Domingo 32, ciclo C. La pregunta saducea Érase una mujer al servicio de siete maridos (Dom 10.11.19)

La resurrección de la mujer (Lc 20, 27-38)

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Érase una mujer al servicio de siete maridos...  Así lo cuenta Lc  20, 27-38, uno de los textos más luminosos y liberadores del Nuevo Testamento, que los “sacerdotes” posteriores, de la iglesia saducea (legalista), no han sabido entender o no han querido aplicar, como los que preguntaron a Jesús, suponiendo que el tema de la “resurrección” (cambio de vida) no se aplica a las mujeres, pues ellas son los que son, y no tienen más remedio que seguir sometidas a los hombres, en el matrimonio y  en los otros planos de la vida. 

Este pasaje vincula la liberación de la mujer con su (la) resurrección. Los saduceos suponían que la forma que vida que tienen las mujeres (y la ley del levirato: siete mujeres para un hombre) no tenía sentido la resurrección; por eso plantearon a Jesús una “pregunta trampa”, que iba en contra de todo mesianismo, de toda utopía y cambio en línea de “resurrección”, por culpa de las mujeres, como explicaremos a continuación.

Pero Jesùs contexto vinculando la liberación de las mujeres con la resurrección,  con un texto que sigue marcando hasta hoy la identidad cristiana, un texto central de la tradición sinóptica (Lc 20, 27‒38; cf. Mc 12, 18‒27; Mt 22, 23‒33), que, en general ha quedado marginado dentro de la iglesia posterior:

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Texto: El evangelio del domingo:

  1. En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano (cf. Dt 25, 5ss). Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.
  2. Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección”. Estáis muy equivocados
  3. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos (Ex 3, 6) (Lc 20, 27-38)

PROBLEMÁTICA FUNDAMENTAL

  1. En un sentido, el texto anuncia el futuro de los hombres y mujeres tras la muerte, pero en otro  sentido más profundo trata de las condiciones y formas de vida de este mundo, donde hay una “ley” que separa y divide a los hombres y mujeres, poniendo a las mujeres al servicio de la reproducción y de la hacienda (herencia) de los hombres “propietarios”. Ellas no se poseen a sí mismas, ni poseen su dinero, ni  su cuerpo, sino que “ruedan” al servicio de los hombres. Pues bien, eso es lo que pone en juicio este pasaje, eso es lo que supera.
  2. Con la llegada del Reino (simbolizado por la resurrección), cambia esa ley, cesa ese decreto que somete a las mujeres al servicio de los hombres y los hijos, de la hacienda y finalmente de la  misma religión (que ratifica el poder de los varones). Esta es la experiencia y novedad del texto, como una bomba que estalla bajo la línea de “flotación” de un tipo de sociedad machista. Conforme al camino y mensaje de Jesús, ellas, las mujeres, no están para los hombres (sometidas a su hacienda y religión), sino que valen/son en sí mismas, como ángeles (hijos de Dios) y sólo desde autonomía y libertad pueden colaborar en igualdad con los hombres.
  3. En este contexto, ser “hijos de Dios, ser como ángeles” no significa ser axesuados  (¡que las mujeres sean angelitos falsamente espirituales!), sino que sean autónomas, independientes, personas (presencia de Dios). En el camino de Jesús (que es camino de reino‒resurrección) emerge así la “dignidad” angélico (es decir, divina) de varones y mujeres, de forma que las mujeres no son siervas de los hombres (para placer, procreación y cuidado de la casa) sino personas autónomas, en todos los sentidos. Eso significa  ser “como ángeles”, es decir, hijos de Dios (=presencia de Dios).
  4. Consecuencia judía y cristiana. En esa línea, un “matrimonio de levirato (como el de las mujeres judías  sometidas a los hombres) o una institución levirática como un tipo de Iglesia católica donde las mujeres se encuentra sometidas “jerárquicamente” a los hombres, carece de sentido. Ciertamente, un tipo de ortodoxia o catolicismo posterior ha aceptado este texto de Jesús, pero lo ha arrinconado (como si fuera un pasaje de puro folklore), instituyendo unos ministerios leviráticos de varones que se creen superiores ante Dios y siguen dominando a las mujeres. Buena prueba de ello son las razones “antievangélicos” que cierta jerarquía sigue aduciendo para no “ordenar” a las mujeres.
  5. Sólo en ese sentido se puede hablar una Resurrección que empieza ya aquí, en esta vida y que se aplica de igual forma a varones mujeres. La prueba de Jesús viene dada por el texto clave de Ex 3, 6 (y de otros pasajes del AT), donde Dios se presenta como “Dios de Abraham, Isaak y Jacob”, es decir, al mismo tiempo (pues Jesús iguala a varones y mujeres) como “Dios de Sara y Agar, de Rebeca, Raquel y Lea…”. Éste es el Dios que está presente y se revela (vive en los hombres y mujeres, que siguen viviendo en su memoria y en la vida de la historia por encima de la muerte).

