Creó el 'agroteatro' y lo paseó por España y por el mundo Xosé Manuel Carballo, un cura de pueblo galleguista e ilusionista

(José M. Vidal, Castro de Rei).- Tiene muchos títulos, pero del que más presume es del de "cura de pueblo". Xosé Manuel Carballo (San Martiño de Goberno, 1944) es un cura de pueblo especial. Además de optar y permanecer durante más de 40 años en el universo rural del que la gente escapa, es escritor, poeta, galleguista, animador social, actor y hasta mago o ilusionista. Y, además, sigue al pie del cañón, a pesar de haber sufrido, hace cuatro años, una laringectomía y quedarse sin su don más preciado: la palabra. Hasta aprendió a hablar de nuevo.

Pequeño y menudo, parece frágil (sus alumnos le llamaban 'o seco', el delgado), pero es duro como el corazón del árbol que luce en su apellido. El cáncer de laringe se interpuso en su recorrido vital, pero él, determinado y vitalista, le hace frente con todas sus fuerzas. No sólo ha aprendido a hablar sin cuerdas vocales, sino que, además, continúa atendiendo a sus parroquias y a sus numerosos compromisos sociales.

Ingenioso como es, ha convertido su pequeño coche en una especie de ambulancia, donde lleva su silla de ruedas y su botella de oxígeno, que tiene que utilizar a menudo. Sentado al volante me hizo recorrer algunos de sus 'santos lugares': El Castro de Viladonga, el pedregal de Irimia, la sierra de Meira, la abadía de Meira, la iglesia de Castro de Rei, la estatua del Sagrado Corazón, la residencia de ancianos San Xoán y su casa. Llegábamos a los sitios, paraba el coche, me explicaba lo fundamental, me daba la catequesis y me mandaba salir: 'Ahora, vete a verlo'.

Es evidente que Carballo se hace querer y la gente le saluda con esa mezcla de respeto y confianza con la que se dirige a los maestros más queridos. Porque forma parte del paisaje de esta zona de la provincia de Lugo, que se llama 'la Chaira', cuna de gallegos ilustres, como Fraga, el cardenal Rouco, Darío Villanueva, Chao Rego, García Cendán, Xosé Crecente, Manuel María o Manuel Becerra, entre otros muchos.

Un cura enciclopedista de los que ya no quedan y que tocó en su vida (y los tocó bien) todos los palillos: narrador, autor teatral, periodista, animador social e ilusionista.

Este cura chairego se ordenó en1967 y, tras un pequeño paréntesis como formador en el seminario de Mondoñedo, optó por volver al campo y ejercer su ministerio en su propio pueblo y en otras seis parroquias de los alrededores. Y por mucho que haya viajado, Xosé Manuel Carballo siempre vuelve a su cuna, la tierra de sus padres y de sus antepasados que nunca abandona del todo.

Un sacerdote entregado en alma y cuerpo (y nunca mejor dicho) a su labor pastoral, que él concibe y concibió siempre como una tarea integral. Fue uno de los curas del Vaticano II, de los primeros que se subió, con devoción, al carro del principio de la encarnación y de la recuperación pastoral y litúrgica de las raíces gallegas del pueblo.

Como dejó escrito otro gran cura chairego, Xosé Chao, "el sacerdote José Manuel Carballo hizo opción por vivir su ministerio en el mundo rural del que procede y al que volvió, para ayudarle a sacudir yugos y para descubrirle que Dios no sólo entiende, sino que también habla gallego".

El galleguismo le fluye del alma. De su alma campesina y chairega. Aplicarlo en la liturgia nunca fue para él una cruzada, sino que ejerce de gallego, porque lo es. Deja fluir simplemente su ser más profundo y el de su pueblo. Como dice su amigo y colaborador, Manolo Regal, actual delegado de pastoral rural de la diócesis de Mondoñedo-Ferrol, "precisamente por ser cura, Xosé Manuel se hizo popular, del pueblo, cercano, hermano, integrado a fondo con la gente normal, con la gente de aldea".

Excomulgado por monseñor Temiño

Carballo fue el iniciador, con Xosé Chao y Ramón Díaz Raña, de los Romaxes, la gran romería anual para unir fe y galleguidad. El primero se celebró en Meira en 1978. El último, en Beade, en 2017. De ahí el interés de Xosé Manuel en llevarme a la fuente del padre Miño: al pedregal de Irimia. "Después de darte una vuelta, coges agua, te la echas en la cabeza y te persignas, diciendo: "Eu renazo galego' (Yo renazco gallego)", me ordena. Y así lo hice, recordando alguna de las romaxes a las que, hace años, también yo tuve la suerte de poder asistir.

