"Fue una especie de policía eclesial, encargada de investigar las herejías" Contra una Inquisición que denuncia, persigue y castiga: Congregación de la Doctrina de la fe

Discurso del Papa a los miembros del dicasterio para la Doctrina de la Fe
Discurso del Papa a los miembros del dicasterio para la Doctrina de la Fe Vatican Media

No ha sido una simple sustitución (de Mons. L. Ladaria a Mons. V. M. Fernández), sino  un giro en la visión y tarea de la Iglesia

En su carta al nuevo prefecto, el Papa le dice  que su tarea no es vigilar y en el fondo “castigar”, sino “aumentar la inteligencia y  la  transmisión  de  la  fe  al  servicio  de  la  evangelización.

Por su parte, el nuevo prefecto, escribiendo a los católicos de la diócesis de la Plata,  les dice: “Este Dicasterio (Congregación de la Doctrina de la fe) se llamaba en otros tiempos "Santo Oficio", y era el terror de muchos, porque se dedicaba a denunciar errores, a perseguir a los herejes, a controlar todo, llegando incluso a torturar y matar”.

Según el Papa, en su carta al nuevo Prefecto, asegura que nueva tarea de la congregación de la fe ha de ser que la Iglesia crezca en su interpretación de la Palabra revelada y en su comprensión de la verdad, sin que esto implique imponer un único modo de expresar la Palabra… por las distintas líneas de pensamiento filosófico, teológico y pastoral que, si se dejan armonizar por el Espíritu en el respeto y el amor, también pueden hacer crecer a la Iglesia»

INQUISICIÓN, VISIÓN GENERAL(diccionario de las tres religiones)

  Inquisición es una Palabra de origen latino (de inquisitio: investigación) con la que se designa una de las instituciones más significativas de la Iglesia Católica, desde finales del siglo XII hasta el siglo XIX.

Fue una especie de policía eclesial, encargada de investigar las herejías y desviaciones religiosas de los fieles, en un tiempo en que la “ortodoxia” formaba un elemento clave de la identidad social de los cristianos. En tiempos anteriores, en casos de pecado grave o desviación, la Iglesia sólo podía apelar a la excomunión, declarando que un tipo de personas (o algunos pecadores muy especiales) no formaban parte de la unión de los creyentes, entendida como comunidad libremente aceptada por sus miembros.

Diccionario de las tres religiones

En algunos lugares, allí donde obtuvo gran poder en el Estado, la Iglesia pudo emplear la fuerza contra disidentes y paganos. Pero sólo a partir del siglo XII (año 1184) actuó la inquisición, fundada en el sur de Francia, bajo autoridad papal, para combatir a los herejes albigenses.

La Inquisición se identifica con el Santo Oficio (Inquisitio Haereticae Pravitatis Sanctum Officium), encargado de investigar y superar las herejías, apelando incluso a la violencia. Al principio fue una institución en manos de los obispos, pero a partir del año hasta 1230 actuó bajo dirección papal, sobre todo en el sur de Francia y en el Norte de Italia, donde logró erradicar, con diversos medios, las herejías de tipo cátaro.

La Inquisición más conocida se estableció más tarde en los reinos de España (1478-1821) y Portugal (1536-1821), para combatir de un modo especial a los judíos “falsamente” convertidos al catolicismo. También fue importante la inquisición romana, que ha seguido existiendo como Santo Oficio hasta el Concilio Vaticano II (1965).

La Inquisición Española tuvo una repercusión y unas consecuencias muy grandes, porque ella estaba vinculada a la Corona, de manera que los reyes actuaban como Delegados del Papa, no sólo en la expansión de la fe (misiones), sino en su defensa y pureza, en contra de judíos conversos (que parecían seguir manteniendo ocultamente el judaísmo), de protestantes y otros tipos de “herejes” o desviados. Fue quizá la institución con más poder en España y en sus colonias, a lo largo de dos siglos (del 1500 al 1700). Después fue perdiendo su importancia, hasta ser abolida el año 1821.

Escenas de la Inquisición. Francisco de Goya
Escenas de la Inquisición. Francisco de Goya

Ella mantuvo un tipo de unidad de fe en España y en sus colonias, pero con métodos violentos y a costa de la libertad (y a veces de la vida) de los disidentes. De un modo u otro, hubo inquisiciones de diverso tipo y persecución religiosa en todos los países de Europa, entre el siglo XVI y el XVIII; los muertos por guerras de religión y por represiones posteriores fueron tanto o más numerosas en otros lugares de Europa (Alemania, incluso Francia) que en España. Pero la inquisición española fue la institución más representativa, por su duración y su radicalidad.