PRESENTACIÓN Y DIVISIÓN DEL TEXTO.

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Tal como lo he dividido, el texto tiene tres partes. La primera trata de la ley del levirato y del caso de la mujer de siete maridos. La segunda del matrimonio y los ángeles.  Los saduceos ridiculizan la resurrección de los muertos, hablando una mujer que había sido “propiedad” de siete maridos. ¿De quién de ellos será al fin de los tiempos? La cuestión ha sido bien planteada: no alude a la mera supervivencia espiritual sino a realización integral de la persona, dentro de un grupo social (de una familia), en un cielo realísimo, de maridos y mujeres, de propiedades y tierras. Es evidente que una mujer concebida como propiedad del varón no tiene cabida en el Reino de la resurrección, en el que todo se vuelve actual, pues ella tendría que ser concebida como propiedad de siete varones. En este contexto se plantea le ley del levirato. 

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Ley del Levirato:

"Si unos hermanos viven juntos y muere uno de ellos sin dejar hijo, la mujer del difunto no se casará fuera de la familia con un hombre extraño. Su cuñado se unirá a ella y la tomará como su mujer, y consumará con ella el matrimonio levirático… (Dt 25, 5).   Éstos son los fundamentos y sentido de esa “ley”

  1. La herencia debe mantenerse en la familia o clan, de forma que la mujer no vale por sí misma, sino al servicio de la herencia y familia. El texto supone, dentro del espíritu de continuidad familiar, que cada hombre, fundador de familia, posee una tierra y que debe legarla a sus descendientes, dentro de una “federación” de familias libres. Si un hombre muere sin dejar herencia, su tierra podría convertirse en propiedad de otros… Por eso, la viuda debía casarse de nuevo dentro de la familia.
  2. En otro sentido, esa ley quiere proteger a las viudas… que corren el riesgo de quedar desamparadas, si pierden al marido y no tienen hijos (como sabe el conjunto de leyes de Éxodo y Deuteronomio, que mandan proteger a las viudas). Pues bien, en aquel contexto, la mejor forma de proteger a las viudas era mantenerlas dentro de la misma familia, no por “caridad”, sino por ley (como esposas de un hermano del difunto).
  3. Pero, al final, esa ley ratificaba el “sometimiento” de la mujer, al servicio del marido y de los hijos (de la herencia de la casa). Pues bien, la novedad de Jesús consiste en “liberar” a las mujeres de ese tipo de ley, de ese tipo de familia, dándoles autonomía, como “ángeles” poderosos, es decir, como “hijos de Dios”, lo mismo que los varones, pues lo que se dice del “reino futuro” se dice del reino presente, es decir, de la Iglesia de Jesús.
  4. La mujer sometida al “engranaje” de poder familiar, económico y religioso de los varones. En el engranaje citado de herencia de la tierra y de mantenimiento de la estirpe (las dos promesas de Abrahán: tierra y descendencia) entra la mujer. Pues bien, premisamente para impedir la lucha por la herencia (y para confirmar la autoridad de los varones) en una sociedad patriarcalista (¡el padre mantiene su “nombre” por los hijos) se ha establecido la ley del levirato, aunque ella pueda aparecer también y sea garantía de seguridad para las mujeres: (Una viuda sin hijos (sin familia) carece de protección y derechos civiles; para defenderla en plano económico y afectivo, ofreciéndole una casa, la desposa su cuñado! Mirada así, esa ley resultaba necesaria en aquel… pero mirada desde la perspectiva de Jesús aquel ley de la mujer sometida era mala, debía superarse, en camino de Reino.

