Dios no puede con el Tiempo (9)


La primera afirmación del “credo”, en la relación de Dios con los humanos, es que es creador. Es lo que afirman los creyentes. Es el primer presupuesto de la credulidad. Luego añadirán muchas más cosas, dependiendo incluso de la religión en la que ese dios creador se asienta. La teología adorna a Dios con toda suerte de características que luego asimilan los creyentes.

Sin esa característica, la de ser creador, dios no podría ser Dios. Sin ella no podría llamarse dios. Va implícito en el concepto. Seguimos admitiendo que los conceptos son perfectamente asimilables por la razón. Otra cosa es su relación con la realidad observada o deducida.

Debemos dar por descontado que tal Dios debe ser distinto al producto de su creación. Dios no es lo que él creó, aunque religiones o creencias hay que afirman lo contrario, que dan el nombre de dios al universo o a elementos del mismo, asimilando el universo creado al mismo dios. Es lo que en literatura se llamaría metonimia, la que asimila la parte al todo o el producto al productor, en una suerte de asimilación sustancial. No deja de ser un recurso literario: “he comprado un Velázquez”, como si el cuadro fuese el mismo pintor. La pintura no es el pintor.

Dando esto por descontado, nos encontraríamos supuestamente con entes “reales”, Dios y el Universo. Primero el uno, después el producto. Esto es lo que creen y afirman quienes creen en el Dios hacedor de cosas.

El concepto y realidad “universo” engloba multitud de características o, si se quiere, de contenidos. Realidad espacial; universo en expansión; conglomerado de galaxias, estrellas, planetas; los seres vivos en evolución… Aparte de esa realidad espacial, una de las características esenciales del Universo es su temporalidad: el Universo incluye el Tiempo. Sin el tiempo no se entendería el Universo. No habría “eventos”, sucesos, acontecimientos, desarrollo, evolución, formación de estrellas y galaxias...

Si ponemos en correlación Dios y Tiempo, el problema se torna insoluble. El acto de crear, como toda acción, transcurre en el tiempo. Crear es una acción que se identifica como algo que ocurre en el tiempo: para que ocurra una acción, condición indispensable es que exista el tiempo. ¡El tiempo está ahí, es una imposición necesaria! ¿Y Dios? ¿No está también “ahí”? ¿No es una realidad admitida por miles de millones de personas?

¿Dios ha creado también el Tiempo? Necesariamente, dirá el creyente convencido.

Pero tanto los conocimientos científicos como el sentido común nos dicen que Dios no ha podido crear el tiempo. “Antes” no existía el tiempo. “Antes” quiere decir que existía un momento anterior, es decir, que existía el tiempo. Esto es un absurdo: se crea el tiempo unido a un momento anterior –que exige tiempo— donde no existía. Y en ese momento inexistente es donde “vivía” Dios.

El absurdo estriba, asimismo, en tener que rechazar una de estas dos dicotomías, el Universo temporal o el dios eterno donde no hay tiempo. Es como querer ir al polo Norte desde un lugar que está más al norte de ese polo.

O el universo es también eterno –contradicción— o hay que poner en cuarentena esa característica que aplican a Dios, la eternidad que rechaza el tiempo. Dios ejecuta una acción donde no hay tiempo, lo cual es imposible.

Puede parecer una contradicción, decir que Dios crea el Universo pero no crea el Tiempo… porque Dios no puede crear el Tiempo. Puede parecer, decimos, pero no hay tal contradicción si pensamos que una definición no es constitutiva de una esencia. Afirmar tal y tal cosa de Dios, en concreto “creador”, no es una aserción con garantía de veracidad: decir que Dios es creador es remitirse a una definición de diccionario, es decir, a un concepto comúnmente admitido, a una convención lingüística.

Ligar Universo y Tiempo, con sus definiciones específicas, sí implica “aserción”, es decir, título de veracidad. Dios y Tiempo, aparte de que son conceptos contradictorios, remiten a imaginaciones conceptuales.

La conclusión a la que llega cualquiera que piense un poco es que el sustento de Dios está en la imaginación conceptualizadora de los creyentes: se crea un dios que todo lo hace posible, hasta las contradicciones más flagrantes. ¡Y con él se sienten a gusto…!
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