Cristianismo e historia: la perspectiva científica /4

La ciencia es falible porque la ciencia es humana (Karl R. Popper)

El trabajo del historiador y del exégeta crítico, de acuerdo con la epistemología científica contemporánea consiste en formular hipótesis plausibles capaces de comprender y explicar los textos bíblicos y los hechos que dieron lugar al nacimiento y evolución del cristianismo.

Ese trabajo va acompañado de la conciencia epistémica de que no existen certezas definitivas, pues toda hipótesis científica es revisable y está abierta a una posible refutación futura, debido a la aparición de nuevos datos disponibles o de nuevas explicaciones más completas. La evolución de la investigación científica sobre el Jesús histórico confirma este enfoque.

Karl. R. Popper fue uno de los filósofos de la ciencia que más acentuó, desde su racionalismo crítico, el carácter falibilista de la ciencia (1) y, en la misma línea, Mario Bunge afirma que “un conocimiento científico, por oposición a la verdad revelada, es esencialmente falible, esto es, susceptible de ser parcial o incluso totalmente refutado”, lo que se debe a su carácter crítico y antidogmático (2),

Nuevas hipótesis alternativas pueden aparecer como más plausibles en la comprensión de los hechos analizados o bien, desde un marco teórico más amplio,  un nuevo paradigma (en el lenguaje del filósofo T. S. Kuhn) o de un nuevo programa de investigación (en la terminología del falsacionista I.Lakatos), lo que cambiaría de forma más radical la perspectiva de la investigación.

A un cambio análogo en los marcos teóricos que guían  la investigación, el filósofo francés Gaston Bachelard le dio el nombre de “ruptura epistemológica” (coupure épistemologique), concepto que es aplicable al cambio esencial desde la teología a la ciencia en la explicación del Jesús de la historia, separado del tradicional Cristo de la fe desde finales del s. XVIII.

Superada la gran marea positivista del s. XIX y neopositivista del s. XX, que concebían la ciencia histórica a imagen y semejanza de la física, el historiador actual evita los pronunciamientos apodícticos, haciendo un uso continuo de expresiones modales, subrayando la verosimilitud en la explicación y comprensión de los hechos.

De ahí las expresiones "es probable que", "lo más verosímil es que", "es más plausible que" etc., sin la pretensión ilusoria de alcanzar certezas absolutas, dado que todo conocimiento histórico es falible. En una concepción postpositivista de la ciencia, los hechos y los textos son mudos y ciegos mientras no se iluminen desde un determinado marco teórico.

El conocimiento histórico es, pues, hipotético, basado en conjeturas que buscan la verosimilitud, sin la pretensión de alcanzar la verdad absoluta propia del dogmatismo. Las diversas hipótesis son más o menos plausibles, es decir, más o menos verosímiles en cuanto aproximaciones a la verdad.

Los hechos, por su parte, son más o menos probables a la luz del marco teórico de las hipótesis. La plausiblilidad no ha de confundirse con la credibilidad. Ésta es una cuestión psicológica, mientras que aquella es epistemológica. 

Los datos que ofrecen las fuentes solo son significativos desde el marco teórico de las hipótesis, las cuales son evaluadas y sometidas a la crítica de la comunidad de investigadores, en competencia epistémica con otras hipótesis diferentes o alternativas.

También en el ámbito de la ciencia histórica, como afirma Mario Bunge, el investigador propone y la comunidad dispone, mediante el debate racional y público. En cambio, en el ámbito de la teología católica es la autoridad del magisterio eclesiástico quien dispone, en función del criterio de la adecuación de las teorías teológicas a la doctrina ortodoxa. Esa autoridad se basa en la autoridad de la revelación y ésta en aquella.

Por ello, el historiador francés Ernest Renan comparaba a los teólogos con pájaros cuyas alas estaban recortadas por la institución eclesiástica y Alfred Loisy los asimilaba a pájaros enjaulados, que no podían volar libremente fuera de la jaula de la doctrina ortodoxa, estando sometidos a la permanente amenaza disciplinar del anatema y de la excomunión, como le sucedió a él.

Desde una epistemología de la incertidumbre, postpositivista, toda hipótesis científica es provisional, revisable y perfectible, lo que explica el desarrollo del conocimiento humano, siempre limitado y finito, nunca definitivo ni mucho menos infalible.

En general, las hipótesis más simples son las llamadas a tener éxito, de acuerdo con el principio de economía de Occam, (“los entes no han de multiplicarse sin necesidad”). Aquellas que tengan más capacidad para explicar el conjunto de todos los datos o textos disponibles, no solo de los seleccionados como relevantes o más atractivos, mostrarán su superioridad epistémica.

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(1) Véase Popper, Karl R. (1991), Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico.  Paidós Ibérica, Barcelona.

(2) Véase  Bunge, Mario (2002), Crisis y reconstrucción de la filosofía, Gedisa, Barcelona.

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