Miedo a la disidencia. Jesús perseguido por la inquisición de su tiempo

Frente a la presión política del imperio romano y la «inquisición» sagrada (de purezas y normas sociales) de cierto judaísmo de su entorno, había elevado Jesús la propuesta de su libertad múltiple, a favor de los necesitados. No le importó la seguridad del sistema, sino el bien de los pobres; no defendió el valor sagrado del orden establecido, sino la vida y libertad de los excluidos y amenazados, en gesto de tolerancia creadora. Por eso, resulta sorprendente que algunos de sus seguidores, apelando a Jesús, instituidos como gran comunidad, hayan perseguido y controlado a los posibles disidentes, creando para ello un tribunal de conciencia, como fue la Inquisición.

La comunión cristiana está fundada en el amor mutuo y en la apertura a los más pobres, en gesto de apertura dialogante. En contra de eso, algunas iglesias de occidente (entre ellas la católica) quisieron fundar su unidad sobre cauces de uniformidad e imposición, en gesto intolerante de control casi policial. Resulta difícil concebir una inversión mayor del evangelio, una intolerancia más anti-mesiánica. Contra ella se alzó la Ilustración del siglo XVIII, de manera que gran parte de la búsqueda de autonomía personal y social de la modernidad europea ha debido realizarse en contra de la inquisición de las iglesias.

Eso no significa que el resultado final del proceso de la ilustración sea bueno, sin más, pues también la Ilustración ha creado formas de dura intolerancia; pero, en un determinado nivel, su lucha a favor de las libertades, ha sido necesaria.

Inquisición

Intolerancia hecha miedo represor

La mayor parte de los sistemas sociales e ideológicos han creado formas de dominio doctrinal y de control interno, para evitar las rupturas y las disidencias. Ese control constituye la otra cara de la violencia militar. (1) El ejército y la guerra sirven para defender al sistema frente a los enemigos de fuera. (2) La inquisición (o policía) lo defiende contra los posibles enemigos interiores, a través de una especie de contienda que puede ser más sucia y más incontrolada que la guerra externa. Es evidente que la «Santa» Inquisición ha de entenderse desde las coordenadas culturales y sociales de su tiempo. Más aún, en un plano de estrategia política, ella no ha sido tan perversa como a veces se ha dicho; por eso, ella debe comprenderse (y a veces justificarse) desde un contexto de realismo gubernamental. Pero ese realismo no es evangélico.

En perspectiva cristiana, la Inquisición fue en su tiempo y sigue siendo ahora esencialmente perversa, pues convierte la buena nueva del evangelio en mala nueva de investigación oculta, propensa a los manejos de poder y a la mentira organizada. Allí donde el evangelio se traduce en formas de inquisición, la gracia de Jesús se vuelve desgracia, la libertad se transforma en encierro, la relación directa entre personas se vuelve dictadura de un sistema pervertido.

En este campo es donde se descubre más claramente la posible corrupción del cristianismo, que se combina con el poder político, para convertirse en sistema de control sobre la misma fe de los creyentes. Socialmente, el problema no es fácil de resolver: las inquisiciones han existido y siguen existiendo fuera de la iglesia. Por su parte, el moderno sistema neo-liberal ejerce a través de sus medios de información y adoctrinamiento una dictadura de conciencia que resulta quizá peor que la Inquisición antigua. Pero eso no impide que, desde un punto de vista cristiano, condenemos la Inquisición de la iglesia como contraria al evangelio.           

  1. Contra la inquisición. Libertad interior, vida para todos

Allí donde el aliento (inspiración) de Jesús ha sido fuerte, la iglesia ha podido expresarse libremente, de formas distintas y convergentes, hasta formar una comunidad de comunidades, en diálogo de amor mutuo, alentado por el Espíritu. La diversidad de expresiones del evangelio es buena, la pluralidad de iglesias resulta positiva, pues sólo así se expresa y expande el amor y gratuidad de Cristo, abriendo espacios de comunicación en los que caben leprosos y prostitutas, hambrientos y enfermos de la vida. Es hermoso que los hombres y mujeres piensen de formas diversas y que se unifiquen y ayuden desde el evangelio, buscando cada grupo el bien de los demás. Sólo en el momento en que la Iglesia se ha convertido en institución de poder, precisamente allí donde ha podido sentirse más grande y poderosa, ella ha terminado volviéndose más frágil y ha necesitado reprimir las divergencias interiores, creando tribunales de pureza e inquisiciones.

