Dios fascinante y tremendo

Abierto estoy
como una herida abierta.

Jose Luis Martín Descalzo, sacerdote y literato, pertenece a su manera al “mester de clerecía” hispano, ese movimiento poético que va desde el Arcipreste de Hita a Ernesto Cardenal, recalando en nuestros clásicos Fray Luis de León y Lope de Vega, Juan de la Cruz y Teresa de Ávila. Su “Testamento del Pájaro Solitario” es una Cantiga del amigo y del Amado, del hombre y del Dios, a lo Ramon Llull, en la que cierta dureza o sequedad castellana es compensada por una afectividad rústica y mística. Nuestro escritor escribe su Testamento al final de una enfermedad crónica, que asume con fe y valentía hasta toparse con la muerte.

Hay quien vivencia a Dios como fascinante y amoroso, y hay quien vivencia al Dios como tremendo o terrible. Pero como mostró Rudolf Otto en su obra “Lo santo”, en la experiencia compleja y completa de Dios este comparece como fascinante y tremendo a la vez. Tal es el caso de la visión bíblica de la divinidad, la cual aparece como más fascinante y amorosa en el Nuevo Testamento, y como más tremenda y terrible en el Antiguo Testamento (sanctum ac terribile nomen eius). El Dios antiguotestamentario parece la sombra del Dios del Evangelio de Jesús.

Pues bien, en su obra testamentaria Martín Descalzo abunda en este contraste, ofreciendo fehacientemente una versión ambivalente del Dios cristiano, a la vez noche y luz, dolor y amor, muerte y vida. El Dios de nuestro autor es ciervo fugitivo y amoroso, pero también halcón atrapador, rastro de nieve y sangre, porque la garra del Halcón araña al acariciar. Por eso nuestro escritor sabe que el dolor del hombre pertenece al propio Dios, “pues ser Dios es ser hombre de otro modo”.

A esta visión encarnatoria del Dios se corresponde una revisión trascendental del hombre. Sin la trascendencia de Dios, el hombre se siente “como un pez apresado entre las redes”. Pero es precisamente el Dios-halcón el que hiere y salva, abriendo la clausura humana al infinito e iluminando la noche mundana desde lo alto. Nuestro literato comulga con un Dios místico que lo arranca de la nada del ser, para ofrecerle el todo del transer:
“Esta es mi fe: comulgo, luego existo”.

Comulgo, luego soy, luego soy otro. La comunión eucarística es un recogimiento que acaba en expansión, un repliegue que abre a un despliegue, una introyección que es una proyección. Por eso la comunión eucarística es como una prueba o vía de la existencia del Dios: comulgo luego soy yo y el Otro, comulgo luego eres Tú, comulgo luego existe Dios y el prójimo. La poesía de Martín Descalzo revierte así en poética sacerdotal transustanciadora.

Se trata de una poesía mística de inspiración sanjuanista. Según Juan de la Cruz, el Pájaro Solitario simboliza al místico que se eleva en soledad sonora o acompañada con “el pico al aire”, es decir, en libertad de espíritu. En el propio Martín Descalzo esta liberación del mundo por el amor del Dios, simboliza nuestra redención o salvación, vivida como un destierro o exilio intramundano: “sentí tu quemadura como un dolor bendito”. Al final nuestro autor arrastra su enfermedad mortal como el rastro vital del Dios sufriente. Ya solo queda el morir, pero el morir también se muere, dando paso a la Noche-luz: “ganaremos, perdiendo, la partida”.
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