¿Qué Iglesia y qué Dios buscan los fieles de hoy?

Eso de echar la vista atrás (hurgando en la historia de la Iglesia) parece que cansa: a nadie le gusta recordar orígenes humildes o de lo otro.

En el momento inter electoral que vivimos, a los políticos menos que nadie. Obtenido un puesto relumbrante, el pasado murió. Bien les vendría recordar aquel "Respice post te: hominem te esse memento" (Mira hacia atrás y recuerda que eres hombre) que dicen que decían a los emperadores romanos.

No parece ser el caso de los príncipes de la Iglesia, que simulan estar fuera del tiempo y fuera del ámbito humano: son ya, en este mundo, jefecillos burócratas, después de haber sido príncipes y hasta semidioses.

Pues ya no. Unos y otros, también los "principados y potestades" del Vaticano, deberían mirar algo más hacia atrás, a la calle de donde proceden, mirar a los suyos y a los que fueron suyos. Se encontrarían con personas sencillas que sin alardes teológicos y sin aspavientos doctrinales, viven en la confianza entregada y en el amor.

Para éstos la religión viene a ser como la poesía de su propia vida de que hablaba R. Nieburh en “Rumbos de la comunidad humana”. Pues mientras la religión no retorne a esos caminos, mal va; mientras prime el sacramento "ex opere operato"  = Deus ex machina, poco quedará para el Espíritu (con mayúscula y con minúscula).

También deberían mirar a ese segundo grupo de pasados fieles, ¿por qué no?, que han dado un portazo a tanta credulidad de tramoya y a tanta práctica sin vida, aunque sigan siendo sus eternos “incrédulos”, “ateos”, “impíos” y cuanto quieran llamarles, que, sin embargo, la mayor parte de ellos no dejan de ser personas que han reflexionado sobre sus valores y se han alejado del sinsentido. ¿La reflexión de tal persona no les sirve de nada? ¿Aquel al que han convertido en enemigo nunca reflexiona? Pues harto es para ellos que al menos huya...

Éstos se han alejado de la creencia y construido su yo repensando su propia experiencia humana. Éste es el mensaje que debe aceptar de ellos el creyente, que "quien sabe de profundidades, sabe de Dios" (Paul Tillich), llámese a esta honda experiencia humana como se la quiera llamar. Para muchos esa experiencia humana vivida, pensada, asimilada y construida es "religación" a Dios. Y muchos creyentes lo viven así. Aprendan de éstos los encumbrados prestes.

Hay un último grupo, que reniega de lo que huela a clerical, que positivamente se aleja de la “burocracia de la credulidad” pero que, sin embargo, no puede negar a Dios y cree en “algo”; confía en el Dios existencial; percibe una evolución creadora en el mundo; siente una finalidad en el mismo y como un fundamento que todo lo mueve y anima. La Iglesia ve en estos últimos a los sincretistas de todos los tiempos, panteístas malignos que la llevarían a la nada y por eso les teme.

¿Pero no podría ser ese Dios, el de los creyentes inquietos o renegados, un Dios más verdadero que el aniñado-morfologizado-humanizado-ritualizado que los funcionarios del rezo han querido transmitir al mundo? ¿Ese su Dios cada vez más andromorfo al que únicamente se acude para decir “Dios mío, que me quede como estoy”? ¿Ese Dios hecho norma, cicatero, agostador del espíritu? ¡Ay, "si los curas –como decía el pensador Paul Goodmanse decidieran a dejar de buscar a Dios donde ya no existe... quizá tendrían algo que aprender y enseñar!" Más cerca está de Dios Entrevías que Bailén (arzobispado de Madrid) o San Justo (residencia en Madrid), pero no pueden percibirlo.

Se nos ocurre pensar en el budismo como “no-religión”, una no-religión que no habla de Dios; cuya oración no pasa por memoria, entendimiento y voluntad; que no pretende generar sentimientos relamidos o pasteleros. Más cerca estaban del budismo el famoso Basilio cuando decía que “Dios es silencio de todo” o Dionisio Areopagita, “la pura nada”.

(Aunque… no ensalcemos tanto al budismo de hoy día, que es más de lo mismo, aprovechamiento burocrático y crematístico de la profunda credulidad de la plebe budista).

Tanto creyentes como no creyentes seguro que estarían de acuerdo en buscar lo que es el centro de todo, el hombre, algo que podría convertirse en finalidad vectorial: que credos y valores se amalgamaran en un “compromiso por la vida” (J. Santayana). La vida del sufriente sudanés sentida en las Moralejas del Super Primer Mundo; la vida de un pueblo escondido de Níger que “clama de dolor” cuando en las praderas del Rocío se largan vítores a la “respectiva”. Ya sé que esto suena a Teología de la Liberación, pero si la Iglesia quiere sobrevivir, ése es su camino. Parece que las referencias verbales de Francisco van por ahí. Pero tomar a los sufrientes como pretexto es desviar la atención de lo que es esencialmente una religión. Busquen como Juan Ramón Jiménez con su poesía.

Vino, primero pura, - vestida de inocencia; y la amé como un niño. - Luego se fue vistiendo de no sé qué ropajes; - y la fui odiando, sin saberlo. llegó a ser una reina, - fastuosa de tesoros... ¡Qué iracunda de yel y sin sentido! -- ...Mas se fue desnudando. Y yo le sonreía. -- Se quedó con la túnica de su inocencia antigua. - Creí de nuevo en ella. Y se quitó la túnica, - y apareció desnuda toda... ¡Oh pasión de mi vida, poesía - desnuda, mía para siempre!

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