Concretamente, al tercero, que se celebró en 1980, en Los Peares, provincia de Ourense, allí donde se encuentran tres ríos: el Miño, el Búbal y el Sil. Un romaxe que despegaba y que el entonces obispo de Ourense, Ángel Temiño, intentó prohibir, calificándolo de "anticanónico" y prohibiendo la asistencia a la eucaristía a los curas de la diócesis. El resultado fue el contrario del previsto por el prelado rigorista: en el cauce de los tres ríos nos juntamos más de tres mil personas.

Contrariado ante el éxito del romaxe, monseñor Temiño mandó una carta a los tres curas organizadores, excomulgándolos o, quizás mejor dicho, suspendiéndolos a divinis, es decir privándolos de ejercer su ministerio sacerdotal en la diócesis ourensana. "Conservo esa carta de excomunión como un tesoro. El obispo que sucedió a Temiño me llamó para levantarme la prohibición y le dije: 'por favor, monseñor, deje las cosas como están y no cambie el rumbo de mi historia personal ni me quite mi timbre de gloria", cuenta, divertido y socarrón, Xosé Manuel.

Siempre fue un cura con todas las de la ley y a su ministerio lo supeditó todo: su galleguismo y hasta su vocación de animador socio-político. En aras de su vocación fundó, con Xosé Chao, el Sindicato Independiente Labrego Galego (SILGA), fue concejal independiente de Castro de Rei en la primera legislatura democrática, promovió la reelectrificación y la concentración parcelaria o puso en marcha el 'agroteatro'.

Para su grupo teatral 'Os Baluros', Xosé Manuel Carballo adaptó y escribió diversas obras, que los labradores de Castro de Rei y alrededores pasearon por Galicia, por España y llevaron, incluso, al centro gallego de Buenos Aires. Las actuaciones comenzaron con la traducción al gallego de la obra de Moliere, 'El médico a palos' y culminaron su éxito con la obra de Carballo, 'Vaise pechar una casa mais', que, según sus propios cálculos, vieron más de 55.000 personas.

Después, siempre en esas claves de pastoral gallega, vienen sus numerosas obras escritas, entre las que destacan 'O menciñeiro a forza', 'Parábolas chairegas' o 'Don Otto de viaxe pola Chaira'. O sus innumerables programas de radio y televisión. O sus muchas colaboraciones y artículos en prensa. Le hizo caso al consejo que le dio el que fuera presidente de la Real Academia Gallega, Jesús Alonso Montero, allá por los años 70, cuando conoció a Carballo: "Si no sigues escribiendo, algún día tu propia conciencia y Galicia te pedirán cuentas".

A pesar de ser galleguista y progresista, siempre mantuvo la comunión con sus obispos. De hecho, fue amigo de muchos de los prelados gallegos. El obispo de Lugo, Alfonso Carrasco, le califica de "maestro" y el anterior obispo de Mondoñedo-Ferrol, Manuel Sánchez, alaba, en Carballo, "su ilusión y su buen humor".

Su apertura no significa que descuide el rito, la liturgia, el templo. De hecho, ya en el seminario fue maestro de ceremonias y le encantan las celebraciones bien hechas y las iglesias que luzcan e inviten a la oración. Restauró muchos templos y, quizás por eso, me enseñó, orgulloso, el monumento al Sagrado Corazón (cuya estatua de cemento cambió por otra de granito) o el coqueto retablo de la iglesia de Castro de Rei. "Se estaba pudriendo en el monasterio abandonado de los Picos y, como sabía que el obispo no nos lo iba a donar, le convencí para que nos lo cediese durante 50 años. Después, ya veremos..."

La belleza que cautiva y enamora

Como delegado de catequesis, participó activamente en la elaboración del material catequético que todavía hoy se enseña en Galicia y llevan su firma y su chispa. Como dice Antonio Domínguez, su compañero en el Secretariado de Catequesis de Galicia, "José Manuel hizo de todo y todo bien: escribió, tradujo y corrigió textos, montó escenografías, actuó, representó, fue voz y rostro de un montón de personajes, procuró subvenciones y promovió ediciones".

