él acepta su Palabra y comienza a realizar una misión, al parecer sin continuidad, en el entorno de Arabia, durante tres años (32-35 d.C; cf. Gal 1, 10-23); al terminar esos años más tarde (hacia el 35 d.C.), él se “encuentra” en Jerusalén con Pedro y con Santiago. Éste es el primer gran encuentro de los tres líderes históricos más significativos de la primera iglesia.

Pedro en Cesárea (Hch 10). Hechos supone que, en ese tiempo, Pedro asume la misión helenista en la costa de Palestina, acogiendo en la Iglesia, por impulso carismático, a un centurión romano (Cornelio). La expansión del evangelio no acontece por ley, sino por presencia del Espíritu. Parece que tampoco esa misión tiene continuidad, a pesar de que puede estar enriquecida por la vida y mensaje de algunos creyentes galileos que siguen expandiendo el movimiento de Jesús en el entorno de Siria y en la Decápolis.

Muchos en Antioquía (Hch 11). Conforme a la visión de Hechos, a decisión más importante de la primera Iglesia no la tomaron Pablo ni Pedro, sino de unos “helenistas” innominados que llegan a Antioquía y acogen de forma abierta a los “paganos”, que reciben allí el nombre nuevo de “cristianos” (11, 19-26). Ésta es la primera Iglesia organizada (13, 1-3) y misionera que será, con la de Jerusalén (liderada por Santiago) el punto de partida de los caminos posteriores de la iglesia.

(4) Caminos abiertos. A partir de aquí se puede hablar ya de un verdadero despliegue de la Iglesia, que se expresa en tres momentos, sin contar con la presencia y acción de los seguidores galileos de Jesús.

Pervivencia de Jerusalén (Hch 11-12; 15, 1-5). Mientras los helenistas (con Pablo y, en otro sentido, con Pedro) abren la misión de Cristo a los gentiles, surge la Iglesia propiamente dicha de Jerusalén, dirigida por Santiago, hermano de Jesús (no ya por los Doce), quiere mantener su identidad judía (¡son los pobres del Cristo!) y ejercer un tipo de control, sobre todos los cristianos. Pedro y Pablo siguen sus propios caminos misioneros.

Concilio, separación de Pablo y Pedro (Hch 15). Año 49 dC. Pedro, Pablo (y los cristianos de Antioquía) aceptan la mediación de Jerusalén, pero no su control. Así se llega a un pacto, avalado por Santiago, Pedro y Juan, que mantiene el valor de la iglesia judía, pero admite, en igualdad, una iglesia de gentiles (cf. Gal 2, 1-11). La diferencia de interpretaciones del “Concilio” lleva al enfrentamiento y “separación” entre Pedro y Pablo (independientes ambos de Santiago y de Jerusalén). Surgen así “dos tendencias eclesiales” en comunión discutida pero no negada, entre el 49 y el 64 d.C. (martirio de Pedro y Pablo). El principio y punto de referencia de las Iglesia seguirá siendo Jerusalén, donde se instaura la comunidad de los pobres (de los santos) de Dios según Cristo, bajo el liderazgo de Santiago, por lo menos hasta su martirio (62 d.C.) y la destrucción posterior del templo (70 d.c.).Éstos son según Lucas los acontecimientos fundacionales del comienzo de la Iglesia.

 Misión paulina, otras misiones. A partir de Hch 16, Lucas se centra en la misión de Pablo, que a su juicio representa la vía de expansión del evangelio, que va avanzando desde Jerusalén a Roma. (a) Hch 16-20: Misión de Pablo,  que anuncia el evangelio y funda comunidades de seguidores de Jesús en las diversas zonas y ciudades de Asia Menor y Grecia, impulsando así, de forma decisiva, el movimiento de la Iglesia. (b) Hch 21-27: Prisión de Pablo. Antes de continuar en Occidente, Pablo se despide de Jerusalén (retomando el origen de la Iglesia), pero le encarcelan y en el juicio apela a Roma, pues quiere llegar (libre o preso) a la capital del mundo. (c) Hch 28: Conclusión: Pablo en Roma. Misión universal. Pablo está prisionero en Roma (capital del mundo), pero anuncia desde allí el mensaje de Jesús a todas los habitantes del mundo, en una especie de culminación de Pentecostés. (d) Otros motivos. Durante todo ese tiempo se expanden otras líneas del movimiento de Jesús, desde Jerusalén y Galilea, aunque el libro de los Hechos, fiel a su visión de la Iglesia, no los nombre.