Inquisición

En contra de eso, conforme a la inspiración de Jesús, su tarea primera tendría que haber siso y será la de animar a los creyentes en su búsqueda de amor, de manera que ellos puedan recibir de nuevo la inspiración de Pentecostés y explorar caminos de evangelio. La Inquisición antigua iglesia suponía que existe una verdad ya dada (un solo camino) y que ella debe defenderse por la fuerza, utilizando para ello los métodos policiales y judiciales del sistema dominante. Es como si Dios y la religión fueran realidades objetivas, de manera que hubiera que imponerlas a los hombres. Pues bien, ahora sabemos que no existe tal verdad antecedente, separada de búsqueda humana, sino que Dios se revela en el camino que nosotros recorremos, desde un fundamento de paz, en diálogo mutuo, en gesto de confianza compartida, sin medios de violencia. El mismo evangelio, vivido en libertad gozosa, en perspectiva de ilustración nacional, nos ha hecho ver que el tiempo de la Inquisición ha terminado, de manera que la Iglesia debe convertirse en un laboratorio de búsquedas de paz y de concordia universal. El Inquisidor acaba siendo un Diablo, como sabía Dostoievsky (en el relato del Gran Inquisidor, incluido en Los Hermanos Karamazov). Jesús, en cambio, busca el bien gratuito de los hombres, a quienes ofrece, sin condiciones, el don de la vida, para que puedan compartirla  (Diccionario de las tres religiones, págs. 544-549).

INQUISICIÓN (CON LA OPRESIÓN DE LOS POBRES), PECADO SUPREMO DEL CATOLICISMO MODERNO

A partir del siglo XIII y especialmente a partir del XVI. la Iglesia católica se ha concebido a sí misma como una fortaleza amurallada, atacada por fuera, amenazada por dentro, hasta bien entrado el siglo XX, con el Vaticano II (1062-1965), tiempo en que ella ha proclamado por primera vez en la edad moderna, de un modo oficial y solemne, la libertad religiosa. 

  1. La iglesia, fortaleza amurallada. Así ha venido a concebirse la Iglesia católica oficial, cada vez de una manera más intensa, a partir del Concilio de Trento (1545-1563). Ella ha visto enemigos por doquier, tanto fuera (infieles, protestantes) como dentro (herejes, libre-pensadores). Ella ha pensado que debía mantener la unidad de la fe con métodos de violencia, calculados para mantener a los católicos bajo un régimen de tutelaje, como si fueran menores de edad. En este contexto, la iglesia ha acudido a la represión cultural, a la inquisición y la guerra para defender la fe de unos católicos a quienes ella consideraba menores de Edad.

 Se inició así un tiempo de fuerte represión, que puro ser fecundo en otros campos, como la mística y el arte (con el triunfo del barroco), pero que impidió que los católicos pudieran asumir y desarrollar las iniciativas culturales que marcarán la aportación mayor de Europa en el campo cultural y social. Así podemos decir que el catolicismo oficial, especialmente en España y en Italia, fue quedando fuera de las grandes conquistas y riesgos de la libertad que han marcado la historia de Europa. Aquí se sitúan dos elementos importantes de la violencia de fe en la edad moderna.

Inquisición
Inquisición

Violencia moral y social para "defensa de la fe".Los poderes eclesiásticos se han sentido obligados a "defender" la fe de sus creyentes y para ello, en vez de promover el dinamismo del evangelio, han optado por métodos básicamente represivos. Han tenido miedo a la libertad y a todo lo que romper el orden establecido. Por eso, especialmente en España, esos poderes han utilizado métodos de inquisición violenta, es decir, de investigación, búsqueda y condena de aquellos que podían mantener a escondidas un tipo de identidad distinta: los descendientes de los judíos convertidos al cristianismo muchas veces por la fuerza, los musulmanes o moriscos que habían quedado en la península...

 La inquisición no se sitúa en el nivel de la guerra abierta, sino que penetra en la intimidad de las conciencias y incluso de la vida privada de los hombres, creando para ello una policía y política de la sospecha, de la delación (acusación) secreta y la tortura, para penetrar de esa manera en la conciencia de los hombres.

