FILOSOFÍA GRIEGA Y CRISTIANISMO /6

Γνῶθι σαυτόν / Conócete a ti mismo (Quilón de Esparta)
Μηδὲν ἄγαν/Nada demasiado (Solón de Atenas)
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Los historiadores de la filosofía confesionales, que adoptan un enfoque teocéntrico, desde el monoteísmo judeo-cristiano, desvirtúan el análisis filosófico de “lo divino” (tò theîon) en los pensadores presocráticos y en el resto de los filósofos griegos.

Estos historiadores consideran inferior la filosofía griega, a la que rebajan a una mera preparación al Evangelio, un conjunto de fragmentos dispersos y contradictorios en multitud de escuelas diferentes.

Así, por ejemplo, Justino califica el cristianismo como “filosofía divina” (philosophía theía).

Clemente de Alejandría contrapone la filosofía griega a la “filosofía según Cristo” (katà Christòn philosophía), dependiendo la primera de la razón natural y la segunda de la revelación divina.

Más tarde Agustín contrapone igualmente la “philosophia gentium” a la “nostra christiana”, considerando incluso filósofos a los profetas bíblicos.

Según ellos, hay en los filósofos griegos algunos aciertos, incluso coincidencias con la doctrina cristiana, verdades parciales y muchos errores, pero únicamente son entendidos como un mero preludio a la Revelación de La Verdad total, que es la religión cristiana, la única verdadera.

Por ello, escriben siempre el nombre de “Dios” con mayúscula, en referencia al dios cristiano en el que creen. El sesgo cristianocéntrico y cristocéntrico es evidente.

Estos historiadores de la filosofía adoptan, pues, una actitud apologética semejante a la de los primeros teólogos cristianos, que polemizaban contra los pensadores “paganos” (en el sentido “anacrónico” de no cristianos, pues el vocablo “pagano” es latino y tardío).

Valga como ejemplo la Historia de la filosofía del jesuita Copleston, quien en el primer volumen dedicado a la filosofía griega explicita con claridad su punto de vista confesional desde la denominada “philosofía perennis”.

Cuando W. Jaeger habla en su conocida obra de la “teología” de los primeros filósofos griegos, hay que entenderla en el sentido filosófico de la “teología natural” de que hablará más tarde Varrón, en contraposición a la “teología mítica” de los poetas, como Homero o Hesíodo en su Teogonía.

Mucho menos se trata del concepto monoteísta de la “theología supernaturalis”, usado por Agustín para denominar la teología revelada cristiana, a la que los escolásticos medievales llamarán “theología fidei”, por estar basada en la fe en la revelación y que se considera superior a la filosófica “theologia naturalis”, que usa la sola luz de la razón para acceder a la existencia o esencia del Dios cristiano.

El “dios” de Heráclito, por ejemplo (frag. 67 de Diels: “el dios es día-noche, invierno-verano, guerra-paz…”) no es personal ni pertenece a los dioses olímpicos, sino que es la ley inmanente que gobierna el cosmos.

Algo semejante sucede con el “dios único” del poeta y filósofo Jenófanes. Su monoteísmo sólo es comprensible desde un enfoque monista y panteísta, no teísta. Hay en estos primeros pensadores un proceso de secularización y racionalización del mito y de la religión antropomórfica tradicional.

Igualmente, el helenista Wilhelm Nestle (véase Historia del espíritu griego. Desde Homero hasta Luciano) escribe que en el pensamiento griego no hay contradicción entre la naturaleza y lo divino, pues la misma naturaleza es divina, contradicción que es básica en el monoteísmo judeo-cristiano y ello porque “no hay creación desde la nada, idea imposible para un griego, ni por tanto sentimiento de criatura en el hombre”.

El griego sólo conoce una transición del caos al orden del cosmos, pero de ningún modo una creación a partir de la nada (ex nihilo, nihil fit, según el posterior axioma latino) Y añade:
“tampoco conoce el griego más revelación divina que la que encuentra en la naturaleza y en el ser espiritual del hombre mismo. No tiene el griego escritura sagrada, ni iglesia, ni clase sacerdotal especial que se encuentre más cerca de la divinidad que los demás mortales”


El helenista Jean-Pierre Vernant (cfr. Mito y Religión en la Grecia antigua) señala igualmente cómo la cultura griega “es ajena a toda forma de revelación: no ha conocido ni profetas ni mesías”, a diferencia del judeo-cristianismo.

La tradición religiosa griega, que es multiforme, pues la religión olímpica se diferencia de los cultos mistéricos, como los de Eleusis, los órficos, o los dionisíacos, “no tiene ningún carácter dogmático. Sin casta sacerdotal, carece de clero especializado y de Iglesia. La religión griega no conoce un libro sagrado en el que se encontrará la verdad, depositada de una vez para siempre en un texto. Tampoco implica ‘credo’ alguno que imponga a los fieles un conjunto de creencias sobre el más allá”.

La diferencia con respecto al judaísmo, cristianismo e islamismo es fundamental, las tres religiones del Libro. En ellas hay una diferencia fundamental entre la naturaleza y Dios y las tres usan la filosofía como un instrumento racional al servicio de la fe, subordinada a sus respectivas revelaciones.
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