Harry Reems: del porno duro a Cristo

¿Puede alguien cambiar totalmente? Algunos se ufanan de haber dejado el tabaco o perdido peso, por su fuerza de voluntad. Aunque por cada uno que lo logre hay otros muchos que parece que no lo conseguirán jamás. Hay quien ha dejado de drogarse o beber alcohol, pero ¿no serán siempre ex-drogadictos o ex-alcohólicos? Muchos dudan que un cambio radical sea posible.

“Nadie con menos de cincuenta años, sabe siquiera quién soy –pensaba el recientemente fallecido Harry Reems–, a no ser que seas un historiador del porno, y eso sí que me parece enfermizo” –decía, riéndose, el hombre que pasará a la Historia por ser el primer actor procesado por un tribunal federal a causa de una película–. Ya que “Garganta profunda” no es sólo el nombre del confidente que provocó la caída de Nixon por el escándalo Watergate. Viene del título de la película que ese año, 1972, introdujo el porno duro en los cines de Estados Unidos.

Hoy, sus dos protagonistas, Harry Reems y Linda Lovelace, están muertos. Lo que pocos saben es que los dos “nacieron de nuevo” veinte años antes, cuando se convirtieron al cristianismo, después de dejar la pornografía.

DE VUELTA A CASA
Linda –que de soltera se llamaba Boreman– murió en un accidente de coche en el año 2002, a los 53 años. En los años ochenta dijo que “Dios había cambiado su vida”. Dejó la pornografía y acusó a su marido, Chuck Traynor, de haberla obligado a hacer escenas sexuales a punta de pistola. Se casó de nuevo y tuvo dos hijos con su nuevo apellido, Marchiano, emprendiendo una cruzada con cristianos y feministas contra la pornografía. Una nueva película cuenta su historia. Se acaba de presentar en el festival de Sundance, interpretada por Amanda Seyfried.

Harry Reems –cuyo nombre real era Streicher– dejó la pornografía a finales de los ochenta, destrozado por el alcohol. Murió de cáncer a los 65 años, hace un par de semanas en Utah, donde vivía “durante más de veinte años, limpio y sobrio, casado con la misma mujer y asistiendo a la iglesia”. Un pastor metodista, Mark Heiss, le llevó a la fe evangélica en Park City Community Church, después de visitar varias iglesias, siendo todavía alcohólico. “Si no hubiera puesto a Dios en mi vida, estaría muerto ahora –decía Harry–. No soy religioso, sino espiritual, al cien por cien”.

Los dos protagonizaron en 1972 una película que llegó a los tribunales, al introducir actos reales de sexo explícito en las salas normales de cine. Esto, que hoy nos parece increíble, fue posible por un vacío legal, que hizo que la mafia introdujera el porno duro a pie de calle, en plena administración republicana de Nixon. Once personas fueron arrestadas en 1974 por el FBI, acusadas de “la conspiración de transportar material obsceno, más allá de las fronteras interestatales”. Los detenidos se aferraron a la Primera Enmienda, siendo absueltos en 1977, tras un recurso en el que Harry recibió el apoyo público de actores como Warren Beatty o Jack Nicholson, después de ser elegido Jimmy Carter.

LA REVOLUCIÓN SEXUAL
Tanto Harry como Linda, nacieron en el barrio neoyorquino del Bronx. Los dos tuvieron padres distantes, uno era policía, pero el otro recogía dinero para un gangster, antes de montar una imprenta. El era judío, pero ella tuvo una educación católica. Sus compañeras la conocían como “la señorita santa, santa”, por la distancia que mantenía de los chicos. Sin embargo, tuvo un hijo a los diecinueve años, que entregó a la adopción. El perdió la virginidad también, después del instituto.

Harry fue a la universidad para ser dentista, cuando le llamaron a Vietnam. Estaba en el hospital, cuando su padre se puso terminalmente enfermo. Ella tuvo un grave accidente de coche, por el que volvió a casa a recuperarse. Eran los años sesenta. Los dos se convirtieron en hippies. El hacía teatro y anuncios de cereales, cuando conoce a una stripper mayor que él, que le lleva a Puerto Rico. En esa época Linda encuentra a su marido. El era dueño de un bar, pero había tenido un pasado proxeneta. Aunque ella no se dedicó a la prostitución, dice que la mantuvo prisionera, golpeándola y obligándola a todo tipo de juegos sexuales, que según él, ella hacía voluntariamente.

Los dos entran en la pornografía, cuando era todavía ilegal. Eran cortometrajes mudos que se llamaban loops y se filmaban secretamente con cámaras de ocho milímetros en apartamentos de Nueva York. La mafia estaba detrás de ello. A ella acude Gerard Damiano para hacer un largometraje, que rodaría en Miami en 1972. Harry fue contratado como técnico de iluminación, pero acabó convirtiéndose en el protagonista masculino. Hacía de médico, un papel que hizo habitualmente, porque era una coartada legal para hacer pasar la pornografía como medio de educación sexual.

Resulta increíble pensar que estas películas se veían en cines normales, pero así fue hasta la creación de salas especiales en los años ochenta. La aparición del video cambiará toda la industria. La producción se hace mucho más barata. Los primeros estudios desaparecieron, así como su sistema de estrellas, muriendo muchas de ellas a causa del sida, por transmisión sexual o por drogas. Linda y Harry no eran más que los supervivientes de un mundo que desapareció, pero que está hoy a la distancia de un clic de ordenador.

PORNOGRAFIA Y EVANGELISMO
El cristianismo es hoy una religión respetable, pero hubo un tiempo en que eran los corruptos y las prostitutas quienes eran amigos de Jesús. El evangelismo y la pornografía no están tan lejos como muchos piensan.