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Respuesta de Jesús

Jesús acepta el levirato, en un sentido, para los hijos de este eón” (hoiy houioi tou aiônos toutou). Eso significa que él no demoniza esa ley, pero la sitúa sólo en este mundo, antes de la “resurrección”, es decir, antes de la llegada del Reino de Dios. Es una ley que puede haber valido, en un mundo de opresión y dominio de varones, pero no vale ya para el reino  (Sobre el levirato cf. D. A. Leggett, The Levirate and Goel. Institution in the Old Testament with special Attention to the Book of Ruth, Ney Jersey 1974; R. de Vaux, Instituciones del AT, Herder, Barcelona 1985, 71-73).

No se casan al estilo antiguo

En esta vida, hombres y mujeres se casan y son casados; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán ni serán casados. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, siendo hijo de la resurrección. Estáis muy equivocados

            He procurado traducirlo al pie de la letra. En un plano general, la respuesta de Jesús es clara: Los resucitados no se casan al estilo antiguo y por eso carece de sentido la pregunta sobre quién de los siete poseerá a la viuda común sobre el cielo. Ni los hombres serán dueños (no se casarán en clave activa de posesión); ni ellas serán siervas (no serán casadas, en plano de sometimiento).

Habrá acabado el tiempo en que la esposa sin marido y descendencia puede ser “utilizada” por “levires” para asegurar la herencia patriarcal de la familia. Ella será por fin persona en el sentido radical de la palabra: responsable y dueña de sí misma, independiente ante Dios y ante los otros. Eso significa que ella no estará ya al servicio de un campo, ni de una descendencia del marido. Será libre, como el esposo, podrá vivir una vida personal…

Éste es el tema de fondo. Un tema hermoso…, pero revolucionario. Para que se cumple lo que pide Jesús es necesaria una revolución económica (de posesión de campos) y familiar (de posesión de mujeres). Jesús proyecta esa revolución para el “fin” (para el tiempo de la resurrección). Pero es evidente que lo que se dice del fin (Reino de Dios) se aplica al presente, pues el Reino está comenzando ya.

Según el evangelio, lo que vale para el Reino  final (resurrección) ha de aplicarse (anticiparse) aquí en el Reino o vida de la tierra. Eso significa que la ley del levirato pierde su sentido: la mujer no está al servicio de la herencia del marido, pues cesa la familia patriarcal y el tipo anterior de posesión de tierras. Eso significa que los hijos no pueden estar al servicio del mantenimiento de la “herencia”, ni las mujeres al servicio de los hijos del varón-patriarca. La mujer no es objeto de placer y posesión (herencia) del marido; de manera que vale y es por sí misma…

Detalle del folio 184, en el que se representan los siete ángeles con las siete plagas. Miniatura del BEATO DE SAN MILLÁN DE LA COGOLLA (para ver más hacer clic en la imagen).

Mirada desde aquí la pregunta de los saduceos pierde su sentido. Ellos están argumentando desde una “ley vieja” de posesión… Y esa ley no puede aplicarse a la vida nueva, a la resurrección. Los saduceos piensan que las cosas no pueden cambiar… Eso significa que no puede haber Reino, no puede haber resurrección…. Pues si la hubiera significaría una “eternización de la injusticia”. En ese sentido, el budismo clásico niega la posibilidad de un “cielo en la línea de este mundo”… El nirvana será negación total. La ley es para asegurar la vida en este mundo. No puede haber “cielo”.. Pues bien, en contra de eso, Jesús afirma la posibilidad de un orden distinto, que puede empezar ya aquí. 

