"No me muerdo la lengua" Jesús Sanz: «Soy conservador, pero no reaccionario»
Aún resuena entre las paredes de la robusta catedral de Huesca el eco de los aplausos que, apenas unos minutos antes, centenares de fieles dedicaron como despedida al que durante los últimos seis años ha sido su obispo. Muchos de ellos viajarán el próximo fin de semana a Asturias para asistir a la ordenación de Jesús Sanz Montes (Madrid, 18 de enero de 1955) como arzobispo de Oviedo. Se convertirá entonces en el prelado número 119 y en el séptimo arzobispo franciscano de la Archidiócesis asturiana.Lo entrevista Laura F.Mayordomo en El Comercio.
-¿Emocionado por la despedida en esta catedral en la que fue ordenado por primera vez obispo?
-Pues sí. Realmente ha resultado conmovedora la asistencia de tanta gente que te viene a decir adiós. No me ha sido fácil leer la homilía. Sabía que hoy no podía improvisar porque uno es de carne y hueso y, en el adiós, te traiciona muchas veces el sentimiento.
-¿Quién echará más de menos a quién?
-En estos dos meses, desde mi nombramiento como arzobispo de Oviedo, me he dado cuenta de que yo quiero a esta gente más de lo que me imaginaba y de que soy más querido de lo que pueda parecer. Y, en un momento solemne, en la catedral donde te hicieron obispo, tener que decir adiós a tanta gente querida en una tierra entrañable, si no eres de mármol, se hace difícil.
-Ya ha tenido ocasión de visitar la que será su próxima casa. ¿Qué tal la primera impresión?
-No conozco las ciudades de Asturias. Sólo Covadonga, por mis andanzas montañeras. Pero el otro día cuando estuve en Oviedo, de incógnito, la gente que fui encontrando por la calle me resultó muy cordial. Tenéis fama de ser gente muy acogedora, de ser muy buena gente.
-¿Espera un recibimiento distinto al de monseñor Munilla en San Sebastián?
-Sin duda. Da pena que haya, incluso dentro de la Iglesia, esa oposición. Esas manifestaciones me parecen tristes por lo intolerantes, por lo excesivas y porque se escenifica algo que es muy ajeno al significado que tiene el cristianismo. En Oviedo, al menos por lo que he ido leyendo en los medios y por la gente que conozco en Asturias, la cosa es bien distinta, gracias a Dios.
-Usted ha dado la cara por Munilla y no sólo por solidaridad corporativa. ¿Por qué?
-Porque no es una persona desconocida para mí, con la que me solidarizo por ser del gremio. Ese gesto mío de acercamiento a través de la carta que escribí hace dos semanas se explica por la amistad que tenemos, porque fuimos compañeros en el Seminario en Toledo y, ya de obispos, hemos compartido una misma perspectiva. Pero también lo hice por defender a las muchas gentes de bien que hay en Guipúzcoa, como se pudo ver a la entrada y a la salida a la catedral del Buen Pastor en San Sebastián con aquella ovación de ocho minutos, nunca antes vista. Como diciendo: habrá una minoría que extrañamente ha jaleado todo esto, pero el pueblo de Dios, la sociedad, tiene otra tolerancia, otra acogida y otra bondad distinta a la de quienes, víctimas de su propia ideología, no han sabido escenificar otra cosa.
-¿Se excedió el obispo de San Sebastián cuando dijo que «nuestra pobre situación espiritual y nuestra concepción materialista de la vida» eran males mayores que el sufrimiento de Haití?
-Son males distintos y el mal, tenga el nombre, el origen y el desenlace que tenga, siempre nos complica la vida, nos araña y nos destroza. La reflexión, adecuada teóricamente hablando, no era la adecuada en ese momento. No estamos para comparar cuando hay tanta lágrima que recoger y tanta ayuda que brindar.
-Usted ha dicho que a veces los obispos son el 'pim pam pum' de turno dentro y fuera de la Iglesia. ¿Se ha sentido así en alguna ocasión?
-Sí, como no. No hay obispo que se precie que no lo haya sido alguna vez. Yo no lo sé todo ni lo puedo todo y, por tanto, cometo errores. A veces dices verdades como catedrales, pero las dices de tal manera que crispas, hieres, y eso no es de recibo. La vida te enseña y yo he aprendido algunas lecciones en el libro de mis errores.
-Sin embargo, no es de los que se muerden la lengua.
-Sí, no me muerdo la lengua. Quien no va buscando el aplauso y quien no teme la impopularidad es libre para decir lo que piensa, para decirlo con respeto, pero para decirlo con total libertad.
-Si algo le van a pedir en Asturias es sensibilidad social.
-Lo sé. Sé que la Iglesia asturiana ha hecho gala de ello y yo me alegro. No voy a Asturias con insensibilidad precisamente en este campo. Me duelen los más de 70.000 parados que hay en Asturias. Aquí en Huesca, cuando cerró una empresa, Mildred, varios sindicatos y partidos de la izquierda organizaron una manifestación. Yo vine ex profeso desde Madrid, donde tenía una reunión. Como yo tenía ya una cierta fama de haber estado en otro tipo de manifestaciones en favor de la familia o de la vida, era el gran excluido. Cuando llegué, me fui haciendo hueco entre la gente como Moisés entre las aguas y llegué a la cabecera. Aquí estoy, les dije. Y me preguntaban: «¿Y qué hace usted aquí?». «Pues lo mismo que vosotros, pedir justicia para que esto no cierre». Eso les descolocó. «¿No habíamos quedado en que era usted un obispo conservador? Aquí no pega que esté», pensaban. Pero pega siempre que haya que reclamar, gritar, pedir algo que va en favor de la vida, de la justicia y de la paz.
-¿Le molesta esa etiqueta de conservador?
-En absoluto, me encanta. Porque una cosa es ser conservador y otra es ser reaccionario. Yo conservador de las cosas que merece la pena conservar soy realmente apasionado. Pero no lo confundamos con el reaccionario, porque yo en esas cosas soy tremendamente liberal. Las etiquetas no las pongo yo, me las ponen. Algunas son muy vistosas y llaman la atención y otras, pues, en fin, haces lo que puedes para taparlas con la bufanda.
-Hace dos meses de su nombramiento. ¿Ya se ha puesto al día de las cuestiones de Asturias?
-No, lo siento. Primero porque, materialmente, no os hacéis una idea de cómo han sido estos dos meses. Pero también por seriedad, porque podría llegar a Asturias haciendo ver que la conozco cuando en realidad lo que conozco son tres informes. Quiero conocer Asturias pisando la tierra y quiero sentir los problemas de la gente y la esperanza de las personas mirándoles, no porque me han pasado un informe con el que haces el paripé. Como hice cuando llegué aquí me tomaré unos meses para conocer in situ, codo con codo con las personas, qué es lo que ahí se cuece, lo que se sueña, lo que se sufre.