En esa línea podemos citar el índice de los libros prohibidos (que impide a los católicos el acceso a los trabajos más significativos de la modernidad), lo mismo que la prohibición de la lectura particular de la Biblia, por miedo a que los fieles puedan encontrar en ella otros sentidos que aquellos que estaban avalados por el Magisterio y la sana teología. La iglesia viene a presentarse de esa forma como una institución que acude a la represión interior ya al miedo, para mantener de esa manera un control sobre las conciencias.

Ciertamente, la Inquisición no ha sido tan sangrienta como a veces se ha dicho, ni ha sido exclusiva de la iglesia católica, pues han existido inquisiciones y quemas de brujas y tribunales de fondo religioso en otras iglesias cristianas En ese contexto, a modo de resumen, sin entrar en otros aspectos jurídicos y judiciales del tema, podemos afirmar que el Tribunal de la Santa Inquisición, con todo lo que ha estado (y está) en su entorno, constituye uno de los testimonios más fuertes de limpieza (violencia) cultural y étnica que han podido existir en Europa (no sólo entre los católicos, sino, en formas distintas, entre los protestantes). El conjunto de la iglesia ha pensado que la unidad de la fe debe defenderse con violencia y ha confiado la ejecución de esta tarea al «brazo secular», conforme al esquema de la división de poderes que hemos visto ya (Bonifacio VIII, Unam Sanctam, 1302).  

 En contra de los ideales evangélicos, algunas grandes iglesias de occidente (entre ellas la católica) quisieron fundar su unidad sobre cauces de uniformidad e imposición, comportándose de un modo policial. Resulta difícil concebir una inversión mayor del evangelio, una intolerancia más anti-mesiánica. Contra ella se alzó la Ilustración del siglo XVIII, de manera que gran parte de la búsqueda de autonomía personal y social de la modernidad europea (quizá de herencia cristiana) ha debido realizarse en contra del cristianismo oficial. Es evidente que la «Santa» Inquisición ha de entenderse desde las coordenadas culturales y sociales de su tiempo. Más aún, en un plano de estrategia política, ella no ha sido quizá tan sangrienta. Pero en perspectiva cristiana, ella fue en su tiempo y sigue siendo ahora esencialmente perversa, pues convierte la buena nueva del evangelio en mala nueva de investigación oculta, propensa a los manejos de poder y a la mentira organizada

Religión y globalización (Verbum Mayor) : Pikaza, Xabier: Amazon.es: Libros

 Allí donde el evangelio se traduce en formas de inquisición, la gracia de Jesús se vuelve desgracia, su libertad se niega y su amor se vuelve dictadura. En este campo se descubre más claramente la posible corrupción de un cristianismo, que se combina con el poder político, para convertirse en sistema de control sobre la fe de los creyentes.

Socialmente, el problema no es fácil de resolver: las inquisiciones han existido y siguen existiendo fuera de la iglesia. Por su parte, el moderno sistema neo-liberal ejerce a través de sus medios de información y adoctrinamiento una dictadura de conciencia que resulta quizá peor que la Inquisición antigua. Pero eso no impide que, desde un punto de vista cristiano, condenemos la Inquisición de la iglesia como contraria al evangelio, pues ella suponía (¡y supone!) que existe una verdad externa que debe defenderse por la fuerza, utilizando para ello métodos policiales y judiciales incluso peores que los del sistema político (apelando al silencio). Los métodos de inquisición son propios de aquellas instituciones que ponen su seguridad sobre la vida y derechos de sus miembros, arrogándose el derecho de investigar la vida de los sospechosos. En ciertos momentos, esos métodos pueden parecer convenientes (para el bien del sistema o dictadura), pero si dejamos que se expandan destruimos el evangelio y corrmos el riesgo de aniquilar la misma vida humana. 

  1. ¿Un catolicismo convertido en terrorismo de conciencia?

Muchos pensaron que el catolicismo era un valor que había que defender, para bien de la sociedad (que no se dividiera en luchas religiosas) y de los individuos (para que no corrieran en riesgo de perder lo más grande que tenían: la fe, la salvación eterna). Se tomó la fe verdadera como algo anterior a la libertad (dignidad) de la persona, como si los derechos de Dios (fe) tuvieran prioridad sobre los derechos de los hombres. De esa forma se fue creando una situación de «catolicismo vigilado», que muchos sintieron como «terrorismo de conciencia», pues no sólo se apeló a la fuerza exterior, sino también al temor a la condena, al fuego del infierno, contra los liberales y "rebeldes".