  No puede morir, son como ángeles. Otro matrimonio

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     Todas las leyes nacen del miedo de la muerte… Todas imposiciones nacen del miedo de la muerte. Allí donde los hombres y mujeres no tienen miedo a morir, pueden vivir con gozo y compartir la vida, en fecundidad.

Serán como ángeles… no significa “serán asexuados”, sino “sexuados de un modo distinto”, no al modo actual del dominio, de la lucha por la herencia… sino en gratuidad en un tipo de comunicación y de lenguaje total que en este momento (en este tiempo) no logramos realizar aún…Por eso, el matrimonio no puede concebirse como un tipo de institución de dominio… que no puede perpetuarse en la resurrección, sino como una experiencia de gracia y comunicación que debe culminar en plenitud en la resurrección (como sabe toda la tradición nupcial de Antiguo y Nuevo Testamento, tal como culmina en las bodas del Apocalipsis).

Los ángeles de la tradición bíblica pueden tener un sexo más perverso, casi siempre masculino, como sabía la historia de Asmodeo… y sobre todo el “signo” de la invasión de los ángeles violadores, que aparece en la tradición de Henoc, ángeles con penes erectos de caballo insaciable, violando a todas las hijas de los hombres… Pues bien, en contra de eso, Jesús alude aquí a la tradición de los “ángeles amantes” de la vida, que no son violadores sino amadores…ángeles que duran para siempre.

 Eso significa que cesara esta vida en la que se engendra para la muerte, en lucha por la posesión de tierras y campos… Podrá surgir, está surgiendo ya una vida para la vida. Ésta es la palabra clave: No pueden morir, son como los ángeles… El miedo a la muerte es el que lleva a la división… La experiencia de la resurrección que nos hace superar las injusticias de una historia donde los varones habían convertido a muchas mujeres en esclavas al servicio de su deseo y poder genealógico. Todos los humanos aparecen vinculados, llenos de valor, en manos de un mismo Dios de los que viven, tanto en este mundo como en el futuro.

Por eso, esclavizar a la mujer o utilizarla para asegurar la herencia (por la ley del levirato), o para servicio de una iglesia de varones, va contra la más honda libertad personal que brota de ese Dios de vida (Cf. O. Schwankl, Die Sadduzäerfrage (Mk 12, 18-27 par), BBB, Bonn 1987. Sobre la visión de Dios que está al fondo de la controversia cf. J. Schlosser, El Dios de Jesús (BEB 82), Salamanca 1995, 79-94) y mi Historia de Jesús,  Verbo Divino, Estella 2015.

  Ejercicio de imaginación. Más allá del matrimonio saduceo

 Se trata de cambiar la imagen del “cielo”. La imagen del “cuento” de los saduceos que tientan a Jesús nos sitúa ante un modelo de pensamiento machista, un pensamiento que se debe superar en el Reino (es decir, en la iglesia de Jesús), donde hombres y mujeres son “hijos de Dios”, para el despliegue de la vida de Dios, la que empieza a mostrarse en la cita final, donde Dios aparece como Dios de Abraham, Isaac y Jacob…  Dios de los hombres y mujeres que viven, que comparten la vida.

 (a) La mujer anterior se hallaba al servicio de la estirpe, como servidora y sagrario de una vida administrada por varones. No importaba su libertad, no contaban sus sentimientos. Sólo un marido que velase por ella, dándole hijos, podía ofrecerle dignidad (como muestra incluso la historia conmovedora de Rut).

(b) La mujer del evangelio no necesita protecciones particulares, ni cláusulas de herencia patriarcal, pues en la vida de evangelio (que es vida de resurrección) lo que vale para los hombres vale para las mujeres.            Y si hay dos mujeres y dos hombres… hay dos tipos de matrimonio.

