Silenciada y liberada. La Mujer del Apocalipsis:

He venido tratando desde el 1 de junio de la mujer del Apocalipsis. Hoy acabo este ciclo con una reflexión final que recoge todo lo dicho y lo aplica en clave de mariología y de antropología católica, cristiana, universal. Varios comentaristas del blog han desarrollado el tema en otras perspectivas, retomando y reinterpretando motivos de la tradición católica (Inmaculada Concepción, Asunción de María etc.).

Aquí me sitúo en un nivel preliminar, ocupándome del sentido de la Mujer en el Apocalipsis. Pienso que se trata de un tema católico, que puede sr tema "cristiano" universal, un tema de antropología simbólica, desde una perspectiva de mujer. Yo he disfrutado al presentarlo, espero que hayan disfrutado algunos de los lectores del blog.



He puesto dos imángenes. Primero una mujer sin palabra, de El Alto, Boliivia, a la que se ha referido un comentarista amigo del blog. Segunda, una mujer que quiere ser liberada, que debe ser universal, vida gozosa, en comuniòn con todos, mujer con paloma capaz de volar, no sólo ella, sin con todas (El Apocalipsis dice que se le dieron las alas del águila). Buen final de tema, buen domingo para todos.

Inroducciòn

La Mujer del Apocalipsis no está sola. Al principio, en el primer cielo, ella parecía presa del Dragón, pero ha sido liberada o, mejor dicho, se ha liberado a sí misma, con la ayuda de Dios, en un camino arriesgado y comprometido de desierto, enfrentada a la Ciudad Prostituta del mundo. Sólo así, al final de una historia tensa, ella ha podido realizarse a sí misma y convertirse en aquello que Dios quería desde el principio: se vuelto mujer en libertad, esposa del Cordero, en armonía de bodas eternas, en los cielos nuevos y en la tierra nueva. Sólo en la totalidad de ese camino puede comprenderse el signo de María.

Como he mostrado al principio de estas reflexiones, la mariología anterior había destacado la figura de la Madre de Ap 12, 1-5 por aislado, discutiendo carácter su mítico o israelita, eclesial o individual. Después de lo indicado, esa visión resulta, al menos, limitada. Los símbolos del Apocalipsis no pueden entenderse de una forma aislada, sino en la totalidad del libro, formando grupos y caminos simbólicos. Uno de los más importantes es el que vincula a la Mujer en sus diversos momentos (Madre, Perseguida, Novia-Esposa) con Cristo, a quien debemos entender también en camino donde pueden destacarse algunos signos principales: Hijo de Hombre, Cordero degollado, Hijo de la Mujer, Jinete triunfador, Cordero enamorado... Esa vinculación entre signos de Cristo y signos de la Mujer constituye un elemento esencial de la trama del libro; por eso, una interpretación mariana (femenina, eclesial) del Apocalipsis es inseparable de su cristología, que aquí sólo hemos evocado de manera muy velada.

Eso significa que el tema sigue abierto: las reflexiones anteriores nos han ayudado a plantearlo, pero en modo alguno lo han resuelto. Por otra parte, la figura de la Madre-Mujer nos sitúa en el cruce de los grandes símbolos antropológicos y eclesiales del Apocalipsis: ella evoca el destino de la humanidad (que es Mujer que da a luz) y la vocación del pueblo de Israel (que es Madre y Mujer que dialoga con Dios); ella puede referirse también a la iglesia perseguida, apareciendo como un anticipo de la plenitud futura de los tiempos, entendida en forma de encuentro de amor o de bodas.

Mi lectura del tema ha sido necesariamente parcial, pues no he podido elaborar todos sus rasgos. Por otra parte, el hermeneuta o exegeta no tiene en este campo la última palabra: esta Mujer es un símbolo vivo, que sólo adquiere su sentido e influye en la vida de los hombres y mujeres si les hace capaces de vivir y sentir, de imaginar y actuar con más riqueza dentro de su historia. Se ha dicho que los símbolos dan que pensar (P. Ricoeur). Siendo eso exacto, me parece insuficiente. Los símbolos no sólo dan que pensar, sino que dan que soñar o imaginar, dan que actuar y transforma. Por eso, la última palabra de interpretación del tema no puede darla un exegeta teórico; ciertamente, el exegeta puede discernir y juzgar, pero la última palabra la tiene la vivencia gozosa y creadora de los creyentes en la Iglesia y en el ámbito cristiano.
Generaciones de cristianos (católicos) han leído Ap 12, 1-6 en perspectiva mariana y, es muy posible, que así lo sigan haciendo las generaciones futuras.

Pues bien, esa lectura sólo será valiosa en la medida en que ayude a los creyentes a situarse mejor ante el misterio y tarea de la vida y libertad humana, de la justicia social y del despliegue de amor entre las personas. No sabemos cómo leerá y entenderá la iglesia del futuro esta señal, pero estoy convencido de que para hacerlo bien deberá integrarla en el simbolismo de conjunto de la escena (Ap 12) y de todo el Apocalipsis. Nuestro libro no ofrece una visión estática de temas y señales, sino un poderoso dinamismo en el que nosotros, los creyentes, nos hallamos integrados. Por eso, esta Mujer solo tendrá sentido para nosotros en la medida en que la integremos en el proceso de maduración y compromiso de nuestra propia vida y en la medida en que ella misma nos ayude a enriquecer esa vida.

