Paz y Justicia. A veces, teta y sopa no puede ser

(JCR)
La fotografía que ilustra este blog es lo suficientemente explícita como para suscitar la indignación en cualquier persona normal. El número dos del LRA, Vincent Otti, posa con un niño al que enseña a manejar un fusil. Los rebeldes ugandeses, que han secuestrado a más de 20.000 niños en el norte de Uganda para obligarlos a combatir, son uno de los peores y más crueles grupos terroristas del mundo. Ante la evidencia de sus horribles crímenes contra la humanidad, en octubre de 2005 la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya decidió publicar órdenes de arresto contra Ottii y otros cuatro líderes del LRA. Sin embargo, las cosas a veces no son tan sencillas como pudiera parecer.

Este cura, que desde el 2001 ha participado en encuentros de mediación entre la guerrilla y el gobierno ugandés, visitó en febrero de 2005 al fiscal general de la CPI, el competente juez argentino Luis Moreno Ocampo, que por aquel entonces realizaba actividades preliminares de investigación sobre los crímenes del LRA. Me imagino que la pregunta que yo le hice se la habrán planteado cientos de personas: ¿y quién va a detener a los líderes del LRA? Es como aquello de quién le pone el cascabel al gato. Un año y cuatro meses después de publicar la orden de busca y captura, los líderes del LRA siguen libres en las junglas del sur de Sudán y el noreste de la República Democrática del Congo. Un intento serio de detenerlos, en enero del 2006, terminó con la muerte de ocho soldados guatemaltecos de un contingente de la MONUC, la fuerza de paz de Naciones Unidas en el Congo.

Nadie duda que la justicia es un valor humano y cristiano de lo más elevado. No se puede dar la señal de que un terrorista mata a seres humanos de la forma más brutal y se marcha feliz y contento sin que nadie le ponga la mano encima. La justicia es necesaria para que las víctimas se vean sanadas y compensadas, algo que siempre será en parte, porque nada puede sustituir la muerte violenta e injusta de un ser querido.

También es cierto que los grupos terroristas –lo mismo en Uganda que en el País Vasco- se aprovechan de los “procesos de paz” o intentos de negociación para obtener una legitimidad que no se merecen ni remotamente.

Y sin embargo, a veces hay situaciones en las que, dicho castizamente, teta y sopa no puede ser, por lo menos al mismo tiempo. Puede suceder que por intentar obtener paz y justicia al mismo tiempo al final no se consigue ni una cosa ni otra. Por mucha rabia que nos dé no poder conseguir la justicia ejemplar que todos desearíamos. Para conseguir la paz algo hay que sacrificar, porque nos guste o no todo tiene un precio en esta vida.

Esto se ha puesto en evidencia en las recientes conversaciones de paz que el gobierno y el LRA han llevado a cabo en Juba (Sudán) desde julio del año pasado. Los líderes del LRA han dejado muy claro que hasta que la CPI no retire las órdenes de arresto que pesan sobre sus cuatro líderes principales, nunca firmará un acuerdo de paz.

¿Cuál es entonces la alternativa? ¿Dar carpetazo a las negociaciones y solucionar el problema por vía militar? Los 20 años de guerra que llevamos en el norte de Uganda han demostrado que la vía militar –por lo menos como solución única- no consigue sino crear más desplazados internos y más muertes de seres inocentes.

Por eso la gente del norte de Uganda, las víctimas que sufren las consecuencias del conflicto, siempre han defendido el diálogo de paz. Vienen a decir: lo que sea, con tal de que termine esta larga pesadilla. No entiendo cuando oigo en España a obispos católicos decir que la negociación con los terroristas es inmoral. La semana pasada oí al nuncio de Su Santidad en Uganda defender públicamente a nuestro arzobispo por haber sido un firme defensor del diálogo para terminar con la guerra. Será que no es tan inmoral.
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