Hay un matrimonio saduceo: inmerso en las leyes de dominio y lucha de este mundo, un matrimonio que está dominado por la urgencia de seguridad, de posesión de bienes, de miedo a la muerte… Este no es matrimonio de resurrección, no es una “boda del cielo”, como la que culmina en el Apocalipsis (Ap 21-22). Hay un matrimonio evangélico, que es comunión de amor para la vida… comunión de gratuidad para la resurrección. Ese matrimonio tiene una historia y un camino, una historia en este mundo (con hijos para la vida) y una culminación en la Pascua Plena de Jesús, cuando la vida sea tal que ya no sean necesarios más hijos, en transparencia angélica

 Según eso, la ley del levirato, donde la mujer pasaba de un marido a otro, como posesión al servicio de la herencia y de los hijos, pierde su sentido. En ese sentido tenían razón los saduceos: Para que las cosas continúen como han sido no merece la pena la resurrección, al menos en perspectiva de mujeres.

Pero, si hay resurrección (¡que la hay, pues Dios es Dios de vida!) las cosas de este mundo tienen que cambiar y tiene que cambiar el matrimonio. Se tratará de un matrimonio para la vida, sin miedo a la muerte… Se tratará de un matrimonio que no es para “engendrar” herederos que aseguren la posesión familiar de la tierra, sino para compartir y regalar la vida. Se tratará de un matrimonio en gratuidad y transparencia, por el amor en sí, por lo que vale el amor (expresado en marido y mujer, abierto a los hijos)… Cada uno de los hombres y mujeres son, según Jesús, como “ángeles”, seres individuales, seres inmortales:

  1. Cada hombre o mujer es un ser individual autónomo: cada uno en perfecto en sí mismo, decía la tradición antigua! ¡cada uno es su propia “especie”, seguía añadiendo esa tradición. Eso significa que los hombres y mujeres no son para otra cosa, ni siquiera para el matrimonio como imposición “vital”. Cada uno tiene valor infinito.
  2. Cada hombre o mujer es inmortal… porque vive en Dios, que es la vida… Por eso, sin miedo a la muerte, puede gozar desde ahora la vida en que vive, esta vida pequeña y limitada, pero llena de encanto de Reino… pues la resurrección ya ha comenzado, como indica la palabra de Jesús que llama a los hombres y mujeres “hijos de la resurrección”…
  3. ¿Pero sigue habiendo matrimonio, es decir, madre con hijos? Claro que sí. Precisamente ahora, desde ahora se puede hablar de matrimonio, pero de un modo distinto. La resurrección cristiana sólo tiene sentido allí donde varones y mujeres empiezan a ser en este mundo (en esta iglesia) libres e iguales, superando así las estructuras clasistas y avanzando en un camino de fidelidad personal y de gratuidad familiar. Sólo en este contexto se puede hablar de verdad de hijos, como hijos de Dios y de la resurrección: la fe pascual protesta contra la injusticia social de un mundo controlado por varones, al servicio de la posesión. Es un matri-monio sin patri-monio, como supone Jesús en Mc 3, 31-35, donde habla de madres, hermanos e hijos…sin padres (pero de eso habrá que hablar otro día, dejemos el tema apuntado).

Todo queda por hacer… y todo está hecho. Breve conclusión

             Todo está hecho porque hay Dios… y Dios es Dios de vivos… Todo queda por hacer, pues deben plantearse todas las relaciones desde la gratuidad, desde una gratuidad que empieza en el plano “económico”, allí donde la vida (el matrimonio y los hijos) no están en función de la herencia….No hará falta recordar que en la actualidad, lo mismo que en tiempo de los saduceos, matrimonio e hijos siguen estando en función de la economía… de un modo distinto, pero igualmente brutal. Por eso digo que, estando todo hecho, está todo por hacer. Creo que Jesús seguiría diciendo: ¡Quien tenga oídos para oír que oiga!

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