Pues bien, en contra de eso, convencimiento de que la libertad de conciencia (vinculada a la dignidad de la persona) era anterior a los valores objetivos de la fe empezó a extenderse, sobre todo a partir del siglo XVII, en los países de tradición protestante (algunos estados alemanes, Gran Bretaña, Holanda) y de algún modo en Francia. Mientras tanto, los católicos, con la sensación de haber sido derrotados, se cerraron aún más en su "fortaleza amurallada", cultivando una fe que quería asegurar su eficacia con métodos de imposición y prohibiciones, más que con el despliegue de los valores del evangelio. Esa actitud se mantuvo no sólo en el siglo XVII y XVIII, sino también a lo largo de todo el siglo XIX y a principios del siglo XX, a pesar de que la Ilustración iba triunfando en todo Europa, con sus ideales de libertad. Por eso, muchos hombres y mujeres de los últimos siglos han identificado a la iglesia católica con la represión y han entendido su moral como una forma de mantener el control contra las conciencias.

Sesenta años del Concilio Vaticano II
Sesenta años del Concilio Vaticano II

. El Concilio Vaticano II. Pues bien, superando un "prejuicio" de siglos, la Iglesia Católica descubrió y proclamó en el Vaticano II el valor originario de la libertad religiosa, vinculada a la misma naturaleza de la religión y de la fe. Para ello ha sido necesario un largo proceso, que aún sigue en marcha, pues la libertad formal no basta, sino que son necesarias aquellas condiciones que hacen posible el desarrollo de la fe personal y comunitaria en libertad. Así dijo el Concilio

 La persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Libertad, que consiste en que todos los hombres han de ser libres de toda coacción por parte de individuos, grupos sociales o cualquier poder humano, de tal modo que en materia religiosa nadie sea obligado a obrar, contra su conciencia, mas que tampoco sea impedido, dentro de los debidos límites, para obrar en conformidad con ella, ya solo ya asociado con otros, tanto privada como públicamente. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa se funda radicalmente en la dignidad misma de la persona humana, tal cual se conoce por la palabra de Dios y por la razón misma Derecho a la libertad, en la persona humana, que de tal modo ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad que se le considere como un derecho civil... Un principio fundamental en la doctrina católica, contenido en la palabra de Dios y constantemente predicado por los Padres de la Iglesia es que el hombre está obligado a responder voluntariamente a Dios, creyendo; nadie, por lo tanto, puede ser obligado a abrazar la fe contra su voluntad. El acto de fe es, en efecto, libre por su misma naturaleza, porque los seres humanos, redimidos por Cristo, salvados y llamados en Cristo Jesús a ser hijos adoptivos, no pueden adherirse a Dios que se les revela, si el Padre no los trae y si no prestan a Dios un obsequio racional y libre de la fe. Por lo tanto, corresponde plenamente a la naturaleza de la fe el que en materia religiosa se excluya toda forma de coacción por parte de los hombres. Así que la libertad religiosa contribuye no poco a crear un ambiente social en el que los hombres pueden ser invitados sin ninguna dificultad a la fe cristiana, abrazarla libremente y profesarla activamente en todas las manifestaciones de la vida[1].

 Las dos afirmaciones básicas del concilio (la libertad religiosa brota de la dignidad de la persona humana y está vinculada a la misma constitución de la fe) han de ser desarrolladas con muchísimo cuidado, pues implican grandes consecuencias para el tema que estamos estudiando. Ellas nos sitúan ante los valores que hemos puesto al comienzo de este trabajo, valores que son distintos, pero no independientes.

  1. Hay un valor de humanidad, que está más vinculado a la dignidad de la persona, tal como aparece destacada y promovida por los ilustrados, al menos en la línea de Kant, cuando afirma que no existe en el mundo nada que sea más grande que la libertad el hombre. Es evidente que este es un principio "racional", pero puede y debe entenderse también en un plano creyente, según aquello de que «no es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre» (cf. Mc 2, 27 par), pues todos los valores religiosos están al servicio del despliegue de la vida humana.
  2. Hay un valor de fe, entendida como encuentro personal y confiado con Dios y con los otros. No puede haber fe sin libertad; ciertamente, la fe se puede objetivar en unas instituciones sacrales y sociales; pero ella solo es autentica (verdadera fe) allí donde aparece como expresión de una entrega confiada y personal, no sólo a Dios, sino también, a los demás hombres. Allí donde se quiere obligar a creer a los demás se está destruyendo el valor de la fe

(Texto tomado de  Violencia religiosa en la historia de occidente, Tiran lo Blanch, Valencia 2007)

 [1] Vaticano II, Dignitatis Humanae (1965), 2 y 10.

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