Y es que, como dice otro de sus amigos, el actual deán de Compostela, Segundo Pérez, "personas como José Manuel siguen haciendo posible el diálogo de la fe con la cultura, de forma especial a través de la belleza que cautiva y enamora".

En busca de esta belleza, para aplicar a la pastoral y al pastoreo de la gente, Carballo cultiva la magia. Porque el cura chairego es mago o, como el prefiere que le llamen, "ilusionista". Un mago especial al que describe así Jesús Ferro Ruibal, escritor y miembro de la Real Academia Gallega: "José Manuel es mago. Realmente, la vida de un sacerdote, digno de tal nombre, es magia verdadera a cada hora, a cada problema humano. Por eso, la magia de José Manuel está al servicio de un mensaje".

Y es que, como suele decir el cura chairego, "todo sacerdote debe ser al menos ilusionante, estimular la ilusión, no tratando a los demás como ilusos, sino alimentando su esperanza (...) En las actuaciones, también transmito mensajes y valores. Y la gente es más receptiva, cuando lo digo en un escenario, porque no le da tiempo a abrir el paraguas. Cuando lo digo detrás del altar, la gente ya espera lo que voy a decir".

Ilusionismo con sus famosos aros y humor teológico que Andrés Torres Queiruga, el gran teólogo gallego, glosa así: "Hubo un tiempo en el que algunos teólogos, en aras de una interpretación tremendista del Evangelio, sostuvieron que Jesús de Nazaret nunca había reído. No tuvieron la suerte de conocer a José Manuel Carballo. Si escuchasen alguna de sus charlas o leyesen alguno de sus escritos, breves, pero siempre llenos de un gracejo inconfundible, retirarían tan extraña conclusión".

Quizás por eso, su compañero, Edelmiro Ulloa, cuenta la siguiente anécdota sobre Carballo. Un día que estaba dando clases en el seminario, un alumno le pregunta:

-Profesor, ¿qué es la ilusión y para qué sirve?
-La ilusión es como ese horizonte que vemos entre la tierra y el cielo. Si andas 10 kilómetros, se retira otros tantos. La ilusión es siempre inalcanzable.
-¿Y para qué sirve?
-¡Para caminar, amigo, para caminar!

Al final del día, tronchado pero alegre, me llevó a su casa, con su hermana y sus sobrinos, encantadores. En su despacho, hicimos unas fotos y me dedicó sus libros. Un despacho que reúne su memoria. Allí estaban sus famosos aros. Y montones de libros y cantidad de premios y de cerámica de Sargadelos. Hasta un as de oros con su nombre. Presidiéndolo todo, su inseparable máquina de flemas y la máquina del oxígeno.

Atado a su máquina, no pierde un minuto. Cansado, intenta seguir hablando, pero las flemas se lo impiden. Resignado, me mira y sonríe. Y, con la sonrisa, lo dice todo. El cura ilusionista y genio de la comunicación, antes dominaba la palabra. Y, ahora, "habla por un tubo", como dice con su típica sorna labriega.

Comunica paz y ternura. Quizás por eso, en su vida reina la amistad. Tiene tantos amigos que, cuando Xulio Xiz quiso reunir a unos cuantos en un libro homenaje, le salieron más de 200, con los que compuso la obra 'Cerna de Carballo. Xosé Manuel Carballo Ferreiro visto por 200 amigos' (Xermolos).

Amigos de todo tipo y condición, de todo el arco político y eclesiástico. Dos días antes de mi visita, Xosé Manuel recibía la de Francisco José Fernández de la Cigoña, con su mujer y un matrimonio amigo. "Eso se llama comer a dos carrillos", me dirá con su típica sorna. Y también a ellos les hizo cumplir el rito del 'renazo galego, en el pedregal de Irimia.

Como dice su amigo, el sacerdote Xesús Mato, "para mí, Carballo es el hombre/cura ideal, ejemplo a seguir. Siempre lo admiré. Cuando gozaba de buena salud parecía que se comía el mundo. Y también ahora, cuando acaba de darnos la lección más importante y trascendente de su vida, al enfrentar la enfermedad con la madurez de un hombre/cura de fe, fortaleza y coherencia".

Y eso que, cuando alguien le halaga, suele decía algo así: "Si me vais a subir a un altar, dejadme cerca una escalera de mano, porque, si comienza a darme la lata la próstata, tengo que bajar a menudo a hacer mis necesidades". Típica salida llena de humor de un cura ilusionista e ilusionante, orgullo de Galicia.

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