 Mensaje básico

Ninguno de los evangelistas había sentido la necesidad de «completar» el evangelio de Jesús con una obra autónoma sobre el despliegue de la iglesia, pues en Jesús se hallaba contenido ese despliegue. Lucas,  en cambio, lo ha hecho. No ha escrito dos obras, como actualmente parece, sino una obra en dos partes. Pero la iglesia posterior las ha separado, de manera que el evangelio (Lc) aparece al lado de los otros evangelios y el libro de los hechos ocupa un lugar separado, después de los cuatro evangelios. Sobre el sentido general de la obra doble hemos hablado en → Lucas, poniendo de relieve su interés por lo que suele llamarse  la historia de la salvación, al menos en un sentido extenso. Son muchos los investiga­dores modernos que han tomado a Lucas como primer representante del «catolicismo primitivo»: Lucas sería el primero que ha convertido el evangelio en una religión organizada y el cristianismo en una estructura eclesial. Pero eso no es del todo cierto. Lo que a Lucas le importa en el libro de los Hechos es la marcha y camino de la iglesia, entendida como portadora de un evangelio universal, que llega al centro del imperio romano, para enriquecer desde allí al conjunto de la humanidad, como había dicho Jesús: «Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (1 8). El viaje fundamental del evangelio era para Luchas la subida de Jesús a Jerusalén, donde pone su vida en manos de Dios, a favor de todos los humanos. Pues bien, el libro de los Hechos está centrado en la experiencia del camino o viaje de la iglesia, que tiene que salir de Jerusalén, hasta llegar a Roma, entendida como centro del mundo antiguo. Desde ese fondo se entienden los diversos momentos del libro.

               (1) Jerusalén y los Doce (Hech 1-5). La comunidad de Jerusalén aparece en Hechos como la comunidad ideal. En ella se dan las señales del cambio de los tiempos, de la transformación de la humanidad (milagros). Los cristianos reparten los bienes y empiezan a acoger a personas de otras naciones y grupos (aunque de hecho luego se centren sólo en los judíos). Ciertamente, en esa iglesia aparecen ya creyentes que quieren «engañar» al Espíritu., pero ellos desaparecen.

               (2) Los helenistas y la misión a los paganos (Hech 6-12). A pesar de la tentación de encerrarse en sí misma, la primera comunidad se ve forzada a expandirse, a partir del testimonio de los llamados helenistas. Hay tensiones internas entre hebreos y helenistas, pero se superan. Viene la persecución que obliga a los helenistas a dejar Jerusalén. Y, sobre todo, está el Espíritu que se manifiesta fuera de la comunidad constituida: el episodio del centurión Cornelio es, en este momento, decisivo. Hay que lanzarse hacia adelante. Por otra parte, Pablo se convierte a Cristo y Pedro tiene que dejar Jerusalén, para realizar su tarea en otros lugares, en gesto de apertura universal.

               (3) Pablo y Bernabé. El Concilio (Hech 13-15), que desemboca en la crisis del Concilio de Jerusalén (Hech 15). La misión de Bernabé y de Pablo, como expansión de la Iglesia en el mundo pagano (que, según Lucas se produce por impulso del Espíritu), obliga a plantear el tema. Hay cristianos de Jerusalén que siguen exigiendo la circuncisión a todos los creyentes (que se hagan de hecho judíos antes de convertirse a Cristo). Pablo Bernabé se niegan. El Concilio de Jerusalén asume la misión de Pablo y ratifica la libertad de los cristianos que vienen de la gentilidad. Aun teniendo consideraciones con los judeocristianos, la Iglesia se desprende de un elemento anterior, que se vincula desde entonces al particularismo judío.

               (4) Las misiones de Pablo (Hech 16-20). La Iglesia se expande, como nueva comunidad mesiánica, liberada de la ley, en los diversos países del entorno oriental: desde Éfeso hasta Macedonia y Acaya (Atenas y Corinto). El mundo, preparado ya por el Espíritu, parece dispuesto a escuchar la voz de Pablo, la misión cristiana. Desde este fondo, este segundo libro de Lucas podría titularse Los Hechos del Espíritu.

(5) De Jerusalén a Roma (Hech 21-28). El final del libro de los Hechos cuenta el camino que lleva a Pablo a Roma, pasando por Jerusalén, donde le toman prisionero. Va a Roma para ser juzgado, porque, como ciudadano romano, ha podido apelado y apela al Tribunal del Cesar, para exponer allí, en el centro del mundo entonces conocido el mensaje de Jesús. Pablo ha llegado a Roma y anuncia allí la Palabra. En este momento, Lucas puede detener su relato. Sabe, sin duda, que la historia no ha terminado. Pero lo que ha contado es suficiente: una parábola del camino universal de la iglesia de Jesús, que se abre en Roma al ancho mundo de los gentiles que allí confluyen (cf. Hech 28, 25-31).

(6) Conclusión.Jesús, centro y fin del tiempo. Este es el mensaje de la doble obra de Lucas, que se abre desde las promesas de Israel, a través de Jesús, por medio de Roma, a todas las naciones. Hay otros caminos, otras formas de entender y de contar el despliegue de la iglesia, centrada en Galilea (cf. Mc 16, 8) o abierta hacia oriente (Mt 2, 1-11). Pero este camino de Luchas ha sido, y sigue siendo, el más significativo, en la línea del evangelio paulino.

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