Esta Mujer ha sido y sigue siendo un símbolo poderoso, como una señal que nosotros debemos descifrar e interpretar con nuestra propia vida. Ciertamente, esta mujer no está ligada a un número cifrado como el la Bestia (cf. 13, 17-18: 666), pero su identidad es más importante que la identidad de la Bestia. Dragón, Bestias y Prostituta desaparecen: provienen de la muerte y a la muerte vuelven. Esta Mujer, en cambio, permanece: es signo y realidad del valor de la existencia humana:

_ Ella es Mujer en la historia: Mujer comprometida.

No está programada o realizada de antemano, como esencia eterna, sino que debe trazar su identidad, haciéndose a sí misma, en un proceso de creación que la lleva del matriarcado antiguo a la libertad final, como hemos destacado presentando los momentos de su trama. Ella empieza siendo un signo de la naturaleza para hacerse, al fin, persona en plenitud. No está fuera, sino dentro de la dinámica conflictiva de la historia humana. De esa forma, su sentido se encuentra vinculado al despliegue del conjunto de la humanidad, tal como se centra en Jesús, Hijo pascual y Novio definitivo de las bodas. Ella, la Mujer del Apocalipsis, forma parte de una trama conflictiva que nosotros, los creyentes, seguimos asumiendo: sólo en la medida en que asumamos su camino podremos entenderla.

_ Es Mujer enamorada: Esposa del Cordero. Mariología afectiva.

La trama de su historia ha sido aprendizaje de amor. Ella no es para el Dragón, ni será seguirá eternamente perseguida, pues su dinámica culmina en una meta de libertad en el encuentro personal con Cristo. Estaba amenazada por el Dragón y luego perseguida, pero no quiso pactar con ellos. Pudo haberse convertido en Prostituta (como la que aparece en Ap 17-18), pero ella se ha mantenido fiel y así, en la meta de su fidelidad, culminado y realizado el camino de la libertad, ella pudo desvelarse como Mujer para Cordero, asumiendo en ese signo el aspecto masculino y femenino de la vida. Desde este fondo, la tradición mariana ha podido aplicar a la Madre de Jesús los símbolos y temas del Cantar de los Cantares. Ciertamente, la historia es proceso de despliegue de la libertad, como se viene diciendo desde antiguo (al menos desde Hegel). Pero ella es, al mismo tiempo, y con más intensidad, proceso de aprendizaje y experiencia de amor. Aprender a querer y desplegar el amor de una manera cercana, intensa, ese es el sentido de la mariología. La mujer (no es compañera o colaboradora de un Dragón) sino esposa de un Cordero, en intimidad y misterio, en contemplación y gozo: ese es el sentido de la vida humana .

_ Es mujer acompañada: signo social de libertad, mujer liberadora.

No es persona de puro amor intimista, sino signo de una Ciudad donde se implican y dialogan todos los humanos. Por eso, su historia y figura tiene un sentido social: ella vincula el amor más profundo con la liberación más exigente, en el camino de "paciencia" (resistencia activa) que propone nuestro libro. Ciertamente, es "esposa", en intimidad cercana; pero, al mismo tiempo, ella es compañera y signo de todos los perseguidos, que se enfrentan a la Bestia porque quieren expresar la libertad sobre la tierra. Los hombres y mujeres de la tierra se han unido en general por intereses o por fuerza: bajo el signo del Poder (10 Bestia), manipulados por la mentira (20 Bestia), dominados por intereses (Prostituta). Pues bien, en contra de todo eso, el signo de la Madre-Mujer-Novia puede y debe vincular a los humanos en comunión personal de amor, en creatividad gozosa. Este es el signo de la Mujer-Iglesia, que se ha expresado de manera tanteante en el gran cuadro del Milenio (Ap 19, 1-7). Los sacrificados de la historia se pueden unir y crear un reino que se opone al de las Bestias. Ese es el signo del reino de la Madre de Jesús.
_ Es mujer definitiva: plenitud escatológico: Mujer del reino.

La iconografía mariana suele evocar la Asunción (=Elevación) de María a los cielos y su Coronación como Reina de todo lo creado, utilizando signos del Ap 12. No están mal esos signos, pero, como hemos visto, esa figura es principio de una trama: la plenitud de la Mujer-María sólo viene a desvelarse al fin del proceso, en las bodas del Cordero, es decir, en el encuentro de amor ya realizado donde se vinculan los cielos y la tierra. Eso significa que la última palabra no es la muerte del Dragón (que intenta devorar a los hijos de la Mujer), ni es tampoco el sistema de las Bestias y la Prostituta. No estamos condenados a ser por siempre lo somos ahora, sino que nos define aquello que seremos, es decir, la esperanza de los Cielos nuevos y la Tierra nueva donde vendrá a desvelarse al fin la Mujer definitiva, en amor de Bodas .

Estos temas nos sitúan en el lugar donde se cruzan la figura histórica de María, Madre de Jesús, y el signo de la Mujer, es decir, la mariología histórica y la mariología simbólica. Ciertamente, la iglesia mantiene unos datos firmes de la vida de María: ha sido Madre de Jesús, mujer de fe, en el principio de la iglesia. Pero, en otra perspectiva, ella sabe que María, por su especial unión al Cristo, puede ser y ha sido signo privilegiado de la totalidad de la historia de la salvación, como hemos destacado en las reflexiones anteriores. En ese aspecto, ella no es mito, sino expresión histórica y signo del camino de la mujer en la historia de la salvación.
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