La primera película que hizo Harry fue “La cruz y el puñal” en 1970, la historia del predicador David Wilkerson, que fue a Nueva York a evangelizar a los miembros de bandas juveniles que caían en los lazos de la droga. Es el único film que dirigió el actor que trabajó con Marilyn Monroe en “Bus Stop ” , pero lo produjo el principal artífice de las películas de Billy Graham hasta los años sesenta, Dick Ross. Su intención era hacer obras más realistas, que llegaran al gran público, utilizando actores famosos como el cantante Pat Boone o la estrella de la televisión Eric Estrada, pero también chicos de la calle como Harry.

Curiosamente, la principal protagonista de las películas de Dick Ross para Billy Graham en los años cincuenta y sesenta –desde “Lucia” hasta “Los inquietos”, por citar sólo algunas de las que se doblaron al español–, era Georgia Lee, que acabó haciendo una película erótica con la compañera de Reems en “Garganta profunda”, Linda Lovelace. En ella aparece también su marido, “reconocido predicador”, que fundó una iglesia presbiteriana en un valle de California, ¡además de su hija! ¿Cómo es esto posible? Esa es otra historia, mucho más compleja, que demuestra que nuestros relatos de conversión son a veces demasiados simples.

Es cierto que Linda misma fue algo contradictoria. Sus cuatro autobiografías, las dos primeras defendiendo la pornografía –parece que escritas por su marido y agente, Traynor–, mientras que las otras dos en contra, revelan la inestabilidad de una persona que tendía siempre a culpar a los demás de sus problemas. Su idea de que la pornografía no era más que “una violación legalizada”, no convenció a muchos, pero sus suaves maneras mostraban una chica confusa, necesitada de amor y aceptación.

Harry era más honesto. Reconocía su responsabilidad por todo lo que había hecho. “Fue el tiempo más solitario de mi vida”, dice. Lo cuenta en el documental que hicieron sobre la película en el año 2005. Habla de su pasado tan abiertamente, que a veces uno tiene la impresión de que no se avergüenza realmente de ello. Hay testimonios de conversión sobre los que dice Spurgeon que son como echar flores sobre tu tumba. Son palabras sinceras de personas que han sido realmente convertidas, pero, por la manera en que se recrean en su pasado, parece que finalmente están orgullosos de ello.

EL MILAGRO DE LA CONVERSIÓN
Los testimonios tienen, sin embargo, el valor de mostrar cómo Dios puede cambiar a cualquier persona. Es por eso que cuento esta historia, obviamente. La vida de Linda y Harry nos muestra que no hay nadie que esté tan perdido, que no haya esperanza para él. Dios salva pecadores, no lo olvidemos. La impresión que da la Iglesia, a veces, es todo lo contrario. Parece un lugar respetable, para gente buena, donde pocos se atreven a entrar. Se habla mucho de la moral y de la familia, pero poco del Evangelio que transforma pecadores.

El escándalo de la cruz es que Cristo murió por nosotros, siendo aún pecadores ( Romanos 5:8). El cristianismo no es para buenas personas, sino para hacernos nuevas personas. Cuando los autores del documental encontraron a Harry en 2005, “habían oído que era un cristiano nacido de nuevo y se prepararon para lo peor, pero él realmente encarna los valores que los extremistas cristianos sólo pretenden”. No volvió a beber, ni a ver una película porno en veinte años. Cuando Linda tuvo que hacerse un transplante de hígado, le mandó dinero, pero nunca volvió a hablar con ella después de la película. Aprendió que “lo único que tiene que cambiar, para cambiar, es todo”.

Es el milagro de la conversión, algo imposible de explicar por la mera fuerza de voluntad. El optimismo humanista habla del poder del espíritu humano para superar cualquier problema, pero la realidad es que dejas una adicción, para adquirir otra. ¿No es la fe otra dependencia más? Cuando Jesús dijo a Nicodemo que tenía que “nacer de nuevo”, era para “entrar en el Reino de Dios” ( Juan 3:3). No podemos ser libres si Dios no gobierna nuestra vida, pero lo que para nosotros es imposible, es posible para Dios.

NUEVA VIDA
Nuestro problema no es la educación disfuncional que hayamos recibido. No somos un producto de nuestra condición social o configuración genética. Nuestra dificultad es la tendencia incorregible que tenemos dentro, a vivir siempre centrados en nosotros mismos. Nuestro orgullo frustra continuamente todos nuestros empeños de ser mejores y cambiar este mundo. Es por eso que la moralidad y la religión no pueden crear nuevas personas, porque se basan en la justicia propia, que viene de la autodisciplina y el esfuerzo humano.

Jesús le dice a Nicodemo que debemos nacer del agua y del Espíritu ( Juan 3:5-7). Se refiere a la profecía de Ezequiel, por la que Dios anuncia a su pueblo rebelde que los lavará con agua y vivirá por su Espíritu en medio de ellos. Esa agua no se refiere al bautismo de arrepentimiento de Juan el Bautista, que no era tampoco suficiente, sino al lavamiento de la regeneración. Está diciendo, en una palabra, que hace falta la obra sobrenatural de Dios para cambiar al hombre.

El Espíritu de Dios actúa libremente en medio de los hombres ( Jn. 3:8). La obra de Dios es soberana. No se puede controlar, ni predecir. Sólo observar su intervención en la vida de la gente. No hay personas más predispuestas que otras, a que Dios entre en su vida. Corruptos y prostitutas precederán a muchos religiosos en el reino de Dios ( Mateo 21:21). Nadie está demasiado lejos para que Él lo alcance. ¿Qué otra esperanza tenemos de que Dios nos cambie?

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